TEMA 51

LA VIRTUD DE LA FORTALEZA

 

1. Concepto, Esencia de la Fortaleza

1. Definición: recta disposición del apetito irascible que robustece el ánimo frente a todo peligro o adversidad que se deriva de querer hacer el bien o rechazar el mal, sobre todo frente a la muerte.

Virtud cardinal que tiene por sujeto al apetito irascible en cuanto subordinado a la razón, y por fin remover los impedimentos provenientes de las pasiones de temor y temeridad, para que la voluntad no deje de seguir los dictados de la recta razón frente a los peligros graves o grandes males corporales, llegando, si es preciso, hasta la muerte.

Término: fortis-e: que abarca tanto el concepto de fuerza física, como el de energía de ánimo, entereza interior del hombre (quizá flaco  pero heroico). Fuerza # violencia: fuerza es la potencialidad activa de un ser e implica, para éste, una perfección.

2. Acepciones:

Séneca: fortaleza del ánimo.

Filosofía clásica, escolástica: energía del espíritu, no meramente fuerza de la voluntad, sino también buscar posibilidades de usarla, etc.

S. Tomás: potencialidad activa; saber poner en juego toda la potencialidad de que el hombre es capaz.

Filosóficamente: es una cualidad con dos acepciones:

- una condición de toda virtud o cualquier potencialidad activada. Ética a Nicómaco, II: Toda virtud debe ser firme y estable, pues si no, no sería virtud.

- como virtud: es una potencialidad del hombre, con materia y objeto propio.

3. Sujeto y fin

sujeto: apetito irascible, no en sí mismo, sino en cuanto subordinado al dictado de la razón; es decir, en su potencia obediencial respecto a la razón. A causa del pecado original, el apetito irascible puede escapar del dominio de la razón, se requiere, por tanto, en este apetito una disposición estable que le haga obedecer fácil y prontamente a los dictámenes de la razón.

objeto: el objeto sobre el que recae es doble: superar el temor y moderar la audacia:

-el temor, que provoca un retraimiento frente al mal que amenaza, un apartarse del bien por temor

-la audacia, que inclina a atacar ese mal.

función: la función de la fortaleza consiste en no ceder al temor, en perseverar en el bien o en su búsqueda, superando la inhibición que produce el miedo, y moderando la agresividad propia de la audacia.

fin: remover los impedimentos provenientes de las pasiones del temor y de la audacia (temeridad) para que la voluntad siga los dictados de la recta razón frente a los peligros graves o grandes males físicos / corporales. Permite que la voluntad siga fielmente los dictados de la razón. Nótese que el fin no consiste principalmente en superar temores y audacias, sino en moderarlos en razón de y para obrar el bien. No sólo ordenar estos al bien, pues también se es fuerte ordenándose al mal y eso no es verdadera fortaleza, pues hace al hombre malo.

Por tanto, la esencia de la fortaleza no es vencer dificultades, sino obrar el bien cueste lo que cueste.

S. Th., II-II, 123, 1: fortaleza es fortitudo mentis, pues consiste en una actividad fortísima del alma para adherirse firme y constantemente al bien, a pesar de las dificultades. La moral cristiana consiste, en resumen, en estar dispuesto a morir antes que pecar.

4. Explicación de su lugar propio entre las virtudes cardinales.

Es función de toda virtud ordenar al bien: más principal y mejor virtud será la que, de suyo, más y mejor ordene el bien.

Es la tercera virtud cardinal, después de la justicia y prudencia (pues estas no sólo ordenan al bien sino que son constitutivas del bien, en la voluntad y en la inteligencia, respectivamente, como sujetos propios).

Y antes de la templanza (que, junto con la fortaleza, son virtudes conservativas del bien, es decir, hacen que, de hecho, el hombre se dirija al bien - no quedarse en lo teórico, liberan el hombre de todo que le aparte del bien sobre todo de los apetitos desordenados; pero como el temor a un peligro grave es más fuerte que el amor a un bien concupiscible, por tanto, ordena más al bien la fortaleza).

La fortaleza ocuparía el tercer lugar, porque el temor a los peligros graves es mucho más fuerte y eficaz para apartar al hombre del bien que la atracción de los bienes concupiscibles. Es más difícil vencer un temor intenso que apartarse de un placer.

5. Tipos de actos externos que parecen fortaleza pero que, sin embargo, no son verdadera virtud; falsas fortalezas:

- No conocer la magnitud del peligro, y actuar imprudentemente; o conociendo la magnitud del peligro, confiar en las propias fuerzas imprudentemente. El optimismo iluso e ingenuo. Se afronta una situación difícil como si no lo fuera, por presunción o falta de visión.

- Cuando uno obra incontrolablemente por pasión; por ejemplo, con ira descontrolada. Está ausente la dirección racional del juicio prudencial.

- Cuando se realizan actos que parecen de la fortaleza, pero sólo en orden a bienes temporales o para evitar incomodidad. Falta la necesaria ordenación   de la recta razón, y la adhesión firme al bien que, en el fondo, hace referencia al Sumo Bien. Puede haber ordenación de la ratio pero no de la recta ratio.

2. Enseñanza Bíblica.

Los vocablos bíblicos que hacen referencia a la fortaleza son múltiples: en hebreo: hayil, geburah, 'oz,.... En griego: dynamis, kratos, isjis,....En latín: fortitudo, virtus, vis...

La fortaleza, en la S. E., tiene un matiz eminentemente teocéntrico. Se distingue de concepciones filosóficas, modernas y antiguas, donde

-o se exalta y se sitúa al hombre en un plano de autosuficiencia tanto física como espiritual

-o pretenden verse libres de la fortaleza y sus exigencias, en su incondicional optimismo por esta vida y su aburguesamiento metafísico, como sucede con el liberalismo ilustrado.

1. AT

Se alaba la fortaleza de la Sabiduría: La sabiduría debe ser fuerte. Con sentido teocéntrico, religioso, como virtud sobrenatural; no exalta tanto al hombre en cuanto hombre; es un don de Dios sobre todo: de la fortaleza de Dios participa el pueblo para conseguir los bienes terrenales (tierra prometida) como los espirituales (cumplimiento de la Ley). Esta fortaleza se interpreta en una línea salvífica, política y religiosa.

2. NT. La fortaleza se interioriza. El matiz teocéntrico pasa a ser cristocéntrico: Cristo está en la raíz y origen de la fortaleza. La lucha y el combate con que el cristiano se compromete ante las exigencias de la caridad, se sintetizan en el esfuerzo por permanecer fiel y firme en la verdad, afrontando con paciencia y valentía los peligros que provienen de uno mismo y del enemigo.

La fortaleza que brinda Cristo, supone el reconocimiento previo de la propia debilidad.

Antes morir que ser infiel. Es una virtud humana que se puede elevar a lo sobrenatural. Está relacionada con la fe y con la esperanza: Sacrificio de la cruz: sumo grado de la fortaleza en el martirio. Bienes superiores a la vida humana.

Mt 10, 28: "No tengáis miedo a los que matan al cuerpo y al alma no pueden matar; temed más bien a los que pueden matar al alma."

Debe ser precedida por un acto de humildad, para reconocer que contra el pecado y sobre todo contra el demonio, sus solas fuerzas no son suficientes. Se enfrenta a fuerzas que le superan. S. Tomás dice que el hombre sin gracia frente al demonio se puede echar a temblar. Lo que más le maravilla en el mundo (preguntado después de un éxtasis) es que el hombre puede dormir estando en pecado mortal.

La fortaleza cristiana es, por tanto, una realidad espiritual basada en la aceptación de la Palabra de Dios, y en la seguridad de la consecución de los bienes arduos e imperecederos del Reino de los Cielos (esperanza). Una realidad moral con la que el cristiano, reconocida previamente su debilidad radical, se mantiene firme en la Verdad de Dios y se enfrenta a los peligros de las tinieblas de este mundo, y a los poderes del pecado y de la muerte.

2 Cor 12, 9: cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte. La victoria del espíritu sobre la carne, "te basta mi gracia". Esta virtud viene sólo de Dios (2 Cor 4, 7; 1 Cor 2, 1; 1 Tim 1, 12...): actúa sobre la incapacidad del hombre caído en orden a las cosas del Espíritu.

La concesión de este don está condicionada a un reconocimiento humilde y consciente de nuestra debilidad y de la existencia de un enemigo insidioso, dominador y poderoso (Efe 6, 10).

3. Naturaleza de la Virtud de la Fortaleza

1. En sí, la fortaleza es una virtud insuficiente. En cuanto disposición firme del alma para el cumplimiento del deber, la fortaleza es condición indispensable de toda virtud.

Para cumplir el deber, hace falta saber primero cuál es el deber. Para estar dispuesto a sufrir por y para alcanzar el bien, hay que saber cual es el bien. II-II, 125, 2: por causa del bien se expone el fuerte a morir.

S. Ambrosio dice que la fortaleza es una virtud que no debe fiarse de sí misma. El fuerte no busca ser herido, el sufrimiento, sino el bien. Lo importante es hacer el bien; no el sufrir.

Por tanto, las exposiciones innecesarias al mal son, entre otras cosas, muy antipedagógicas. Pues lo que importa es buscar el bien, no las dificultades. La esencia de la fortaleza es el bien. Uno no es más virtuoso porque sufra más, sino por la firmeza de su adhesión al bien.

La virtud de la fortaleza es subordinada. No es autosuficiente: ni es independiente, ni descansa en sí misma. Se remite a una virtud anterior, en relación al bien. Antes que ella, están la prudencia y la justicia, y sin ellas no habrá verdadera virtud de la fortaleza. No hay valentía si previamente no hay prudencia. Sin el bien, no hay nada a lo que adherirse.

2. La razón más profunda de la necesidad de la fortaleza es la esencial vulnerabilidad del hombre, lo cual implica tanto aspirar a un fin difícil interponiéndose un enemigo.

Quien no es vulnerable no necesita ser fuerte: el ángel, un bienaventurado, no tienen necesidad de esta virtud. Ser fuerte = poder ser herido. Herida = toda agresión contraria a la voluntad que pueda sufrir la integridad natural; todo cuanto es negativo, cuanto acarrea daño, dolor, opresión, inquietud.

La mayor herida del viador es la muerte. Toda herida es, en el fondo, una figura e imagen de la muerte. Por tanto, son temidas.

La fortaleza se refiere, en última instancia, a la muerte: Ser fuerte es estar dispuesto a morir, a caer en el combate, por el bien. De ahí que una fortaleza que no conlleve la disposición de pelear hasta morir -de antes morir que pecar- no es verdadera fortaleza, está viciada de raíz.

La raíz esencial de la fortaleza es la disposición al martirio, en cuanto disposición, y no el martirio mismo (# la alegre disposición o provocación del martirio, v. gr. San Eulogio y el Beato Álvaro, de Córdoba). la Iglesia no exige el hecho del martirio tal cual, sino la disposición de morir antes que ser infiel. Hay que recordar que la fortaleza no se calibra por la herida, sino por la adhesión al bien. Se debe huir de la muerte, salvo si supone no adherirse al bien. La Iglesia no ve bien, en general, la auto delación martirial, sino que se debe huir de la "persecución".

Si llega el martirio, el dolor oculta incluso la alegría espiritual por ofrecerse a Dios: no es que no haya alegría, pero es por la adhesión al bien no perdido.

La virtud, por tanto, no está en sufrir, sino en adherirse al bien: Recibir la herida es sólo la mitad de la virtud; la otra mitad es no recibir la herida por propia voluntad -padecer por padecer- sino por conservar o ganar una integridad mayor y más esencial. El mártir no menosprecia la vida, pero le asigna menos valor que aquello por lo que se entrega (= sentido de la mortificación cristiana).

II-II, 123, 8: el cristiano ama la vida y las cosas de este mundo con todas las fuerzas del cuerpo y las del alma. Dios al crear, vio que todo era bueno y como bien, el hombre debe disfrutar de esto. Todas estas cosas son bienes auténticos, que no desprecia el cristiano. No le hace falta desprender de éstos, salvo para conseguir bienes más altos cuya consecución es más esencial para el núcleo personal = conservar bienes más altos cuya pérdida lesionaría más gravemente el núcleo personal del hombre. Si privan de un bien superior, no será un bien el hecho de buscarlos, pelearlos y conseguirlos.

Alegría, placer, éxito, salud, felicidad, dinero, etc, son bienes auténticos que el cristiano no desprecia, sino que ordena (la belleza de la Venus Capitolina). Esto no es una oposición antinatural a la vida de los santos: lo que ocurre es que éstos ven las cosas con ojos de eternidad, que es como mejor se ordenan a Dios.

4. Actos Fundamentales de la Fortaleza

1. Hay dos actitudes fundamentales ante el bien difícil de conseguir o el mal difícil de evitar:

- temor (resistir, soportar, sostener): sustienere mala

- y audacia (atacar, agredir): aggredi pericula

"Sustienere mala" se refiere al miedo o al cansancio que provoca un daño, un mal, una dificultad, un enemigo, etc.

Pero no es de la esencia de la fortaleza el no tener miedo, sino actuar a pesar del miedo. Ser fuerte no es ser impávido o presumido o chulo o bravucón, pues eso significaría: o no conocer la realidad o que hay un desorden del amor. Amor y temor se condicionan mutuamente: Cuando nada se ama, nada se teme. Trastocar el amor es trastocar el temor: no amar al hijo es no temer perderlo. Hay que tener la justa medida.

El hombre fuerte es consciente del mal. No es un ingenuo iluso. Lo ve, lo capta, lo siente pasionalmente. Pero ni ama la muerte ni desprecia la vida. La esencia de la fortaleza no es no sentirlo, sino no dejar que el miedo fuerce a hacer el mal o a dejar de hacer el bien. Su esencia no es desconocer el miedo, sino hacer el bien. Se debe temer lo temido, pero hay que conseguir el bien aún con miedo, con esfuerzo, con dolor, con resistencia.

II-II, 123, 1: quien se arriesga a un peligro aún con deseo de bien, no se puede llamar fuerte si: desconoce la magnitud del peligro

optimismo iluso "no me pasar‡ nada" (ocasiones de pecado)

confianza excesiva en propias fuerzas

obrar incontroladamente por pasión

afrontar lo difícil como si no lo fuera

Valiente: incluye la conciencia de sentir miedo razonable cuando las cosas no ofrecen otra opción que sentirlo. "El que en una situación grave, ante la que el 'miles gloriosus' enmudece y su gesto heroico se torna paralítico, hace frente a lo espantoso sin consentir que ello le impida la práctica del bien, y ello no por ambición ni por recelo de ser tachado de cobarde, sino y sobre todo, por el amor del bien o lo que en última instancia viene a ser lo mismo, por el amor a Dios: ese y sólo ese es realmente valeroso" (Pieper).

2. Este hacer frente al posible daño, se puede hacer de dos modos: resistiendo o/y atacando. El acto principal de la fortaleza no es atacar sino resistir. II-II, 123, 6: se da primacía al acto de soportar, subrayando que no es pura resignación pasiva.

No es porque en sí mismo sea más valeroso resistir que atacar -ya que a veces sucede al revés-, sino porque en casos extremos, en extrema gravedad, la resistencia es la única opción que queda, es el último punto de la fortaleza que se puede usar. No hay otra forma de oponerse a un mal en último lugar sino resistirse. No es una pasividad, pues es un acto de la voluntad, actividad del alma que es la fortísima adhesión al bien, la perseverancia en el amor al bien ante los daños que pueda acarrear el dirigirse a él. El resistir, sólo externamente es pasivo: internamente existe un "fortissime inhaerere bono", una fuerte perseverancia del amor que nutre al cuerpo y al alma ante los ultrajes, las heridas y la muerte (= paciencia).

Esto no es porque "en s’" la paciencia y la resistencia sean más nobles que la audacia y la agresividad, sino que tal y como están las cosas, en caso extremo, no hay otra forma de oponerse que la resistencia, el no claudicar interiormente.

Pieper: fortaleza: 238 - 241, comentando Sgda. Escritura: poner la otra mejilla y reprender al soldado boxeador.

5. Pecados contra la Fortaleza.

Todo aquello que constituye un desorden del temor o de la audacia. Teniendo en cuenta que la fortaleza no elimina el temor, sino que lo ordena conforme a las exigencias de la razón:

1. Por defecto: temor, timidez, cobardía. La pasión del miedo, en sí misma, no es mala mientras no se oponga a las exigencias de la razón (= miedo justo, razonable, etc.); baste recordar que el temor de Dios es un don sobrenatural.

2. Por exceso: impavidez, afobia, intimiditas. Propiamente es la afobia, no tener temor cuando es razonable tenerlo. Ser’a impropio identificar la ausencia de temor con la fortaleza: son algo distinto. La fortaleza no adultera la realidad, sino que la acepta tal cual es: temor racional ante el mal real; sin la fortaleza, en la vida práctica que no está exenta de los males reales, puede derivarse o hacia la desesperación originada por el hastío vital, o hacia la temeridad originada por el optimismo instintivo.

La fortaleza pondera lo que arriesga y lo que puede ganar. En el fondo, lo que la fortaleza más teme es el pecado. Por tanto, la ausencia de la fortaleza es la desesperación.

6. Partes Integrales (disposiciones internas del sujeto que perfeccionan a la fortaleza) y vicios contrarios.

1. Respecto al aggredi, atacar, acometer: la actitud emprendedora, pujante y entusiasta:

- Magnanimidad: se refiere al agere; es la grandeza del alma: tendencia victoriosa del alma, que nace de la esperanza y se alimenta de la audacia

Noción: captar la realidad personal de tal modo que uno se juzga digno de hacer grandes empresas. Es el compromiso, que el espíritu voluntariamente se impone a sí mismo, de tender a lo sublime.

II-II, 129 / II-II, 162: Rasgos de un espíritu magnánimo son: en cierto modo es caprichoso: no deja reclamar su atención por cualquier cosa, sino sólo por lo grande y noble, que le es connatural. El honor de Dios, opinión de Dios # opinión de los demás. Por tanto, está muy relacionada con la ascética, por ejemplo, por saber convertir y encauzar a lo noble las cosas más pequeñas. Educa una sensibilidad delicada para saber dónde está el honor y el deshonor, fundamentalmente a los ojos de Dios. No desprecia la honra hasta tal punto que no se preocupa de hacer aquello que honra merece, porque sería de vituperar.

Por tanto, no se imuta por una deshonra injusta. La considera, sencillamente, indigna de su atención. Acostumbra a mirar con "desprecio" a los seres de ánimo mezquino: Ps 104: "A los ojos del justo, es nada el hombre malvado". Nunca es capaz de considerar que haya alguien tan alto que sea merecedor de que, por miramiento a él, se cometa algo deshonesto. Sincero y honrado, nada le es tan ajeno como callar la verdad por miedo (sí, por caridad o por prudencia). Evita como la peste lo que huela a hipocresía, adulación, untuosidad, posturas retorcidas.

No se queja: su corazón no permite que se le asedie con un mal externo cualquiera: no se entretiene a apedrear a todos los perros que le ladran: los desprecia y sigue de largo.

Otro rasgo es su gran esperanza: una fuerte e inquebrantable esperanza, una confianza casi provocativa. Calma perfecta de un corazón sin miedo. No se esclaviza ante nadie, no se doblega ante el destino y el azar: únicamente es siervo de Dios.

La magnanimidad de basa en el reconocimiento y justa estima de lo que el hombre es y puede, desde una perspectiva natural y sobrenatural: la economía de la gracia y la condición de hijo de Dios. En resumen: el objetivo de la magnanimidad se cifra, en última instancia, en la manifestación de la gloria de Dios y en la consecución de la felicidad eterna y, por tanto, también terrena. Psicológicamente, el motor de la magnanimidad es la esperanza, frente al bien posible difícil de conseguir. Se puede añadir que el magnánimo calibra de mucha más importancia el honor sobrenatural que el humano.

Elementos propios que abarca y une la magnanimidad:

- materia próxima: la pasión de la esperanza (más que la virtud): bien arduo, futuro y posible.

- la disposición interna que la informa: la grandeza de espíritu

- la materia exterior propia: el honor, la única recompensa de la virtud. Es decir, la irradiación exterior propia de esta virtud sería el honor humano subordinado al más alto honor: el de Dios y su gloria.

- confianza: virtud aneja a la magnanimidad: posibilidad de apoyarse en las propias fuerzas o de otros (confianza humana), pero también, y sobre todo, esperanza en la palabra de Dios (sobrenatural), está inspirada en la virtud sobrenatural de la fe.

Vicios opuestos a la magnanimidad

- Por defecto: Pusilanimidad: el que voluntariamente se hace incapaz de concebir o desear cosas grandes. Se plasma en un espíritu raquítico y ramplón.

- Por exceso: Presunción: confianza desmedida en las propias fuerzas. Es la falsa autosuficiencia, por un error en la prudencia, pues en una apreciación subjetiva y equivocada de las verdaderas posibilidades:

Vanagloria: buscar falso honor, buscar gloria sobre lo vano: buscar el honor en la frivolidad, en la falsa estima de las gentes

Ambición: aspirar a más de lo que uno puede o merece.

- Magnificencia. Tiene la misma estructura subjetiva que la magnanimidad. Se refiere al facere. Es usar los medios adecuados para realizar las cosas propias del espíritu magnánimo, medios propios al servicio de lo noble, con ánimo magnificente..

Vicios opuestos a la magnificencia

- Por defecto: Parvificencia: aspirar a mucho pero hacer poco. Relacionada con la falsa humildad. Lo cutre.

- Por exceso: Suntuosidad, profusión, etc.

2. Respecto a sostener el daño, aguantar, soportar.

- Paciencia: evitará la tristeza y el descorazonamiento ante la multiplicidad de los peligros. Es ingrediente necesario pero no suficiente de la fortaleza.

No consiste en el ser víctima, tampoco es no huir del mal, sino la virtud que inclina a soportar sin tristeza ni abatimiento de corazón los padecimientos físicos y morales que comportaría la adhesión al bien. Sto. Tomás dice que "paciente no es el que no huye del mal, sino el que no se deja arrastrar por su presencia a un desordenado estado de tristeza".

Lc: "por la paciencia poseeréis vuestras almas"

Es la virtud encargada de custodiar la auto posesión del alma, a pesar de las tribulaciones. Es un autodominio. Un impaciente no puede ser dueño de sí; no es incompatible con una firme adhesión al bien, que es lo que cuenta, y no el mal sufrido.

No es ingrediente que agote la esencia de la fortaleza. El fuerte es también paciente, pero no necesariamente al revés. El fuerte además de ser paciente (aguantar el mal), debe también disponerse a, si el caso lo requiere, agredir (atacar el mal). Por ejemplo, Cristo en el templo: modera la ira atacando (moderar es ajustar a razón, es disminuir o agrandar). Puede haber momentos en que la fortaleza sólo sea aguantar, cuando atacar sería imprudente.

- Perseverancia: posibilita superar el cansancio provocado por un esfuerzo largo o continuo.

7. Tres Modalidades de la Fortaleza - (leer Pieper)

1. Fortaleza vital (o premoral): más rasgos psíquicos que morales, en cuanto adquiridos; cada uno tiene una fortaleza vital por carácter o composición psicológica. Aún así, el dinamismo de la constitución psíquica es educable.

En parte es la capacidad que uno tiene de renunciar su ego para hacerle justicia a la realidad. La falta de valor, de enfrentarme a cosas difíciles, para mí, es falta de fortaleza vital. Muchos suicidios vienen por esto. También las neurosis, y otras perturbaciones psíquicas.

El común denominador de todas las neurosis es el egocentrismo. Hay una angustia en que se quiere preservar al yo de toda inseguridad. Una seguridad encerrada en sí misma, incapaz de cualquier confianza desde fuera, ni siquiera en la realidad. El riesgo de desquiciamiento del yo es tanto más grave cuanto mayor es la solicitud con que se busca su protección. Se ha puesto de relieve en la psiquiatría moderna la veracidad psicológica de la frase de Cristo: "Quien pierde su vida por Mí, la encontrará; quien guarda su vida, la perderá".

Por tanto, entre otras cosas, hay que tener cuidado en no exigir a uno lo que no puede dar cuando no tiene la necesaria fortaleza vital. Hay que atender necesariamente a lo que está estropeado humanamente.

2. Fortaleza moral (lecciones anteriores: como virtud)

3. Fortaleza sobrenatural: el abandono total en Dios, no sólo cuando uno hace actos de abandono, sino cuando no hay más remedio. No es quietismo. Incluso se está dispuesto a perder la vida.

Es un don gratuito del Espíritu Santo que acompaña a la gracia, en función de su potencia obediencial que da ánimos, y un nuevo ser al cristiano para desprenderse de su persona y sacrificarse por Dios y por su causa con confianza total de que su vida será más segura si confía en Dios más que en sí mismo.

Un hábito sobrenatural que robustece al alma para practicar, por moción del Espíritu Santo, toda clase de virtudes en grado heroico, con la invencible confiaba en superar hasta los mayores peligros y dificultades que puedan surgir


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