Verdad. Sagrada Escritura.
 

La S. E. no es ajena a la presencia de la v. en el existir humano. Pero la v. recibe en ella matices muy particulares. Porque la realidad que en ella subyace es Dios, su esencia y sus planes de salvación. Por eso la Biblia nos habla ante todo de la v. de Dios.

1. Nociones etimológicas. La palabra hebrea usada en la S. E. para designar la v. es ‘emeth. En el A.T. aparece hasta 126 veces. Su radical es ’aman, cuyo significado primero es «sostener algo firmemente para que no caiga» (Zorell). Las formas verbales más usadas son nifal e hifil. En nifal significa ser sostenido con seguridad y, por lo mismo, estar firme. Su participio ne’eman tiene el sentido de fijo, permanente, estable, fiel. Se aplica a Dios (Dt 7,9), a los hombres (1 Sam 2,35; 22,14), a situaciones (Dt 28,59), a objetos (casa=dinastía: 1 Sam 2,39; 25,28; 2 Sam 7,16...). En la forma hifil adquiere el sentido de creer, confiar, apoyarse en algo firme y seguro.
Entre los sinónimos que acompañan o sustituyen a ‘emeth, el principal es 'emunah (fidelidad), de su misma radical y parecido significado. Se usa con el mismo sentido y las mismas construcciones que ‘emeth (cfr. 2 Reg 12,16; 22,7; Is 59,4; Ier 5,3; 9,2 como opuesto a ceder, mentira). Otros conceptos afines son los de perfección: salám, paz (2 Reg 20,3.19; Is 39,8; Zach 8,19), tamim, perfecto (los 24,14; Idc 9,16.19), y los de rectitud: sedaqah, justicia (Is 48,1; cfr. Ps 45,5), mišpat, juicio (Ps 111,7; Zach 8,16), yasar, recto (Ps 111,8). Según la etimología, pues, la noción hebrea de v. subraya sus notas existenciales, poniendo de relieve que quien la posee adquiere una sensación de seguridad porque el fundamento en el que se apoya es permanente, estable, inconmovible.
Distintos son los aspectos que subraya el vocablo griego aletheia. Pues verdadero es a-lethes (lo que no está oculto, lo que no es secreto). El valor negativo lo aporta el alfa privativa a la raíz lath (ocultar). Verdad es, pues, lo que puede verse y entenderse, lo que existe y puede demostrarse. Para el historiador es el suceso comprobable, para el filósofo es lo que existe y no está oculto. Los sinónimos más importantes son saphes (claro) y to on (lo que es). Sus opuestos, pseudos (mentira) y doxa (opinión). Bajo otros aspectos, verdadero se usa con sentido de orthós (recto) y pistós (fiel). La versión griega del A. T. traduce ‘emeth por aletheia (87 veces). Pero conscientes los traductores de que aletheia no agota las posibilidades de la raíz hebrea, recurren a otros términos griegos, como dikaiosyne (justicia) y pistis (fe o fidelidad). De donde concluimos que en la v. hebrea hay mucho contenido de estas dos nociones, que indudablemente están relacionadas con la idea de verdad.
En el N. T. aparece la v. con un variado catálogo de sinónimos: gracia (lo 1,14.17), prudencia o sensatez (Act 26,25), conocimiento (Rom 2,20), sinceridad (1 Cor 5,8), fe (pistis: 1 Tim 2,7; cfr. 4,3), obra o realidad (ergon: 1 Io 3,18). Sus opuestos son el error (plane: 1 Io 4,6), el engaño (pseudos: Rom 1,25; 1 Io 2,21), la insensatez (2 Cor 12,6).
Por la etimología y el uso de ‘emeth y aletheia llegamos, pues, a una noción de v. en la que predominan dos direcciones estabilidad-fidelidad y honradez-veracidad.

2. Antiguo Testamento. La v. adquiere en los libros del A. T. una variedad grande de matices. Vamos a resumirlos en dos grandes campos: en el plano profano y en el religioso.
a) Uso profano. Dos son los sentidos fundamentales: v. o realidad, y veracidad. 1) Realidad. V. es la cualidad por la que algo es en el orden físico lo que debe ser. Es decir, la fidelidad de una cosa consigo misma. De ahí sus conceptos afines de autenticidad, certeza, seguridad. Si se trata de palabras, deben coincidir con la realidad de las cosas expresadas. Así José prueba a sus hermanos para ver si lo que le cuentan responde a la realidad (Gen 42,16). Y si una palabra lleva como determinativo a 'émeth es como si llevara el sello que garantiza su autenticidad. Así es el camino que lleva al éxito (Gen 24,48), el salario seguro (Prv 11,18), las palabras o promesas que se cumplen (Dt 13,15; 17,4; 22, 20; 2 Sam 7,28; 1 Reg 10,6; 2 Par 9,5; etc.), la paz basada en hechos razonables (Ier 14,13), los hombres de que Moisés ha de servirse para el gobierno del pueblo (Ex 18,21).
2) Veracidad es la expresión subjetiva de la verdad. Por ello ‘emeth es un término que en los textos jurídicos significa veracidad o sinceridad. Así se desprende de los textos del Dt antes citados y de la expresión «testigo de verdad» (Prv 14,25; Ier 42,5; 43,9...), que es opuesto a «testigo de mentira» o testigo falso (Dt 19,18; Ps 27,12; Prv 6,19; 12,17; 14,5; 19,5.9...), al testigo violento (Dt 19,16; Ps 35,11). Por lo mismo la fórmula be‘emeth tiene el sentido básico de «en verdad», sinceramente, sin engaño (los 24,14; Idc 9,15.16.19; 1 Sam 12,24; 1 Reg 2,4; 3,6; etc.). Y Rahab pedía a los espías israelitas que le dieran una señal de e, como prueba de que sus promesas de liberación se cumplirían (los 2,12). De ahí la construcción «hacer verdad» en el sentido de conducta recta (Gen 24,49; 47,29; Ez 18,9; Neh 9,33; 2 Par 31,20; etc.). Por eso el que está en la v. no puede ni debe cambiar (Prv 12,19).
b) Uso religioso. En el uso religioso es donde la v. bíblica adquiere toda su maravillosa trascendencia. Y concretamente en el contexto de la Alianza (v.). Pues «verdad en la Biblia es ante todo la fidelidad a la Alianza» (1. de la Potterie). Pero los pactantes de la gran Alianza, que es el A. T., son Dios y el hombre. Y de Dios y del hombre se predicará el atributo de la verdad. De Dios como realidad, del hombre como exigencia.
1) La verdad de Dios. Un texto que puede servirnos de base para explicar la v. o fidelidad a Dios es Dt 7,9: «Conocerás que Yahwéh, tu Dios, es Dios, el Dios fiel que guarda la alianza y la misericordia». Dios es fiel (ne'eman), firme e inconmovible en sus promesas (cfr. Is 49,7; Ier 42,5; Os 12,1; Ps 145,13). Por eso es la Roca de refugio y salvación. Basten, como ejemplo, las referencias del cántico de Moisés (Dt 32,4.18.30.31.37) y la solemne afirmación de Isaías 26,4: «Confiad siempre en Yahwéh, pues, Yawéh es la Roca eterna».
La v. o fidelidad de Dios es tan característica que puede muy bien ser por ella definido. Frente a la mentira de los ídolos, que ni son, ni pueden prometer ni cumplir, Dios es «el Dios de la verdad», «el Dios de la fidelidad» (Dt 32,4; Ier 10,10; Ps 31,6). Es el Dios verdadero y veraz. Dios vivo que habla a su pueblo con unas palabras que llevan el sello de su v., de esa v. cuyas excelencias cantan los salmos (Ps 36,6; 40,12; 57,11; 145,13; etc.), y a la que constantemente aluden los escritores bíblicos (cfr. Is 38,18 s.; Ps 25,5; 26,3; 71,22; 86,11; etc.). Y porque Dios es rico en verdad (Ex 34,6; Ps 86,15), la v. califica todas sus actividades. Pues las obras de Dios son v., están hechas con una absoluta honradez (Ps 111,7; 145,13; Neh 9,33). Verdad son sus juicios (Ps 19,10) y sus palabras (2 Sam 7,28; 1 Reg 17,24). Verdad, sus caminos (Ps 25,10; Tob 3,2). Y, sobre todo, v. y camino hacia la v. es la ley de Dios. El que camina (=vive) según sus mandamientos llega a las cimas de la salvación (Ps 19,18; 119,142.151.160; cfr. Ps 119,86.138). Con razón puede afirmar el cantor de la ley que «la corona de tus palabras es la verdad y tus justas sentencias permanecen para siempre» (Ps 119,160).
La asociación de la v. (eh) con la misericordia (hesed) tiene gran trascendencia en la historia bíblica. Dios hace todo por un gesto gratuito de amor y benevolencia (Dt 7,8). Pero Dios es Dios, eterno e inalterable en sus planes de salvación. Y la historia responderá a la voz de Dios con la misma obediencia que los seres en la creación. Y a pesar de todos los impedimentos, al final se impondrán la misericordia y la verdad. Pues son como los heraldos de la presencia de Dios y el motivo radical de su actividad salvadora (Ps 115,1). A ellas recurren los piadosos del A. T. (2 Sam 2,6; Ps 40,12; 138,2; Prv 14,22; 16,6), conscientes de que alcanzarán del Señor el fruto sabroso de esa v. divina que «permanece para siempre» (Ps 117,2).
También para los rabinos la esencia de Dios era la e, de modo que Dios era por definición «Dios de la verdad». La v., decían, es «el espejo de Dios». Como curiosidad, anotemos que algunos interpretaban e como el conjunto de las iniciales de las tres palabras: Dios, rey, eternamente (cfr. Strack-Bill. 11,262.431).
2) La verdad de los hombres. El hombre piadoso del A. T. basa toda su conducta moral en la verdad. La v., como honradez y sinceridad, adquiere una coloración religiosa. Y en la noción básica de «hombre de verdad» va incluida la postura de temor de Dios (Ex 18,21; Neh 7,2). Así como el «camino de la verdad» es el cumplimiento de la voluntad divina (Ps 119,30.43; Bar 4,13; Sap 5,6). Y una vida «en» o «según» la v. es algo que Dios quiere y exige de sus fieles, porque es lo mismo que vivir en la realidad de sus planes salvíficos (Ps 51,8; Prv 3,3; Mal 2,6; Dan 8,12). En este sentido, vivir según la v. es practicar la justicia en sus distintos aspectos (cfr. Ez 18,8; Zach 7,9; Prv 20,28; 29,14). Las dos expresiones «hacer la verdad» y «caminar en la verdad» quedan así marcadas con una orientación religiosa (Is 38,3; Ps 26,3; 45,5; 86,11; etc.). Tanto más cuanto que a veces esa v. es la v. de Dios. Por la misma razón la v. debe iluminar todo el servicio de Dios (cfr. los 24,14; 1 Sam 12,14.24; Is 10,20; Tob 14,10). Se trata, pues, de una conducta moral que imita el comportamiento de Dios en su trato con los hombres. La postura contraria está calificada como mentira e impiedad, sobre todo en los libros sapienciales (Prv 11,18; 12,19; cfr. Dan 8,12; Ier 9,4; Mal 2,6; 2 Par 15,3). El Eclesiástico invita a luchar por la v., como condición para que Dios luche por nosotros (4,33; cfr. Prv 3,3). Y el salmista pide a Dios que le guíe por las sendas de la v. (Ps 25,5; 86,11; cfr. Eccli 37,19).
Dios es, pues, la verdad. Los ídolos son vanidad y mentira. El hombre que quiere acertar en la orientación de su vida debe imitar la conducta de Dios y vivir de forma que merezca la aprobación de los juicios divinos. Así la v. será el destino del hombre (Eccli 17,20).

3. Nuevo Testamento. El uso abundante del término y de la noción de v. en el N. T. nos da una idea de su excepcional trascendencia. Los escritos de S. Juan (37 veces) y de S. Pablo (44 veces) acaparan la mayor parte de las citas. En ellas observamos una marcada influencia del A. T., por una parte, y del ambiente griego, por otra.
a) Un sentido evidente es el de sinceridad. Abunda sobre todo en los Sinópticos y está expresado con la fórmula ep'aletheias (en verdad), usada en los papiros con el mismo sentido (cfr. Mt 22,16; Mc 12,14.32; Lc 4,25). Va acompañada de los verbos «enseñar», «decir», «ser». El significado es el de una enseñanza sin engaños ni errores. Así son las palabras de S. Pablo a Festo «palabras de verdad y sensatez» (Act 26,25), no delirios de loco (cfr. Eph 4,25). Concepto similar es el de fidelidad (Rom 3,3-7). Pues el que promete con v. es fiel en el cumplimiento de sus promesas.
b) También recoge el N. T. la v. en el sentido, .muy subrayado por los vocablos griegos, de lo que existe en la realidad, de lo que aparece claramente. Así S. Pablo habla del pecado de los que deforman la v. de Dios (Rom 1,18). En cambio, Dios obra y juzga siempre según la v. (Rom 2,2; cfr. 1 lo 3,18). Y reconocer o aceptar algo en alethetia o ep'aletheias es estar de acuerdo con la realidad objetiva de las cosas (Act 4,27; 10,34; Col 1,6). S. Pablo puede justificarse asegurando que dice V. (Rom 9,1) y la hemorroísa descubierta declarar «toda la verdad» (Mc 5,33).
c) La v. en el N. T., de acuerdo con la ‘emeth del A. T., designa también la norma concreta de la voluntad de Dios, la «norma de la verdad» (Rom 2,20), según la cual Dios juzgará a los hombres y castigará sus rebeldías (Rom 2,8). En este sentido se establece la oposición con injusticia (Rom 1,18; 2,8; 1 Cor 13,6) y la conexión con justicia (Eph 4,24; 5,9; 6,14; Iac 3,14; 5,19). A la luz de este significado debemos explicar las fórmulas «hacer verdad» (lo 3,21; 1 lo 1,6) y «caminar en la verdad» (2 Io 4; 3 Io 3 s.).
d) El significado de mayor amplitud y trascendencia es el de v. en sentido de doctrina cristiana (cfr. 1 Tim 2,4). Dar testimonio de la v. es la misión del Bautista (lo 5,33) y de Cristo (lo 18,37). Aceptarla y reconocerla es hacerse cristiano. Éste es el sentido de la epígnosis alétheias (1 Tim 2,4; 2 Tim 2,25; Tit 1,1; Heb 10,26). Así, como en el contexto de 2 Thes 2,10-12 la v. es la revelación cristiana contra la que lucha el anticristo con sus engaños e injusticias. De ahí que se generalicen las denominaciones «verdad de Dios» (Rom 1,18.25; 3,7; 15,8), «verdad de Cristo» (2 Cor 11,8), «verdad del Evangelio» (Gal 2,5.14; Col 1,5), «palabra de verdad» (cfr. 2 Cor 6,7; Eph 1,13; Col 1,5 ... ). V. es ahora el Evangelio y su predicación, como para Daniel lo era la fe judía (Dan 8,12). Así destacan los Apóstoles el contraste entre el Evangelio y las doctrinas falsas. En las Epístolas Pastorales es constante la preocupación del Apóstol por defender la «doctrina sana» contra las fábulas de los falsos doctores (1 Tim 1,10; 6,5; 2 Tim 2,18; 3,8; etc.). Y por lo mismo, la adhesión al Evangelio es «obediencia a la verdad» (1 Pet 1,22), y la rebeldía, una desobediencia reprensible (Rom 2,8; Gal 5,7; 2 Thes 2,12).
La aceptación teórica lleva consigo un compromiso moral. Pues v. es también, sobre todo en S. Juan, una forma de vida. Es preciso estar en la v. (lo 8,44), que la v. esté en nosotros (1 lo 1,8; 2,4) y que seamos de la v. (lo 18,37; 1 lo 2,21; 3,19). Debemos «hacer verdad» (lo 3,21; 1 lo 1,6), «caminar en la verdad» (2 lo 4; 3 lo 3 s.), «dar testimonio de la verdad» (3 lo 3) y ser sus cooperadores (3 lo 8). Si tenemos en cuenta que para S. Juan, Cristo no sólo habla de la v. y está. lleno de v. (lo 1,14), sino que es la Verdad (lo 14,6; 17,17), y si recordamos que la v. es Cristo en los misterios de su vida, muerte y resurrección (1 Cor 1,23; 2 Cor 1,19; 4,5; etc.), comprenderemos el alcance de las expresiones de S. Juan.
Cristo, pues, es la Verdad. Su Evangelio de salvación es la v. que sale al paso de la debilidad humana. Aceptar a Cristo y su Evangelio, llevar sus doctrinas a la práctica fiel de una vida consagrada es aceptar la v. que salva, dar de ella testimonio, ser cooperador con la Verdad.


G. DEL CERRO CALDERÓN.
 

BIBL.: M. ZERWICK, Veritatem (acere «Verbum Dei» 18 (1938) 338-341; 373-377; F. ASENSIO, Misericordia et veritas: el hese y 'emeth divinos, Roma 1949; I. DE LA POTTERIE, De sensu vocis ‘emeth in V.T., «Verbum Dei» 27 (1949) 336-354; 28 (1950) 29-42; J. GUILLET, Themes Bibliques, París 1954, cap. II-III; E. BRUNNER, La verdad como encuentro, Estela 1967.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991