SIRIA. SAGRADA ESCRITURA.
El término S. no aparece en el A. T. hebraico. En las traducciones latina y
griega S. y siriaco corresponden a Aram y arameo (v.), aramaico. En el Génesis
(10,22) se habla de Aram como de una persona, uno de los hijos de Sem (v.). En
el N. T. se entiende por S. una provincia romana: «Siendo Quirinio propretor de
la Siria» (Lc 2,2). La sirofenicia de Mc 7,26 es una mujer fenicia de la
provincia romana de Siria.
S. comprende la mayor parte de las regiones que el A. T. denomina Canaán
(v.) y Aram. Por eso, es inexacta la traducción de Aram por Siria. Las
principales ciudades sirias en la S. E. son: Damasco, Antioquía (v.), Tiro,
Sidón y Karkemish. La existencia de Damasco consta ya en Gen 15,2: «el damasceno
Eliecer».
Las primeras tribus ocupantes de S., nómadas, eran descendientes de Cam
(v.) y luego se mezclaron con ellas los semitas, probablemente procedentes del
E. A fines del s. XIII a. C., los israelitas tenían ya por vecinos a los
arameos. En general, las relaciones entre ambos pueblos fueron de carácter
bélico. El primer encuentro tuvo lugar en el periodo de los jueces (v.): «los
israelitas estuvieron sometidos a Kusán-Risatáyim ocho años» (Idc 3,8); «el
espíritu de Yahwéh le invadió (a Otniel)... y Yahwéh entregó en sus manos a
Kusán-Risatáyim, rey de Mesopotamia» (Idc 3,10). Hacia 1100 a. C. los arameos
ocupaban la zona comprendida entre los ríos Éufrates al N y Yarmuk al S,
dividida en varios reinos independientes: Sobá, Damasco... Saúl (v.) combatió
contra el rey de Sobá (1 Sam 14,47). El rey David (v.; 1012-972) batió a
Hadadézer, hijo de Rejob, rey de Sobá, y a sus aliados los sirios de Damasco,
que quedaron tributarios suyos (2 Sam 8,3-6). Esta victoria puso en manos de
David el cobre de Tibjat y de Kun, ciudades de Hadadézer, con el cual haría más
tarde Salomón (v.) el mar de bronce, las columnas y los utensilios de bronce del
Templo de Jerusalén (v.; 1 Par 18,3-8).
Los ammoníes (v.) tomaron a sueldo a los sirios de Bet-Rejob y a los de
Sobá. David envió contra ellos a Joab con los más valientes del ejército. Los
sirios huyeron y, luego, los ammoníes. Reagrupados aquéllos y a las órdenes de
Sobak, general del ejército de Hadadézer, trabaron batalla con David, que con
sus israelitas habían pasado el Jordán y llegado a Jelam. Herido de muerte Sobak,
fueron de nuevo derrotados los sirios (2 Sam 10, 6-19). Rezón reunió gente en su
derredor e hízose jefe de una partida, conquistando Damasco y estableciendo su
reino en ella. «Fue enemigo de Israel todo el tiempo de Salomón» (1 Reg
11,23-25).
La división de la monarquía hebrea en el 922 a. C. favoreció la política
de los reyes de Damasco. Asá, rey de Judá (v.), envió tesoros del Templo y del
palacio real a Ben-Hadad, rey de S., residente en Damasco, pidiéndole que
rompiera su alianza con Basá, rey de Israel (v.), lo cual hizo (1 Reg 15,18-20;
2 Par 16,2-4). Una estela de Ben-Hadad, encontrada cerca de la ciudad siria de
Alepo, muestra que su influencia alcanzaba la extremidad septentrional de Siria.
Ajab, rey de Israel, rehusó pagar tributo a Ben-Hadad y aliarse a él contra los
asirios que amenazaban. Ben-Hadad, acompañado de 32 reyezuelos y sus ejércitos
sitió a Samaria (v.), exigiendo la entrega por Ajab de su plata, oro, mujeres e
hijos. Ajab aceptó, pero se negó al registro de su casa y las de sus súbditos,
movilizándose y venciendo a los sirios, que huyeron. Un año más tarde, Ben-Hadad
subió a Afeq en son de guerra. Fue derrotado de nuevo y pactó alianza con Ajab,
autorizando a los israelitas a que abrieran mercados en Damasco (1 Reg 20,1-34).
En el 853 a. C. tuvo lugar la batalla de Qarqar (Karkar) en el valle del
Orontes, en la que el asirio Salmanasar III (858-824) se enfrentó con una
coalición de 12 reyezuelos sirios encabezados por el de Damasco Ben-Hadad, al
que también ayudaban Ajab de Israel y otros Estados fenicios. Salmanasar se
retiró, pero volvió varias veces hasta que consiguió someter a Siria. Josafat,
rey de Judá, y Ajab se aliaron contra los sirios y les presentaron batalla en
Ramot Gil'ad (850 a. C.), en la que murió Ajab (1 Reg 22,1-38). Un sucesor de
Ben-Hadad, Jazael, el más célebre guerrero de toda la historia aramea, tuvo que
hacer frente a dos ataques de Salmanasar (842 y 838 a. C.) y combatió a Israel.
Extendió las fronteras de su reino hasta Aroer, situada junto al torrente del
Arnán, que desemboca en el mar Muerto (2 Reg 10,33). Durante el reinado de
Joacaz, sucesor de Jehú, Israel estuvo a merced de Siria. Jazael dejó a aquél
una fuerza de 15 jinetes, 10 carros y 10.000 infantes (2 Reg 13,17). Jazael se
dispuso a subir contra -Jerusalén (v.), pero Joás, rey de Judá, le envió oro y
tesoros del Templo y del palacio real, y Jazael se retiró de Jerusalén (2 Reg
12,17-18). Jeroboam II, que subió al trono de Israel en Samaria hacia el 785 a.
C., recuperó Damasco (2 Reg 14,29).
En el 734 a. C. Ajaz, rey de Judá, contra el consejo del profeta Isaías
(v.; Is 7,1-25), solicitó la intervención asiria para hacer frente a la
coalición de Resín, rey de S., y Péqaj, monarca de Israel, que habían subido
contra Jerusalén. Envió a Tiglatpileser III, rey de los asirios, embajadores que
llevaban oro, plata y tesoros que se encontraban en el Templo y en el palacio
real. El monarca asirio le respondió favorablemente, devastando en el732 a. C.
los 16 distritos de Damasco y 591 poblados, y dando muerte a Resín (2 Reg
16,5-9). Israel se convirtió en Estado tributario de Tiglatpileser III. Fueron
talados los célebres árboles de Damasco y sus habitantes deportados.
Durante la hegemonía persa (539-332), el judaísmo palestino se desarrolló
en íntimo contacto con S. que, junto con Palestina y Chipre, formaba la quinta
satrapía Abra Nahará: «allende el río (Éufrates)» (Esd 5,3). Existía una cierta
unidad cultural que comprendía S., Fenicia y Palestina. Después de las campañas
de Alejandro Magno, el término Siria se generaliza. En el 312 a. C. nace la
monarquía siria y comienza la era seléucida. Los sirios y los judíos la llamaron
era griega. S. constituía la provincia más importante, desde los puntos de vista
militar y comercial, del reino de los Seléucidas (v.), cuya capital estaba en
Babilonia. Antioquía fue fundada como ciudad real hacia el 300 a. C. (1 Mach
3,37).
En el Imperio romano, y debido a su estratégica situación como provincia
fronteriza que lindaba con el único enemigo poderoso de Roma, Partia, S. fue
erigida en provincia imperial, de la que el mismo Emperador era procónsul
titular. Fue puesto a su frente un propretor, siempre de categoría consular,
cuyo mandato duraba de tres a cinco años. Al tiempo de nacer Cristo, ocupaba ese
cargo Quirinio (Le 2,2). Otro propretor de S., Vitelio, depuso a Poncio Pilato
(Le 3,1) por haber infligido malos tratos a los samaritanos. La fama de Jesús se
extendió por toda la S. (Mt 4,24). Jesús, en la sinagoga de Nazaret, hizo
mención de Naamán, jefe del ejército del rey de S. y que fue curado de su lepra
por el profeta Eliseo (v.; 2 Reg 5; Le 4,27).
Entre S. y Palestina había un denso tráfico. Una vía comercial, via maris,
conducía de Damasco a Cesárea la marítima, pasando por Galilea (Mt 4,15). En S.
y camino de Damasco tuvo lugar la conversión de Saulo de Tarso (Act 9).
Posteriormente visitó S. Pablo S. en diversas ocasiones (Act 15,41; 18,18; 20,3;
21,3; Gal 1,21). Los Apóstoles y los presbíteros escribieron a los «hermanos
venidos de la gentilidad que están en Antioquía, Siria y Cilicia» (Act 15,23).
La Iglesia siria era una de las más florecientes con Bernabé (v.) como vicario (Act
13,1; 11,22). Antioquía de S. iba a ser el eslabón intermedio entre Jerusalén y
Roma, centra de la propagación del Evangelio (Act 11,19-30).
Las deidades principales de S. eran: Hadad y su consorte Atargatis. El
primero, dios de las tormentas, benéfico cuando hacía fructificar la tierra con
la lluvia, maléfico cuando ocasionaba inundaciones (Ben Hadad, 1 Reg 15,18), era
llamado también Rimmón, «el Tronador» (Naamán el Sirio así denomina al dios de
su señor, rey de Damasco, 2 Reg 5,18); a veces, se encuentran combinados los
dos: Hadad-Rimmón (Zach 12,11), y otras veces, Balshamem, «señor de los cielos».
Atargatis es una forma de Astarté (v.), diosa de la fecundidad (2 Mach 12,26).
Para las religiones precristianas de S., v. ARAMEOS y CANAÁN II.
V. t.: HEBREOS; PALESTINA; ISRAEL, REINO DE; JUDÁ, REINO DE.
BIBL.: P. K. HITTI, History of Syria including Lebanon and Palestine, Londres 1957; H. LAMMENs, La Syrie, Précis histor:que, Beirut 1921; F. M. ABEL, Géographie de la Palestine, II, París 1938; E. VOGT, Syria in Sacra Scriptura, «Verbum Domini» 16 (1936); D. D. LUCKENBILL, Ancient Records of Assyria and Babylonia I, Chicago 1926; M. F. UNGER, Israel and the Aramaeans of Damascus, Londres 1957; W. F. ALBRIGHT, A Votive Stele Erected by Ben-Hadad I of Damascus, «Bulletin oí the American Schools of Oriental Research» 87 (1942), 90 (1943) y 140 (1955).
J. CORTÉS SORDA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991