Salmodia
 

Se entiende por s. la forma y distribución de cantar o recitar públicamente los Salmos; se realiza fundamentalmente en el Oficio divino (v.).

Origen y desarrollo de la salmodia. Los Salmos (v.) fueron compuestos para ser cantados y, generalmente, acompañados de algún instrumento musical de aire o de cuerda. En el encabezamiento de una gran mayoría de salmos, existe una referencia «para el Maestro de Coro», en la que se indica: a) la melodía: «sobre la octava» (Ps 6), «sobre la cierva de la aurora» (Ps 22), «sobre la paloma muda de los lejanos terebintos» (Ps 56), «sobre no destruyas» (Ps 57, 58, 59), etc.; b) precisiones técnicas musicales para el Maestro de Coro e instrumentistas: «a la octava» (Ps 6, 12), «para voces altas» (Ps 46); c) el instrumento con que han de ser acompañados: «a la cuerda», «a las cuerdas» (Ps 4, 6, 54, 55, 56, 67, 75), «a la flauta» (Ps 5, 53), etc.
El texto del salmo era cantado por un solista, o por un coro reducido; y el pueblo participaba con aclamaciones intercaladas, o simplemente con una aclamación final. A veces repetía un estribillo, después de cada versículo o de cada hemistiquio. Así fue compuesto y se ejecutaba, entre otros, el Ps 135, en el cual el pueblo cantaba, al terminar los cantores cada hemistiquio, el estribillo «porque es eterna su misericordia». En otras ocasiones, el coro se dividía en dos grupos que iban respondiendo alternativamente. El pueblo entonces intervenía, cada dos o tres pareados, con una aclamación (v.), o sencillamente, con una doxología (v.) final.
Estas costumbres perduraron en la liturgia sinagogal (v. JUDAÍSMO II; SINAGOGA). En comunidades judías_ más cultas, y más reducidas, en las que se conocía de meoria el salterio, o bien se disponía de manuscritos o volúmenes suficientes, la asamblea se dividía en dos coros que iban respondiendo alternativamente. Así Filón en De vita contemplativa describe de este modo una liturgia entre los terapeutas: «Acabada la cena, celebran la Vigilia que llaman sagrada, es decir, se levantan todos, se ponen en filas en medio de la sala en que han cenado, y se dividen en dos coros, uno de hombres y otro de mujeres. Cada uno elige como jefe y director al más venerable entre todos, y al más hábil en el arte de cantar. Y a continuación, recitan diversos cantos compuestos en alabanza de Dios. Y luego, cuando cada coro se ha saciado de cantar, se juntan unos a otros y forman un solo coro» (cfr. Eusebio de Cesarea, Historia Ecclesiastica, 1, 11, cap. 18: PG XX,173). De una forma muy parecida se ejecutaba la recitación entre los esenios (v.), a juzgar por los manuscritos aparecidos en el Mar Muerto, en Qumrán y Damasco. El canto y recitación alternada por grupos es frecuente en toda clase de culturas; se daba en otros pueblos aparte del hebreo, tanto en el culto religioso como en otras ocasiones: p. ej., entre los sacerdotes de Baal (v.), en los cultos de Mitra (v.), en las religiones de misterios (v.), en las representaciones teatrales de la tragedia griega, etc.

Liturgia cristiana. Los Apóstoles y los primeros cristianos procedentes del judaísmo asisten en los primeros momentos a los cultos sinagogales. En la celebración del Sacrificio eucarístico en estos tiempos se cantan «himnos y cánticos espirituales», en los que probablemente se hace amplio uso del salterio. Además se va desarrollando la oración pública de la Iglesia, llamada Oficio divino (v.), compuesta fundamentalmente a base de salmos, que probablemente se recitarían o cantarían con frecuencia en grupos alternados. Los ascetas y las vírgenes recitan privadamente los salmos de día y de noche, a juzgar por las referencias escritas. Un testimonio de recitación salmódica pública, ejecutada en forma coral y alternada, es el de Plinio, que escribe a Trajano el a. 112: «Los cristianos afirman que todas sus faltas y su error consisten en reunirse habitualmente días fijos al amanecer, para cantar entre ellos alternativamente un himno a Cristo como a un Dios» (Plinio, Epistola, X,97). En el a. 107, S. Ignacio de Antioquía (v.) impone la s. antifónica en su iglesia. Después de la paz de Milán y de la difusión del monaquismo (v.) y los primeros grupos ascéticos organizados empieza a difundirse más la costumbre de salmodiar públicamente. Testimonios del s. Iv son: en la literatura siriaca, S. Efrén de Edesa (a. 373); la Pregrinatio Aetheriae (380-388); S. Ambrosio de Milán (375); Metodio; etc.
En las grandes Reglas (v.) monásticas se estructura y organiza la s.: las Regulae f usius tractatae de San Basilio, la Regula Magistri, la Regula Monasteriorum, los escritos de Casiano, etc. Parece que los primeros monjes recitaban todo el salterio en un solo día (Regula Benedicti, cap. XVIII). Casiano (v.) en el Libro II de sus Institutiones Coenobiticae habla de la variedad de usos existentes fuera de Oriente, en relación al canon de la s. y de la regla seguida persistentemente en Egipto (cap. 2 y 4). Los monjes egipcios recitan en las Vigilias 12 salmos que cantan alternativamente dos lectores, e intercalan oraciones (cap. 4 y 7). Esta costumbre tradicionalmente era considerada como una enseñanza recibida directamente de los ángeles (cap. 5-7).
Más o menos influenciados por el monacato de Oriente y por Casiano, organizan la s.: S. Basilio (El Maestro) y el autor -probablemente S. Benito (v.)- de la Regula Monasteriorum, dando una estructura a la s. que es la que más directamente ha influido en toda la legislación posterior. La Regula Monasteriorum (también llamada Regula Monachorum o Regula Benedicti) dedica al canon, cursus (v.), modalidad, complementos y cualidades de la s., 13 capítulos (VIII-XX). El autor distribuye el salterio en una semana. Distingue: s. antifonada, responsorial y directa o in directum; añade como complementos: antífonas (v.), doxología (v.), una reverencia trinitaria y una oración silenciosa. Ordena expresamente que la mente concuerde con los labios (cap. XIX) y que durante la s. los monjes no hagan otra cosa (cap. LII). La s. ha permanecido organizada tal como la estableció el autor de la Regula Benedicti, hasta la reforma de S. Pío V (v.), modificada por S. Pío X (v.), Pío XII (v.) y el Conc. Vaticano II (V.; V. t.: OFICIO DIVINO; ORACIÓN III).

Tipos. a) Responsorial. El salmo es cantado por un solista y el pueblo responde con una aclamación; es la s. prevalente hasta el s. Iv; la Iglesia la heredó del judaísmo (V. RESPONSORIO). b) Antifónica o antifonada. Se canta en dos coros, alternando y respondiéndose mutuamente. Diodoro y Floriano la impusieron por vez primera en Antioquía en el s. iv para contraponerla a la s. antifonada de los arrianos; en Milán, S. Ambrosio (v.) la hizo cantar por vez primera al pueblo en el asedio de la Basílica Nueva. Durante algún tiempo coexiste con la tradicional, llegando, finalmente, a sustituirla. En el s. xii la antífona se canta solamente al principio y fin del salmo del Oficio festivo; y en el ferial «se pica» antes y se canta completa sólo al fin del salmo (V. ANTÍFONA). c) Directa, o in directum. Canto seguido del salmo sin interrupción ni adiciones. La Regula Benedicti la recomienda para las comunidades poco numerosas (cap. XVII) y para el salmo 66.
Desde la Edad Media se salmodia en gregoriano (v.) en ocho tonos musicales, más el tonus in directum y el peregrinus, utilizado para el salmo 113 (v. t. CANTO III).


CARLOS MARÍA LÓPEZ.
 

BIBL.: M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, I, 3 ed. Madrid 1969; M. GARRIDO BONANO, Curso de Liturgia Romana, Madrid 1961; P. WAGNER, Origine e sviluppo del canto liturgico, Siena 1909; M. PERENNEs, Les psaumes dans la liturgie romaine, Quimper 1923; C. KENT, A liturgical Study of the Psalter, Londres 1928; I. CALES, Les psaumes, París 1936; 1. CASIANO, Instituciones, Madrid 1957; P. BATIFFOL, Histoire du Bréviaire romain, París 1893; C. CALLEWAERT, Liturgicae lnstitutiones Tractatus Secundus, De Breviarii Romani liturgia, 2 ed. Brujas 1937.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991