Rúbricas. Rubricistas.
 

Son los que tratan de las r. (v. I) del culto (v.) litúrgico de la Iglesia. En un sentido estricto la actividad de los rubricistas aparece tardíamente; sin embargo, desde el principio del cristianismo consta la existencia de normas por las que se regulan las acciones litúrgicas, aunque no están muy desarrolladas, y existen autores que tratan de ellas con más o menos amplitud, de un modo directo o indirecto.

1. Del s. I hasta S. Gregorio I Magno. Aunque en este periodo -como se ha indicado- existe una simplicidad en las normas concernientes al culto litúrgico de la Iglesia, no faltan autores y documentos que las exponen y su testimonio es de gran interés, tanto en el aspecto litúrgico como en el teológico y pastoral. La Didajé (v.) del s. I da algunas normas para la celebración del Bautismo y de la S. Eucaristía, principalmente en los cap. VII, IX y XIV. Lo mismo hacen S. Clemente Romano (v.) en su Carta a los Corintios, S. Ignacio de Antioquía (v.) en sus Epístolas, el Pastor de Hermas, la Epístola a Diogneto (v.) y la del Pseudo Bernabé. Datos más precisos sobre esas mismas celebraciones litúrgicas aparecen en la I Apología de S. Justino (v.), sobre todo en los cap. 61 y 65-67 (cfr. B. Capelle, L'histoire des rites el la participation active á la Messe, en Les Questions Liturgiques et Paroissiales, 18, 1933, 169-182). También en S. Cipriano (v.) encontramos referencias a las ceremonias del Bautismo (v.), Confirmación (v.), Eucaristía (v.), Penitencia (v.), órdenes Sagradas (v. ORDEN, SACRAMENTO DEL), culto de los Santos, etc. (cfr. Epístola 34, 63, 73, etc.). En las obras de Orígenes (v.) se encuentran muchos datos sobre las r. de las celebraciones litúrgicas, aunque para valorarlas haya que tener en cuenta su tendencia alegorista (cfr. De principias I,4-8,10; Hom. in Lev. 2,4; 5,3; 9,7; 10,1; Hom. in Ps. 37,2, etc.). La Traditio Apostolica, atribuida a S. Hipólito Romano (v.), ofrece un gran interés en orden a las r. del culto litúrgico, al igual que la Didascalia, escrita hacia la segunda mitad del s. Iii (cfr. H. Connolly, Didascalia Apostolorum, Oxford 1929; F. X. Funk, Didascalia el Constitutiones Apostolorum, I, Paderborn 1905, 1-384). En esta época se da más importancia al rito en sí mismo que al modo de hacerlo, salvo lo que toca a la esencia del mismo, que es defendido enérgicamente.
Después de la paz constantiniana se exponen con mucha precisión los detalles referentes a las ceremonias litúrgicas, pero, como en la época anterior, nunca se separan de la exposición del rito mismo, sino que se subraya su unión estrechísima, siendo un instrumento útil como exposición catequética de la misma acción litúrgica. Merecen citarse: la Peregrinación de Eteria (v.), las Catequesis de S. Cirilo de Jerusalén (v.); a S. Ambrosio, especialmente en sus obras De Sacramentas y De Mysteriis (cfr. PL 16,405-426 y 435-482), en donde se encuentran detalles muy valiosos en relación con las ceremonias de los sacramentos de iniciación cristiana; las Constituciones Apostólicas (v.), especialmente los libros II y VIII, fuente de la conocida como liturgia «clementina»; la Carta de Inocencio I a Decencio, obispo de Gubbio (cfr. PL 20,463 s.; X. Malchiodi, La lettera di S. Innocenzo a Decenzio vescovo di Gubbio, Roma 1921). S. Agustín habla extensamente de las r. litúrgicas afirmando que «ninguna religión, verdadera o falsa, puede existir sin ceremonias» (Contra Faustum, 20,11).
Hacia el a. 500 aparecen dos obras de estilo y valores distintos, pero ambas de gran interés para la historia de las r.: los Cánones de Hipólito, escritos probablemente en Siria (cfr. D. Haneberg, Canones Hippolyti, Munich 1870; B. Botte, L'origine des canons d'Hippolyti, en Mélanges M. Andieu, Estrasburgo 1956, 53-63) y el De la jerarquía eclesiástica, del Pseudo-Dionisio (PG 3,121-584), que influyó mucho en la interpretación mística de las celebraciones litúrgicas, tanto en los autores medievales occidentales como orientales. Otras fuentes para la historia de las r. son las obras de S. Cesáreo de Arlés (m. 543; v.; cfr. PL 67, y mejor aún G. Morin, S. Caesarii ep. Arelatensis. Opera Omnia, 2 vol., Maredsous 1937 y Roma 1942), las Vidas de los Santos merovingios (cfr. B. Beck, Annotationes ad textus quosdam liturgicos e Vitis Sanctorum aevi Merovingici, Dissertatio Anselmiana, Roma 1939), y el De cursibus ecclesiasticis de S. Gregorio de Tours (m. 954; v.), manual litúrgico que determina el orden de sucesión de los oficios eclesiásticos (cfr. MGH, Script. rer. Meroving., 1,2,854-872). La Expositio brevis antiquae liturgiae gallicanae, atribuida a S. Germán de París (m. 576), es en realidad un tratado anónimo de fines del s. vit en que se describe la misa local de una Iglesia de Borgoña, tal vez Autun (cfr. PL 72,89 s.; J. Quasten, Expositio brevis..., Münster 1934). La Regla de S. Benito (v.) tiene 11 capítulos dedicados a describir el Oficio divino (v.), con normas muy precisas para su celebración. En las obras de S. Gregorio I Magno (v.) aparecen muchos testimonios referentes a las r. o modos de celebrar el culto litúrgico (cfr. PL 75-79; H. Grisar, S. Gregorio Magno, Roma 1904; I. Schuster, Liber Sacramentorum, I, Barcelona 1956, 64-79).

2. Desde S. Gregorio Magno hasta Trento. Después de S. Gregorio Magno comienza una mayor separación entre las r. y el rito litúrgico que regulan. Es la época de los grandes Sacramentarios y sobre todo de los Ordines Romani, que no son otra cosa que una exposición de las r. de la liturgia romana (V. LIBROS LITúRGICOS). Es importante la obra de S. Isidoro de Sevilla (v.) De ecclesiasticis of ficiis (cfr. PL 83,737 ss.), una auténtica enciclopedia litúrgica que ejerció gran influencia en los siglos posteriores. En esta época son de gran valor para el conocimiento de las r. los formularios litúrgicos de cada rito particular (V. ROMANO, RITO; GALICANO; HISPANO; AMBROSIANO, etc.). Merecen citarse también Alcuino (v.), Amalario de Metz (v.), Rabano Mauro (v.) y Floro de Lyon con su obra De actione Missarum (PL 119,15 ss.), en la que sólo admite la interpretación de los Santos Padres. Hay que mencionar asimismo la cuestión de los ritos del Bautismo propuesta por Carlomagno a los arzobispos de su imperio con las respuestas de los mismos.
A partir de S. Gregorio VII se perfila en sentido estricto la figura del rubricista, que se preocupa fundamentalmente por las normas que regulan los actos litúrgicos. S. Gregorio VII (v.), papa reformador, encontró un buen colaborador en el campo de la liturgia en Bernoldo de Constanza (1050-1100), en cuyo Micrologus se encuentran datos importantes sobre las rúbricas. El principal revisor del Breviario, adoptado por la Curia Romana por mandato de Gregorio IX en 1241, fue el franciscano Haymon de Faversham, que también escribió un tratado Sobre las ceremonias de la Misa, editado en Salamanca en 1511. Autores que tratan sobre las r. de la Misa son los dominicos Bernardo de Guido y Bernardo de Parentis (m. 1342). Obras de este último son el Lilium Missae y Tractatus super Missam, guía práctica para celebrar la Santa Misa según las normas establecidas por la Iglesia. Más valiosas son las obras del calificado rubricista Giacomo Stefaneschi
Cajettano (m. 1341), Ordinarium Caeremoniae, que constituye el Ordo Romanus XIV de Mabillon (v.), y Liber Caeremonialis.
Sin embargo, puede decirse que el primer gran rubricista fue J. Burcardo, n. en Estrasburgo en la primera mitad del s. xv. Preboste de S. Lorenzo de Haslach, maestro de ceremonias pontificias en 1483, capellán de Inocencio VIII y luego de Alejandro VI (v.), en 1503 fue nombrado obispo de Cittü di Castello y de Orte; m. en 1506. A él se debe una gran parte de los trabajos sobre el Pontificial (ed. en 1483) y Ceremonial de los obispos, obra en la que fue ayudado por Patrizzi, conocido como Piccolomini. En 1502 publicó, por mandato de Alejandro VI, su Ordo Missae, libro básico, que tuvo varias ediciones, y, como hace notar el cardenal Bona, desde 1534 comenzó a insertarse al principio del Misal como r. generales del mismo, apareciendo así en el Misal de San Pío V (v.) en 1570. Podemos decir que hasta la reforma del Misal por Paulo VI en 1969, la mayor parte de las r. del Misal se deben a Burcardo.

3. De Trento a nuestros días. El rubricista adquiere una importancia grande, identificándose su trabajo, de alguna manera, con el del liturgista (v. LITURGIA II), de tal forma que el conocimiento litúrgico está muy ligado al de las r. En 1570 apareció el Misal según la reforma de Trento. En él se incluían, oficialmente por vez primera en el mismo Misal, las rúbricas generales de la Misa, que, como antes se ha dicho, fueron las de Burcardo. Ya en 1578 Aymar Henequin, obispo de Rennes en 1573, m. 1596, escribió una Interpretation de les ceremonies de la Messe (París 1578). Hasta el exegeta J. Maldonado (v.) escribió un Tratado De caeremoniis, que F. A. Zaccaria insertó en su Bibliotheca Ritualis, 11,2 (Roma 1781).
Aunque el Conc. de Trento señaló las directrices para restaurar la Liturgia en toda su integridad, subrayando el aspecto doctrinal de la misma y exhortando a los pastores a que hicieran una auténtica catequesis (v.) de los ritos, en los siglos siguientes, salvo raras excepciones, hubo una tendencia a cuidar más las r. que el contenido de los ritos, sin que esto significase un desprecio de los mismos, aunque con el peligro de separar su contenido de las normas que los regulan. Pero los rubricistas han contribuido a una dignificación del culto, estimando que la celebración litúrgica, como algo sagrado, debe ser realizada con cariño y respeto, a lo cual contribuye la estricta ejecución de las r. A la vez que han promovido el desarrollo y adaptación de las r., son ejemplo de obediencia a la autoridad litúrgica, cuya mente tratan de seguir e interpretar en los casos de duda (V. i).
Uno de los más preclaros rubricistas de este periodo es B. Gavanti; n. en Monza a fines del s. xvt, ingresé en la Orden de los barnabitas (v.), de la que fue General; m. en 1638. Consultor de la S. Congr. de Ritos colaboró en la preparación de rituales y pontificales de diversas iglesias, y especialmente en la reforma del Breviario. En su Thesaurus sacrorum rituum (Milán 1628) comenta las r. del Misal y del Breviario. Reeditada varias veces, fue publicada en Roma (1736-38) con notables observaciones del teatino Gaetano M. Merati (1688-1744).
En el s. xvii se dio mucha importancia al aspecto histórico de la Liturgia y a la consiguiente edición de textos litúrgicos antiguos, como los de Dom Mabillon (v.), Dom Marténne (v.), Muratori y otros.
En el s. xvill sobresalen entre los rubricistas J. Catalani, de la Orden de los jerónimos (v.) y uno de los más grandes eruditos y liturgistas de su época. Se sabe poco de su vida. Sus obras principales son: Comment. in Pontif. romanum (Roma 1736), Caerem. episcop. commentariis illustratum (Roma 1744) y el Rituale Romanum perpetuis commentariis illustratum (Roma 1757). Contemporáneo suyo es el agustino J. M. Cavalieri (m. 1757), autor de Commentaria in Authentica S. Rituum Congregationis decreta (Venecia 1758), trabajo erudito y útil que se publicó después de su muerte con el título de Opera omnia liturgica. Entre otras obras de menor valor pueden citarse la de E. Janssens sobre las r. del Misal (Explanatio rubricarum Missalis Romani, Antverpiae, 1755) y la de J. J. Languet de Villeneuve de Gergy (Du véritable esprit de 1'Église dans l'usage de ses céremonies, París 1715), obra útil pero que debe ser consultada con discreción. Cierra este siglo de grandes rubricistas F. A. Zaccaria. Su obra principal, Bibliotheca Ritualis (Roma 1776-81), es una síntesis valiosa del conocimiento litúrgico de su tiempo, con una bibliografía crítica de los autores que han escrito sobre Liturgia y comentarios sobre el uso de ésta en Teología.
En el s. XIX hay pocos rubricistas que merezcan una atención especial. La Liturgia comienza a ser estudiada en otro sentido (V. MOVIMIENTO LITÚRGICO; LITURGIA II). Sin embargo, a fines de ese siglo y principios del XX aparecen rubricistas de notoria celebridad: J. Fornici, A. Carpo y especialmente P. Martinucci (m. 1880), Secretario de la S. Congr. de Ritos y ceremoniero pontificio, cuyo Manuale sacrarum caeremoniarum (Roma 1879) fue editado en 1911 por J. B. Menghini.
Un puesto destacado entre los rubricistas de esta época merece el español Joaquín Soláns y Regué; n. en Talar (Lérida) el 13 abr. 1836; ordenado sacerdote en 1860, fue nombrado Maestro de Ceremonias de la Catedral de Seo de Urge] en 1861; m. a principios del s. xx. Profesor de Liturgia del seminario de aquella diócesis y miembro de honor de la Academia Litúrgica Romana, escribió diferentes obras de Liturgia, concediendo gran importancia a las r.: Prontuario litúrgico (Barcelona 1883), Manual Sagrado para las monjas (Barcelona 1885), Dissertatio de vi obligandi Libri Caeremoniale Episcoporum (Ratisbona 1887), Pequeño ceremonial del seminarista (Barcelona 1890). Destaca su conocido Manual de Liturgia (Barcelona 1871), del cual se han hecho 13 ed., algunas con modificaciones notables de J. Vendrell, canónigo Prefecto de Ceremonias de Solsona. La ed. de 1953, en dos vol., es obra de P. Tena y P. Farnés y constituye un modelo de manual de r., en el que se insertan datos muy valiosos en orden a una actuación más consciente y viva en la celebración de la Liturgia.
Otros rubricistas de este periodo son A. Fortescue, autor de The Mass. A study of the roman liturgy (Londres 1912) y sobre todo de The Ceremonies of the Roman Rite (3 ed. Londres 1930), y L. le Vavasseur (m. en 1892) con su Manuel de Liturgie et Cérémonial (París 1857), del cual se hizo la 16 ed. en 1935 revisada por L. Stercky.
Destaca también, por haber sabido insertar datos históricos y teológicos en la explicación de las r., C. Callewaert (1886-1943), autor de Liturgicae Institutiones (Brujas 1919), Caeremoniale in Missa alüsque functionibus (Brujas 1922), y De Breviarii Romani Liturgia (2 ed. Brujas 1939). Un buen libro de r. es la obra del salesiano E. Vismara (m. 1946), Le funzioni della Chiesa (Turín (1936), y especialmente merece citarse al P. Gregorio Martínez de Antoñana, claretiano, autor del Manual de Liturgia Sagrada (Madrid 1921-22, 2 vol., 10 ed. en 1957 en un solo vol.), obra que ha formado, junto con el Manual de Liturgia de Soláns, a multitud de sacerdotes.


M. GARRIDO BONAÑO.
 

BIBL.: Además de la incluida en el texto, PH. OPPENHEIM, Introductio historica in litteras liturgicas, Turín 1945; Texte und Untersuchungen zur Geschichte der altechristlichen Literatur, Leipzig 1882; M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, 1, 3 ed.Madrid 1970, 69-100; M. GARRIDO, Historia de la Liturgia, Madrid 1961.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991