Urraca de Castilla y León

Hija de Alfonso VI de Castilla y de Constanza de Borgoña, nació hacia. 1080. Casó, siendo muy joven, probablemente en 1087, con Raimundo de Borgoña, que había llegado a España a luchar contra los musulmanes. En 1090, era ya condesa de Galicia, pues Alfonso VI había cedido el condado de Galicia a Raimundo de Borgoña. De este matrimonio nació un único hijo, en 1105, Alfonso Raimúndez, que reinaría en Castilla y León con el nombre de Alfonso VII .Dos años después m. Raimundo de Borgoña en Grajal (León). U. continuó gobernando en Galicia.- Al morir Alfonso VI en 1109, sin heredero varón, pues su hijo Sancho había fallecido un año antes en la batalla de Uclés, recibía U. los reinos de Castilla y León. Alfonso VI había estipulado que U. ejerciera el gobierno de Galicia junto con su hijo Alfonso Raimúndez, y en caso de que U. contrajera nuevas nupcias, el condado pasaría a Alfonso. En el mismo año, U . casó con Alfonso I de Aragón y Navarra, llamado el Batallador.

Unión de Urraca y Alfonso I. Los dos esposos concertaron que en caso de que muriera antes Alfonso I U . gobernaría en Aragón y Navarra hasta tanto que pudiera hacerlo el posible hijo de ambos, y de no existir éste, U. dispondría libremente de los reinos navarro y aragonés; por el contrario, si U. fallecía antes que su marido, éste heredaría León y Castilla, en caso de no tener hijos con U., y sólo a la muerte de Alfonso I Alfonso Raimúndez podría ocupar el trono castellano-leonés. Esta cláusula enfrentó ya desde un principio a Alfonso Raimúndez con su madre y su padrastro, pero tanto aquélla como éste también estaban divididos por incompatibilidad de caracteres y por cuestiones de gobierno. Alfonso I, autoritario y celoso de sus derechos, pretendía gobernar juntamente con la reina; a ella, voluble y ambiciosa, no le agradaba compartir el gobierno de sus reinos con su marido. El triángulo de intereses (la reina, el rey consorte y el hijo de U.) se complicó por intervención de nobles y burgueses; los primeros (casi en su totalidad) en favor de la reina, y los segundos junto a Alfonso I.

Se planteaba así una cuestión social de lucha de privilegios (los nobles) y de intento de acceso al poder de una incipiente burguesía, con conciencia de clase y de sus derechos, que en la alianza con el aragonés veía el único medio de poder medrar (pretendían una cierta autonomía) y de recortar en beneficio suyo el excesivo poder de la nobleza y del alto clero. En Galicia, contra el partido de Alfonso Raimúndez que dirigía su ayo Pedro Froilaz, conde de Traba, se formó una hermandad de nobles, partidarios de la reina (en parte por enemistad con el conde de Traba) ya los que terminó por unirse el entonces obispo (hasta 1120 no fue arzobispo) Diego Gelmírez , contrario en un principio a U. A raíz de este entendimiento definitivo entre la reina y el obispo, en 1117 (anteriormente las alianzas habían oscilado con diversas vicisitudes y por la intervención de Alfonso I en Galicia) hubo un levantamiento cruento de la burguesía compostelana, ahogado en sangre, y que terminó con la rendición de los revolucionarios, que durante un año habían conseguido el gobierno municipal de Santiago e hicieron pasar un mal trance a U., herida de una pedrada en la mandíbula y sus ropas rasgadas por una turba enfurecida.

El matrimonio de U. y Alfonso I, que había proyectado Alfonso VI, pudo ser un acierto, por cuanto significaba la unión de todos los reinos de la Península (Portugal era entonces un condado de jure, no reconocido como reino hasta 1143), unión que hubiera reportado un notable avance a la Reconquista, al permitir unir las fuerzas castellano-leonesas y navarro-aragonesas contra los musulmanes. Pero el matrimonio fue un desacierto en la prác. tica. En primer lugar, había una dificultad de principio por la consanguinidad de los esposos. Ambos eran bisnietos de Sancho III de Navarra. Por esta razón, el papa Pascual II anuló el matrimonio, pero los esposos no se separaron definitivamente hasta 1114. De esta efímera unión no nació ningún hijo, lo cual tuvo sus consecuencias para los reinos navarro y aragonés, pues al morir sin sucesor Alfonso I, Navarra y Aragón se separaron.

Disolución del matrimonio. Antes de 1114, U. y Alfonso I se habían enemistado y reconciliado varias veces. Los dos participaron unidos en la campaña de 1110 contra el conde de Traba en tierras de Galicia. Después se separaron con motivo de la excomunión pronunciada contra ellos en Sahagún por el arzobispo de Toledo, el cluniacense Bernardo de Salvetat, contrario al rey de Aragón. En esta ocasión, U. permitió que Alfonso Raimúndez fuera coronado rey de Galicia ( 1111 ). Posteriormente, por el pacto de Tambre, madre e hijo llegaron a un acuerdo sobre el gobierno de los Estados y decidieron una alianza por tres años. Alfonso I, que quería verse libre de la reina para actuar sin trabas en el reino castellano. leonés, la envió a Aragón, de donde huyó U., que se refugió en Burgos. En su ayuda, intervino el conde de Portugal, Enrique de Borgoña, casado con Teresa, hermanastra de u: La intervención de Enrique era interesada, pues pretendía la independencia de Portugal, pretensión en la que continuó desde su muerte (1114) su viuda Teresa, quien, aunque en 1115 reconoció la soberanía de U., después se enfrentó abiertamente a la reina de Castilla y León y fomentó las desavenencias entre ésta y su esposo.

Derrotadas las tropas portuguesas por las castellanas y hecha prisionera Teresa (1121), no le quedó más remedio que volver a reconocer la soberanía de u. En 1123, la reina de Castilla y León volvió a Galicia, acompañada del conde Pedro González de Lara, con intención de hacer valer sus derechos sobre los de su hijo y terminar con la resistencia del conde de Traba, a quien sitió en su castillo de Lobeira, sin conseguir su pretendido gobierno de Galicia. U. muere el 10 de mar. 1126 en Saldaña (Palencia), sucediéndole su hijo Alfonso VII en los reinos de Castilla y León. Sus intrigas, su ambición, su falta de flexibilidad, su deseo de mando, impidieron la unión de los reinos hispánicos, aunque también es justo reconocer que su marido Alfonso no la ayudó demasiado a que la unidad española fuera un hecho.

Balance del reinado. Durante su reinado, la Reconquista se detuvo, excepto en el condado independiente de Barcelona, por la actividad de su titular Ramón Berenguer III contra los almorávides. En Aragón, Alfonso I, ocupado por los problemas castellano-leoneses, también desatendió la Reconquista, que volvió a tomar nuevo impulso a partir de 1118, con la toma de Zaragoza. El aspecto más positivo del reinado de U. viene dado por una activación del comercio, a cargo, sobre todo, de judíos y francos, con ocasión de las peregrinaciones a Santiago .Desde un punto de vista social, son interesantes las asociaciones de los burgueses en comunas, sus luchas para emanciparse del poder señorial y sus pretensiones de autonomía judicial, económica y política. Los burgueses de Sahagún, en pugna con el señorío del abad del monasterio del mismo nombre, consiguieron eximirse de la prestación económica denominada mañería.

De la actitud personal de la reina en los conflictos de sus reinos, a juzgar por las fuentes, no obstante la contradicción de éstas y la parcialidad de sus autores, no cabe un juicio muy favorable. En cierto momento, llegó a instar al obispo Gelmírez a que violara el derecho de asilo en sagrado. Para conseguir sus fines, no le importaron los medios. Con su marido, de tendencias misóginas, austero, falto de tacto, más dado a los hechos de armas que a la diplomacia, tuvo que chocar forzosamente. u. se tituló reina de toda España (totius Hispaniae regina, según un documento de 1112) y Alfonso I se hacía llamar Emperador, continuando la tradición de su suegro Alfonso VI, y con el consentimiento de su esposa, que hasta su separación le reconocía "Alfonsus gratia Dei imperator de Leone et rex totius Hispaniae, maritus rneus". No obstante, una vez disuelto el matrimonio (1114), Alfonso I continuó titulándose "imperator... regnante in Castella et in Pampilona et Aragone, in Superarvi vel Ripacurcia". Hasta 1127, un año después de muerta U., Alfonso I no renunció al doble título de rey de Castilla y Emperador, así como a las poblaciones y fortalezas que ocupaba en Castilla (paces de Támara con Alfonso VII).

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991