Vicarios Apostólicos
 

Constituyeron una institución canónica prevalentemente misional. Era la Jerarquía propia de Propaganda Fide en sus territorios de misión. Eran verdaderos obispos, con consagración episcopal, pero titulares, no residenciales,: como lo eran los de los Patronatos. El nombramiento de obispos se complicaba cuando existían derechos de Patronato, y para obviar esas dificultades patronales, Propaganda Fide ideó esta institución canónica para sus territorios de misión. Al no tratarse de obispos residenciales, no podía el Patronato alegar sus derechos de previa presentación. Y esta institución, que surgió en la mitad del s. XVII como una solución de emergencia, se hizo en adelante común, hasta confundirse casi con la Jerarquía propia de los territorios de misión. Hoy está en decadencia, pues por todas partes, los V. A. van siendo sustituidos por verdaderos obispos residenciales, e diócesis jerárquicamente constituidas.
La institución de los V. A. había de crear serias dificultades y controversias, por los diversos conflictos jurisdiccionales, con las autoridades del Patronato portugués. Antes de la creación de los V. A. para el Oriente ya había habido algunos Vicarios en Europa, en Holanda sobre todo, por idéntica razón de no interferir con el Patronato español, que tenía sus derechos de presentación a los obispados de aquellas regiones, ocupadas entonces por los Orangistas. Algo parecido puede decirse de Inglaterra, después del cisma anglicano. Por lo que se refiere a Misiones, en sus territorios de Propaganda, ya antes de que se institucionalizara la figura jurídica de los Vicarios, había sido nombrado uno para la India, en la persona de Mateo de Castro Mello, V. A. de Idalcán y Golconda, en los límites de los territorios del Patronato portugués. Su nombramiento es de 1637. La institución propiamente dicha y ya jerarquizada de los V. A. comienza ca. 1650 por gestiones iniciadas en Roma por el jesuita P. Alejandro Rhodes (v.), que proponía la consagración de varios obispos, dependientes tan sólo de Propaganda Fide, y no del Patronato portugués, para las misiones de Indochina, donde 61 había estado como misionero, con el fin de que pudieran ordenar sacerdotes nativos que sostuvieran la cristiandad, amenazada de desaparición por las persecuciones contra los cristianos y la expulsión de misioneros extranjeros. Todo ello lo exponía en un largo memorial a Propaganda Fide. Los cardenales examinaron el plan y lo aprobaron, y el 16 ag. 1651 lo presentaban al Sumo Pontífice. Era un plan demasiado ambicioso, pues preveía la creación de un Patriarcado, dos o tres arzobispados y 12 obispados sufragáneos. Poco después los planes quedaban reducidos a tres obispados. Más aún, el 6 mayo 1952 Rhodes hablaba tan sólo de un obispado, en memorial presentado a Inocencio X. El Papa ofreció este cargo al propia Rhodes, que lo declinó. Entonces el Papa le confió la búsqueda de algunos sacerdotes que fueran aptos y dignos de recibir la consagración episcopal. Rhodes pasó a Francia, y se puso al habla con la Congregación de Les Bons Amis, de París, que dirigía el jesuita P. Bagot. Quedaron designados tres: Francisco Pallu, Francisco Montigny de Laval y Bernardo Piques. Era ya el año 1653. Se esperaban tan sólo las Bulas para proceder a su consagración, cuando el P. Rhodes fue llamado por el General a Roma y destinado a una nueva misión en Persia, donde moriría unos años después. El P. Rhodes desapareció, pero en París quedaba la semilla de lo que había de ser el Seminario para Misiones Extranjeras y de la institución de los Vicarios Apostólicos.
¿Cuál fue la razón del nuevo destino del P. Rhodes y de la tardanza en la consagración de los nuevos obispos? Sencillamente que Portugal había tenido conocimiento de estos asuntos, llevados hasta entonces con relativo secreto, y oponía sus derechos de Patronato para el nombramiento de los obispos. Este contratiempo retardaría aún varios años el nombramiento de Vicarios Apostólicos. Un viaje a Roma de Francisco Pallu en 1658 lo activó nuevamente, y orilladas las principales dificultades, y con fecha 8 de junio, firmaba el Papa los nombramientos, nombrando por el momento dos obispos, no residenciales, sino de los que se llamaban in partibus infidelium, en las personas de Francisco Pallu y Lambert de La Motte, con los títulos respectivamente de Heliópolis y de Beryto. Se había dado el paso decisivo en la institución de los Vicarios Apostólicos. Éstos se encargarían, no en nombre propio, como los obispos residenciales, sino en nombre del Papa, como sus Vicarios, de las Iglesias de Cochinchina y del Tonkín, en Indochina. Portugal no tenía derecho a protestar oponiendo sus derechos de Patronato, pues no se trataba propiamente de obispos, esto es, residenciales, aun cuando los V. A. tuvieran la consagración episcopal. A los dos primeros V. A. de Indochina, más Montigny de Laval, que marchó destinado con el mismo cargo al Canadá, se añadía para el Oriente un tercero, Ignacio Cotolendy, quien moriría en el camino, antes de llegar al territorio de misión que se le había asignado. Pallu figuraba como V. A. de Tonkín, y Administrador Apostólico de las provincias chinas de Yunnan, Kweichow, Szechwan, Hukwan (Hupe y Hunan), Kwangsi y de Laos; Cotolendy, como V. A. de Nankin (China) y Administrador Apostólico de Pekín, Shensi, Shantung, Corea y la Tartaria, y Lambert de La Motte, como V. A. de Cochinchina y Administrador Apostólico de Chekiang, Fukien, Kiangsi, Kwangtung y. de la isla de Hainan. Como necesario punto de apoyo comenzaba a perfilarse el futuro Seminario de Misiones Extranjeras de París, que tantos sacerdotes habría de enviar en los años y siglos sucesivos a las misiones asiáticas de Propaganda Fide. La institución de los V. A., a pesar de su significado canónico, originó, de hecho, frecuentes conflictos de jurisdicción con las autoridades del Patronato portugués, con detrimento de la buena marcha de las Misiones, pues vino a originarse una división entre misioneros «propagandistas» y «patronalistas». Los conflictos comenzaron apenas llegados los Vicarios a sus territorios de misión, después de 1651, y siguieron a lo largo de los dos siglos sucesivos.
La figura canónica del V. A. puede definirse como la de un Prelado nombrado por la Santa Sede para ejercer la jurisdicción ordinaria, episcopal, en nombre del Sumo Pontífice, en un territorio canónicamente erigido en Vicariato Apostólico. Es prelado en sentido estricta, según el canon 110, provisto de jurisdicción ordinaria, aunque vicaria, y al que se asigna una sede no residencial, sino titular, sobre la que, de hecho, no habrá de ejercer jurisdicción alguna. El V. A. es nombrado directamente por la Santa Sede sin previa presentación y ejerce su jurisdicción ordinaria en el sentido del Derecho Canónico, en nombre del Sumo Pontífice, quien, de hecho, venía a ser el Obispo propio del territorio misional que gobernaba por medio de un Vicario. Como se ha dicho antes, esta figura jurídica de los V. A. va desapareciendo poco a poco.
V. t.: MISIONES.


Á. SANTOS HERNÁNDEZ.
 

BIBL.: Á. SANTOS, Bibliografía misional, I, 498-505 (con abundante bibl.).
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991