SAN JUAN
BOSCO 1815-1888
Fiesta: 31 de enero
Presbítero, "Padre y
maestro de la juventud", patrono de los editores,
fundador de los salesianos. Por su gran
devoción a María Auxiliadora, conseguía de ella innumerables
milagros.
"En su vida, lo
sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario." Pío
XI sobre S. Juan Bosco.
Ver también: Primeros santos
discípulos Santo Domingo
Savio | Beato Miguel Rua
(su
sucesor)
Basílica
de María Auxiliadora y Centro Salesiano en Turín
S. Juan
Bosco
Salesianos y
Ramas -Donbosco.sdb. Como
sacarse la lotería -San Juan Bosco
Reseña
Tuvo una niñez muy dura. Una vez ordenado
sacerdote, empleó todas sus energías en la educación de los
jóvenes. Sus grandes amores que fundamentan su
espiritualidad: La Eucaristía, la Virgen María, la Iglesia, la fidelidad
al Santo Padre, la juventud.
Fundador de la Congregación de
los Salesianos, comunidad religiosa con rama masculina y
femenina, dedicados a la educación de los jóvenes, en especial los
pobres. Les enseñaba la vida cristiana y diversos oficios.
Atrajo y sigue atrayendo a multitudes de jóvenes a Cristo. La
Congregación toma su nombre de San Francisco
de Sales.
Famoso por sus sueños proféticos, ¡se
conocen 159 de ellos! Quizás el mas famoso
es el de la Nave de Pedro,
que explicaremos mas adelante.
San Juan Bosco escribió
también algunos opúsculos en defensa de la religión.
Gran constructor de iglesias, entre ellas la
Basílica de San Juan Evangelista, la Basílica de María Auxiliadora y la
Iglesia del Sagrado Corazón en Roma donde celebró su última
misa.
Vida de San Juan Bosco
Juan Melchor nace en 1815,
junto a Castelnuovo, en la diócesis de
Turín. Era el menor de los
hijos de un campesino piamontés. Su niñez fue muy
dura. Su padre murió cuando Juan tenía apenas dos años y medio.
La madre, Margarita, analfabeta y muy pobre, pero santa y laboriosa
mujer, que debió luchar mucho para sacar adelante a sus hijos, se hizo
cargo de su educación.
El primero de sus 159 sueños proféticos
A los nueve años de edad, un sueño que el rapazuelo no
olvidó nunca, le reveló su vocación. Más adelante, en todos los períodos
críticos de su vida, una visión del cielo le indicó siempre el camino
que debía seguir.
En aquel primer sueño, se vio rodeado de una multitud de
chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban; Juan Bosco trató de
hacer la paz, primero con exhortaciones y después con los puños.
Súbitamente apareció Nuestro Señor y le dijo: "¡No, no; tienes que
ganártelos con la mansedumbre y el amor!" Le indicó también que su
Maestra sería la Santísima Virgen, quien al instante apareció y le dijo:
"Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas". Cuando la Señora
pronunció estas palabras los niños se convirtieron primero, en bestias
feroces y luego en ovejas.
Una gran cualidad: su interés por la salvación de la
juventud
El sueño terminó, pero desde aquel momento Juan Bosco
comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó
inmediatamente a enseñar el catecismo y a llevar a la iglesia a los
chicos de su pueblo. Para ganárselos, acostumbraba ejecutar ante ellos
toda clase de acrobacias, en las que llegó a ser muy ducho. Un domingo
por la mañana, un acróbata ambulante dio una función pública y los niños
no acudieron a la iglesia; Juan Bosco desafió al acróbata en su propio
terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos
a la misa.
Sueño de los dos pilares
de nuestra fe
Sus tres grandes amores son
Jesús Sacramentado, María Auxiliadora y el Sumo Pontífice,
quienes fueron protagonistas en uno de sus mas famosos
sueños proféticos:
Don Bosco vio que una gran barca (la
Iglesia) navegaba en un mar tempestuoso piloteada por el Romano
Pontífice, y a su alrededor muchísimas navecillas pequeñas (los
cristianos). De pronto aparecieron un
sinnúmero de naves enemigas armadas de cañones (el ateísmo, la
corrupción, la incredulidad, el secularismo, etc., etc.) y empezó una
tremenda batalla.
A los cañones enemigos se unen las olas violentas y el
viento tempestuoso. Las naves enemigas cercan y rodean completamente a
la Nave Grande de la Iglesia y a todas las navecillas pequeñas de los
cristianos. Y cuando ya el ataque es tan pavoroso que todo parece
perdido, emergen desde el fondo del mar dos inmensas y poderosas
columnas (o pilares). Sobre la primera
columna está la Sagrada Eucaristía, y sobre la otra la imagen de
la Virgen Santísima.
La nave del Papa y las navecillas de los cristianos se
acercan a los dos pilares y asegurándose de
ellos ya no tienen peligro de hundirse. Luego, desde las dos columnas
sale un viento fortísimo que aleja o hunde a las naves enemigas, y en
cambio a las naves amigas les arregla todos sus daños.
Todo el ejército enemigo se retira derrotado, y los
cristianos con el Santo Padre a la cabeza
entonan un Himno de Acción de Gracias a Jesús Sacramentado y a María
Auxiliadora. El sueño es detallado e incluye a varios
papas...
«La Iglesia
deberá pasar tiempos críticos y sufrir graves daños, pero al fin
el Cielo mismo intervendrá para salvarla. Después vendrá la paz y habrá
en la Iglesia un nuevo y vigoroso
florecimiento».
Estimamos que la visión de los pilares es muy actual.
Corresponde a la visión del S.S. Juan Pablo II para la Iglesia.
Nosotros debemos estar en sintonía espiritual con el Papa y cooperar con
el de todo corazón para que la barca, la Iglesia, avance hacia los
pilares.
La alegría de Don Bosco
Los muchachos de la calle lo llamaban: ‘Ese es el Padre
que siempre está alegre. El Padre de los cuentos bonitos’. Su sonrisa
era de siempre. Nadie lo encontraba jamás de mal humor y nunca se le
escuchaba una palabra dura o humillante. Hablar con él la primera vez
era quedar ya de amigo suyo para toda la vida. El Señor le concedió también el don de consejo:
Un consejo suyo cambiaba a las personas. Y lo que
decía eran cosas ordinarias.
Durante las semanas que vivió con una tía que prestaba
servicios en casa de un sacerdote, Juan Bosco aprendió a leer. Tenía un
gran deseo de ser sacerdote, pero hubo de vencer numerosas dificultades
antes de poder empezar sus estudios. A los dieciséis años, ingresó
finalmente en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar
para reunir el dinero y los vestidos indispensables.
El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco
la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y otro, un par de
zapatos. Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al
seminario mayor de Turín y ahí empezó, con la aprobación de sus
superiores, a reunir los domingos a un grupo de chiquillos y mozuelos
abandonados de la ciudad.
San José Cafasso, sacerdote de la parroquia anexa al
seminario mayor de Turín, confirmó a Juan Bosco en su vocación,
explicándole que Dios no quería que fuese a las misiones extranjeras:
"Desempaca tus bártulos --le dijo--, y prosigue tu trabajo con los
chicos abandonados. Eso y no otra cosa es lo que Dios quiere de ti".
El mismo Don Cafasso le puso en contacto con los ricos
que podían ayudarle con limosnas para su obra, y le mostró las prisiones
y los barrios bajos en los que encontraría suficientes clientes para
aprovechar los donativos de los ricos.
El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán
auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la
marquesa di Barola, la rica y caritativa mujer que socorrió a Silvio
Pellico cuando éste salió de la prisión. Los domingos, Don Bosco no
tenía trabajo de modo que podía ocuparse de sus chicos, a los que
consagraba el día entero en una especie de escuela y centro de recreo,
que él llamó "Oratorio Festivo".
Pero muy pronto, la marquesa le negó el permiso de
reunir a los niños en sus terrenos, porque hacían ruido y destruían las
flores. Durante un año, Don Bosco y sus chiquillos anduvieron de
"Herodes a Pilatos", porque nadie quería aceptar ese pequeño ejército de
más de un centenar de revoltosos muchachos.
Cuando Don Bosco consiguió, por fin, alquilar un viejo
granero, y todo empezaba a arreglarse, la marquesa, que a pesar de su
generosidad tenía algo de autócrata, le exigió que escogiera entre
quedarse con su tropa o con su puesto en el refugio para muchachas. El
santo escogió a sus chicos.
Oratorios, escuelas, talleres...
En esos momentos críticos, le sobrevino una pulmonía,
cuyas complicaciones estuvieron a punto de costarle la vida. En cuanto
se repuso, fue a vivir en unos cuartuchos miserables de su nuevo
oratorio, en compañía de su madre, y ahí se entregó, con toda el alma, a
consolidar y extender su obra. Dio forma acabada a una escuela nocturna,
que había inaugurado el año precedente, y como el oratorio estaba lleno
a reventar, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín.
Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños
abandonados. Al poco tiempo, había ya treinta o cuarenta chicos, la
mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de
Valdocco. Los chicos llamaban a la madre de Don Bosco "Mamá Margarita".
Con todo, Don Bosco cayó pronto en la cuenta que todo el
bien que hacía a sus chicos se perdía con las malas influencias del
exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los
dos primeros: el de los zapateros y el de los sastres, fueron
inaugurados en 1853.
Crece la familia
El siguiente paso fue construir una iglesia, consagrada
a San Francisco de Sales. Después vino la construcción de una casa para
la enorme familia. El dinero no faltaba, a veces, por verdadero milagro.
Don Bosco distinguía dos grupos entre sus chicos: el de los aprendices,
y el de los que daban señales de una posible vocación sacerdotal. Al
principio iban a las escuelas del pueblo; pero con el tiempo, cuando los
fondos fueron suficientes, Don Bosco instituyó los cursos técnicos y los
de primeras letras en el oratorio.
En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una
imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran
quinientos. Con su extraordinario don de simpatía y de leer los
corazones, Don Bosco ejercía una influencia ilimitada sobre sus chicos,
de suerte que podía gobernarles con aparente indulgencia y sin castigos,
para gran escándalo de los educadores de su tiempo.
Veía en sueños el estado exacto de la conciencia de sus
discípulos y después los llamaba y les hacía una descripción tan
completa de los pecados que ellos habían cometido, que muchos aclamaban
emocionados: "Si hubiera venido un ángel a contarle toda mi vida no me
habría hablado con mayor precisión" .
Se gana de tal manera el cariño de los jóvenes, que es
difícil encontrar en toda la historia de la humanidad, después de Jesús,
un educador que haya sido tan amado como Don Bosco. Los jóvenes llegaban
hasta pelear unos contra otros afirmando cada uno que a él lo amaba el
santo más que a los demás.
Dedicó su vida a la difusión de las buenas lecturas
Además de este trabajo, Don Bosco se veía asediado de
peticiones para que predicara; la fama de su elocuencia se había
extendido enormemente a causa de los milagros y curaciones obradas por
la intercesión del santo. Otra forma de actividad, que ejerció durante
muchos años, fue la de escribir libros para el gusto popular, pues
estaba convencido de la influencia de la lectura.
Él decía que Dios lo había enviado al mundo para educar
a los jóvenes pobres y para propagar buenos libros, los cuales, además eran sumamente sencillos y fáciles de
entender. "Propagad buenos libros --decía Don Bosco-- sólo en el cielo
sabréis el gran bien que produce una buena lectura". Unas veces se
trataba de una obra de apologética, otras de un libro de historia, de
educación o bien de una serie de lecturas católicas. Este trabajo le
robaba gran parte de la noche y al fin, tuvo que abandonarlo, porque sus
ojos empezaron a debilitarse.
En búsqueda de colaboradores
El mayor problema de Don Bosco, durante largo tiempo,
fue el de encontrar colaboradores. Muchos jóvenes sacerdotes
entusiastas, ofrecían sus servicios, pero acababan por cansarse, ya
fuese porque no lograban dominar los métodos impuestos por Don Bosco, o
porque carecían de su paciencia para sobrellevar las travesuras de aquel
tropel de chicos mal educados y frecuentemente viciosos, o porque
perdían la cabeza al ver que el santo se lanzaba a la construcción de
escuelas y talleres, sin contar con un céntimo.
Aun hubo algunos que llevaron a mal que Don Bosco no
convirtiera el oratorio en un club político para propagar la causa de
"La Joven Italia". En 1850, no quedaba a Don Bosco más que un
colaborador y esto le decidió a preparar, por sí mismo, a sus futuros
colaboradores. Así fue como Santo
Domingo Savio ingresó en el oratorio, en
1854.
Nace la gran familia Salesiana
Por otra parte, Don Bosco había acariciado siempre la
idea, más o menos vaga, de fundar una congregación religiosa. Después de
algunos descalabros, consiguió por fin formar un pequeño núcleo. "En la
noche del 26 de enero de 1854 --escribe uno de los testigos-- nos
reunimos en el cuarto de Don Bosco. Se hallaban ahí además, Cagliero,
Rocchetti, Artiglia y Rua. Llegamos a la conclusión de que, con la ayuda
de Dios, íbamos a entrar en un período de trabajos prácticos de caridad
para ayudar a nuestros prójimos.
Al fin de ese período, estaríamos en libertad de
ligarnos con una promesa, que más tarde podría transformarse en voto.
Desde aquella noche recibieron el nombre de Salesianos todos los que se
consagraron a tal forma de apostolado. Naturalmente, el nombre provenía
del gran obispo de Ginebra, San Francisco de Sales (el "Santo de la
amabilidad"). El momento no parecía muy oportuno para fundar una nueva
congregación, pues el Piamonte no había sido nunca más anticlerical que
entonces.
Los jesuitas y las Damas del Sagrado Corazón habían sido
expulsados; muchos conventos habían sido suprimidos y, cada día, se
publicaban nuevas leyes que coartaban los derechos de las órdenes
religiosas. Sin embargo, fue el ministro Rattazzi, uno de los que más
parte había tenido en la legislación, quien urgió un día a Don Bosco a
fundar una congregación para perpetuar su trabajo y le prometió su apoyo
ante el rey".
En diciembre de 1859, Don Bosco y sus veintidos
compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas
habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó
sino hasta quince años después, junto con el permiso de ordenación para
los candidatos del momento. La nueva congregación creció rápidamente: en
1863 había treinta y nueve salesianos; a la muerte del fundador, eran ya
768, y en la actualidad se cuentan por millares: Diecisiete mil en
105 países, con 1,300 colegios y 300 parroquias, y se hallan
establecidos en todo el mundo.
Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus
primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco, los Salesianos se
extendieron por toda la América del Sur. Cuando San Juan Bosco murió, la
congregación tenía veintiséis casas en el Nuevo Mundo y treinta y ocho
en Europa. Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden
escuelas de primera y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para
adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y
librería, hospitales, etc., sin omitir las misiones extranjeras y el
trabajo pastoral.
El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una
congregación femenina, encargada de hacer por las niñas lo que los
Salesianos hacían por los niños. La congregación quedó inaugurada en
1872, con la toma de hábito de veintisiete jóvenes, entre ellas, Santa
María Dominga Mazzarello, que fue la cofundadora, a las que el santo
llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos (o Hijas de
María Auxiliadora). La nueva comunidad se desarrolló casi tan
rápidamente como la anterior y emprendió, además de otras actividades,
la creación de escuelas de primera enseñanza en Italia, Brasil,
Argentina y otros países. "Hoy en día son dieciséis mil, en setenta y
cinco países".
Para completar su obra, Don Bosco organizó a sus
numerosos colaboradores del exterior en una especie de tercera orden, a
la que dio el título de Colaboradores Salesianos. Se trataba de hombres
y mujeres de todas las clases sociales, que se obligaban a ayudar en
alguna forma a los educadores salesianos.
Nuestro Señor le inspiró un sabio método de
enseñanza
El sueño o visión que tuvo Don Bosco en su juventud
marcó toda su actividad posterior con los niños. Todo el mundo sabe que
para trabajar con los niños, hay que amarlos; pero lo importante es que
ese amor se manifieste en forma comprensible para ellos. Ahora bien, en
el caso de Don Bosco, el amor era evidente, y fue ese amor el que le
ayudó a formar sus ideas sobre el castigo, en una época en que nadie
ponía en tela de juicio las más burdas supersticiones acerca de ese
punto.
Los métodos de Don Bosco consistían en desarrollar el
sentido de responsabilidad, en suprimir las ocasiones de desobediencia,
en saber apreciar los esfuerzos de los chicos, y en una gran amistad. En
1877 escribía: "No recuerdo haber empleado nunca un castigo propiamente
dicho. Por la gracia de Dios, siempre he podido conseguir que los niños
observen no sólo las reglas, sino aun mis menores deseos". Pero a esta
cualidad se unía la perfecta conciencia del daño que puede hacer a los
niños un amor demasiado indulgente, y así lo repetía constantemente Don
Bosco a los padres.
Una de las imágenes más agradables que suscita el nombre
de Don Bosco es la de sus excursiones domingueras al bosque, con una
parvada de rapazuelos. El santo celebraba la misa en alguna iglesita de
pueblo, comía y jugaba con los chicos en el campo, les daba una clase de
catecismo, y todo terminaba al atardecer, con el canto de las vísperas,
pues Don Bosco creía firmemente en los benéficos efectos de la buena
música.
La construcción de iglesias
El relato de la vida de Don Bosco quedaría trunco, si no
hiciéramos mención de su obra de constructor de iglesias. La primera que
erigió era pequeña y resultó pronto insuficiente para la congregación.
El santo emprendió entonces la construcción de otra mucho más grande,
que quedó terminada en 1868. A ésta siguió una gran basílica en uno de
los barrios pobres de Turín, consagrada a San Juan Evangelista.
El esfuerzo para reunir los fondos necesarios había sido
inmenso; al terminar la basílica, el santo no tenía un céntimo y estaba
muy fatigado, pero su trabajo no había acabado todavía. Durante los
últimos años del pontificado de Pío IX, se había creado el proyecto de
construir una iglesia del Sagrado Corazón en Roma, y el Papa había dado
el dinero necesario para comprar el terreno. El sucesor de Pío IX se
interesaba en la obra tanto como su predecesor, pero parecía imposible
reunir los fondos para la construcción.
"Es una pena que no podamos avanzar" --dijo el Papa al
terminar un consistorio--. "La gloria de Dios, el honor de la Santa Sede
y el bien espiritual de muchos fieles están comprometidos en la empresa.
Y no veo cómo podríamos llevarla adelante"
--"Yo puedo sugerir una manera de hacerlo" --dijo el
cardenal Alimonda. --"¿Cuál? --preguntó el Papa. --"Confiar el
asunto a Don Bosco". –"¿Y Don Bosco estaría dispuesto a
aceptar?" –"Yo le conozco bien" --replicó el cardenal--; "la simple
manifestación del deseo de Vuestra Santidad será una orden para
él".
La tarea fue propuesta a Don Bosco, quien la aceptó al
punto.
Cuando ya no pudo obtener más fondos en Italia, se
trasladó a Francia, el país en que había nacido la devoción al Sagrado
Corazón. Las gentes le aclamaban en todas partes por su santidad y sus
milagros y el dinero le llovía. El porvenir de la construcción de la
nueva iglesia estaba ya asegurado; pero cuando se aproximaba la fecha de
la consagración, Don Bosco repetía que, si se retardaba demasiado, no
estaría en vida para asistir a ella. La consagración de la iglesia tuvo
lugar el 14 de mayo de 1887, y San Juan Bosco celebró ahí la misa, poco
después.
Muerte de Don
Bosco
Pero sus días tocaban a su fin. Dos años antes, los
médicos habían declarado que el santo estaba completamente agotado y que
la única solución era el descanso; pero el reposo era desconocido para
Don Bosco. A fines de 1887, sus fuerzas empezaron a decaer rápidamente;
la muerte sobrevino el 31 de enero de 1888, cuando apenas comenzaba el
día, de suerte que algunos autores escriben, sin razón, que Don Bosco
murió al día siguiente de la fiesta de San Francisco de Sales.
Su cuerpo permanece incorrupto en la
Basílica de María Auxiliadora en Turín,
Italia.
Sus últimas recomendaciones fueron: "Propagad la
devoción a Jesús Sacramentado y a María Auxiliadora y veréis lo que son
milagros. Ayudad mucho a los niños pobres, a los enfermos, a los
ancianos y a la gente más necesitada, y conseguiréis enormes bendiciones
y ayudas de Dios. Os espero en el Paraíso".
Cuarenta mil personas desfilaron ante su cadáver en la
iglesia, y sus funerales fueron una especie de marcha triunfal, porque
toda la ciudad de Turín salió a la calle durante
tres días a honrar a Don Bosco por última vez.
Fueron tantos los milagros conseguidos al encomendarse a
Don Bosco, que el Sumo Pontífice lo canonizó cuando apenas habían pasado
cuarenta y seis años de su muerte (en 1934) y lo declaró Patrono de los
que difunden buenas lecturas y "Padre y maestro de la
juventud".
Fuente Bibliográfica: "Vidas de los Santos de
Butler", tomo I, excepto algunas adaptaciones hechas por las Siervas
de los Corazones Traspasados de Jesús y María, y partes que van en letra
itálica, procedentes de: "Vidas de Santos (1)" y
"Autobiografía de San Juan Bosco", del Padre Eliécer Sálesman,
Apostolado Bíblico Católico.
Regreso a la página principal http://www.corazones.org/
Esta página es obra de Las Siervas
de los Corazones Traspasados de Jesús y María. Copyright © 1999 SCTJM
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