INTRODUCCIÓN

 

La importancia de la Biblia, la Sagrada Escritura del Antiguo y Nuevo Testamento, se aprecia en que —traducida a casi todas las lenguas de la humanidad— no le aventaja ningún otro libro en ediciones y notoriedad. La pregunta que surge de esta alta valoración tiene su respuesta en campos no cristianos que mencionan su convincente humanidad, el testimonio de las múltiples pugnas por la fe en situaciones que sacuden precisamente la vida, además no menos, por sus estímulos fundamentales intemporalmente válidos, señalando «hacia un futuro humano» 1, poniendo el fundamento para que se acepte que «el ser universal no carece completamente de sentido» 2. —Pero cuando la Biblia es captada en el sentido en el que ella habla, se ve que apunta a convicciones religiosas y, con esto, también al destino de la vida, a servir al testimonio de la comunidad de los fieles, a la Iglesia. La historia de Cristo, marcada por la unidad tensa entre fe personal y confesión de fe eclesial, va unida indisolublemente, desde el comienzo, con las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento.

«La Iglesia siempre ha venerado las Sagradas Escrituras como al mismo cuerpo del Señor, porque sobre todo la Sagrada Liturgia, toma sin cesar de la mesa de la Palabra de Dios, como del cuerpo de Cristo, el pan de vida y 10 imparte a los fieles. En ellas, como en la santa Tradición, vio y ve siempre la norma suprema de su fe, porque inspiradas por Dios y escritas de una vez para siempre, transmiten inmutablemente la misma Palabra de Dios y dan a conocer en las palabras de los profetas y de los apóstoles la voz del Espíritu Santo» (DV 21).

La Biblia es un tesoro precioso cuidadosamente protegido, fuente inagotable de renovación intelectual y espiritual, ocasión para la conversión 3, y auto-examen crítico para todas las confesiones cristianas.

  1. R. JUNGK, Wegweiser für eine humanere Zukunft, en HJ. SCHULTZ (edit.), Sie werden lachen – die Bibel. Stuttgart 21976, 73-79, aquí 79, cit.- según M. LIMBECK, Die Heilige Schrift, en HF h 4 (1988), 68-99, aquí 69s.

  2. LIMBECK, Schrift, 70 (citando a M. Machovec).

  3. «Apenas hube leído el final de la frase, se derramó en mi corazón, como una luz, la certeza, y todas las sombras de la duda se disiparon» (AGUSTÍN, Conf VIII, 29. Edición completa traducida, introducción y notas de H.U. VON BALTHASAR [Chrisliche Meister, 231 Einsiedeln 1985, 207s.).

«Toda predicación, como la misma religión cristiana, ha de alimentarse de la Sagrada Escritura y se ha de orientar a ella. En los libros santos, el Padre que está en el cielo sale al encuentro a sus hijos en el amor, e inicia con ellos el diálogo»4.

De esta manera, la Sagrada Escritura es como un guía obligatorio, estímulo para todas las Iglesias, exhortación a la unidad de los cristianos.

La Escritura, impregnada de la acción del Espíritu Santo en cuanto inspirada, revela la Biblia como unidad de la historia del mundo, la historia de salvación operada por el poderoso amor de Dios. Incluso contradice la Biblia en parte, en este acontecimiento de la revelación, a todas las concepciones dualistas del mundo que defienden un mismo poder para bien y para el mal. También, les sustrae el suelo a las explicaciones cíclicas de la vida, propias de doctrinas reencarnatorias no cristianas. Pues la Biblia proclama al Dios uno y único como «Creador del cielo y de la tierra», conservador del mundo y del cosmos, y une el comienzo divino de la creación «de la nada» (2 Mc 7, 28) con el anuncio del final de todo lo existente y con la irrupción de una nueva creación «al final de los días» (Mt 24, 14).

La Biblia es, por tanto, desde sus comienzos más que una escritura que informe objetivamente; es más bien el testimonio personal de la experiencia de la auto-revelación de Dios, que abarca creación y redención, que sitúa la revelación del Padre junto a la del Hijo en el Espíritu (In 17); con lo que pone los fundamentos profundos de la confesión cristiana en el Dios uno y trino. Así es también «fundamento permanente» de la Teología; por eso «el estudio de los libros santos ha de ser el alma de la sagrada Teología»5 como exhorta el Vaticano II citando al papa León XIII. Esta pretensión conciliar, no significa, en manera alguna, poner ataduras autoritarias a la investigación teológica. Todas las religiones mundiales importantes están caracterizadas por la existencia e importancia normativa de las escrituras sagradas 6. La autoridad de estas escrituras está anclada en la acción divina, trascendiendo a su compositor inmediato. Estas escrituras tienen, además, como meta, la unión del lector creyente con Dios. Con esto ponen ante la vista, como tales, que incluso la confesión de un Dios vuelto al mundo y a los hombres, no elimina la permanente supramundanidad de este Dios'.

El reconocimiento, común a las religiones, de la autoridad normativa de las Sagradas Escrituras no esconde la pretensión de la Biblia, que la diferencia y separa, y de esta manera tampoco esconde lo característico cristiano en la explicación e importancia de las Escrituras del A y Nuevo Testamento, normativos para

  1. DV 21.

  2. DV 24.

  3. Cfr. H. KÜNG, Christentum und Weltreligionen. München 1984.

  4. Cfr. sobre estolbid., 333 para el Hinduismo. Para Budismo el 440s., para el Islam 43-45.

el Cristianismo. Las afirmaciones, teológicamente responsables, sobre la Biblia, completan y profundizan lo que hay que decir, desde la visión cristiana, sobre la revelación como auto-revelación de Dios 8. Hablar con la Biblia sobre Dios, no significa solamente aceptar una de las muchas posibilidades de tal hablar, sino reconocer el discurso sobre la revelación, escriturísticamente fundado, como «norma de todo discurso objetivamente conecto sobre Dios» 9. Así se entiende, en particular, la oposición a la concepción del Corán, el libro santo del Islam. «Para los musulmanes la palabra de Dios, se ha convertido en libro» 10. La pretensión de la Biblia es otra; pues «la Sagrada Escritura no es un libro revelado sino inspirado. Pero en cuanto libro inspirado es un libro de revelaciones y el libro fundamental de la revelación en sentido cristiano» 11.

Esta afirmación requiere una explicación. En primer lugar hay que hablar sobre la inspiración por la que la Biblia sobresale por encima de todos los otros escritos (religiosos). Por ella se atribuye al texto una cualificación eminente. «El concepto de inspiración puede referirse primero [...] a la palabra inspirare (inspirar, sugerir) y entonces designa la actuación de Dios en la redacción del texto, es, por tanto, una afirmación causal. Por otra parte, la inspiración es algo del spiritus (Espíritu, Pneuma) y significa entonces plenitud del Espíritu y de naturaleza del Espíritu –y así también acción del Espíritu– en el texto, es, pues, una afirmación cualitativa» 12. En segundo lugar, ha de considerarse que la Biblia no es inmediatamente «Palabra de Dios», sino que testimonia la revelación, que el autor de los escritos bíblicos –inspirado por el Espíritu de Dios– ha escrito como experiencia personal. En tercer lugar hay que considerar, finalmente, que la Biblia no es transmisión de revelaciones privadas, sino auténtica «Palabra de Dios», en la que Dios, en inmediatez mediada se hace oír a sí mismo, operando la fe.

  1. SCHMITZ, Offenbarung in Wort und Tat, 26; cfr. etiam arriba Parte A.I.2.

  2. J. WERBICK, A. Prolegomena, en TH. SCHNEIDER, (echt.), Handbuch der Dogmatik (2 vols.) Düsseldorf 1992, vol., 1, 1-48 (Bibl.), aquí 17.

  3. KÜNG, Christentum, 62.

  4. SECKLER, Der Begriff der Offenbarung, 62.

  5. LIMBECK, Schrift, 80.