SOCIEDAD. ORIGEN DE LA SOCIEDAD
1. Planteamiento del tema. Origen no sólo significa nacimiento, comienzo o
principio en el tiempo de algo, sino que indica o puede indicar también la causa
de ese nacimiento. El origen de la s. plantea, pues, tanto la cuestión de su
principio en el tiempo, cuándo y en qué circunstancias aparece, como la de dónde
se deriva o de quién es creación, lo que también comporta, en principio, una
respuesta al aspecto anterior. La primera cuestión se traduce en estos y otros
interrogantes similares: ¿Es anterior el hombre a la s., o, al contrario, la s.
al hombre? En el primer caso, ¿apareció con el hombre o ha habido algún tiempo
en el que aquél haya vivido aislado, solitario? Dentro de las formas sociales
esenciales, ¿es anterior la familia a la organización política, o al revés?Ya
desde muy antiguo se ha formulado el hombre estas preguntas y ha intentado
responder a ellas con diversas teorías de carácter especulativo que, dejando a
un lado las distintas explicaciones de carácter mítico y religioso, implican una
concepción sobre la naturaleza del hombre y sobre la causa de la s. y, por
tanto, al no ser propiamente científicas, constituyen más bien teorías sobre el
origen de la s. como causa. El problema del principio de la s. en el tiempo, en
cuanto se trata de una cuestión de hecho, empírica, que tuvo lugar anteriormente
a los tiempos históricos, cae dentro del campo de las ciencias que estudian los
orígenes del hombre y sus formas de vida primitivas, la Antropología (v.) y la
Etnología (v.), apoyadas en la Paleontología (v.); desde una perspectiva de
fondo, cae en el área de la Filosofía social, a la que corresponde el
conocimiento de las razones últimas de la sociedad.
La Etnología y la Antropología no suministran hasta ahora una respuesta
directa y categórica a los interrogantes señalados. Incluso parece muy difícil
que lleguen a dar una solución definitiva a los mismos. La enorme cantidad de
años pasados desde la aparición del hombre en la tierra y la ausencia de todo
dato histórico hacen que, según su situación presente, puedan únicamente
formular a lo sumo hipótesis más o menos probables e inferencias más o menos
lógicas derivadas del estudio de las s. que se consideran actualmente como
primitivas porque viven inmersas en un gran atraso cultural. Sin embargo, aunque
se esté lejos de la meta indicada, hechos admitidos hoy generalmente por los
científicos de estas disciplinas son la vida social del hombre, como constante
sin excepción conocida hasta ahora, y la prioridad de la familia (v.) como forma
social básica, según se deriva de los siguientes testimonios de especialistas en
la materia.
«El hombre, escribe F. Boaz (Antropología, Encyclopedia of the Social
Sciences, vol. 11,84), vive en todas partes gregariamente y un grupo social que
varía en tamaño forma una unidad firmemente coherente frente a los de fuera».
Asimismo, según J. Folliet (El hombre social. Ensayo de Antropología social, 7),
«por lejos que nos remontemos en el pasado histórico, lo encontramos (al hombre)
siempre viviendo en sociedad. Las investigaciones arqueológicas o folklóricas en
la protohistoria y en la prehistoria nos demuestran el mismo hecho». R. H. Lowie
(Historia de la Etnología, 305-6) afirma que «el que la promiscuidad no existe
hoy día en ninguna parte, y el que su existencia en el pasado es una hipótesis
no comprobada es el punto de vista de Radcliffe-Brown, Malinowski, Schmidt,
Thurnwald, Brenda Z. Seligman y todos los americanistas. Swanton, Schmidt,
RadcliffeBrown y Malinowski -para mencionar sólo algunos nombres- en forma
definitiva han sustituido la idea de la prioridad del clan, a la que se adhería
todavía Durkheim (v.), por el reconocimiento de la familia como unidad social
básica».
2. Teorías especulativas. A este respecto existen tres posiciones
fundamentales. La primera, partiendo de un estado natural asocial, concibe a la
s. como creación libre y voluntaria de los hombres. Al contrario, para la
segunda, la s. no es una creación libre del hombre, sino un organismo o
superorganismo resultado último y necesario de la evolución. En cambio, en la
tercera, la s. tiene su origen en el hombre como exigencia y derivación de su
naturaleza social, pero no de manera que excluya la intervención, en el hecho
social, de la razón y de la voluntad.
Aunque los antecedentes de la primera posición, representada por las
llamadas teorías del estado de naturaleza y del contrato social (v.), se
remontan a la filosofía griega, los más famosos representantes de esta
concepción son Hobbes (v.) y Rousseau (v.). Para ambos, el origen de la s. no se
deriva de una exigencia de la naturaleza del hombre -pues su estado natural es,
según Hobbes, una condición antisocial, de guerra de todos los hombres contra
todos, en la que la persona humana llevaba una vida solitaria, pobre, tosca,
embrutecida y breve, o, según Rousseau, una condición extrasocial, esencialmente
bárbara e insegura, en la que el hombre vivía libre, despreocupado y errante sin
necesidad de sus semejantes-, sino que es una consecuencia de su libre voluntad
mediante un pacto o contrato establecido con sus semejantes con el fin de
librarse de las miserias e inconvenientes del estado dé naturaleza.
En cuanto a la segunda posición, la s. como organismo resultado necesario
de la evolución, también se pueden ver rastros de ella en las culturas griega y
romana, especialmente en Lucrecio; sin embargo, sus principales representantes
son los componentes de la escuela sociológica evolucionista, entre los que
destaca Spencer (v.). Para este filósofo inglés, el origen de la s. como
superorganismo es el juego de las fuerzas ciegas de la evolución a la que está
sometida gradual y progresivamente toda la materia inorgánica y orgánica. Una
vez originada, la s. sigue sometida a la misma ley de la evolución que la hace
pasar de formas simples de organización a otras más complejas.
Tanto en una como en otra teoría se reconoce un fondo de verdad, en cuanto
la primera, la del contrato social, llama la atención sobre el papel necesario
de la razón y libertad del hombre en la aparición concreta de la s. y en la
realidad de la misma y en cuanto la organicista evolucionista insiste en el
enraizamiento del fenómeno social en la naturaleza del hombre, en su necesidad,
y enla ley de su progreso y desarrollo, aunque, sin embargo, su carácter
unilateral las hace inaceptables como explicación exclusiva y única del origen
de la s. y, si bien son opuestas, ambas dan lugar a una concepción positivista y
totalitaria de la vida social y del Estado. Pasemos, pues, a exponer la tercera
posición, que es la que mejor refleja la verdad de las cosas.
3. Carácter natural y voluntario del hecho social. Esta posición entronca
con los grandes pensadores griegos, y fue especialmente desarrollada por los
autores cristianos, tanto los Padres de la Iglesia como los escolásticos, como
parte de la doctrina sobre el Derecho natural (v.), y ha sido luego acogida por
las enseñanzas de la Doctrina social cristiana (v.). Esta teoría afirma que la
s. es una derivación y exigencia fundamental de la naturaleza humana, de manera
que el hombre tiende a la s. y no puede existir sin ella. De ahí que vida humana
y fenómeno social sean coextensivos, y no tenga sentido plantearse el problema
del origen histórico de la s. en general, ya que hay s. en cuanto hay hombres:
lo que puede, en cambio, investigarse es el origen de esta s. concreta, la
evolución de las formas sociales, etc. En efecto, siendo la s. natural, su
realización histórica pasa, como sucede con todo lo humano, a través de la
inteligencia y voluntad, de modo que la configuración social concreta depende de
ellas.
Analizando lo que en el hombre da origen a la s. tal vez la forma más
completa sea una empleada por Pío XII al declarar que «el hombre completo» es,
al mismo tiempo, «el origen y el fin de la vida social» (Discurso del 20 feb.
1946; en «Ecclesia» 242, 1946, 229).
Esta fórmula del hombre completo origen de la s. supone algunas
consecuencias importantes: 1) que el hombre es anterior a la s.; 2) que la s. es
una derivación de la persona humana en su totalidad; 3) que la vida social tiene
su origen en el hombre no sólo en su nacimiento, sino también en sus
realizaciones e instituciones; y 4) que el hombre tiende a la vida social por
razón de su propio ser personal. Por ello, afirmando la trascendencia del hombre
sobre la s. política, esta doctrina no se opone a la de la naturaleza social del
hombre, sino que coincide en sustancia con ella y viene a ser una nueva
expresión de la misma. La expresión «hombre completo» tiene la ventaja de
subrayar debidamente que la s. halla su origen en todo el hombre y, por tanto,
en toda su naturaleza, no sólo en el aspecto de debilidad e indigencia de la
misma, sino también en lo que hay en ella de plenitud y perfección. En este
sentido, esta fórmula supera a la que, sobre todo desde S. Tomás -aunque no se
redujera a ello su pensamiento-, había prevalecido en el pensamiento, y en la
que se destacaba demasiado unilateralmente que el hombre es un animal social
porque, debido a su debilidad natural, tiene necesidad ineludible de vivir en
sociedad. Este punto de vista, aunque indiscutible, no es el único en que se
puede basar la sociabilidad humana y, por otra parte, presenta a ésta desde un
punto de vista más bien individual y egoísta. En cierto modo en una
absolutización de esta idea se puede ver el germen de la teoría del contrato
social, aunque aquí se da un gran salto, pues se pasa a afirmar el carácter
individualista y egoísta del hecho social.
Conviene, pues, insistir en que la socialidad del hombre es un reflejo de
su vocación comunitaria, una consecuencia de la esencial unidad humana que le
lleva a vivir fraternalmente con sus semejantes comunicando y compartiendo con
ellos los dones y bienes que posee y, por tanto, algo que implica no sólo
conciencia de debilidad, sino un punto de vista altruista. El hombre es, pues,
social por naturaleza no sólo porque necesita absolutamente de los demás, sino
también porque está unido por vínculos naturales esenciales con todos los
hombres, forma con ellos una comunidad y entra dentro de su primera y principal
obligación el darse y entregarse a los demás, entrega de la que depende su
propia perfección (así, en el ámbito de la Doctrina social cristiana, lo afirma
el Cone. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 24).
En concordancia con esta doctrina, la familia (v.), derivación inmediata
de la naturaleza humana, es la «célula vital» de las demás formas sociales y del
Estado y, por tanto, anterior a ellas.
BIBL.: J. M. LLOVERÁ, Tratado de Sociología cristiana, 8 ed. Barcelona 1953; J. FOLLIET, El hombre social. Ensayo de antropología social, Andorra 1964; J. MESSNER, Ética social, política y económica a la luz del Derecho natural, Madrid 1967; R. H. LoWIE, Historia de la Etnología, México 1946; F. BoAs, Anthropologia, Encyclopedia of the Social Sciences, vol. II; L. VANNICELLI, Societá, en Enciclopedia Cattolica, vol. IX, Vaticano 1952; P. FoRESi, Teologia della Socialitá, Roma 1963; A. G. KROEBER, Antropología, México 1944; C'. ALONSO DEL REAL, Sociedad, prehistoria y protohistoria, México 1961.
R. SIERRA BRAVO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991