Salesianos (sociedad Salesiana de San Juan Bosco: S.d.b.)
Congregación religiosa con fines educativos fundada por S. Juan Bosco (v.).

1. Origen y desarrollo. Movido por la necesidad de crear colaboradores fijos en su Oratorio de S. Francisco de Sales, Don Bosco, más que en adultos (sacerdotes o laicos), se fijó en los jóvenes que frecuentaban su instituto en días festivos o que estaban allí acogidos como alumnos internos. Formó el primer núcleo de s. en privado el 26 en. 1854, pero sólo el 9 dic. 1859 anunció públicamente su deseo de constituir una congregación religiosa, fortalecido por el consejo recibido en audiencia privada de Pío IX, en abr. 1858. Compuso las Reglas atendiendo a las de las Scholae Charitatis fundadas en Venecia por los hermanos Cavanis y aprobadas por la Santa Sede en 1836. Se inspiró también en las del Institutum Caritatis de Antonio Rosmini (v.) y en las de los «Oblati de Maria Vergine», fundados por Pío Brunone Lanteri en Piamonte. El 18 dic. 1859, diecisiete personas profesaron en la sociedad de S. Francisco de Sales (1 sacerdote, 15 clérigos y un joven estudiante). El 12 jun. 1860, 26 s. firmaron un ejemplar de las Reglas compiladas por D. Bosco y enviadas a Mons. Luigi Fransoni, arzobispo de Turín, exiliado entonces en Lyon. El 14 mayo 1862, 38 s. pronunciaron los votos trienales (5 sacerdotes, 28 clérigos, 5 coadjutores o hermanos laicos). Muerto en 1862 el arzobispo Fransoni, D. Bosco se dirigió a Roma para la aprobación. El 23 jul. 1864 obtuvo el Decretum laudis, el 1 mar. 1869 la aprobación pontificia de la Asociación, el 3 abr. 1874 la aprobación de la Constitución y el 27 jun. 1884 la comunicación de indultos, privilegios y exenciones gozadas por los redentoristas (v.).
La expansión de la Asociación tuvo las siguientes etapas sobresalientes: El 20 oct. 1863 fue abierto el primer instituto fuera de Turín (un pequeño seminario en Mirabello Monferrato, diócesis de Casale); en oct. 1870, el primer instituto fuera de Piamonte (colegio-internado de Alassio, diócesis de Albenga, en Liguria). El primer instituto fuera de Italia fue abierto en Niza el 21 nov. 1875 (Hospicio o Patronato S. Pedro). En 1875 los s. pisaron Argentina y desde allá se desperdigaron en el espacio de algunos decenios por todas las regiones de Hispanoamérica. Otras fases de desarrollo fueron: Palestina (1891), Macao (China, 1906), Tanjore (India, 1907), Nakatsu (Japón, 1925), San Francisco (EE. UU., 1896), Elisabethville (Zaire, 1911), Sunbury (Australia, 1927).
En 1877 se realizó el primer Capítulo General en Lanzo Torinese. El 7 dic. 1884 fue consagrado el primer obispo salesiano: Juan Cagliero, después elevado al cardenalato.
En 1973 los s. eran 20.423. La rama femenina (Hijas de María Auxiliadora), cuya cofundadora, S. María Mazzarello, fue canonizada por Pío XII en 1939, cuenta 18.488 asociadas, en 56 Inspectorías y 1.450 casas. La tercera orden, los «Cooperadores Salesianos», instituto seglar, ideado en 1859, aunque no aprobado hasta 1874, se acerca al medio millón de socios, repartidos en todas las naciones.

2. Inserción de la Asociación Salesiana en la situación socio-religiosa de los siglos XIX-XX. El primer grave problema afrontado por D. Bosco al dar comienzo a la Asociación Salesiana no fue tanto el de la finalidad, cuanto sobre todo el de la naturaleza jurídica. Fin de los s. era de tender a la perfección cristiana ejercitando toda clase de caridad espiritual y corporal hacia la juventud pobre y abandonada especialmente. Con tal motivo ¿era conveniente crear una verdadera y propia congregación o era mejor hacer una Asociación en la que cada uno se ligase con simples promesas? D. Bosco, basándose en las palabras de Pío IX, se decidió por una congregación. Pero era necesario asegurarle la existencia en la sociedad liberal de mitad del ochocientos que confiscaba bienes eclesiásticos y suprimía órdenes y congregaciones religiosas. D. Bosco obtuvo provecho de la legislación piamontesa primero e italiana después, que respetaban el derecho de propiedad de cada uno de los ciudadanos y puso bien en claro que cada socio conservaba el dominio radical de los bienes propios (o, como prefería decir, conservaba los derechos civiles). En tiempos de anticlericalismo, al término «congregación» prefirió el de «asociación»; al de «noviciado», el término genérico de «año de prueba»; a «provincial», el de «inspector». Y esto no solamente para huir a eventuales leyes supresoras, sino también teniendo en cuenta el estado de ánimo de ambientes otrora católicos, insensible o abiertamente impregnados de desconfianza y antipatía hacia todo lo que oliera a «frailuno». Él y los suyos partieron de la clara persuasión de que debían iniciar algo nuevo en la Iglesia. El salesiano debía presentarse ante el mundo con una nueva dignidad, como un cristiano de nuevos tiempos, un nuevo religioso, un trabajador entre trabajadores.
Para los s. el lema «Trabajo y templanza» contendió con otro predilecto de D. Bosco, «Da mihi animas, caetera tolle». Los s., como cualquier ciudadano, habrían de pagar los impuestos y como cualquier ciudadano habrían cumplido todo deber hacia el Estado, pero sin renunciar a ninguno de sus derechos civiles y sociales, presentando como título de utilidad pública la aportación a la educación de las clases más necesitadas, a las cuales la estructura del Estado liberal y la de la economía capitalista no sabían o no querían llegar. En principio D. Bosco había ideado diversos tipos de adhesión a la Asociación. Los varios miembros podían vincularse con votos religiosos o como «salesianos externos», podían ser miembros que vivieran en comunidad o por cuenta propia, según el espíritu y las directrices del superior general. En caso de leyes opresoras los s. habrían dejado la «Casa Bosco» y habrían aparecido solamente como ciudadanos libres para desarrollar la actividad asistencial y educativa. Muy pronto, sin embargo, antes de 1874, D. Bosco fue impelido por las autoridades eclesiásticas a dar una fisonomía de verdadera y propia congregación religiosa a su asociación, según la legislación eclesiástica vigente. La condición de los s., que inicialmente eran, al mismo tiempo, dependientes de D. Bosco y de las autoridades eclesiásticas locales, parecía fijada en términos equívocos. D. Bosco mismo se persuadió de que la estabilidad y la existencia de la Asociación Salesiana dependía de una válida estructura jerárquica y de una homogénea formación espiritual y pedagógica. Por esto concentró sus energías en obtener la exención de los ordinarios del lugar (1884), creó las autoridades provinciales cuando ya la congregación se había extendido fuera de Italia (1877), y favoreció el reagrupamiento de los adscritos y del personal joven en adecuadas casas de formación.
El desarrollo de la Asoc. Salesiana ha sido relacionado con la general exigencia de educación popular, sentida en la segunda mitad del siglo pasado, y fue particularmente favorecido por la exigencia católica de vivificar de nuevo religiosamente el mundo moderno. Los s. fueron muy solicitados para colegios destinados a hijos del pueblo o de la pequeña y media burguesía. Donde faltaba entre los católicos la conciencia del colegio confesional, los s., sin embargo, pudieron continuar su función educativa, mejorando sus propios métodos y equipos en el campo didáctico, mostrando los frutos de una buena educación y consiguiendo alimentar las filas de la Asociación sobre todo con elementos provenientes de las propias obras educativas o, en todo caso, del área donde irradiaba su propio influjo y la veneración a D. Bosco. Su acción pastoral marca resueltamente su huella sobre la educación de la juventud. Tanto en barrios populares de países desarrollados, como en países en vías de desarrollo, o también en regiones de civilización primitiva en tierras de misión, los s. desean comenzar siempre por los jóvenes. Ellos son el título en base al cual los s. piden un papel específico en la obra de elevación social en los diversos países.

3. Los salesianos en España. La obra salesiana en España comenzó en Utrera en 1881 con una escuela para niños pobres. Los primeros tratos fueron realizados por el Marqués Don Diego de Casa Ulloa dos años antes. Éste fue dirigido a D. Bosco por el arzobispo de Sevilla, Lluch y Garriga, que había podido conocer la actividad educativa de los s. de Luca, en Toscana. En 1884 fueron abiertos los talleres de artes y oficios en Sarriá (Barcelona). El mismo año, el joven obispo Marcelo Spínola publicó un vivaz perfil de D. Bosco y de los salesianos. Así se preparó el ambiente para el viaje de D. Bosco a Barcelona en 1886. En el clima político inquieto de finales del ochocientos y de esfuerzos de los católicos hacia obras caritativas y sociales, la obra de los s. encontró buena acogida. Viviendo el santo no fueron abiertas otras casas salesianas en España, pero en 1886 fue publicado el «Boletín Salesiano» para relacionar cooperadores y simpatizantes de la península Ibérica. Ya en 1880 se había iniciado una edición del mismo, también en castellano, en Buenos Aires con las mismas intenciones. Análogamente a cuanto sucedía en Italia y en Hispanoamérica, en España tomaron incremento, además de oratorios festivos, colegios para alumnos internos y externos, para estudiantes y artesanos. Los talleres salesianos se distinguieron desde el principio por la amplia parte dada -a los ejercicios prácticos en el oficio o profesión. De tal modo respondían a las exigencias de la sociedad artesanal o de la pequeña industria. Hoy en España, como en otros lugares, los s. tienden a extender el radio de su actividad comprendiendo, además de la enseñanza media, también la superior y de especialización. La Inspección Salesiana de España, instituida en 1891, fue sucesivamente dividida en 1912, 1954, 1958 y 1961. Actualmente las inspecciones son siete, con sedes en Barcelona, Bilbao, Córdoba, Madrid, Sevilla, Valencia y Zamora. Los s. españoles han incrementado en número considerable las fundaciones iberoamericanas, de la India y del Extremo Oriente.

4. Estructura de la Asociación Salesiana. Es una congregación clerical libre. Su estructura interna es de tipo presidencial. El superior general, llamado Rector Mayor, dura en el cargo seis años y puede ser reelegido. Tiene un Consejo (Consejo Superior), cuyos miembros (llamados Superiores Mayores) duran en el cargo seis años y pueden ser reelegidos. Actualmente el Consejo Superior está compuesto del Vicario del Rector Mayor, de Miembros encargados de sectores especiales y de Miembros encargados de grupos de Inspectorías. Los Miembros encargados de sectores especiales son: el consejero de formación, el consejero de pastoral juvenil, el consejero de pastoral de adultos, el consejero de misiones y el ecónomo general. Para determinados asuntos tienen voto deliberativo, y para otros, consultivo. El Rector Mayor y su Consejo son elegidos por el Capítulo general.
Las agrupaciones de casas en unidad jurídica son llamadas Inspecciones. Se constituyen por el Rector Mayor, con el consenso de su Consejo. Para cada una de ellas es propuesto un Inspector que permanece en el cargo seis años. Cada Casa tiene un superior llamado Director nombrado para el cargo por un trienio y que puede ser reelegido, pero no por más de un nuevo trienio. Inspectores y Directores son elegidos por el Rector Mayor con el consenso de su Consejo. Al Rector Mayor y al Consejo Superior compete también la apertura de nuevas casas, la compra o venta de bienes inmuebles, la dimisión de socios.
La estructura centralizada ha tenido siempre sus moderaciones en diversas series de consultas fijas o no, establecidas por constitución o aconsejadas como órganos jurídicos o técnicos. Después del Conc. Vaticano II se ha incrementado en el gobierno la tendencia descentralizadora. La más importante función moderadora está constituida por el Capítulo inspectorial y por el Capítulo General. En este último toman parte el Rector Mayor y el Consejo Superior, los Inspectores y los delegados de cada Inspección. Tales delegados son elegidos por el Capítulo inspectorial, compuesto por el Inspector con su Consejo, por los Directores de cada casa de la Inspección y por los delegados elegidos en cada Casa por todos los miembros, eclesiásticos y legos, de votos perpetuos o temporales. Al Capítulo general compete la suprema autoridad con carácter excepcional. Sus deliberaciones deben fundarse en las Constituciones. También compete proponer a la Santa Sede cambios o adiciones a las mismas Constituciones. Sus disposiciones obligan apenas son promulgadas por el Rector Mayor.
Antes de la profesión perpetua las Constituciones consideran tres periodos de formación: aspirantado (que puede consistir en pasar algún tiempo en una Casa salesiana o en frecuentar las escuelas de la Asociación); noviciado (que dura un año, en una Casa constituida canónicamente para ello); y el tiempo de los votos temporales (emitidos apenas se cumple el noviciado y renovables durante uno o más años).

5. Espiritualidad. Se puede afirmar que D. Bosco dejó impresa en los s. la propia fisonomía espiritual, la misma inmediatez de comunicación con los jóvenes y con todo el ambiente socio-educativo. D. Bosco fue favorecido por el hecho de que personalmente cuidó la formación de sus primeros hijos, por lo general adolescentes y jóvenes de sus casas de educación. Pudo así alcanzar una singular cohesión entre los miembros de su familia. Sobre todos supo extender el prestigio de su personalidad y en todos supo hacer fermentar la conciencia de ser llamados por Dios en momentos difíciles para la Iglesia como educadores y, por ello mismo, como renovadores de la sociedad civil y religiosa. Los s., por su parte, gustaron más de hablar de D. Bosco que de la Asociación Salesiana. Advirtieron que en la opinión pública esto tenía más profunda y eficaz resonancia. Por otra parte, D. Bosco fue para ellos motivo de cohesión, motivo de fe, estímulo para un trabajo educativo en todos los campos, especialmente con los jóvenes y con los pobres. Tienen de específico el culto por la Virgen María, honrada como Auxiliadora de los Cristianos. Por Constitución y por decidida voluntad de D. Bosco, la Asociación Salesiana se alimenta de cuanto sirve a la vida religiosa del buen cristiano. En las escuelas para alumnos internos y externos, los s. tienen en común con los jóvenes los ejercicios de rezos litúrgicos y devociones cotidianos, semanales y mensuales. En particular tienen cada día media hora de meditación y un cuarto de hora de lectura espiritual en común. Cada año realizan alrededor de seis días de ejercicios espirituales, según un método que comprende predicación, meditación, confesión anual, reuniones privadas o colectivas con el superior (que en general es el Inspector) y con los compañeros, de modo que del complejo de tales jornadas brote la renovación de la hermandad familiar y religiosa.



V. t.: JUAN BOSCO, SAN; DOMINGO SAVIO, SANTO.


PIETRO STELLA.
 

BIBL.: M. SPINOLA, Don Bosco y su obra, 3 ed. Sevilla 1947; E. CERIA, Annali della Societá Salesiana, 4 vol. Turín 1941-51 (desde los orígenes a 1921); E. VALENTINI, Don Bosco e la spiritualitá salesiana, Turín 1954; Don Bosco en el mundo, 3 ed. Turín 1965; R. ALBEAD[, Una ciudad para un Santo. Los orígenes de la Obra Salesiana en Barcelona, Barcelona 1966; M. WIRTH, Don Bosco e i Salesiani. Centocinquant'anni di storia, Turín 1969.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991