TEMA 46: LAS VIRTUDES DE LA FORTALEZA Y TEMPLANZA

MÁS SOBRE LA FORTALEZA     MÁS SOBRE LA TEMPLANZA

 

46.1 Sensibilidad y Razón en la Vida Humana.

46.2 Objeto y Características de las Virtudes de la Fortaleza y de la Templanza: su Importancia en el Desarrollo Moral y Ascético del Hombre.

46.2.1 La Templanza.

46.2.2 La Fortaleza.

46.2.3 La Importancia de la Templanza y la Fortaleza en el Desarrollo Moral y Ascética del Hombre.

 

A) DESARROLLO

46.1. Sensibilidad y Razón en la Vida Humana.

El hombre es un ser compuesto de alma y cuerpo -forma una unidad sustancial de espíritu y materia-. Por la materia, el ser humano se aproxima a otros seres materiales -de alma sensitiva- y tiene operaciones vitales como la nutrición, el crecimiento y la reproducción. Pero, como ser espiritual, las operaciones propias y específicas del ser humano son inmateriales: el uso de la razón, el conocimiento, el querer, que tienen su principio no en la materia sino en un principio vital inmaterial, espiritual. Sin embargo, estos dos aspectos del hombre no son dos realidades yuxtapuestas sino dos coprincipios constitutivos del hombre. El hombre participa de la condición personal gracias al espíritu; mientras que el cuerpo es la persona en su visibilidad. Se pueden distinguir las dos realidades pero no se pueden separarlas.

«La divina Providencia ha querido unir un deleite o placer a aquellas operaciones naturales que son necesarias para la conservación del individuo o de la especie; de ahí la vehemente inclinación del hombre a los placeres del gusto y del apetito genésico, que tienen aquella finalidad altísima, querida e intentada por el Autor mismo de la naturaleza. Pero precisamente por eso, por brotar con vehemencia de la misma naturaleza humana, tienden con gran facilidad a desmandarse fuera de los límites de lo justo y razonable -lo que sea menester para la conservación del individuo y de la especie en la forma y circunstancias señaladas por Dios, y no más- arrastrando consigo al hombre a la zona de lo ilícito y pecaminoso.»[578] El hombre está dotado de unos dinamismos, potencias y tendencias con que debe llegar a su fin. Estos dinamismos inferiores deben estar regidos por la razón. Las pasiones como expresión de estos diversos instintos tienen un carácter irracional y ciego y necesitan ser moderadas. La razón se ocupa de esta moderación. En la unidad del hombre se subordina el cuerpo a la razón. Las inclinaciones y pasiones son cauce de la libertad pero la concupiscencia las desordena. La razón pone el orden debido.

En el hombre hay tendencias naturales y apetitos. Los tendencias naturales (como la conservación de la vida) son constitutivas de la naturaleza humana y previas al conocimiento. Son amorales porque no interviene la voluntad. Los apetitos en cambio son consecuencia del conocimiento del bien. Hay apetitos sensitivos (que tienen como objeto los bienes materiales) y apetitos racionales (que tienen como objeto los bienes espirituales). También son amorales porque se siente antes de que intervenga la voluntad.

La libertad se asienta en estas inclinaciones que deben ser ordenadas por la razón. —Por eso, la libertad y las tendencias no pueden oponerse. Son una unidad.— Se necesita la voluntad y la razón para que las tendencias y las pasiones sean morales. Esta integración la lleva a cabo la voluntad racional mediante las virtudes. Pero hay que notar que integrar no es suprimir. La integración no es desprecio de las pasiones, sino ordenar las cosas según un principio jerárquico: los dinamismos espirituales están por encima de los dinamismos materiales.

 

46.2. Objeto y Características de las Virtudes de la Fortaleza y de la Templanza. Su Importancia en el Desarrollo Moral y Ascético del Hombre.

Las virtudes cardinales de la fortaleza y la templanza son dos de los hábitos que inciden en la vida personal mediante los cuales el hombre se gobierna y regula su afectividad. No tratan de la realidad exterior, sino del ser personal, en particular de las pasiones.

 

46.2.1 La Templanza

La palabra templanza se deriva del término latino temperantia que significa “hacer un todo armónico de varias cosas dispares”. La palabra puede emplearse en dos sentidos. El sentido más general significa la moderación que impone la razón en toda acción y pasión -en este sentido debe acompañar a todas las virtudes morales-. En el sentido especial, más específico, es la virtud sobrenatural que modera la inclinación a los placeres sensibles, especialmente del tacto y del gusto. La obra de la virtud de la templanza no consiste en una represión, sino en poner un recto orden en los bienes. Lo que se reprime es lo que va más allá del bien de la persona. Esta virtud facilita la entrega a Dios porque permite ser libre.

La templanza nos hace usar del placer para un fin honesto y sobrenatural, en la forma señalada por Dios a cada uno según su estado y condición. Inclina a la mortificación incluso de muchas cosas lícitas para mantenernos alejados del pecado y tener perfectamente controlada y sometida la vida pasional. Así que el primer y más inmediato efecto de la templanza es la paz y armonía interiores por el orden que pone en el propio yo. A diferencia de las otras virtudes cardinales, esta virtud revierte en el mismo sujeto que la ejercita.

La virtud de la templanza está compuesta de un conjunto de virtudes ordenadas a distintos valores nutritivos y reproductivos. Estas son las llamadas partes de la virtud de la templanza que son: partes integrales, partes subjetivas y partes potenciales.

Las partes integrales son aquellos elementos que integran una virtud o la ayudan en su ejercicio. La templanza tiene dos: la vergüenza (una cierta pasión laudable que nos hace temer el oprobio y la confusión que se sigue de un pecado torpe); y la honestidad (el amor al decoro que proviene de la práctica de la virtud).

Las partes subjetivas son las diversas especies en que se subdivide una virtud cardinal. Lo propio de la templanza es lo referente al gusto y al tacto: la sobriedad (regular el recto uso de la comida y bebida) y la castidad (orientar la sexualidad haca su propio bien, integrándola en la persona humana). Los vicios contra la sobriedad son la gula (apetito desordenada de comida o bebida), la embriaguez (exceso de bebida) y el uso de drogas (usos no médicos que producen modificaciones fisiológicas o psíquicas). Y, el vicio contra la castidad es la lujuria en todas sus especies y manifestaciones.

Las partes potenciales son las virtudes anejas o derivadas que se relacionan en alguna manera con una virtud cardinal pero no tienen toda su fuerza. Las partes potenciales de la templanza son la humildad (que se inclina a cohibir o moderar el desordenado apetito de la propia excelencia, dando al sujeto el justo conocimiento de sí mismo), la mansedumbre (que tiene por objeto moderar la ira según la recta razón) y la estudiosidad (que tiene por objeto moderar, según las reglas de la recta razón, el apetito o deseo de saber).

 

46.2.2 La Fortaleza

La fortaleza es la virtud cardinal que inclina al apetito irascible y robustece la voluntad para que no desistan en su esfuerzo por conseguir el bien arduo según el dictamen de la recta razón. La fortaleza tiene dos sentidos, uno general y el otro más específico. En el sentido general, significa la firmeza de ánimo, una condición necesaria de toda virtud. En el sentido estricto, es la firmeza para resistir y rechazar peligros graves. Es una virtud especial con materia determinada.

Los actos propios de la fortaleza son resistir y atacar para superar los obstáculos que ponen las pasiones -el temor y la audacia-. La fortaleza resiste superando el temor, y ataca moderando la audacia. Tiene varias manifestaciones, por ejemplo, en el esfuerzo y la constancia en el trabajo, la perseverancia en las tentaciones y la lucha contra el cansancio. Un aspecto importante en la fortaleza interior es la ayuda a oponerse a los obstáculos más sutiles y frecuentes como son la timidez, la cobardía y la vanidad. Pero el acto máximo de la fortaleza es el martirio: dar testimonio de la verdad cristiana sufriendo la muerte voluntariamente.

Las virtudes anejas a la fortaleza son: la magnanimidad (que inclina a lo grande en todo género de obras virtuosas); la magnificencia (que lleva a hacer cosas grandes); la paciencia (que inclina a sufrir los males presentes sin tristeza desordenada); y la perseverancia (que inclina a persistir en el ejercicio del bien a pesar de la molestia que ocasiona su prolongación).

Pecados contra la fortaleza son: por exceso, la temeridad (audacia excesiva); por defecto, la timidez o cobardía (temor desordenada a los males temporales o respetos humanos) y la impasibilidad o indiferencia (no hacer caso del temor cuando se debería).

Pecados contra la magnanimidad son: por exceso, la presunción (emprender obras que superan nuestra capacidad), la ambición (deseo desordenado de honores), la vanagloria (el deseo desordenado de gloria personal); y por defecto, la pusilanimidad (no emprender algo por pensar equivocadamente que supera nuestras fuerzas).

Pecados ontra la magnificencia son: por exceso, la suntuosidad (grandes gastos innecesarios); y por defecto la tacañería (mezquindad, no gastar lo necesario).

Pecados contra la paciencia son: por exceso, la insensibilidad (no impresionarse por ninguna contradicción) y, por defecto, la impaciencia (dejarse dominar por quejas o contrariedades).

Pecados contra la perseverancia son: por exceso, la pertinacia o la terquedad (obstinarse en no ceder) y, por defecto, la inconstancia (la blandura, desistir al primer obstáculo).

 

46.2.3 La Importancia de la Templanza y la Fortaleza en el Desarrollo Moral y Ascético del Hombre

La moral cristiana se opone a la divinización y al aprecio desmedido de la vida corporal. Y, por eso, no considera la vida corporal como el bien supremo de todo ser, ni el más valioso del hombre. Por ser Dios el bien y el fin supremo del hombre, la persona humana debe mantener una noble independencia frente a lo corporal[579]. Debe estar dispuesto también a sacrificar su vida (esto es ponerse en peligro de perderla) cuando lo exigen bienes más altos.

El cuerpo, dentro de la naturaleza humana, no es un fin en sí mismo, sino que está subordinado al alma. Por esta razón, el valor de la vida corporal y los derechos del cuerpo deben medirse por las exigencias del espíritu, y no por los impulsos y las tendencias de la vida vegetativa y la sensitiva. Semejante limitación y disciplina de los impulsos naturales fomentan la vida del espíritu y el sano vigor del cuerpo, y son necesarias para la perfección armónica del hombre entero.

Toda persona humana experimenta numerosas tendencias opuestas a la dignidad del hombre (soberbia, pereza, concupiscencia de la carne, etc.), que dificultan conocer la verdad y realizar el bien. La Revelación divina y la fe nos dan a conocer el origen de ese desorden interior que hay en el hombre: es el pecado original que ha dejado herida la naturaleza humana. Esta herida de la naturaleza pueden agravarse por los pecados personales, sobre todo en cuanto que engendran vicios, pero puede también aliviarse: por la gracia divina y por la mortificación.

El dominio de la voluntad sobre las pasiones constituye el objeto de la virtud de la templanza. Esta virtud facilita la mortificación que es parte de la lucha contra el desorden moral introducido por el pecado en la naturaleza humana. La mortificación voluntaria en la ascética cristiana es un arma eficaz para esta lucha y a la vez una saludable penitencia. Es la lucha por negar al hombre viejo, al esclavo de la sensualidad, para dar paso al nacimiento en Cristo del hombre nuevo. La mortificación en cuanto negación de un impulso desordenado, purifica el correspondiente acto humano y, por tanto, al hombre mismo. Pero, además, como el desorden interior de la naturaleza humana no se limita a impulsos concretos y pasajeros, sino que, sombre todo, consiste en disposiciones estables, la mortificación habitual es un medio de progreso espiritual: como entrenamiento necesario para mortificar os impulsos desordenados cuando se presenten y como corrección de las disposiciones habituales desordenadas.

La fortaleza confiere el valor y la firmeza necesarias contra los obstáculos y dificultades que este camino del bien puede tener. Esta virtud da la firmeza y constancia para superar todo lo que se opone a la práctica de la virtud de la templanza y las otras virtudes. El fundamento más firme de la fortaleza reside en la fe, en la confianza en Dios y en la elevación del alma a las realidades eternas. La idea del combate espiritual contenido en la virtud de la fortaleza domina toda la ascética cristiana. El punto culminante de la fortaleza es el martirio, la muerte voluntariamente aceptada en defensa de la fe o de otra virtud cristiana. Junto con la templanza, la fortaleza contribuye al bien del cuerpo, a su sujeción al espíritu; al bien de la persona entera.

 

B) RESUMEN

46.1 Sensibilidad y Razón en la Vida Humana

El hombre como un ser compuesto de alma y cuerpo forma una unidad sustancial de espíritu y materia, con operaciones vitales y materiales y operaciones espirituales e inmateriales.

Los operaciones naturales que son necesarias para la conservación del individuo o de la especie están unidas a un deleite o placer. Pero por brotar de la misma naturaleza humana, tienden con gran facilidad a desmandarse fuera de los límites de lo justo y razonable. Estos dinamismos inferiores deben estar regidos por la razón.

En el hombre hay tendencias naturales y apetitos -apetitos sensitivos y apetitos racionales-. Ambos son amorales porque se siente antes de que intervenga la voluntad.

La libertad se asienta en estas inclinaciones que deben ser ordenadas por la razón. Se necesita la voluntad y la razón para que las tendencias y las pasiones sean morales. Esta integración la lleva a cabo la voluntad racional mediante las virtudes.

46.2 Objeto y Características de las Virtudes de la Fortaleza y de la Templanza: su Importancia en el Desarrollo Moral y Ascéticos del Hombre

Las virtudes cardinales de la fortaleza y la templanza son dos de los hábitos que inciden en la vida personal mediante los cuales el hombre se gobierna y regula su afectividad.

46.2.1 La Templanza

La templanza en sentido general significa la moderación que impone la razón en toda acción y pasión. En sentido especial, más específico, es la virtud sobrenatural que modera la inclinación a los placeres sensibles, especialmente del tacto y del gusto.

La templanza nos hace usar del placer para un fin honesto y sobrenatural. El primer y más inmediato efecto de la templanza es la paz y armonía interiores por el orden que pone en el propio yo.

La virtud de la templanza está compuesta de partes integrales, partes subjetivas y partes potenciales.

Los partes integrales son: la vergüenza y la honestidad .

Los partes subjetivas son la sobriedad y la castidad . Los vicios contra la sobriedad son la gula, la embriaguez y el uso de drogas . Y el vicio contra la castidad es la lujuria .

Los partes potenciales de la templanza son la humildad, la mansedumbre y la estudiosidad.

46.2.2 La Fortaleza

La virtud de la fortaleza es la virtud cardinal que inclina al apetito irascible y robustece la voluntad para que no desistan en su esfuerzo por conseguir el bien arduo según el dictamen de la recta razón. En sentido estricto, es la firmeza para resistir y rechazar peligros graves.

Los actos propios de la fortaleza son resistir y atacar para superar los obstáculos que ponen las pasiones -temor y audacia-. La fortaleza resiste superando el temor, y ataca moderando la audacia.

Las virtudes anejas a la fortaleza son: la magnanimidad, la magnificencia, la paciencia, y la perseverancia .

Pecados contra la fortaleza son la temeridad, la timidez o cobardía y la impasibilidad o indiferencia .

Pecados contra la magnanimidad son la presunción, la ambición, la vanagloria y la pusilanimidad .

Pecados contra la magnificencia son la suntuosidad y la tacañería .

Pecados contra la paciencia son la insensibilidad y, la impaciencia .

Pecados contra la perseverancia son la pertinacia o terquedad y, la inconstancia .

46.2.3 La Importancia de la Templanza y la Fortaleza en el Desarrollo Moral y Ascético del Hombre

Por ser Dios el bien y el fin supremo del hombre, la persona humana debe mantener una noble independencia frente a lo corporal (cf. Mt 6,25). Debe estar dispuesto también a sacrificar su vida (esto es ponerse en peligro de perderla) cuando lo exigen bienes más altos.

La limitación y disciplina de los impulsos naturales fomentan la vida del espíritu y el sano vigor del cuerpo, y son necesarias para la perfección armónica del hombre entero.

El dominio de la voluntad sobre las pasiones constituye el objeto de la virtud de la templanza. Esta virtud facilita la mortificación que es parte de la lucha contra el desorden moral introducido por el pecado en la naturaleza humana.

La fortaleza confiere el valor y la firmeza necesarias contra los obstáculos y dificultades que este camino del bien puede tener. Esta virtud da la firmeza y constancia en superar todo lo que se opone a la práctica de la virtud de la templanza y las otras virtudes.

 

C) BIBLIOGRAFÍA

Apuntes del clase, Moral de la Persona, Curso 1998-99

MAUSBACH, J. -ERMECKE, G., Teología moral Católica vol. III, EUNSA Pamplona 1974

ROYO MARIN,A., Teología Moral para Seglares vol. I, BAC Madrid 1973

AUBERT, JEAN-MARIE, Compendio de la Moral Católica, Edicep Valencia 1989

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[578] ROYO MARIN, ANTONIO, Teología Moral para Seglares, Madrid 1973, p. 365

[579]cf. Mt 6,25.