Ciencia y fe

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Mente Abierta

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Por mucho tiempo se ha transmitido la idea, aceptada por la inmensa mayoría, de la rivalidad entre la ciencia y la fe. Los recuerdos del encuentro de Galileo con la Inquisición y de los cristianos con las ideas de Darwin prueban, dicen, son dos evidencias (entre muchas) del hecho.

Pero esto es sólo una verdad parcial. Hay que recordar que ideas cristianas ayudaron al adelanto de la ciencia. Hay que recordar que muchos de los científicos, sobre cuyos descubrimientos se fundó la ciencia moderna, fueron creyentes.

Cuando se da una aparente discrepancia entre dos aspectos tan importantes del saber humano, debemos pensar que, quizás. algo anda mal. Es probable que nuestras definiciones no sean correctas o que nuestros prejuicios no nos dejen escuchar al contrario.

En este artículo comenzamos un diálogo cuyos propósitos son aclarar los términos del debate y demostrar que la incompatibilidad entre la ciencia y la fe es sólo aparente. Dicho de otra manera, que se puede ser científico y creyente.

 

La Biblia: ¿Factual o ficción?

Conexiones entre ciencia y teología

Ciencia y teología

Creación

Evolución

La Biblia: ¿Factual o ficción?

 

De vez en cuando alguien me hace la pregunta: "¿Interpreta usted literalmente la Biblia?" A lo cual respondo: "Interpreto literalmente las partes literales, figuradamente las figuradas y alegóricamente las alegóricas".

Creo que hay que ser claros en este punto. La Biblia, que consta de 66 libros escritos a lo largo de un período de 1300 años, contiene muchos tipos de géneros literarios: prosa y poesía, lenguaje literal y figurado, salmos y proverbios, narraciones históricas y parábolas. Cada uno de dichos géneros tiene sus propios principios de interpretación. Y hay que aplicarlos, tanto si se trata de Shakespeare como de Baroja como de la Biblia. No podemos hacer decir a un pasaje lo que a nosotros se nos antoja.

Galileo declaró: "La Santa Biblia jamás puede decir mentira siempre que se comprenda su verdadero significado". Pero el significado verdadero no siempre es el literal. Por ejemplo, las referencias bíblicas a las manos, los pies o los ojos de Dios deben evidentemente interpretarse en sentido figurado, puesto que los hebreos no tenían permitido el uso de imágenes o ídolos en su adoración.

Por desgracia, a menudo literal se considera igual a factual, lo que equivaldría a suponer que figurativo siempre significase fantasioso. Las cosas no son tan sencillas. A menudo la Escritura emplea lenguaje figurado para describir un acontecimiento real. Por otra parte, no es imposible narrar un cuento de hadas o un mito en lenguaje estrictamente literal, prescindiendo de cualquier figura de lenguaje. Sin embargo, ¡qué insulso sería tal relato! Así pues, la cuestión no es contraponer lo literal a lo figurado sino más bien tratar en todo momento de discernir la intención del autor. Un criterio fundamental para la interpretación de un pasaje dado debería ser : ¿Qué significó este mensaje para sus primeros oyentes o lectores? Es decir, el principio que debería regir nuestra interpretación es que lo que significaba entonces determina lo que significa hoy.

La Biblia, que es mayoritariamente historia, nos revela a Dios no sólo como Creador y Preservador del universo sino también como Señor y Juez de la historia. El propósito de la Sagrada Escritura es enseñarnos acerca de Dios, la naturaleza y la humanidad en sus relaciones mutuas. La Biblia nos revela el sentido de la historia y nos ofrece principios sobre los cuales basar nuestra conducta en cuestiones que afectan a valores morales y al sentido último de la existencia. De manera que el análisis literario y la interpretación del lenguaje bíblico constituyen el principal método de trabajo de la teología.

Conexiones entre ciencia y teología

Durante toda su vida, Copérnico ejerció tareas administrativas en la iglesia católica de Polonia; su famoso libro "Sobre la revolución de las esferas celestes" lo dedicó al papa Pablo III. Kepler, un devoto luterano alemán, describía sus descubrimientos científicos como "pensar lo que Dios había pensado antes". Galileo se mantuvo leal a su iglesia incluso después de su condena y arresto domiciliario; sus críticas se dirigieron exclusivamente a sus enemigos científicos. El anglicano Isaac Newton escribió más de un millón de palabras sobre teología - bastante más de lo que dejó escrito sobre ciencia.

Es cierto que, en ocasiones, la iglesia ha perseguido a los científicos, como también lo es que éstos han demostrado en otros casos sus prejuicios contra los teólogos. Sin embargo, ambas disciplinas no son inherentemente antagónicas. Aún hoy día, en un clima filosófico en el que prevalece el naturalismo materialista, hay excelentes científicos que se declaran cristianos. Y si bien hay muchos científicos brillantes que rechazan el cristianismo, rara vez lo hacen por razones derivadas de su propia actividad científica.

Visiones parciales. Por ejemplo, imaginemos a cuatro personas - Einstein, Gauguin, Beethoven y rey David - contemplando desde la cima de una montaña un magnífico valle bañado por la luz del sol al atardecer . Los cuatro pueden admirar el bucólico panorama, enmarcado por nubes arreboladas. Aunque todos están mirando la misma escena, cada uno percibe algo diferente. Supongamos que los cuatro deciden dar expresión a sus percepciones, cada uno según su propio talento, y compartirlas mutuamente.

Un año más tarde vuelven a congregarse en el mismo lugar. Einstein, el científico, saca una pizarra y un montón de folios llenos de fórmulas matemáticas. Por medio de ellas trata de explicar a sus amigos el movimiento de la tierra y la naturaleza de la luz y el color. Les dice que las cosas son en realidad bastante diferentes de lo que aparentan ser. El sol no se "cae" ni se "oculta" tras el horizonte y la luz no es roja. Además, en realidad el sol no "está" allí: lo que están viendo es luz que hace ocho minutos que salió del sol. Los otros tres se hallan visiblemente afectados por las palabras de Einstein. Aparentemente, lo que han estado viendo con sus propios ojos a lo largo de toda su vida resulta ser incorrecto científicamente. Gauguin, el artista, ha traído un caballete con un lienzo en el que con colores vivos y brillantes se recoge la belleza de la puesta de sol. Los demás comprenden y aprecian la belleza de la puesta de sol. Los demás comprenden y aprecian su cuadro. A continuación Beethoven, el músico, saca su grabadora, introduce una cinta y pide a sus amigos que cierren los ojos. Suena la música de la Sinfonía Pastoral, para delicia de todos. Finalmente David, el poeta, reparte copias y comienza él mismo a cantar el Salmo 19, un himno de alabanza que ha compuesto inspirado por la escena: "Lo cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos".

Supongamos ahora que preguntamos cuál es la mejor descripción de la escena del crepúsculo. La respuesta dependerá del propósito del que haga la pregunta. Si lo que pretendemos es ir a la luna o lanzar un satélite, las fórmulas de Einstein serán sin duda lo más útil. Pero muchos preferirían colgar de la pared del salón el cuadro de Gauguin. Y después de un día ajetreado optarían por relajarse escuchando la música de Beethoven. Finalmente, si lo que se desea es expresar nuestra apreciación y alabanza al Creador, habremos de elegir el salmo de David.

En un modelo de "visiones parciales", las descripciones bíblica y científica son complementarias -diferentes clases de mapas del mismo territorio. Sus límites no son fronteras territoriales , señaladas por signos de "Prohibida la entrada" con los que teólogos y científicos pretenden proteger su propia parcela. Se trata más bien de limitaciones inherentes a cada método, impuestas por sus propósitos respectivos y por las diferentes clases de lenguaje que emplean: números, colores, melodías o palabras. Y resulta fútil cualquier intento de conjugarlos en un único marco.

Galileo empleaba la metáfora de "los dos libros de Dios", naturaleza y Escritura, que desempeñaban un papel en su pensamiento, tanto científico como teológico. "La Santa Biblia y los fenómenos de la naturaleza proceden por igual de la Palabra Divina...se conoce a Dios a través de sus obras en la naturaleza y por la doctrina revelada en su Palabra". El científico afirmaba que "las dos verdades nunca pueden contradecirse una a otra", ya que están expresadas en lenguajes diferentes para propósitos diferentes. ¿Qué sentido , pues, puede tener utilizar la Biblia para apoyar una teoría científica frente a otras? El propio Galileo citaba a menudo el dicho de que "la Biblia nos dice cómo desplazarnos al cielo, pero no cómo los cielos se desplazan".

Ciencia y teología

Aunque se ocupa de datos muy diferentes , la teología tiene una metodología similar a la de la ciencia. Emplea principios de interpretación literaria para desarrollar doctrinas que explican la enseñanza bíblica. La información que la Biblia proporciona acerca de los acontecimientos naturales tiene dos características.

En primer lugar, el lenguaje es popular más que técnico; es el vocabulario cotidiano de la gente corriente. Los escritores describen los sucesos tal como los percibe el hombre de la calle. Por ejemplo, vemos claramente que el sol sale por el este, viaja a través del cielo y se pone por el oeste. Juan Calvino comentó a este propósito que "el Espíritu Santo no tiene ninguna intención de enseñarnos astronomía... A través de Moisés y los demás profetas se valió del lenguaje popular." Cuando no escribía sobre astronomía, ni el propio Einstein se sentía incómodo al decir que había visto "salir" el sol. En segundo lugar, el lenguaje es no-teórico. Los escritores bíblicos no efectúan esfuerzo alguno para explicar la causa eficiente de Aristóteles, el cómo de los acontecimientos naturales. Les preocupa más bien el tema del plan y el propósito del universo, el quién y por qué de la creación. A diferencia de los griegos, los judíos no cultivaban la "filosofía natural".

Esas dos características constituyen uno de los puntos fuertes del mensaje bíblico. En primer lugar, y debido a que el lenguaje es asequible, la Biblia puede ser comprendida en todo tiempo y lugar, independientemente del grado de sofisticación científica de una cultura cualquiera. Aunque poseyeran cosmologías diferentes, tanto Moisés como Einstein podrían haber quedado para ir a pescar juntos si los dos se hubieran puesto de acuerdo en encontrarse "a la salida del sol". En segundo lugar, y en contraste con las explicaciones científicas, sujetas a constante revisión o incluso rechazo, la descripción que nos ofrece la Biblia del mundo natural nunca pierde vigencia.

Lejos de ser antagónicas, pues, ambas perspectivas, la científica y la teológica, se complementan mutuamente. La Biblia revela a un Dios consistente en su carácter y con una actividad creativa ordenada. La convicción de que el universo es consistente y predecible es esencial para la actividad científica. La ciencia moderna se desarrolló en el seno de una sociedad cuya filosofía predominante era el teísmo cristiano. La teología cristiana proporcionó el terreno y el clima adecuados para nutrir el crecimiento científico.

 

Creación

"En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (Gén. 1:1). Así empieza el libro del Génesis y la Biblia. Dios no sólo es el tema de la primera frase, sino el protagonista principal de toda la narrativa. En Génesis 1 se menciona treinta y cuatro veces al Creador. La economía del lenguaje en Génesis 1 es notable. Se nos presenta una narrativa de hechos pasados, un relato de la palabra y la acción creadora de Dios. El texto no posee los rasgos distintivos de una parábola. El empleo de lenguaje figurativo se limita mayormente a metáforas que representan a Dios como si fuera humano - hablando, trabajando y descansando. Tal lenguaje es necesario para describir a un Espíritu infinito en términos comprensibles.

Nuestra interpretación de un pasaje bíblico debería por la estructura del mismo. A los narradores se les concede la libertad de contar una historia a su manera, incluyendo el propósito y desarrollo de la misma. Debemos resistir nuestra tendencia a encontrar respuestas a preguntas que el autor no plantea. Nuestra mentalidad científica se pregunta por el cómo y el cuándo ; los escritores bíblicos, como hemos visto, se preocupan por quién y el por qué. De modo que no deberíamos dar por sentado que la intención del autor sea la de relatar todos los acontecimientos en estricto orden cronológico.

Génesis 1:1-2:4 es una de las más notables creaciones literarias jamás escritas - aunque no consiga satisfacer la curiosidad científica del lector del siglo XX por saber cómo se originaron el universo y la vida. Las casi dos mil palabras de que consta el pasaje constituyen una afirmación radical y sin concesiones del monoteísmo frente a las falsas religiones (panteísmo, politeísmo, idolatría y animismo), las falsas filosofías (naturalismo, deísmo, materialismo, dualismo ético) y la superstición (astrología).

En cierta ocasión, durante un retiro de fin de semana, un estudiante me preguntó qué impacto tendría sobre mi fe el que un científico consiguiera crear vida en un tubo de ensayo. Le contesté que tal hecho, conseguido por medio de investigaciones laboriosas por personas de mente brillante y con ayuda de tecnología sofisticada, me impulsaría a alabar a Dios por los maravillosos talentos que ha concedido a la humanidad. Por otra parte, continué, mi fe posiblemente se debilitase si la noticia del periódico dijera: "Ayer el profesor Jones consiguió crear un organismo viviente en su laboratorio simplemente a base de declarar: Sea la vida".

 

Evolución

Consideremos ahora diferentes formas en que se emplea el término evolución. Necesitamos distinguir tres significados de la palabra: microevolución, macroevolución y un concepto filosófico que sería más adecuado denominar evolucionismo.

El biólogo G.A. Kerkut define la teoría especial de la evolución (microevolución) proponiendo que "puede observarse a lo largo del tiempo que muchos animales sufren cambios que dan lugar a la formación de nuevas especies. En ciertos casos es posible observar experimentalmente este tipo de evolución. En este sentido es posible calificar a la evolución de hecho. La bibliografía científica actual atestigua que la mayoría de biólogos dirigen su atención a este tipo de evolución, la microevolución.

La teoría general de la evolución (macroevolución) es definida por Kerkut como la que propone que "todas las formas vivientes de este mundo han surgido de un único origen, que a su vez procedía de una forma inorgánica". Esta es la evolución clásica que se enseña en los libros de texto y en los cursos de zoología. La cantidad de tiempo y espacio que se requiere para que se produzca la macroevaluación excluye la posibilidad de reproducirla por experimentos de laboratorio o incluso de observar el proceso completo en la naturaleza. La evidencia se obtiene de diversas áreas científicas, tales como la anatomía y fisiología comparadas, la embriología, la bioquímica y el registro fósil. Sobre la base de tales evidencias la mayoría de científicos consideran a la macroevaluación como científicamente plausible, aunque descansa mayormente en suposiciones y analogías. Una generalización científica tan amplia como la macroevaluación es de esperar que contenga huecos y extrapolaciones. Cuando no se efectúa la debida distinción entre ambas teorías de la evolución se confunden a menudo los términos y se alimentan así contradicciones innecesarias.

Un tercer concepto, que podríamos llamar evolucionismo, no es en realidad una teoría científica sino más bien una filosofía evolucionista, un "cientificismo". Partiendo de la base de que la macroevolución biológica está perfectamente establecida como ley de la naturaleza, los adeptos al evolucionismo extrapolan dicho concepto a las esferas de la historia y la filosofía, de la ética y de la religión. La vida entera se contempla como un gran desarrollo desde formas inferiores a formas superiores, que conduce a una mejora continua e inexorable de la humanidad. Para algunos, el evolucionismo se ha convertido en una pseudoreligión, un sistema de fe que compite con el cristianismo para conseguir la adhesión de la gente.

Un ejemplo de lo que significa promover una filosofía en nombre de la ciencia es el programa de televisión "Cosmos", de Carl Sagan. En el marco de una excelente presentación científica, Sagan declara: "El universo es lo único que hay, que ha habido y que habrá jamás". Y como Sagan no dice que tal afirmación es un artículo de su fe, el espectador tiende a aceptarla como evidencia científica.

Si se reconocen esos tres significados de la evolución es posible ver que cada uno de ellos debe aceptarse o rechazarse por sus propios méritos: la evolución especial se basa en evidencia empírica, la evolución general es una teoría más global y el evolucionismo es una concepción filosófica de la vida. Algunos científicos están de acuerdo con la primera acepción del término pero no con las otras dos. Otros, incluyendo a muchos cristianos que admiten la creación bíblica, aceptan ambas teorías científicas pero no el evolucionismo como filosofía.

Vemos pues que no se trata simplemente de elegir entre creación o evolución, como si se tratara de términos mutuamente excluyentes. Muchos científicos buscan en la revelación bíblica el quién y el por qué de la creación, y a la vez recurren a la ciencia para tratar de encontrar el cómo.

Volviendo a Galileo, hay un punto en que él sería hoy inflexible: no se debe decidir sobre la validez de la macroevolución empleando argumentos teológicos. No hay que decir que, puesto que la creación es teológicamente verdadera, la evolución es por lo tanto científicamente falsa. Y tampoco es aceptable que un científico mantenga que, puesto que la evolución es verdad, la creación bíblica es falsa. Tales afirmaciones suponen dar marcha atrás en la revolución científica de la cual Galileo fue pionero.

 

¿Teoría o verdad científica establecida?

El problema no reside primordialmente en la enseñanza de la macroevolución como teoría científica, con sus puntos fuertes y también sus debilidades. El problema se da cuando la teoría se presenta como algo sólidamente establecido, con una confianza superior a la evidencia existente. Hay actualmente muchos científicos que afirman que es imposible concebir la macroevolución como simplemente el resultado de extrapolar los mecanismos microevolutivos. La macroevolución se halla, como teoría científica , a gran distancia de la exactitud matemática de, por ejemplo, la ley de la gravitación universal. Y no olvidemos que incluso las mejores descripciones mecanísticas que puedan proponerse son susceptibles de futura modificación. La ciencia está siempre en marcha pero nunca llega a la verdad en un sentido absoluto.

Además existe un problema serio en el hecho de que la filosofía evolucionista subyace en gran parte de la enseñanza actual . Algunos libros de texto ponen una "E" mayúscula para hablar de las metas que ha alcanzado la Evolución. Sobre esta base, el relato del Génesis de la creación puede ser "descartado" como increíble. Este tipo de enseñanza va más allá de la ciencia, y a la larga en detrimento de la misma.

 

Tomado de: En el principio...

© G.B.U. Barcelona. 1992

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