SOCIABILIDAD I. CONCEPTO GENERAL.
Suele definirse como la «calidad de sociable» y sociable (del latín sociabilis)
es el «naturalmente inclinado a la sociedad o que tiene disposición para ella».
El hombre, «animal social», está naturalmente inclinado a la sociedad, es
sociable por naturaleza; la s. es, pues, una virtud humana y social. Empero,
caben infinitos grados en esta s., así como diversas motivaciones desde la
puramente egoísta y material que racionalmente nos impelería a tratar con otros
para servirnos de ellos, hasta la espiritualista y cristiana que nos lleva a la
fraternidad como ideal de la sociedad. «No hay nadie en el género humano a quien
no se deba amor, si no ya por la mutua reciprocidad, sí por la propiedad de la
común naturaleza» (S. Agustín, Epístola 130) «Nadie vive para sí solo. El
artesano, el soldado, el labrador, el comerciante, todos sin excepción,
contribuyen al bien común y al provecho del prójimo. El que sólo vive para sí y
desprecia a los demás es un ser inútil», «no a todos concedió (Dios) saberlo
todo, sino a uno la medicina, a otro la arquitectura, a otro otra arte, a fin de
que por necesitar unos de otros mutuamente nos amemos» (San Juan Crisóstomo,
Homilías). Aquel que a sí mismo se disocia y separa del cuerpo social se reduce
a vivir no según las costumbres de los hombres, sino como las fieras. En
realidad no puede ser hecho así, porque el hombre en ningún caso puede vivir sin
el hombre. Pero conservar la sociedad es la comunidad; esto es, prestar auxilio
para que podamos recibirlo. La naturaleza de los hombres les inclina a huir de
la soledad y buscar la comunicación y sociedad con los demás (Lactancio, Lib. VI,
cap. X).
«El hombre está naturalmente ordenado a vivir en comunidad política,
porque no pudiendo en la soledad procurarse todo aquello que la necesidad y el
decoro de la vida corporal exigen como tampoco lo conducente a la perfección de
su ingenio y de su alma, ha sido providencia de Dios que haya nacido dispuesto
al trato y sociedad con sus semejantes, ya doméstica, ya civil, la cual es la
única que puede proporcionar lo que basta a la perfección de la vida» (León XIII,
Inmortali Dei, 4). Según la doctrina cristiana, el hombre, dotado de naturaleza
social, ha sido puesto en la tierra para que viviendo en sociedad y bajo una
autoridad ordenada por Dios cultive y desarrolle plenamente sus facultades (Pío
XI, Quadragesimo anuo, 47).
En la moderna sociología, el valor de la s. es generalmente aceptado y
potenciado como nota esencial de la personalidad. Así, entiende Ayala que la
contraposición «individuo-sociedad» en que se ha debatido la Sociología de
manera tan infecunda durante mucho tiempo es una contraposición inepta y falsa
tan pronto como se le quiere dar un alcance de realidad; sólo es lícita como
juego de conceptos; en la realidad ambos términos se implican esencialmente con
reciprocidad perfecta. Los únicos centros de actividad, de sentimientos, de
funciones, de voluntad que conocemos son los propios individuos. La única
sociedad que conocemos es aquella en la que todos se encuentran ligados entre
sí, a través del tiempo y del espacio, por las mutuas relaciones que ellos
mismos han ido creando o heredando. La única experiencia que poseemos es la que,
como individuos, hemos adquirido. Sólo a la luz de sus luchas, de sus intereses,
de sus aspiraciones, de sus temores y esperanzas podremos atribuir cualquier
función o meta a la sociedad. Y, a la inversa, sólo al hecho de que ellos formen
parte de la sociedad se debe el que los individuos se hallen dotados de
intereses, aspiraciones y fines. La naturaleza humana solamente puede progresar
en sociedad. La relación entre el individuo y la sociedad no es unilateral,
ambos son esenciales para la comprensión del otro.
La versión cristiana de la s. se orienta al sentido de solidaridad
altruista, basada en los principios supremos de la caridad y del amor al
prójimo, superando su sentido utilitario y -en cierto modo- ineluctable.
V. t.: CIVISMO; SOCIEDAD; SOLIDARIDAD; CONVIVENCIA SOCIAL Y POLíTICA.
BIBL.: A. PERPIÑÁ RODRÍGUEZ, Sociología general, Madrid 1956; F. AYALA, Tratado de Sociología, Buenos Aires 1947; R. M. MACIVER, Y CH. A. PAGE, Sociología, Madrid 1972; R. SIERRA BRAVO, Doctrina social y económica de los Padres de la Iglesia, Madrid 1967.
J. E. BLANCO RODRÍGUEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991