Sabiduría, Libro de la
Sigue en la Biblia al Cantar (v.) y precede al Eclesiástico (v.), pero cronológicamente es probablemente el último de los libros Sapienciales (v.). Los primeros Padres (s. I-III) y los más antiguos códices (BSA) lo titularon Sabiduría de Salomón, denominación que se extendió a Proverbios y Eclesiástico. Pero el título La Sabiduría (Sap) se reservó con razón para éste, pues contiene la revelación de la misma en un tono superior al de los otros sapienciales, y es, entre éstos, el que afirma con toda claridad la retribución del más allá.
1. Ambiente de composición. Sap refleja un ambiente
concreto que conviene conocer previamente en orden a poder determinar el autor y
fecha de composición, así como también su finalidad y destinatarios. Su autor
conoce la lengua griega, de la que toma ciertos vocablos (synéjon, 1,7;
filánthropos, 1,6; petrobolos, 5,22). Se mueve en ambiente helenista, pues hace
mención de sus ciencias y artes (cosmogonía y astronomía, 7,17 ss.; historia
natural, 7,20; escultura, 14,18 ss.) y se muestra familiarizado con costumbres
griegas (2,6 ss.; 5,16 ss.). Conoce Egipto, ya que menciona formas idolátricas
propias de este país (15,18) y utiliza ideas filosóficas que privaban en
Alejandría (8,7; 9,15). Se advierte un ambiente circundante de inmoralidad y
epicureísmo, que debía de hacer difícil a los judíos la perseverancia en su
religión; y un clima de persecución contra los que permanecen fieles a la Ley
por parte de los impíos, entre los que tal vez se encontraban judíos apóstatas.
Se respira en la primera parte (1-5) un aire de serenidad y esperanza, frente a
la inquietud y desasosiego de otros escritos Sapienciales (Job, Eclesiastés) en
cuanto al problema de la retribución (v.); y en la segunda, un progreso en la
revelación de la Sabiduría, que preludia la plenitud de la revelación divina en
Cristo. Finalmente, Sap, a la vez que pretende mantener a los judíos fieles a la
fe y tradiciones patrias, parece aceptar como válidos ciertos logros de la
cultura helenista y armonizar la mentalidad hebrea con algunas cualidades del
espíritu griego. Todo esto nos lleva al s. I a. C., a la región de Egipto y
concretamente a Alejandría, distinguido centro del helenismo, donde los judíos
formaban una numerosa colonia.
2. Autor y fecha de composición. Algunos negaron la
unidad del libro, atribuyendo a diversos autores las varias partes en que
lógicamente se divide (Nachúgal, Bretschneider, W. Weber, Oesterley, Gártner).
No hay razones sólidas para ello. El estilo, la relación entre todo el contenido
y la finalidad de Sap abogan por la unidad de autor. Este se presenta, en
ficción literaria, como el rey sabio Salomón (7,1 ss.; 8,14 ss.; 9,1 s.), y
muchos
Padres creyeron, por lo mismo, que él fue realmente su autor. Pero ya S.
Jerónimo advirtió el artificio literario (Praef. in lib. Salomonis: PL 28,557.
s.), y S. Agustín constató que los entendidos negaban la paternidad salomónica
(De Civ. Dei, XVII,20: PL 41,553). El ambiente antes descrito y el uso que el
autor hace de la versión griega de los Setenta (s. III-II a. C.) manifiestan
claramente que el autor es muy posterior a Salomón. El motivo de esta atribución
es que el monarca pasó a la posteridad como prototipo de rey Sabio, por lo que
también se le atribuyeron los otros sapienciales en que aparece como tema
central la sabiduría.
Quién fuese el autor no es fácil determinarlo. Los estudiosos están de acuerdo
en afirmar que es un judío alejandrino, por el uso que hace del A. T. y el amor
que profesa a la nación judía, y por las referencias que hace a Egipto y
ambiente griego filosófico que refleja. No es posible concretar más. En la Edad
Media algunos lo atribuyeron a Filón (v.), y en nuestros días algún que otro
autor ha recogido la idea; pero no tiene probabilidad alguna esta opinión. El
estilo y la lengua, la doctrina y los métodos exegéticos de Sap y Filón son muy
diferentes. Además habría que retrasar la fecha de composición de Sap a los años
de Cristo, lo que no permiten las circunstancias sociales y religiosas del
judaísmo que refleja Sap, tan diferentes de las de la época romana. Por lo demás
no se explicaría el que el Espíritu Santo inspirase en esa época a un judío que
permanecía obstinado en el judaísmo, ni la aceptación por parte de los
cristianos de su libro como inspirado y su inclusión en el canon del A. T. (V.
BIBLIA 11).
La fecha de composición se coloca no antes del a. 150, ni después del 30 a. C.
Lo primero porque supone un progreso en la revelación divina respecto de los
otros Sapienciales, el último de los cuales (Eclesiástico) fue compuesto hacia
el a. 180; y porque cita conforme a la versión de los Setenta que fue concluida
hacia el a. 150. Lo segundo porque en esa fecha tuvo lugar la conquista de
Egipto por los romanos, hecho al que no hay en Sap alusión alguna. Durante los
años intermedios reina en Egipto el ambiente que refleja Sap; el clima de
persecución contra los judíos fieles a su Ley hace posible su composición bajo
Ptolomeo VII (117-81), que fue uno de los que promovieron persecuciones contra
ellos. Otros autores, con menor probabilidad, creyendo que la persecución
provenía de los impíos y sólo de una manera sorda por parte de los poderes
públicos, lo cual ocurría en los años que precedieron a la conquista romana por
juzgar a los judíos favorables a los romanos, señalan como fecha de composición
los a. 88-30 (Heinisch, Feldmann). En cuanto al lugar de composición todo lo
indicado hace suponer que fue Egipto y concretamente Alejandría.
3. Destinatarios y finalidad. El examen interno de Sap nos inclina a ver una doble finalidad. La primera mira a sus compatriotas que han de vivir en medio de un ambiente pagano y paganizante, donde la idolatría campea por doquier y la inmoralidad amenaza las más puras tradiciones de Israel. Al hacer el elogio de la sabiduría israelita, al recordar los premios y castigos de israelitas y egipcios en los días del Éxodo, al afirmar lo que en el más allá espera a justos e impíos respectivamente, el autor pretende mantener firmes en la fe a los israelitas que perseveran y volver al buen camino a quienes en medio de aquellas circunstancias habían apostatado. «Si la persecución de los Seléucidas y el contacto con los griegos había llevado a la apostasía a israelitas palestinenses, con tanto mayor motivo esta contaminación debió de producirse fuera de la tierra santa» (J. Weber). La segunda finalidad mira a los paganos. Al poner ante sus ojos la sabiduría israelita, que contiene la ciencia verdadera y se extiende de un extremo al otro gobernándolo todo (8,1), expresándose en términos y concepciones del mundo helénico; al ridiculizar, con fina ironía, los ídolos adorados por los egipcios; al observar cómo el autor evita a lo largo de Sap las cuestiones particularistas judías, que constituían el muro de separación entre judíos y gentiles, se advierte la intención de facilitar a éstos el camino hacia la fe israelita. El Espíritu Santo iba preparando ya los caminos al Evangelio: «El antiguo Israel del monasterio medieval encerrado entre muros y clausura, se había desvanecido en la diáspora, en la que más bien se abrían las puertas para todos, y la consigna era compelle intrare (Lc 14,23); mientras que en Palestina habían sido rechazados secamente los bien dispuestos samaritanos, medio parientes y medio yahweístas, en la diáspora se iba a la caza del incircunciso místico de Venus o adorador del Emperador romano... La diferencia era profunda: no había un verdadero cambio, pero sí una transformación. Era efecto de la variación de los tiempos, sin duda, pero también anuncio o preparación de otros nuevos» (G. Ricciotti, Historia de Israel, Barcelona 1947, 212 s.).
4. Análisis y contenido del libro. Comprende tres
partes claramente distintas en cuanto al género literario y al contenido. Pero
existe unidad entre ellas: en la primera el tema es la sabiduría desde el punto
de vista moral, en la segunda desde el punto de vista intelectual, y en la
tercera en su proyección histórica sobre Israel. El final de cada parte se une
fácilmente con la siguiente. El final de Sap, un tanto brusco, ha hecho pensar a
algunos que la obra está incompleta. Pero bien pudo el autor querer limitar el
contraste entre judíos y egipcios a una época concreta. Y ciertamente los
últimos versículos de Sap son un resumen y las últimas palabras una verdadera
conclusión.
a. Primera parte (1-5). Pertenece al género sapiencial, si bien tiene
características propias: en lugar de aforismos sueltos e independientes,
contiene razonamientos lógicos y orgánicos. Lo que indica que nos encontramos
lejos de los orígenes de la literatura sapiencial, que comenzó expresándose en
proverbios realistas. El tema central es la Sabiduría como fuente de felicidad e
inmortalidad. Los autores sapienciales precedentes se expresaban todavía en una
forma tradicional, según la cual buenos y malos parecían recibir más bien en
esta vida el premio o castigo de sus obras. Algunos clamaron contra esta
concepción, pero no llegaron a explicar o expresar claramente los casos en que
los buenos son oprimidos y los malos triunfan hasta el final de la vida.
Sap es el más claro entre los escritos inspirados en afirmar el premio de los
justos en una inmortalidad feliz y el castigo de los malos en un oprobio
sempiterno más allá de la muerte (2,22 s.; 3,1 s. 5.18; 4,18 s.; 5,15 s.),
después de un juicio final (4,20; 5,1). En Sap es evidente que el alma, después
de la muerte del cuerpo, continúa viviendo una vida inmortal, pero, ¿se afirma
también la resurrección de los cuerpos? Sap no la menciona expresamente como se
hace en Dan 12,2 s., y 2 Mach 7. Para su intento de afirmar la retribución más
allá de la muerte le bastaba con constatar la inmortalidad del alma. Se ve que
también creía en la resurrección de los cuerpos por la semejanza de Sap 3,17 con
Dan 12,2 s., por su fidelidad a las creencias judías, favorables en su conjunto
a la resurrección, y por la finalidad, que deja entrever, de infundir en sus
lectores la esperanza en la redención de todo el ser humano, que comprende alma
y cuerpo (9,2.15). Por lo demás a un judío le resultaba difícil concebir el alma
feliz sin el cuerpo. Tal vez llevó a Sap a no mencionar expresamente la
resurrección de los cuerpos su pretensión de atraer a la fe judía a los
gentiles, a quienes aquélla chocaba grandemente (Act 17,32).
Muchos Padres interpretan del Mesías (v.) el cap. 2. Dada la semejanza con Ps
22, con el poema del Siervo de Yahwéh (v.) que se recoge en la segunda parte de
Isaías, y la semejante actitud de los impíos de Sap 2 con la observada por los
enemigos de Cristo, es posible que el Espíritu Santo, autor principal de los
libros sagrados, se refiriese, en un sentido plenior o típico, al Mesías. Y
ciertamente preparó sus caminos. «El libro de la Sabiduría está todo él
compenetrado del valor del alma, sin especificar por medio de quién será
salvada; predica la salvación misma del Evangelio, sin decir quién será el
Salvador. El Evangelio contiene la misma doctrina, pero añade que el Salvador
del alma es el Mesías y que este Mesías es Jesús de Nazaret» (Lagrange, o. c. en
bibl., 104).
b. Segunda parte (6-9). Está escrita en género literario semejante al de la
primera, quizá con una mayor influencia helenista (cfr. 6,7 s.; 7,17; 8,7; 9,15:
procedimientos literarios e ideas griegas). El tema central es la Sabiduría
respecto de la cual presenta el culmen de la Revelación veterotestamentaria.
Pone de relieve su origen, naturaleza y propiedades: proviene de Dios, convive
con irl, se sienta junto a su trono (6,22; 9,6; 8,3; 9,4). Es un «hálito del
poder divino», «emanación pura de la boca de Dios», «espejo sin mancha del
actuar de Dios», «imagen de su bondad» (7,25 s.). Enumera sus propiedades:
espíritu inteligente, santo, único, todopoderoso, omnisciente, que penetra todos
los espíritus, etc.; en total 21 propiedades (3x7, números sagrados; tal vez
quiere expresar el autor con ellos la perfección suma de la Sabiduría). Todo
esto no puede convenir más que a la Sabiduría de Dios. ¿Se trata del atributo
divino o de la segunda Persona de la Trinidad? Creemos que el autor tiene en su
mente el atributo divino que personifica como otros atributos y cosas para
presentarlos de manera más gráfica (9,17; 18,15; 5,16; Prv 9,13 ss.), lo que
está muy de acuerdo con la imaginación oriental. La mentalidad judía no estaba
preparada para la Revelación de las personas en Dios, y de hecho no entendieron
en este sentido las perícopas sapienciales; cuando años después Cristo les habla
de su divinidad se escandalizan y condenan por blasfemo.
No obstante, el autor de Sap se ha expresado de una manera que conviene al
misterio trinitario. Puso las premisas, sólo le faltó sacar la conclusión: Y la
Sabiduría era Dios (v. JESUCRISTO III). S. Pablo aplicó auténticamente a Cristo
lo que el sabio escribió de la Sabiduría (cfr. 7,25 s. y Col 1,15 y Heb 1,3; Sap
8,3 y Col 1,13). S. Juan expresó la conclusión: «Y el Verbo era Dios» (1,1). Se
advierte también en esta parte un paralelismo sorprendente entre los efectos que
el sabio atribuye a la Sabiduría y los que el N. T. atribuye a la gracia: Dios
comunica la sabiduría a los hombres (7,15); ésta los ama (7,23); se adelanta a
la acción del hombre por buscarla (6,14.16); implica la guarda de los
mandamientos (6,18); hace triunfar del mal (7,30); hace amigos de Dios
(7,14.28); habita en las almas santas, no en los pecadores (7,27; 1,4); lleva a
la inmortalidad (6,18 ss.; 8,13.17); es puesta en relación con el Espíritu (7,22
s.; 9,17; 1,4 ss.).
c. Tercera parte (10-19). Presenta un género literario singular. El autor canta
las maravillas que la Sabiduría ha obrado con su pueblo. A los relatos de Éxodo
añade detalles tomados unos de la tradición israelita, sugeridos otros por su
imaginación, con el fin de poner más de relieve la protección de Dios sobre su
pueblo (midrash). Tema singular de esta parte, además de la providencia y
misericordia de Dios con los buenos y la justicia con los malvados, es la
idolatría (13-15). El autor ridiculiza irónicamente los ídolos y pone de
manifiesto la vanidad de quienes, contemplando las obras del Creador, no
llegaron al conocimiento del mismo y pusieron su corazón en aquéllos. Afirma que
la razón humana, partiendo de los efectos a las causas, puede por razonamiento
descubrir la existencia de Dios, Creador y Señor absoluto del mundo creado por
Él (1,14; 11,25 ss.). Advierte también su culpabilidad. Si no la descubrieron
fue, sin duda, porque amaron más las tinieblas que la luz y esto porque sus
obras eran malas (cfr. lo 3,19).
5. El Libro de la Sabiduría en el progreso de la
Revelación. Dios quiso manifestar gradualmente al hombre las verdades de la
religión. Comenzó la tarea con los Patriarcas (v.) y la llevó a su cumbre con
Jesucristo (v.). Sap cumplió una misión singular en la Revelación y en la
preparación de los caminos del Mesías. Recogiendo datos antes expuestos:
a) Reveló la inmortalidad (v.) feliz. Job y Eclesiastés habían reaccionado, el
segundo violentamente, contra la tesis popular tradicionalmente del premio y
castigo en esta vida; Job (v.) presenta un hombre modelo de fidelidad a Dios que
es duramente castigado; Eclesiastés (v.) no halla en la tierra cosa alguna que
llene plenamente el corazón y constata que muchas veces los malos triunfan y los
buenos sucumben. Y en Sap se revela y expresa claramente que después de ésta hay
otra vida en la que cada uno recibirá el premio o castigo según sus obras (V.
RETRIBUCIÓN).
b) Prepara los caminos al universalismo mesiánico, al pretender arrancar a los
paganos de su idolatría y llevarlos a la fe de Israel en un Dios único y
Salvador (v. MESíAS). Por ello deja a un lado los ritos y observancias judaicas
que constituyeron el muro de separación entre judíos y gentiles.
c) Preparó la revelación de las Personas divinas (V. TRINIDAD, SANTfSIMA) y de
los efectos de la gracia (v.), con su elevada doctrina sobre la Sabiduría y de
sus efectos en el hombre.
6. Canoneidad. La composición de Sap en época
tardía, en lengua griega y fuera de la Tierra Santa determinaron su exclusión
del canon por parte de los judíos palestinenses. Los alejandrinos, en cambio, lo
consideraron siempre como sagrado y como tal lo incluyeron en la versión griega
de los Setenta. S. Pablo y S. Juan aluden frecuentemente a textos de Sap (cfr.
lo 1,3.10 y Sap 7,21; 9,1; lo 5,20 y Sap 9,9 ss.; Rom 1,18 s., y Sap 13,3 s.;
Col 1,15 y Sap 7,26; Heb 1,3 y Sap 7,26). Si bien algunos Padres vacilaron
respecto de su inspiración, la inmensa mayoría la admitió. Con razón el Conc.
Tridentino, apoyándose en la tradición, lo incluyó en el canon y definió su
inspiración. Los protestantes, habiéndolo admitido en un principio, después
negaron su inspiración. Y por influjo suyo la apartaron después los ortodoxos
(V. BIBLIA II).
7. Texto y versiones. Está bien conservado en los grandes códices (BSA). La
versión latina es la ítala (s. II).
Por no considerar segura la inspiración del libro, S. jerónimo no corrigió el
texto latino, ni hizo nueva versión. La versión armenia sobresale por su
fidelidad. La siro-hexaplar es literalista. La siro-peshitta, libre y poco
inteligible.
V. t.: SAPIENCIALÉS, LIBROS; ANTIGUO TESTAMENTO.
G. PÉREZ RODRÍGUEZ.
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991