SOCIALIZACIÓN I. SOCIOLOGÍA GENERAL.
Se entiende por s. el proceso a cuyo través los nacidos en una sociedad (v.) se
convierten en miembros efectivos de la misma, desarrollando sus potencialidades
como seres sociales e incorporándose las formas y los contenidos propios de un
sistema cultural.
Aspectos. En tal proceso hay que distinguir tres aspectos: psicológico,
cultural y social. El aspecto psicológico se refiere al desarrollo de la
manifestación de las estructuras psíquicas del niño, a la par que tiene efecto
el proceso de maduración física del mismo, y que implica la explicitación de la
conciencia de sí como distinto de lo demás -personas y cosas- y la adquisición
de hábitos mentales, afectivos y volitivos en relación con las necesidades y
actividades que comporta la vida humana en su doble dimensión individual y
social. En este sentido puede hablarse de proceso de personalización. El aspecto
cultural subraya que el desarrollo y manifestación de las potencialidades como
sujeto social del nuevo miembro de la sociedad se lleva a cabo, necesariamente,
en el seno de una cultura determinada y a través de los estímulos proporcionados
por la misma, de modo que sus estructuras formales y sus contenidos -valores,
normas, costumbres, etc- contribuyen a configurar al niño como sujeto social. En
este sentido, en cuanto captación de modos y formas impersonales -culturales-
pero válidas en general dentro de una determinada sociedad, el proceso de s. se
presenta como un proceso de culturalización. Esto significa que el desarrollo de
la sociabilidad se lleva en gran medida a efecto a través y según los modos
propios en que cada sociedad ha actualizado previamente esa capacidad; es decir,
según las formas de obrar, pensar, sentir y valorar de los individuos concretos
con los que el nuevo ser se relaciona y que actúan sobre su capacidad social.
Las creaciones del grupo (v.), tanto en el orden material como en el espiritual,
están presentes en el proceso de desarrollo de la sociabilidad, y aunque a
través de conductas de personas concretas, aparecen ante el sujeto con cierto
carácter impersonal, como lo común y propiamente característico del grupo (v.
CIVILIZACIÓN Y CULTURA II).
En tanto que el primer aspecto se refiere a lo que el individuo recibe de
la sociedad y viene a formar parte de su ser psíquico, y el segundo significa lo
que el sujeto recibe como medio para su comunicación con los demás, el tercer
aspecto -el social- se refiere a lo que aquél aporta a la sociedad por el solo
hecho de su conversión en un sujeto social efectivo. El individuo toma
conciencia de sí mismo como diferente del otro, pero no todo «otro» es igual
para él, porque cada uno viene hasta él asociado a un peculiar modo de
conducirse. De aquí que tampoco adopte él idéntico papel ante todos ni en todos
los momentos, surgiendo así la diversidad de relaciones y de papeles. A medida,
pues, que el sujeto se contrasta con los otros, se integra también con ellos en
relaciones más o menos diferenciadas, y en tanto que va asimilando las
estructuras relacionales y los papeles que el grupo le ofrece va siendo captado
por éste, va convirtiéndose en un nuevo miembro del mismo: su puesto en el grupo
va quedando definido a través de una asignación y asunción de papeles (roles) y
de posiciones sociales (status; v.) específicas. Hay una penetración recíproca
en la que el niño es a la vez sujeto pasivo, que recibe el impacto del medio
social, y sujeto activo, que, al hacerse social, conquista un puesto propio y se
integra como actor en el grupo. En este sentido puede hablarse de proceso de
socialización en sentido estricto. Damos a continuación una panorámica de los
estudios sobre esos diversos puntos, estudios que, obviamente, deben ser
valorados teniendo presentes los presupuestos teóricos de partida.
Aspecto psicológico. Los orígenes del tratamiento de este tema pueden
situarse en la polémica sobre la primacía o no de la herencia o del medio
externo en la configuración psíquica del individuo. En 1908, McDougall resalta
la importancia de la herencia (v. HERENCIA PSICOLÓGICA), y Baldwin, en 1897,
señala la existencia de una tendencia a la imitación -aparentemente innata-, que
ocurre en estadios determinados. Jean Piaget (v.) señalaba en 1923 la existencia
de niveles definidos en el desarrollo del lenguaje y del pensamiento de los
niños, ligados a la edad y a la transformación biológica, destacando, sin
embargo, la necesariedad de los estímulos externos. En el mismo sentido se
manifiesta G. H. Mead, siguiendo a Baldwin y desarrollando su idea de la
asunción del papel del otro. El psicoanálisis (v.) formuló también puntos de
vista específicos sobre este tema, tratando de comprender analógicamente lo
social desde lo individual. El conductismo (v.) tercia en el problema por obra
de Watson, quien, en 1919, publica su Psychology f rom the Standpoint of a
Behaviorist, aplicando el pensamiento mecanicista de Pavlov (v.) sobre los
reflejos condicionados a la conducta .social (v. REFLEXOLOGIA). Según Watson,
sólo hay que considerar los factores externos y directamente observables, para
la construcción de una teoría psicológica de la s.: lo social sería una trama de
estímulos y reacciones. De escasa influencia doctrinal, dejó, sin embargo, el
legado de sus métodos de trabajo. Mayor es la importancia de la teoría del
aprendizaje (v.), representada en este punto por Thorndike, Guthrie, Tolman y
Hull, y especialmente vinculada al Institute of Human Relations, de la Univ. de
Yate. En 1951, Sears y otros realizaron estudios sobre las relaciones de
carácter antecedente-consecuente en la conducta de padres-hijos, prestando mucha
atención a las prácticas de crianza y su influjo en el desarrollo de la
personalidad infantil. Son también dignos de mención los estudios de teoría del
campo, inspirados por Kurt Lewin y que atienden sobre todo a las condiciones
ecológicas persistentes, como factores que afectan a la configuración de la
personalidad. Desde la perspectiva actual, la obra de conjunto más importante
es, sin duda, la de lean Piaget. Para un estudio complementario, v. PSICOLOGÍA
COLECTIVA; PSICOLOGÍA SOCIAL; PERSONALIDAD I.
Aspecto cultural. El término «socialización» no fue aceptado de modo
general entre los antropólogos por estimar que se refería sólo a la transmisión
de papeles sociales, y no a la de las creencias, valores, etc. Por ello,
Kluckhohn propuso en 1939 el término «culturalization», y Herskovits, en 1948,
el de «enculturation». Por nuestra parte creemos que tales términos recogen
sobre todo el aspecto cultural del proceso de s., pero que carecen de amplitud
para aplicarse a todo el proceso. La antropología no empezó a interesarse por
este tema hasta después de 1925. La publicación por Freud de Totem y tabú, en
1913, motivó una reacción contra la intromisión del psicoanálisis en el campo de
la antropología, especialmente por parte de Kroeber y de Malinowski, siendo
Edward Sapir el primero que se mostró favorable al empleo del psicoanálisis en
el estudio de estos temas. En una línea psicoanalista -con todas las
limitaciones que ese método psicoanalítico lleva consigo, sobre todo con su
interpretación pansexualista- se mueven la antropóloga Margaret Mead, así como
diversos seminarios celebrados en los Estados Unidos, p. ej., el de cultura y
personalidad que tuvo lugar en la Univ. de Yate, en 1932-33, dirigido por E.
Sapir, antropólogo, y John Dollard, sociólogo con formación psicoanalítica,
cuyos trabajos y conclusiones se recogieron en la obra de Dollard Criteria for
Life History (1935), y el seminario sobre personalidad, codirigido en la Univ.
de Columbia, por Abraham Kardiner, psicoanalista, y Ralph Linton, antropólogo,
cuyos trabajos se recogen en la obra de Kardiner El individuo y su sociedad
(1939) y Las fronteras psicológicas de la sociedad (1945).
Desde la perspectiva de la teoría del aprendizaje también se han realizado
estudios sobre el tema. Así John W. M. Whiting, en Becoming a Kwoma: Teaching
and Learning in a New Guinea Tribe, 1941, aplica una versión refinada y
formalizada de la teoría del aprendizaje para explicar el proceso de adquisición
de la cultura Kwoma, por parte de los nuevos miembros de la tribu.
Posteriormente se han llevado a cabo investigaciones comparadas de distintas
sociedades, a fin de someter a comprobación hipótesis derivadas de tesis
psicológicas del aprendizaje, etc. (v. t.: CIVILIZACIÓN Y CULTURA; APRENDIZAJE;
ANTROPOLOGIA VI; PSICOLOGÍA COLECTIVA).
Aspecto social. La mayoría de los estudios aludidos al tratar de los dos
aspectos anteriores contienen referencias a la interiorización de papeles y a la
asunción de los mismos, como resultado de un proceso de interacción con los
demás y de configuración de la propia identidad, sí-mismo o autoconciencia.
George H. Mead, en su obra póstuma Espíritu, persona y sociedad, 1934 (Buenos
Aires 1953), destaca la importancia de la distinción interna entre el yo y el
mí, ya que mientras el yo es el elemento dinámico que proporciona novedad y
cambio, el mí hace posible las consideraciones de grupo y forma las bases para
el control social y la integración en el grupo. El yo refiere a las tendencias
del individuo; el mí refiere al «otro interiorizado» del individuo, o a las
expectativas de los otros que han sido aprendidas por el actor. Según G. H.
Mead, la posesión de sí-mismo o autoconciencia hace del individuo una sociedad
en miniatura, ya que puede definirse a sí mismo en los términos en que lo harían
los otros, y adaptar su conducta; puede tener una vida mental y conversar
consigo mismo y le permite, además, el autocontrol y la organización y la guía
de su propia conducta.
Tal vez la obra más importante sobre este tema sea la de Talcott Parsons y
Robert F. Bales, Family: Socialization and Interaction Process, Nueva York 1955,
en la que, sobre bases psicoanalíticas, se explica el proceso de s. en términos
de interiorización de papeles sociales (roles), a través de diversos estadios
vinculados a la edad, que van desde la infancia hasta el término de la
adolescencia. En cada uno de estos estadios se modifica el sistema de
interacción, dando origen a un grado y modo distinto de la conciencia de sí
mismo y a la apertura y captación de un mundo cada vez más complejo de papeles
sociales, hasta la inserción en el marco de la sociedad global. La obra de Erik
H. Erikson Infancia y sociedad (Buenos Aires 1959) analiza, desde una
perspectiva psicoanalista, los procesos de s. en diferentes sociedades. Fruto
del interés despertado por este tema es la obra realizada, bajo la dirección de
G. Wurzbacher, por un grupo de sociólogos alemanes, intentando recoger todos los
aspectos de la s. en tres densos volúmenes: I. Der Mensch als sociales und
personales Wesen (El hombre, como ser social y personal), Stuttgart 2 ed. 1968;
II. Schule und Beruf als Sozialisationsfaktoren (La escuela y la profesión, como
factores de socialización), 1966; III. Die Familie als Sozialisationsfaktor (La
familia, como factor de socialización), 1968.
Trascendencia del proceso de socialización. Los efectos del proceso de s.
se han estudiado, principalmente, en una doble dirección. Primera, como
humanización del niño, frente a aquellos que, faltos de la debida y necesaria
interacción con otros sujetos humanos, no pudieron desarrollar sus potencias
sociales humanas, o las desarrollaron muy imperfectamente. Tal es el caso de los
llamados feral children o niños-lobo. En todos los casos conocidos de desarrollo
en aislamiento o bajo el amparo de animales, los niños presentaban serias
deformaciones físicas, retraso intelectual, carencia de lenguaje humano,
dificultades psíquicas y biológicas de adaptación a la vida específicamente
humana y, como es obvio, hábitos y tendencias adquiridas de sus sujetos
«socializadores».
Segunda, como adquisición de la conformidad, frente a la no conformidad o
desviación, respecto de su propia sociedad global. A este respecto se entiende
que el resultado positivo de la s. es la incorporación del individuo a su
sociedad de tal modo que su conducta coincida con las normas y expectativas de
la misma, y se analizan los comportamientos desviados como consecuencia de
deficiencias en el proceso socializador, prestando especial atención a los
efectos de la desorganización familiar. En esta misma línea se inscriben los
estudios relativos a los procesos de rectificación de la s. en personas de
conducta desviada. Así, p. ej.: Paul Koch, Gefangenenarbeit und Resozialisierung,
Stuttgart 1969 (Trabajo carcelario y resocialización). El descubrimiento de la
importancia de los procesos de s. para el logro de la conformidad y la
eliminación de la conducta desviada ha llevado a convertir estetema en uno de
los más importantes de la sociología actual, y, al mismo tiempo, ha originado
estudios especializados que se centran sobre aspectos particulares de ese
proceso, por la materia -s. política, religiosa, etc-, o por la institución o
ámbito social en la que se lleva a cabo -familia, escuela, profesión, etc-.
El proceso de s. se realiza de modo primario y primordial en la infancia,
aunque no termina aquí. Por ejemplo, hay procesos de s. de adultos exigidos por
la movilidad (v.) social (vertical: cambio de estrato social; horizontal: cambio
de profesión) o geográfica (v. MIGUACIÓN), que llevan consigo la necesidad de
adaptarse a nuevos modos culturales, sociales y/o profesionales. Los procesos de
s. de adultos se consideran secundarios o de segundo grado. Y es claro que hay
conductas desviadas y faltas de adaptación no debidas a factores sociológicos
sino a culpas morales personales (ello sale del ámbito de la sociología).
BIBL.: J. PIAGET, La formación del símbolo en el niño, México 1961; ÍD, El nacimiento de la inteligencia en el niño, Madrid 1969; G. H. MEAD, Espíritu, persona y sociedad, Buenos Aires 1953; C. KLUCKHOHN, La personalidad en la naturaleza, la sociedad y la cultura, Barcelona 1969; B. REYMOND-RIVIER, El desarrollo social del niño y del adolescente, Barcelona 1971.
E. MARTÍN LÓPEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991