19 de noviembre

SANTA MATILDE
Virgen benedictina


Hackeborn, 1241
+Helfta (Alemania)
B. 19-noviembre-1298


Nació Santa Matilde de la noble familia de Hackeborn, el año 1241. Tenía siete años cuando acompañó a su madre a una visita al monasterio de Rodarsdorf, muy próximo al castillo de su familia. En ese monasterio tenía Matilde una hermana: Gertrudis la Magna.

Matilde tuvo grandes deseos de ser también religiosa benedictina como su hermana. Esto lo logró el año 1248. Hacia 1258, su hermana, que ya era abadesa de su comunidad desde 1251, fundó el monasterio de Helfta, en terrenos procedentes de su propia familia. Matilde la acompañó.

Helfta llegó a ser una gran abadía por la observancia monástica, la cultura y las muchas donaciones que había recibido. La dirección espiritual estaba a cargo de los dominicos del convento de Halle, entre los que destacaba fray Enrique de Halle, de gran influencia en la espiritualidad del monasterio y, en concreto, de Santa Matilde. En Helfta, Matilde fue educada por su hermana con gran esmero, tanto que se le confió la dirección del coro y de la escuela monástica. Hacia 1261, cuando Matilde tenía unos veinte años de edad, llegó al monasterio de Helfta una niña de cinco años para ser educada en la escuela. Era la que más tarde sería conocida con el nombre de Santa Gertrudis la Magna, que muy pronto conoció las excelentes cualidades de su maestra, quien dirigía también el canto religioso con una gran maestría.

No es de extrañar que tan grandes cualidades traspasasen los muros de la clausura monástica, de modo que fueron muchos los que acudían a ella para recibir sus admirables y atinadísimos consejos, incluso religiosos de esclarecidas órdenes como la de los dominicos, entre los que tenía sapientísimos maestros.

El Señor la enriqueció con dones sobrenaturales preclarísimos, que ella utilizaba para crecer más y más en la virtud, para ayudar a las demás en el mismo sentido, pero ocultando con gran humildad el altísimo grado de contemplación al que llegó.

En el otoño del año 1291, la sorprendió una grave enfermedad, de tal modo que no pudo asistir a su hermana, la abadesa Gertrudis, en su último trance ni participar en sus exequias. Tuvo que sufrir mucho en esa época no sólo por la ausencia de su hermana, a la que tanto amaba y tanto debía, sino también por sufrimientos interiores que la purificaron más y más, para hacerla digna de mayores gracias sobrenaturales que, sin poderse contener por el gozo que esto le producía, lo manifestaba con el deseo de que todas fuesen por ese camino y tuvieran el mismo fruto espiritual.

Esto fue providencial, pues dos religiosas escribieron cuanto ella decía, sin que Matilde lo supiese. Al conocerlo más adelante la llenó de turbación y de angustia, pero el mismo Señor la consoló, asegurándole que todo fue obra de él mismo, que inspiró a esas religiosas que lo hicieran para bien espiritual de muchos. Una de esas religiosas fue la misma Santa Gertrudis la Grande, que la nombra muchas veces en sus escritos, también admirables.

Matilde no volvió a recobrar su salud. Los últimos ocho años de su vida fueron de gran ayuda para la vida espiritual de su comunidad que mucho se aprovechaba de los grandes dones que Dios le hacía.

Dos años antes de su piadosa muerte se agravó de modo alarmante y creyó que Dios la llamaba para sí. Pero tuvo ese tiempo para prepararse a bien morir. Comprendiendo que le llegaba la hora, se dispuso para ese trance por medio de los «ejercicios» que Santa Gertrudis, su aventajada discípula, había compuesto con ese motivo. Recibió la santa unción de los enfermos por consejo de Santa Gertrudis, contra el parecer de la comunidad y de ella misma que no creían que había llegado el momento de partir de este mundo al Padre, pero en realidad sólo duró dos días más.

Se sabe por la misma Santa Gertrudis, también favorecida con divinas revelaciones, que los últimos instantes de Matilde estuvieron realzados por visiones de Cristo, la Virgen, los ángeles y santos, que alegraron su alma poco antes de presentarse ante el mismo Dios. Esto ocurrió el 19 de noviembre del año 1298.

El dolor de la comunidad fue inmenso. Pero pronto conocieron por la misma Santa Gertrudis, confidente de Matilde, que no se volvería a encontrar entre las monjas de la abadía otra que se pareciese a Matilde en el amor intenso de Dios, en ternura para con los demás y en santidad. En realidad, la misma Santa Gertrudis la siguió muy cerca en una sublime vida interior, como las mismas monjas comprobaron.

La fama de tan eximia santidad se esparció por doquier, mediante el libro de la Gracia especial, que, según afirma el poeta Bocaccio, ya era conocido en Florencia a los pocos años de la muerte de Matilde. Los dominicos, encargados de la dirección espiritual de las monjas de Helfta, estaban hondamente admirados de las virtudes de esa comunidad de benedictinas tan eximias, sobre todo de Santa Matilde y Santa Gertrudis, y difundieron los escritos de estas dos preclaras hijas de San Benito.

En las dos extraordinarias monjas de Helfta aparece con mucha frecuencia una elevada devoción al Corazón de Jesucristo, siendo, por esto mismo, dos insignes precursoras de lo que sería esto unos siglos más adelante con las revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque (--16 de octubre) y los muchos documentos pontificios concernientes a esta devoción que tantos frutos espirituales ha producido en la Iglesia.

Santa Matilde aparece en la Divina Comedia, de Dante Alighieri, en el canto 27 sobre el Purgatorio. Se aparece al poeta como nobilísima cantora y se le ofrece por guía e intérprete de secretos espirituales delicados, e iniciadora de la regeneración espiritual del poeta.

De puño y letra de Santa Matilde sólo nos queda una larga carta cariñosísima e instructiva a una noble matrona alemana. Los demás escritos que aparecen con su nombre fueron escritos por dos religiosas de Helfta, como ya hemos dicho; una de ellas era la misma Santa Gertrudis. La copia más completa y fidedigna que siguieron los monjes de San Pedro de Solesmes, en su traducción francesa, fue la que hizo Alberto, vicario de Erfurt, que recogió cuanto había en Helfta referente a Santa Matilde, antes de trasladarse las monjas a Eisleven el año 1340. En España está la que hizo el padre Timoteo Ortega, monje de Santo Domingo de Silos, en 1942, publicada en Buenos Aires.

Aunque Santa Matilde no ha sido canonizada propiamente, sin embargo, su culto apareció muy pronto, sobre todo en los monasterios que siguen la regla de San Benito y ha sido confirmado ese culto. En los martirologios aparece su fiesta el 16 de febrero o el 19 de noviembre.

 

MANUEL GARRIDO BONAÑO, O.S.B.

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