16 de junio

 

Santos Quirico
niño, y
Julita
su madre
mártires

 

Una hermosa historia de amor entre una madre y su hijo es la que hoy recordamos pero que, por desgracia, tuvo un cruento final. Como decía, nuestros santos de hoy eran madre e hijo, naturales de Licaonia (Turquía), pero que por su condición de cristianos terminaron huyendo a Tarso de Cilicia (también en Turquía). En esa ciudad, sin embargo, fue apresada la madre, y con el Quirico, que no era más que un pequeñuelo. Condenada Julita al suplicio, parece ser que hicieron al niño estar presente mientras su madre era azotada. Y tan fuerte era el llanto del niño por los gritos de la madre que uno de los verdugos, enfurecido, le dio un empujón que acabó con el pobre infante, a consecuencia del impacto en el suelo de su tierna cabeza. A pesar del terrible dolor que sintió la Julita, como sólo una madre lo puede sentir, no se retractó de su cristianismo, y terminaron por cortarle la cabeza. Sus cuerpos fueron arrojados juntos a una fosa donde tiraban a los malhechores. De allí los rescataron algunos cristianos que les dieron sepultura, juntos ya madre e hijo para toda la eternidad.


Cuando Domiciano, gobernador de Iconio, Asia Menor, ejecutaba bárbaramente los edictos de Diocleciano y Maximiliano, le presentaron una mujer que llevaba un niño de pecho en sus brazos, y, preguntando Alejandro, lugarteniente de Domiciano, quién era y cómo se llamaba, ella no dio otra respuesta que ésta: "Soy cristiana." Desnuda y tendida en el suelo, azotada con varas de hierro, clamaba: "Soy cristiana"; y el niño, por un prodigio del Cielo, decía: "Soy también cristiano." Enfurecido el juez, cogió de los pies al niño y lo estrelló contra la escalera de su estrado, en presencia de su madre. Constante ella en la fe, en medio del tormento, mandó el juez que le cortasen la cabeza. Era el año 303.