1 de diciembre


SAN EDMUNDO CAMPION
(+ 1581)


Con una escolta de doscientos soldados, montado en una vieja cabalgadura, las manos atadas a la espalda, los pies ligados bajo el vientre del animal, vuelto el rostro hacía atrás para mayor ignominia, es conducido con un gran cartel en la cabeza que dice: Este es Campion, el jesuita sedicioso... Lo llevan a Londres como criminal. Había sido traicionado... Unas millas antes de llegar se les comunica la orden de maltratarlo y ridiculizarlo para deleite de la plebe y escarmiento de los católicos. Ya se acerca la cabalgata... Delante de todos el vizconde de Bark con el bastón blanco de la justicia: en seguida, el padre Edmundo Campion en su viejo rocín; tras él, los otros dos sacerdotes firmemente atados entre sí. A la zaga de toda la caravana, en el lugar de honor, no podía faltar el Iscariote... A medida que desfilan, el populacho vitupera al jesuita. Ya pasa el apóstata: ovaciones, vítores. Y Jorge Elliot, el traidor, sonríe... (¡Ay de ese hombre que más tarde, como su modelo, terminará con muerte desgraciada su vida infeliz!... )

Es el mes de julio de 1581. Los prisioneros son llevados a la Torre de Londres. Cuatro días más tarde lo presentan a Dudley, conde de Leicester, en su palacio. Le interroga el canciller, le hacen preguntas los magistrados; le prometen, en nombre de la soberana, la vida, la libertad, honores, el obispado de Cambridge; sólo esperan que reconozca la supremacía pontificia de la reina. La conciencia no se lo permite a Campion. Sus respuestas tienen un tono tan persuasivo que revelan una vez más al formidable scholar oxoniense.

De improviso se presenta Isabel en persona. El prisionero se inclina saludando a su reina: "¿Me reconoce como a su legítima soberana?" "Sí, majestad." "¿Cree que el obispo de Roma tiene poder para deponerme?" "No me toca erigirme en juez y pronunciar sentencia entre dos partidos, tanto más cuanto que los más versados en la cuestión son de pareceros opuestos. Yo quiero dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" Lo demás que se dijo en esta entrevista permaneció secreto, por expresa voluntad de la reina.

Pero... ¿qué importancia tenía aquel prisionero, que la propia soberana de Inglaterra venía a interrogarle?

El primer encuentro había acontecido precisamente quince años antes, en 1566. Isabel, con su gran comitiva de cortesanos, aduladores y lacayos, llegaba en su carroza a Oxford a fin de pasar por primera vez unos días con su corte entre los estudiantes de la célebre Universidad. La visita duró seis días. Las diversiones, los actos académicos, todo se iba desarrollando tranquilamente. El tercer día correspondió el homenaje a los profesores, entre los cuales fue elegido como "orator" el scholar de Oxford más brillante de su generación, un apuesto joven de sólo veintisiete años de edad: se llamaba Edmundo Campion. La reina, que se complacía en dominar a los hombres de talento, le escuchó con honda satisfacción, le felicitó calurosamente y lo recomendó a la protección del canciller. Dudley, en nombre de la soberana hereje, le prometió su patronazgo y le hizo los más lisonjeros ofrecimientos. ¡Pobre Campion!...

Ya en 1553, María, la hija de Enrique VIII y doña Catalina de Aragón, había entrado solemnemente en Londres. Para declamar el discurso de bienvenida habían escogido los maestros a Edmundo Campion, que tenía entonces trece años. El garbo y la vivacidad del niño encantó a los circunstantes, de manera que Thomas White lo tomó bajo su protección y lo llevó consigo a Oxford para educarlo. Correspondió el éxito a las esperanzas. Descolló como discípulo, lúcidamente coronó sus estudios, brilló en buena lid como maestro, fué autor, luego se le nombró primer orator, después proctor y más tarde llegó a ocupar otros cargos insignes en aquella Alma Mater. A su alrededor se agruparon multitud de estudiantes, sobre los que su personalidad amable ejerció un influjo sabio y comprensivo: sus clases se veían atestadas de oyentes; muchos comenzaron a imitarlo hasta en su manera de hablar, en sus ademanes y en su modo de vestir, a los cuales se llamó campionistas... Este era el hombre que la nueva iglesia anglicana necesitaba entre sus filas.

Pero Campion, el gran humanista, casi por instinto rechaza la herejía, Mas, para desgracia suya, traba amistad con Richard Cheney, obispo anglicano de Gloucester. Y cede al fin; en 1564 presta el juramento anticatólico, reconociendo la supremacía espiritual de Isabel. Más aún, seducido por las promesas del de Gloucester, recibe el diaconado (1568) del hereje. Al tomar las manos del falso obispo siente aquel infeliz diácono el acicate mordaz de su conciencia atormentada. Y su corazón se rebela, y el remordimiento le roe el alma por la infamia cometida, y pierde la paz; se siente, dice él mismo, como si le hubieran marcado con "el signo de la bestia"... La crisis interior se desborda, vuelve en sí, se confiesa con un sacerdote católico y se reconcilia con la Iglesia.

En tales circunstancias se ve obligado a salir de Oxford para poner a salvo su vida y recobrar la tranquilidad de su espíritu. Se refugia en Irlanda. Mas el 12 de febrero de 1570 Su Santidad Pío V fulmina la excomunión contra Isabel, y sus súbditos quedan liberados de la obligación moral de obedecerla. Se expiden entonces contra los católicos por todo el reino severísimos edictos. En Dublín, entre los primeros, es denunciado Campion como "papista", y tiene que andar huyendo hasta que logra volver a Inglaterra.

Llegado a Londres, pasa algunas semanas tranquilo; mas temiendo ser arrestado, se embarca rumbo a Flandes. Llevaban ya varias millas mar adentro, cuando una fragata guardacostas les da alcance; de todos los pasajeros sólo Campion carece de pasaporte... Hecho, pues, prisionero, es devuelto a Dover para ser remitido a Londres: pero éste se escapa y acude a unos amigos, que le ayudan a embarcarse de nuevo; y por fin, pasando el Canal, llega al Continente, donde pasará los próximos nueve años. En el seminario inglés de Douai (Francia) obtiene su grado en Teología y recibe las órdenes menores y el subdiaconado. Pero a Campion le atormenta el recuerdo de aquel diaconado... Y el convertido desconfía de sí, pone su confianza en Aquel que lo conforta; quiere prepararse humildemente, vigorosamente, disciplinadamente. Su corazón se vuelve hacia la austera disciplina de la obediencia. Sólo así podrá hacerse digno del verdugo y de la horca por su Dios. El 25 de enero de 1573, vestido de peregrino, se dirige a Roma solo, a pie, con la intención de entrar en la perseguida y heroica Compañía de Jesús... Recibido en el noviciado, se le destina a la provincia jesuítica de Austria; y cinco años más tarde, el 8 de septiembre de 1578, recibe la unción sacerdotal en Praga de Bohemia.

El 18 de abril de 1580, con la bendición de Gregorio XIII, sale de Roma una pequeña caravana de misioneros, entre ellos tres jesuitas: Roberto Persons—nombrado superior—y Edmundo Campion, a quienes se añade el hermano Ralph Emerson como compañero. Llegan a St. Omer. Mas el mismo día de la partida de Roma, un espia del Gobierno de Isabel enviaba al ministro Walsingham los nombres y señales de los peregrinos. Así que, sin ellos saberlo, ya todo puerto, todo paso está vigilado por espías sagacísimos para impedir la entrada de ningun jesuíta. Dondequicra se ven cartelones con la efigie de Persons y de Campion enviada desde Roma. Algunos fugitivos ingleses quieren descorazonar a los Padres anunciándoles que la vigilancia en Dover es tan grande que su arresto inmediato parece inevitable. Mas Persons se decide por la accion inmediata. A él, que es el superior, y a quien no falta astucia y franqueza, toca abrir el camino. Aventurará él solo el paso del Canal.

Disfrazado de capitán, aguerrido veterano de Flandes, el aire marcial, bien estudiados ademanes, haciendo honor a su uniforme, zarpa el barco de Calais En Dover, nuestro capitán se presenta cordialmente al capitán del puerto y le ruega que al llegar en un barco próximo un mercader irlandés de nombre Mr. Patrick, muy amigo suyo, con un criado, se lo envíe inmediatamente a Londres para que no pierda una ocasión propicia de vender sus mercancías... Un saludo militar, promesa de ser correspondido, y Persons sigue a la metrópoli. Por su parte Mr. Patrick con su criado esperan en Calais viento favorable. El 24 de junio cruzan el Canal, y en Dover el padre es aprisionado inmediatamente, porque "Mr. Patrick, dicen los espías, no es Mr. Patrick, sino el doctor Allen..." Campion insiste en que no es Allen y está dispuesto a jurarlo. El alcalde de Dover no le cree. Da orden de llevarlo al magistrado supremo de Londres. Insiste Campion en que no es Allen. Insiste el alcalde en no creer. Los caballos están listos. Campion se encomienda a Dios. "Cuando menos lo esperábamos, refiere Campion, se presenta un anciano. a quien Dios bendiga, y nos dice: Están ustedes libres; váyanse en paz". "Nosotros, prosigue el misionero, nosotros salimos corriendo inmediatamente." Pero no... Campion se vuelve y va tan fresco a alquilar las bestias que les tenían preparadas, y así terminan el viaje más seguros y aprisa... Llegados al Támesis, varios jóvenes católicos les están esperando; mudan cabalgaduras, corren a alojarse en casa de George Gilbert, cambian el disfraz y sale Campion transformado en un caballero de los de daga al cinto, sombrero de anchas alas, pluma al aire, espuela de oro y galgo corredor... Minutos después busca alberque en el barrio de la Cancillería, en la propia casa en que mora el jefe de la policía donde está viviendo el "capitán" Roberto Persons...

En Londres, aquellos jóvenes que han servido de introductores de Campion hacen correr secretamente la voz entre los católicos de su llegada. La noticia causa revuelo. Campion predica sobre el Pontificado. Las conversiones son múltiples, la sagrada Eucaristía vuelve a fortalecer muchas almas, los sacramentos, los sermones, las palabras de consejo y de aliento, los arrepentidos, las lágrimas, los sabios, los humildes, la nobleza, los estudiantes... Ia santa misa..., todo como en las catacumbas... ¡Cien mil conversiones en un año! Cuando en hora mala sabe Isabel y sus ministros la increíble audacia de los jesuitas de penetrar en el Reino, ¡cuanta ira, qué poner precio a su cabeza! Y el misionero de Cristo no tiene otro recurso que mudar de nombre, de lugar y de apariencia.

El padre Edmundo, acompañado del hermano Emerson, se refugia en York, y en quince días compone en latín su más famoso libro, que titula Diez razones por las cuales Edmundo Campion, S. J., se ofreció a disputar con sus adversarios... Los ejemplares son repartidos de mano en mano entre los católicos, o abandonados en los sitios públicos, o introducidos en las casas por debajo de las puertas; lo cual excita tal sensación que juran los herejes no descansar hasta no dar con aquel jesuita sedicioso.

Persons, Camplon y el hermano pasan algunos días juntos. Persons—como presintiendo algo—renueva sus instancias a Campion de no acceder a todas las súplicas que en el trayecto se le presenten, y señala a Emerson como superior en lugar suyo. El padre Edmundo y su compañero llegan el día siguiente a una posada al caer de la tarde. Varios caballeros católicos, con pretexto de caceria por esos parajes, vienen a fin de hablar con él y confesarse. Le suplican volver al castillo de Lyford, donde pasó la noche anterior. Emerson resiste al principio, pero al fin consiente en la vuelta de Campion.

Más de sesenta católicos se reúnen aquel domingo, 16 de julio. El padre se prepara para el santo sacrificio; en el grupo de hombres hay uno de tantos. No tiene la contraseña, pero tanto insiste que por excepción se le abre la puerta... Jorge Elliot, infame criatura, por un homicidio había estado a punto de ser atormentado en el ecúleo, y para librarse había apostatado de la fe y prometido un crimen mayor: el de traicionar al jesuita Campion y traer otros sacerdotes al suplicio... Terminada la misa (la última misa), parte Elliot, como Judas, a hacer pronto lo que piensa... De repente, alarma. El castillo está rodeado por un escuadrón de caballería. Elliot y un oficial con cien soldados penetran en él. ¿Escapará el jesuita? Dos días de intensa búsqueda; todo en vano. Rabioso Elliot va a salir; al bajar las escaleras golpea como por descuido el arco de la puerta; siente que resuena profundamente: ¡ha dado con el escondite!... Los tres sacerdotes ofrecen su vida a Dios. El infeliz apóstata grita loco de felicidad. Se ha merecido las treinta monedas... Campion se entrega al traidor, el cual lo pone en manos del gobernador de Bark. Un correo parte inmediatamente a Londres. Tres días después llega la respuesta; como un vulgar asesino es llevado a la capital entre doscientos soldados...

Encerrado en un calabozo de la Torre, después de la entrevista con la reina, se le conduce al tormento. Campion ora unos instantes de rodillas. Fortalece su pecho con la señal de la cruz. Los verdugos le despojan de sus vestidos; se le dispone en la rock (ecúleo). Comienza la tortura: ¡horror, crueldad, agonía!..., se va descoyuntando el cuerpo; se quiebran los huesos; se desgarran los nervios, demasiado tensos... La angustia del mártir en el rostro... Los jayanes siguen impasibles su faena. Chirría llorando la máquina del tormento... El héroe, lívido, invoca a Dios y no cede. Lentamente van pasando las horas interminables, y el mártir extendido..., perdonando a los autores de sus penas. Se suspende un instante la tortura para volver a comenzar de nuevo y volver a suspenderse y volver a comenzar. Y ahora sí, los doctores protestantes quieren disputar con él sobre cuestiones de fe; con fortaleza inalterable confunde a sus enemigos y les echa en cara su herejía. No se dan por vencidos los herejes; les queda un recurso todavía: el del tormento. Y otra vez comienza la tortura... En manos ajenas es llevado a su prisión, donde tendrán lugar otras tres disputas por orden expresa del Consejo. Pero Campion rebate gloriosamente a sus adversarios...

Por fin, el 16 de noviembre de 1581 se sentencia contra él pena de muerte en la horca por crimen de lesa majestad, por haber predicado la religión católica y por traidor. Cuando estuviere expirando se le bajará del patíbulo y, abierto el vientre, se dispersarán las entrañas, se le sacará el corazan con el grito de ¡He aquí el corazón de un traidor!, y se le arrojará al fuego; luego de cortarle la cabeza se descuartizará su cuerpo, que se repartirá en diversos lugares para escarmiento de todos.

En el calabozo, Elliot se le acerca para pedirle excusas. El padre lo perdona y le da cartas de recomendación a ciertos señores de Alemania... La mañana del 1 de diciembre entran los verdugos para llevarlo junto con el jesuita Briant y el padre Sherwin. Al salir los mártires encuentran aparejadas dos esterillas de mimbre atadas a sendos caballos y una multitud de pueblo reunida porque se habia hecho correr el rumor de que Campion se había enterrado un puñal en el corazón. Al verlo aparecer quedan atónitos. Él los saluda con amabilidad. Extendido boca arriba sobre su esterilla, los jayanes del suplicio lo aseguran fuertemente; y a los compañeros entre si. Arrastrados a la cola de los caballos avanzan por las calles de Londres. Llegan al Tyburn, donde está levantada la horca. Le señalan el carromato. Sube a pie firme. Le echan al cuello la saga de nudo corredizo... Murmullo de los espectadores; luego, un silencio... Un consejero de la reina le exige la pública confesión de sus traiciones. "Si ser católico, responde el jesuita, es ser traidor, me confieso tal. Pero si no, pongo por testigo a Dios, ante cuyo tribunal voy ahora a presentarme, que en nada he ofendido a la reina, a la patria o a nadie por que merezca el titulo o la muerte de traidor..." Y luego, justificándose de otras calumnias, puesto en oración reza el Padrenuestro y el Avemaría. Y para testimoniar que da su vida por la fe verdadera, suplica a los católicos presentes que reciten el Credo mientra él expira... Tiran del carro, y el Beato Edmundo Campion queda suspendido de la horca... Era el 1 de diciembre de 1581. Tenía cuarenta y un años de edad. Había nacido en Londres el 25 de enero de 1540.

MANUEL BRICEÑO J., S. I.

 

Fuente: www.cpalsj.org
Edmundo Campion, Santo Mártir, 1 Diciembre  

Edmundo Campion, Santo

Es el primer santo inglés de la Compañía de Jesús. Con su simpatía, alegría contagiosa, con su patriotismo y oratoria supo dar, a los ingleses perseguidos, el entusiasmo que les faltaba para defender su fe.

Niñez y juventud
Edmundo Campion nace en Londres, el 15 de enero de 1540, poco después que el rey Enrique VIII lograra separar a Inglaterra de la obediencia de la Iglesia católica.

Su padre fue un librero de Londres. Desde muy pequeño aprende a devorar libros. Al quedar huérfano, el gremio de los mercaderes de Londres decide encargarse de su formación. Fue un excelente alumno.

Esos son los años turbulentos de Eduardo VI, niño también de pocos años.

Durante el reinado de María Tudor
Cuando cuenta 13 años, en 1553, Edmundo es elegido para componer y leer un discurso de felicitación a la Reina María Tudor. Ella también es hija de Enrique VIII y ha sucedido a su hermano Eduardo.

Poco después, el Alcalde Mayor de Londres, Sir Thomas White, determina fundar un Colegio católico, en Oxford. El cambio religioso, sucedido con el nuevo reinado, lo mueve a hacerlo. Recordando al joven Edmundo Campion, por el hermoso discurso a la Reina, le ofrece una beca en el nuevo Colegio. Edmundo pasa a educarse, entonces, al Colegio de Saint John, donde con distinción continúa sus estudios.

En Oxford
Cuando muere la Reina María, en 1558, las cosas se precipitan en Inglaterra y también en Oxford. Le sucede su hermana Isabel, hija de Enrique y de Ana Bolena, educada en la fe protestante.

El favorito de la Reina, el conde de Leicester, Roberto Dudley, es nombrado Canciller de la Universidad de Oxford.

Edmundo Campion tiene, entonces, 18 años. Ha sido nombrado profesor en el Colegio de Saint John. Un buen número de alumnos, sigue sus clases. La influencia de Campion aparece muy claramente. Los jóvenes frecuentan sus conferencias, imitan su tipo de elocuencia e incluso su modo de vestir. Con orgullo algunos empiezan a llamarse campionistas.

Fama de orador
A los oídos de Roberto Dudley llegó la fama de la oratoria de Edmundo Campion. Cuando muere su esposa, el Canciller dispone que sea Campion quien escriba y pronuncieel elogio fúnebre. San Edmundo compone un hermoso discurso que llenade satisfacción al vanidoso Canciller.

A la muerte de Sir Thomas White, el fundador del Colegio de Saint John, en 1564, Campion pidió el honor de escribir su elogio.
La renovada admiración del Canciller,

Edmundo Campion, Santo

al escucharlo, hacen concebir en Campion una protección y un porvenir muy seguro.

Discurso ante la reina Isabel
Dos años más tarde, en 1566, la reina Isabel visitó Oxford. Entre las fiestas de recibimiento debe destacar un acto académico de filosofía.

Edmundo Campion, el joven profesor de 26 años, es el encargado de organizar y de mostrar, ante la Reina, la erudición, la profundidad de ciencia y la elegancia en el buen decir. Isabel se admira y decide de veras utilizar los servicios de Campion. Lo recomienda interesada a Leicester.

Vice canciller de Oxford
Roberto Dudley, conde de Leicester nombra entonces a Edmundo Campion, orador de la Universidad. Poco después, lo elige Prorrector de la misma, oficio que equivale al de Vice canciller.

Todos estos cargos, los recibe Campion antes de tener el grado de doctor, lo que resulta extraordinario. Es la promesa de una gran carrera.

Un paso en falso
Es posible que Edmundo Campion haya prestado el juramento de supremacía en 1560. Pero ello no lo intranquiliza. En forma regular frecuenta los ahora servicios protestantes de la capilla del Colegio de Saint John. Edmundo es católico y no piensa separarse de su fe. Pero la situación se va haciendo crítica.

Poco a poco, se deja vencer. En 1567 acepta la ordenación diaconal, de manos de su amigo el obispo de Gloucester, Ricardo Cheney, de la Iglesia reformada.

Sus amigos, entonces, se dividen, unos lo felicitan, los más se horrorizan. Edmundo Campion se sumerge en un mar de dudas y en un recriminarse por la decisión tomada.

Los estudios de teología
En Oxford la división es clara. Hay un partido católico mayoritario y un partido protestante ascendente.

Edmundo Campion vacila entre los dos, sin deseos de elegir. Su anhelo más íntimo es que lo dejen estudiar en paz y poder desempeñar sus deberes de profesor y de orador universitario. Según los estatutos del Colegio, su obligación es dedicarse al estudio de teología y aceptar la ordenación sacerdotal, si quiere continuar su carrera en la Universidad. Edmundo Campion posterga la decisión, hasta donde puede, concentrándose en el estudio de Aristóteles y en la teología natural.

En 1567 le fue necesario iniciar el estudio de los Padres de la Iglesia. Y en la medida de su avance, cada vez se siente más lejos de la Iglesia Anglicana. Trata de refugiarse en la oración. Consulta a su amigo Tobie Matthew quien parece no tener escrúpulos en el abandono de la antigua fe. “No leo a los Padres, para no creerles”, es la respuesta.

El camino de Tobie Matthew, más tarde obispo de Durham y después arzobispo de York, parece fácil. Edmundo Campion ama a Inglaterra, ¿es razonable rechazar lo bueno de la reforma por un anhelo de perfección?. Pero en Inglaterra no hay libertad. Y eso lo intranquiliza.

Tormentas exteriores
En la primavera de 1568, María Estuardo, católica y heredera del trono, fue hecha prisionera.

Poco después Gregorio Martin, su íntimo amigo durante trece años, abandona Oxford y se exilia en el continente.

La tormenta anglicana lo va presionando. Primero, pierde una beca. Después su cargo como juez escolástico de la Universidad.

La vuelta al buen camino
Con la aprobación de Leicester, Edmundo Campion se decide pasar a Dublin. Allí podrá trabajar en el proyecto de la creación de la Universidad Nacional.

Se adapta fácilmente al nuevo ambiente y empieza a vivir en paz con su conciencia. La católica Irlanda está bajo el poder del gobierno imglés, pero las leyes religiosas no se aplican.

En Irlanda
Con el pensamiento puesto en la Universidad irlandesa, prepara una disertación, De Homine Academico. Es un verdadero catálogo de las virtudes y cualidades de un formador universitario. Sin duda es su propio programa y que, en parte, lo siente realizando.

Poco tiempo después empieza a trabajar en una historia de Irlanda. Es toda una obra literaria. La dedica al conde de Leicester, buscando siempre una protección.

Tormentas interiores
El 25 de febrero de 1570, San Pío V dicta la Bula Regnans in Excelsis, de excomunión contra Isabel, liberando a sus súbditos de la obligación de obedecerla.

Una copia de la Bula es clavada en la puerta del palacio del obispo de Londres el 25 de mayo por el caballero católico
John Felton. Este es torturado y ejecutado. En el cadalso regaló a la Reina un gran anillo de brillantes, que llevaba cuando fue arrestado, manifestándole que no deseaba su mal, pero que creía que se destitución era buena para el país y para su salvación eterna.

Una verdadera persecución cae, entonces, sobre los cristianos que continúan con su adhesión a Roma.Edmundo Campion, tocado íntimamente por los contenidos de la Bula y acosado por los remordimientos de conciencia, decide entonces dejar Irlanda. Por lo demás es buscado afanosamente por las autoridades, pues todo católico debe ser interrogado.

Perseguido, Campion vuelve a Londres. Allí no es buscado. Se le cree en Irlanda.

Testigo de un martirio
En Londres

Edmundo Campion, Santo

asiste, en Westminster Hall, atónito entre la muchedumbre, al despiadado juicio contra el Bienaventurado John Storey. Este se había exiliado en Flandes. Al poco tiempo, ya anciano, en el Colegio de Douai, recibió la ordenación sacerdotal. Sir William Cecil lo había hecho raptar y traer desde Amberes, acusándolo de traición.

Ese Colegio de Douai fue toda una institución para la restauración católica de Gran Bretaña. Había sido fundado por Sir William Allen a quien su fe lo obligó a abandonar Inglaterra y ordenarse de sacerdote en Lovaina. Lo fundó para los ingleses, con el fin de formar sacerdotes que pudieran, más tarde, predicar la fe en la patria. Algunos años más tarde, ya cardenal, fundó otro Colegio similar en Reims.

En Flandes
Edmundo Campion decide pasar a Flandes. Consigue dinero entre sus antiguos alumnos católicos y se embarca el 1 de junio de 1571.

Una fragata inglesa intercepta a la nave. Por no llevar pasaportes, Campion es detenido y devuelto a Inglaterra. El capitán se queda con el dinero y lo deja huir, pero en territorio inglés.

De nuevo, muy pronto, consigue dinero entre los amigos. Un segundo intento y, esta vez, feliz. A fines de junio de 1571, con grandes muestras de gozo y alegría fue recibido en el Colegio de Douai.

Gran parte de los trece candidatos que, allí, se preparan al sacerdocio son antiguos amigos y los más, alumnos suyos en Oxford. Allí está su amigo Gregorio Martin.Estudios sacerdotales

En Douai, San Edmundo Campion vuelve formalmente a la Iglesia católica. Es admitido a los sacramentos, de los que ha estado privado desde hace más de diez años. Se siente feliz, viviendo en una comunidad enteramente católica. Sir William Allen lo considera como una adquisición sensacional.

Dos años enteros dedica Edmundo Campion a terminar los estudios de teología. En Douai recibe las órdenes menores y el subdiaconado, requisitos exigidos por la Iglesia católica antes de las órdenes del diaconado y el sacerdocio.

Al pedir las órdenes sagradas y al recibirlas, Campion siente que puede expiar la falta de haber sido ordenado diácono por un obispo anglicano.

Discernimiento vocacional

Después viene el largo discernimiento. ¿Qué debe hacer?. Señor, ¿qué quieres que haga?.En la oración comprende que debe dirigirse a Roma y que allí el Señor le mostrará el mejor camino.

Viaje a Roma
El viaje a Roma lo hace, solo y a pie, en penitencia. Pide limosna en los caminos y ora sin cansancio. A fines de febrero de 1573, llega a la Ciudad eterna. Por cierto, se hospeda en el hospital de los ingleses, como peregrino.

El primer tiempo lo dedica a la oración y a la visita de las principales Iglesias de Roma. Visita al cardenal Gesualdi con quien tiene largas conversaciones a propósito de la Bula Regnans in Excelsis.

Pero pronto, entiende claramente la voluntad de Dios. Debe entrar en la Compañía de Jesús. En ella podrá darse a los demás y, con la voluntad del Señor, podrá volver a predicar la fe en Inglaterra.

Su ingreso a la Compañía de Jesús

Es admitido por el P. Everardo Mercuriano, recién elegido General de la Compañía. La Congregación General continuaba todavía en funciones. Varios de los padres congregados, lo han conocido y oído hablar de él. La simpatía de Campion les gana el corazón a todos. Cada Provincial lo quiere para su propia Provincia. En Inglaterra no hay jesuitas. El General, lo admite para la Provincia alemana, la de Austria.

Noviciado
En Austria Terminada la Congregación General, a mediados de junio de 1573, con el P. Provincial alemán viaja a Praga para iniciar su noviciado de dos años. San Edmundo Campion es uno de los fundadores del Noviciado en Brünn, muy cerca de Praga. Allí, todo le es fácil, en especial la experiencia del mes de Ejercicios. Los trabajos humildes y el apostolado le resultan llenos de consolación. Y su facilidad en los estudios le sirve extraordinariamente para el aprendizaje del nuevo idioma.

En Praga
En septiembre de 1574, los Superiores lo destinan al Colegio de Praga, a continuar el noviciado e iniciar la etapa de magisterio con los alumnos de retórica. Sus cualidades literarias, adquiridas en Oxford, le permiten un año brillante. En 1575 hace los votos perpetuos de pobreza, castidad y obediencia. En el Colegio, funda la Congregación Mariana (hoy, Comunidades de Vida cristiana, CVX) para sus alumnos. Al año siguiente le añaden el cargo de Prefecto general del Internado y las predicaciones en la Iglesia. En diversas ocasiones predica en la corte. Y con su oratoria verdaderamente atrayente se gana el ánimo del mismo emperador Rodolfo II.

Ordenación sacerdotal
El 8 de septiembre de 1578, el arzobispo de Praga lo ordenó sacerdote. Y hasta marzo de 1580 ejerce en la capital del imperio su sacerdocio y ministerio de enseñanza. El idioma alemán parece no tener secretos para él.

Llamado a Roma
Por ese tiempo, el cardenal y doctor, Sir William Allen, fundador del Colegio de Douai, presenta al Papa Gregorio XIII y al P. General Everardo Mercuriano, un largo y muy bien fundado memorial. En él solicita el envío de refuerzos sacerdotales a Inglaterra. El Colegio inglés de Douai ha crecido mucho. Cada año se ordenan treinta o cuarenta sacerdotes. Más de la mitad logra atravesar el Canal hacia Inglaterra. Los informes recibidos coinciden respecto al entusiasmo de las gentes, al deseo de recibir los sacramentos y al ansia de ser reconciliados con la Iglesia. El Papa Gregorio XIII decide apoyar al cardenal Allen y funda en Roma el Colegio Inglés. Los primeros seminaristas vienen todos desde Douai. Dos años después, en 1578, la dirección del Colegio Inglés es entregada a la Compañía de Jesús, con gran gozo del cardenal Allen. El P. General Everardo Mercuriano se aviene a tomar la dirección del Colegio y a hacer suyos los objetivos de su fundación. Es decir, promete al cardenal Allen que la Compañía de Jesús enviará misioneros a Inglaterra. Allen pide expresamente al P. Edmundo Campion para la primera expedición. El P. General accede.

San Edmundo Campion es, entonces, llamado a Roma.

Destino a Inglaterra
San Edmundo deja Praga el 25 de marzo de 1580, postergado algunos meses por el Provincial de Austria. Llega a Roma el sábado de Pascua, el 9 de abril. El viaje lo hace a pie, a caballo y en parte en coche, de acuerdo a los azares del camino. En Roma, San Edmundo Campion, con profundo gozo, acepta la invitación del P. General. Su compañero de misión será el P. Roberto Persons, jesuita inglés, seis años más joven que él.

San Edmundo lo conoce bien desde los tiempos de Oxford. Fue su discípulo, y Campion al saberlo católico lo había liberado del juramento de supremacía. Las autoridades entonces intervenieron y Persons debió prestar el juramento, pasando así a ser profesor del Colegio de Balliol. A ruegos de Campion, el P. Persons es nombrado Superior de la Compañía de Jesús en Inglaterra.

Instrucciones
Las intrucciones del General de la Compañía son muy precisas. Se verán obligados a descartar el traje talar y a viajar disfrazados. Deberán vivir entre seglares bajo nombres supuestos. Vivirán solos durante largos períodos. No podrán realizar retiros periódicos para recobrar las fuerzas espirituales. El objetivo de la misión queda también delineado. Trabajarán en “la conservación y aumento de la fe de los católicos de Inglaterra”. No deberán disputar con los protestantes. Les queda prohibido, en forma absoluta, inmiscuirse en los asuntos de Estado o enviar informes políticos. No deben permitir ninguna conversación contra la Reina. San Edmundo recibe las aclaraciones que pide. Queda claro, la Bula Regnans in Excelsis obliga sólo a la Reina y a los protestantes. Los católicos, mientras la Reina gobierne de facto, deben obedecer en todo lo que no toque a la fe católica.

El viaje a la patria
El 18 de abril de 1580 sale de Roma esa primera expedición jesuita a Inglaterra. La componen los PP. Roberto Persons, Edmundo Campion y el Hermano Rodolfo Emerson.
Con ellos van otros tres sacerdotes del Colegio inglés, dos seminaristas y cuatro sacerdotes ingleses radicados en Roma.Antes de salir, el Papa Gregorio XIII los abraza, a cada uno, cariñosamente, los bendice, a ellos y a toda Inglaterra. San Felipe Neri también los bendijo. En Milán, San Carlos Borromeo los obliga a alojar en su propio palacio arzobispal. Edmundo Campion predica en la Catedral, con gran complacencia del arzobispo. El resto del viaje lo hacen a través de Suiza, país ya sumido en las ideas de la reforma protestante. En Ginebra son admitidos, por ser ingleses, a pesar de ser católicos. San Edmundo, incluso, tiene una conversación con el célebre calvinista Teodoro Beza, ya anciano, quien lo recibe en su casa, después de comer. Fue una velada agradable, llena de humanismo.

En Reims tiene lugar el encuentro con el cardenal doctor, Sir William Allen. Campion, a petición de su amigo, predica a los jóvenes ingleses del Seminario. En su propio idioma, después de tantos años. Lo hace con fluidez y corrección, como si jamás hubiera dejado Inglaterra.

Inglaterra
El ingreso en Inglaterra resulta muy difícil. Las autoridades inglesas ya estaban en conocimiento de la expedición católica. Los informantes han comunicado nombres y también fechas. Conocedores de la dificultad, los jesuitas resuelven disolver la expedición. Cada cual, ingresará como pueda hacerlo.

Los jesuitas flamencos del Colegio de San Omer, prepararon el paso del Canal. Los tres jesuitas no deben viajar juntos. El P. Roberto Persons, como Superior, será el primero. Los otros dos pasarán a Inglaterra un tiempo después. Roberto Persons, vestido de militar y fingiendo ser soldado de los Países Bajos, cruza el Canal sin mayor dificultad. Edmundo Campion y Rodolfo Emerson, vestidos de mercaderes, son detenidos en Dover, el 24 de junio. Las autoridades tienen sospechas, los registran minuciosamente, pero al fin los dejan pasar. Ambos se dirigen al puerto de Gravesend, distante 30 kilómetros de Londres. En un bote, por el Támesis, llegan a la capital. Entretanto, el P. Roberto Persons había encargado a jóvenes católicos que se turnaran, paseándose, en los muelles de Londres. Uno de ellos los reconoce, por las señas del Hermano, y los lleva a la casa alquilada por Persons.Ministerios.

Así comenzaron los años ingleses del ministerio de Campion. El mejor resumen de esos años lo da él mismo en carta al P. General. “Por todas partes se publican contra nosotros edictos llenos de amenazas”. “Con las precauciones que tomamos y con las oraciones de los buenos y, especialmente con el favor de Dios, hemos recorrido con toda felicidad buena parte de la isla.

Nunca nos han faltado personas, que olvidadas de su propio peligro se mostraron solícitas de nuestra seguridad”. “La persecución se ha embravecido. Nuestra comunidad está triste, porque no se habla sino de muerte, de prisión o pérdida de bienes de los fieles.

Y con todo, vamos adelante animosamente”. “En la actualidad son innumerables los que vuelven a la Iglesia. Trabajo desde muy de mañana hasta gran parte de la noche, habiendo cumplido los diversos oficios y predicado algunos días dos veces. Trabajo en una infinidad de asuntos: doy respuesta a casos de conciencia, organizo el trabajo de otro sacerdotes distribuyéndolos donde hubiere mayor necesidad; reconcilio a los separados con la Iglesia, procuro ayudas temporales para los que sufren en las cárceles. Son tantos, que fácilmente desmayaría de fatiga, pero es Dios quien favorece”.

“La mayor consolación la recibimos al constatar la increible alegría de estos hermanos, por nuestra venida a Inglaterra”.

Defensa de la fe
Fue muy célebre el famoso documento, escrito por San Edmundo dirigido al Consejo de la Reina. En él refuta el falso rumor, difundido por las autoridades. Los católicos, de ninguna manera, pretenden la desobediencia civil y aman especialmente a la Reina Isabel. El excelente estilo gusta a todos, aún a muchos protestantes. Las ediciones de este escrito se multiplican y es conocido por toda la población.

Los católicos se sienten muy confortados y tranquilos al verse defendidos en su patriotismo. Poco después Campion compone y edita, en abril de 1581, su opúsculo “Diez Razones“, un compendio de la fe católica y los principales argumentos teológicos. Esta obra ocasiona una verdadera revolución en la Iglesia reformada. Fue todo un éxito. Católicos y protestantes no pueden hablar, durante meses y en todas partes, sino del libro del P. Edmundo Campion. Las autoridades, muy molestas, se endurecen y la persecución se hace más rigurosa. En la Universidad de Oxford, el libro de Campion fue conocido y comentado, con admiración, por todos y en especial por sus compañeros y antiguos discípulos.

Detención
El 16 de julio de 1581, el P. Edmundo Campion es detenido en el castillo de Lyford. Es traicionado por Jorge Elliot, quien se ha hecho pasar por católico. San Edmundo no guarda rencor alguno al traidor. Requerido por él, sonriendo le dice: “Dios te perdone, Jorge, y yo te perdono. Si te arrepientes y te confiesas, yo te absolveré, pero tendrás que hacer penitencia”. Es llevado a Londres y encerrado en la Torre. En el calabozo Little Ease, tal vez el más lóbrego y húmedo, de las 22 torres. Allí pasó el primer tiempo. Por expreso deseo de la Reina Isabel, es llevado a su presencia, al cuarto día. “¿Me tenéis por verdadera Reina de Inglaterra?”. “Sí, Majestad”. La Reina promete: “Os ofrezco la vida, la libertad, bienes de fortuna, grandeza y honores, si consentís en servirme”. La respuesta de San Edmundo es muy rápida: “Soy vuestro vasallo, mi Reina, pero soy católico”. Por ultimo la Reina dice: “En vos no hay otro crimen que el ser papista”. “Esta es mi mayor gloria”, le contestó Campion, con un buen humor inglés.

Prisión
Se le dio un trato muy humano, para ablandarlo. Los carceleros, por expreso encargo de la corte, renuevan constantemente las promesas de la Reina. Le dicen que su conversión al protestantismo lo llevará al arzobispado de Canterbury. Cuando las autoridades constatan el fracaso, lo someten a la tortura. Pero no logran una sola palabra de debilidad. Ni siquiera una indiscreción que pudiera delatar a los otros jesuitas, o a algún católico.

Disputas teológicas
Destrozado por los tormentos, días después, lo hacen disputar con los mejores teólogos protestantes. San Edmundo Campion hace un gran esfuerzo. Muestra serenidad, e incluso amabilidad con todos. Con un dejo de humor les dice no estar en las mejores condiciones para sostener una discución teológica.

Y, sin embargo, con verdadera sabiduría expone muy bien los argumentos. El conde de Arendel, protestante, hijo del duque de Norfolk, presente en las disputas y convencido por Campion, decide volver a la fe católica. Merecerá más tarde dar su vida por la fe.

Condenación a muerte
A los actos finales lo acompañan San Alexander Briant y el Bienaventurado Thomas Cottam, ambos sacerdotes de la Compañía de Jesús, Ralph Sherwim y otros sacerdotes católicos. San Edmundo dijo en esa ocasión: “Se nos acusa y se pide nuestra muerte. No tenemos a quien apelar, sino a las conciencias de Uds. ¿Pueden Uds. creer a nuestros acusadores?.

Uds. lo saben, ellos han traicionado a Dios y al hombre. No han mostrado el menor fundamento para dar crédito a sus juramentos. Ni siquiera son hombres honrados. Aunque Uds. quisieran creerles, no pueden. Yo encomiendo todo a Dios. Esta condena la encomiendo a Uds. Nunca hemos temido a la muerte. Lo único que podemos decir es, que si nuestra religión nos hace traidores, merecemos ser condenados. Pero somos, y hemos sido, los mejores súbditos que la Reina haya tenido. Al condenarnos, Uds. condenan a todos nuestros antepasados, a todos los sacerdotes, obispos y reyes, a todo lo que fue la gloria de Inglaterra, la isla de los santos y la más fiel hija de la Sede de San Pedro. La posteridad nos dará la razón. El juicio futuro no va a estar sujeto a la corrupción como el de hoy.” Y ese día, el 21 de noviembre de 1581, todos son condenados a muerte. “Sean llevados a Tyburn. Serán ahorcados. Descolgados con vida, se les cortarán las partes inferiores y se les arrancarán las entrañas para ser quemadas en presencia de ellos. Se les cortará la cabeza y serán descuartizados. Y Dios tenga piedad de Uds”. San Edmundo Campion entona entonces el Te Deum. Los otros sacerdotes condenados lo siguen en su canto.

Los últimos días
San Edmundo estuvo encadenado los once días que mediaron entre el juicio y la ejecución. Recibió la visita de una hermana, facultada para hacerle el último ofrecimiento de libertad y de grandes beneficios, a condición de que renunciara a su Fe. También lo visita Jorge Elliot. “Si yo hubiera pensado que habíais de sufrir algo más que la prisión, yo nunca os hubiera acusado”. “En ese caso, le contesta con humor Campion, os suplico, en nombre de Dios, que hagáis penitencia y que confeséis vuestro pecado, para gloria de Dios y salvación de vuestra alma“. Y ante el temor manifestado por Elliot, por las posibles represalias católicas, le agrega: “Estáis equivocado si creéis que los católicos llevan su odio y su ira hasta la venganza. Para que os sintáis seguro, si queréis, os recomendaré a un Duque católico alemán, donde podréis vivir en paz”.

El carcelero de San Edmundo Campion, presente en la entrevista, se conmovió de tal modo por la generosidad de Campion, que se hizo católico.

El martirio
El 1° de diciembre de 1581 sufre el martirio, en compañía de San Alexander Briant y de Ralph Sherwim.Lo sacan de la Torre. Está lloviendo. Ha llovido durante varios días. Un gran multitud se ha agolpado a las puertas. San Edmundo, con una sonrisa, los saluda a todos. “Que Dios os salve, caballeros, y os haga buenos católicos”. Lo atan a una rastra tirada por un caballo. A él y a Briant los arrastran lentamente por la lluvia y el barro, hasta llegar a Tyburn. Al pasar por el Arco de Newgate ve una imagen de la Virgen María, que se ha salvado de los martillazos, y la saluda cariñosamente. En el camino un católico le enjuga el rostro, salpicado de lodo y suciedad. San Edmundo le dijo: “Dios te premie y te bendiga”.

En Tyburn, San Edmundo subió a la carreta instalada bajo la horca. El mismo se pone la soga alrededor del cuello. Entonces, pide utilizar el derecho que le otorga la ley, decir unas palabras.“Soy inocente de las traiciones que me han acusado. Soy católico y sacerdote de la Compañía de Jesús. En esta fe he vivido y en ella quiero morir”. Entonces le gritan que pida perdón a la Reina.”¿En qué la he ofendido?. Soy inocente. He rezado y rezo mucho por ella”. Un cortesano le exige que diga por cuál Reina reza. “Por Isabel, vuestra Reina y la mía, a la que deseo un largo reinado, tranquilo y feliz”. De inmediato dieron orden de retirar la carreta que estaba bajo sus pies. Y San Edmundo queda colgando. Inconsciente, tal vez muerto, cortan la cuerda que lo ata y el carnicero lo descuartiza. Entre los presentes, en primera línea, está Enrique Walpole, un joven de familia católica, pero inclinado a la reforma. Tan cerca está, que un poco de sangre le salpica el abrigo cuando el carnicero arranca las entrañas de Campion y las arroja al caldero de agua hirviendo. Enrique Walpole se conmovió profundamente. Tanto que decidió, poco después, cruzar el mar y ordenarse de sacerdote en la Compañía de Jesús. Trece años más tarde morirá del mismo modo que San Edmundo, en el cadalso de York.

Glorificación
San Edmundo Campion fue canonizado el 25 de octubre de 1970 conjuntamente con San Alexander Briant, San Enrique Walpole y otros siete jesuitas, ingleses y galeses, mártires de la fe, como él. También fue canonizado su compañero San Ralph Sherwim.