Revelacion Introduccion. Concepto y Clases de Revelacion
 

En su sentido etimológico, revelación significa la acción de manifestar algo oculto. Proviene de la palabra latina re-velare, cuyo significado es quitar el velo que oculta algo, descubrir. En la Historia de las religiones, en la Biblia y en la Teología se usa la palabra Revelación en este sentido general que se desprende de la etimología: la manifestación de alguna verdad o realidad hecha por Dios al hombre descubriéndole su Ser o su Nombre, sus designios de salvación, etc. La religión cristiana se presenta como originada y fundada en una Revelación histórica, que constituye para el cristianismo (v.) un hecho fundamental y uno de sus misterios esenciales; y en esto se diferencia de las demás religiones, a las que considera o bien falsas, o bien con algunos elementos de verdad pero incompletos o mezclados con errores. Antes de entrar en el' análisis de estas cuestiones, que se hará en los diversos artículos que siguen, conviene precisar el concepto de Revelación y sus diversas clases, en sentido religioso estricto. En la segunda parte de esta introducción se hablará de otros significados que a veces se dan a la palabra revelación. Y después, en el art. i se tratará de los sentidos en que se habla de Revelación en religiones no cristianas, y de su relación con la Revelación cristiana; en el art. n se hablará de la Revelación según la Biblia; en el art. in se hará el estudio sistemático de la Revelación bíblico-cristiana, es decir, del hecho y naturaleza de la R. cristiana y de los criterios para discernir que se trata de una auténtica y verdadera R. divina; y finalmente en el art. IV se estudiarán las relaciones entre R. y ciencia.
En sentido real y estricto, la Revelación (que escribiremos con mayúscula, y abreviadamente R.) es, en general, la manifestación de Dios al hombre; o como se dice clásicamente: locutio Dei ad homines per modum magisterü, comunicación de Dios al hombre con autoridad magisterial. La R. puede hacerse de diversos modos y por diversos medios, y por eso es preciso distinguir diversas clases y formas de R.:
(1) Se llama R. natural o cósmica a la manifestación de Dios que son las obras de la creación (v.). Está inscrita en el orden mismo de la creación y es perceptible a todo ser inteligente: a través de las cosas de este mundo y del hombre se llega al conocimiento de Dios, no completo ni exhaustivo, pero real; no perfecto, pero verdadero. Es un conocimiento natural posible a toda inteligencia, como es posible a través de las obras de una persona (p. ej., de sus escritos o de otras realizaciones) conocer su existencia y algunas de las cualidades o rasgos de su personalidad (v. Dios IV, 2). Se llama R. sobrenatural a la manifestación y autodonación del Ser y Vida íntimos de Dios, hechas a la creatura racional en orden a la vida eterna. En el plano objetivo, este «abrirse de Dios» no viene dado con la creación ni con el ser del hombre, sino por una acción especial de Dios: la palabra y el acontecimiento salvífico sobrenaturales. En el plano subjetivo esta R. no puede ser conocida por la sola razón humana, sino que ésta requiere el auxilio de la gracia (v.) y de la fe (v.). Más adelante, especialmente en el art. in, se completarán estas nociones.
(2) La R. se puede considerar en sentido activo o en sentido objetivo. En sentido activo es la misma acción de Dios que se revela o atestigua alguna verdad a los hombres. En sentido objetivo es la verdad o conjunto de verdades y hechos manifestados por Dios. Esta distinción puede ser útil para precisar conceptos, pero es preciso evitar el peligro de separar estos dos aspectos de la Revelación. No hay acción de Dios revelante sin objeto revelado y sin sujeto que perciba la Revelación.
(3) Por razón de la persona que recibe la R., ésta puede ser inmediata o mediata, según se haga sin intermediarios o por medio de un legado. La R. sobrenatural mediata supone siempre otra anterior inmediata. Generalmente la R. sobrenatural llega a los hombres a través de otros hombres escogidos por Dios como testimonios de su palabra o como órganos de su transmisión. Siempre que la R. llega a nosotros por mediación de otra persona, se llama mediata. Si la R. se hace por mediación de un ángel -p. ej., S. Gabriel a la Sma. Virgen- se considera como R. inmediata, puesto que el ángel no es destinatario de la R. y cae dentro del orden de la manifestación de Dios. La R. de Cristo a los Apóstoles es inmediata, aunque Cristo sea enviado por el Padre, por ser Cristo persona divina. En concreto, pues, la R. sobrenatural inmediata es la que no se hace por mediación de otra persona humana.
Conviene, no obstante, advertir que los términos «mediato» e «inmediato» reciben diversa significación según se apliquen a la R. natural o sobrenatural. Para evitar confusiones y estériles controversias, como advierte Lang, debiera adoptarse unánimemente la siguiente terminología: (a) Cuando se trata de indicar la presencia de un «medio objetiva» desde el cual se puede llegar al conocimiento de Dios (medium ex quo), debería llamarse «mediata» la revelación natural, e «inmediata» la sobrenatural. En efecto, esta última consiste en una comunicación personal de Dios, quien continúa hablando personalmente a cada hombre en la S. E. y en la predicación y vida de la Iglesia; la mediación personal de los mensajeros no impide el intercambio inmediato con Dios, ni que la R. sobrenatural sea un diálogo personal de Dios con el hombre, incluso con aquellos hombres a quienes es «transmitida» la Revelación. (b) Por el contrario, cuando se quiere destacar que el mensaje de la R. natural, contenido en la obra de la creación, se ofrece de igual modo a todos los hombres, mientras que en la R. sobrenatural se hace directamente al profeta o legado y éste la transmite a los demás hombres, convendría llamar «inmediata» (no transmitida) a la revelación natural y «mediata» (transmitida) a la sobrenatural (A. Lang, Teología Fundamental, I, La Misión de Cristo, Madrid 1966, 54-55).
(4) Atendiendo al destinatario, la R. es pública, si en la intención divina se dirige a todo el género humano; privada, o particular, cuando se dirige a una persona o grupo particular. La diferencia entre ambas no consiste en que Dios se manifieste a uno o a muchos, sino en la universalidad de destino según la intención divina. Si se hace a un pueblo particular pero con misión universal (Israel) pasa a ser pública. En la Iglesia católica no se reconoce otra R. pública que la contenida en los libros canónicos del A. T. y la hecha por Jesucristo y los Apóstoles, conservada fielmente en los escritos del N. T. y en la Tradición viva de la Iglesia. Esta R. pública ha quedado definitivamente cerrada y completa con la muerte de los últimos testigos apostólicos (cfr. Denz.Sch. 3421). Otras revelaciones y apariciones (v.), aun cuando gocen de la aprobación de la Iglesia, son privadas y no requieren asentimiento de fe divina. Solamente aquellos que reciben las revelaciones privadas, si les consta con certeza que Dios les ha hablado, deben prestar tal asentimiento.
(5) Por razón del objeto o verdades reveladas, la R. sobrenatural se dice sobrenatural quoad modum, cuando se manifiestan verdades que el hombre pudiera conocer por la razón natural. Sobrenatural quoad substantiam, cuando se manifiestan verdades que el hombre no puede alcanzar en modo alguno sin la ayuda de la Revelación. De esto nos ocuparemos más detalladamente a continuación y en el art. in.


D. FERNÁNDEZ GARCÍA.
 

Revelación Introducción. 2. Otros Conceptos de Revelación y Sus Diferencias.
 

Algunas religiones, algunos historiadores y algunos pensadores han usado o usan la palabra revelación en un sentido amplio, más bien simbólico, que no es el sentido estricto y real explicado hasta aquí. Así se habla de revelación como refiriéndose a una cierta colaboración divina en la inteligencia de una verdad; o refiriéndose al descubrimiento o comprensión de la misma como fruto de un esfuerzo o reflexión humana; o para indicar un afloramiento en la conciencia de algo que estaba implícito en la naturaleza humana, en su razón, en su comportamiento, en sus sentimientos o en sus experiencias. A veces también se confunde R. con lo que se llama «inspiración» en los trabajos artísticos, literarios y humanos en general; pero está claro que esto no es tampoco una R. divina en sentido propio y estricto. También hay que distinguir la R. de la «inspiración divina» con la que están escritos los libros de la Biblia; la inspiración bíblica es una gracia e iluminación especial de Dios para mover al escritor sagrado a escribir sobre lo ya revelado y asistirle para que lo haga fielmente; aunque los autores inspirados han sido a veces destinatarios directos de una R., no necesariamente tienen que serlo (v. BIBLIA III).
El pensador medieval árabe Averroes (v.), de tendencia racionalista, usa la palabra Revelación en el sentido de «una intuición completamente natural, por la cual el filósofo, debidamente preparado mediante la reflexión y la ascética, comprende la naturaleza divina y descubre a Dios de modo menos imperfecto que el vulgo; Dios no se le descubre de ninguna manera por un acto de iniciativa propia, sino que se le revela del mismo modo que se revela la naturaleza al sabio; Dios no le habla en el sentido riguroso de la palabra» (Pinard de la Boullaye, o. c. en bibl., 1,109). Una idea o un uso semejante de la palabra Revelación se encuentra en los pensadores racionalistas o idealistas de los s. XVIII y XIX, que o bien niegan el orden sobrenatural, como suele hacer el racionalismo (v.), o bien identifican el orden natural con el sobrenatural, como es frecuente en el idealismo (v.).
Así, los ilustrados ingleses del s. XVIII consideran el cristianismo como una mera religión natural, si bien lo ensalzan como la expresión más acertada y sublime de la misma. Para el literato y pensador alemán Lessing (v.; 1729-81), la R. cristiana no trae nada que el hombre no pueda sacar de sí mismo, y Cristo fue el mejor pedagogo. También Kant (v.; 1724-1804), aunque en muchas cuestiones reacciona filosóficamente contra los ilustrados, racionaliza y humaniza la religión cristiana, viendo su primacía en su perfecta realización de la ley moral que está latente en el corazón humano. Hegel (v.; 1774-1831) considera el cristianismo como un resultado necesario del espíritu que se desarrolla dialécticamente. En la reacción del romanticismo (v.), en el s. XIX, contra el espíritu de la Ilustración, muchos autores no superan su naturalismo. Así, p. ej., Scheleiermacher (v.; 1768-1834), decidido adversario de la actitud ilustrada, considera opuesto a la religión «el furor por comprender y explicar» que sólo busca lo útil y razonable, pero pone el origen de toda religión en el sentimiento y el afecto, en las profundidades emocionales del corazón humano; también, según él, el cristianismo es una creación de las facultades y necesidades humanas, y es R. «toda visión original y nueva del universo».
En definitiva, estos pensadores utilizan la palabra R. en un sentido simbólico, y aunque reconozcan al cristianismo como la forma religiosa más excelente, no distinguen su carácter de estricta R. sobrenatural de una forma de R. natural (v. ILUSTRACIÓN; DENMO). Estas ideas y este concepto puramente naturalista de la R. se difundieron ampliamente en el protestantismo (v. LIBERAL, TEOLOGÍA), y también en el judaísmo (v.) a lo largo del s. XIX. En el campo católico dio lugar a los errores que suelen denominarse «semirracionalismo» (v. LIBERALISMO IV), a mediados del s. XIX, y «modernismo» (v.) a principios del s. XX, perdurando después en diversos autores. Todas estas concepciones pueden designarse también con el nombre genérico de naturalismo (v.) filosófico y teológico.
En algunas religiones también se puede encontrar un uso o concepto de R. en este sentido naturalista y simbólico, como «iluminación», «descubrimiento», etc. Así parece en el budismo (v.) o al menos en algunos budistas, en diversas religiones orientales, en las interpretaciones dadas a los mitos religiosos por pensadores antiguos griegoS (v. MITO Y MITOLOGÍA I-II). Pero en general en las diversas religiones, cuando se habla de R., se piensa en una R. estrictamente tal, es decir, en una manifestación o un hablar divino directo a algunos hombres; y eso tanto en las religiones de pueblos primitivos, como en las que elaboraron o conservaron mitos de más o menos antigüedad, que consideran la R. existente en tiempos primigenios o indeterminados; e igualmente en otras religiones positivas con origen o fundador histórico determinado (v. I). En esta consideración de una R. en sentido propio y real coinciden con el concepto de R. en la Biblia y en el cristianismo; sin embargo, se diferencian profundamente en cuanto al contenido u objeto de la R., en cuanto a su finalidad y también en sus modos de comunicación. En otras palabras, fuera de la Biblia y del cristianismo no se encuentra lo sobrenatural en sentido estricto; la R. bíblico-cristiana es sobrenatural quoad modum y quoad substantiam; en las religiones no cristianas, cuando se habla de R., se trata en general de R. sobrenatural sólo quoad modum.
Para entenderse, es necesario precisar la diferencia y la relación entre lo que se ha llamado R. sobrenatural y R. natural. Se entiende por R. sobrenatural quoad modum una acción y manifestación especial de Dios, distinta y posterior, al menos ontológicamente, a la creación; aunque, desde el punto de vista cronológico, pueda ser simultánea. No puede haber R. sobrenatural si no hay antes la natural, la creación primera. A la R. natural se llama a veces R. por las obras, y a la R. sobrenatural en cambio R. por palabra; pero hay que tener en cuenta que también la R. natural puede ser llamada «palabra de Dios», porque en definitiva Dios «habla» por ella, aunque sin emplear palabras humanas; y también en la R. sobrenatural Dios se revela por obras y micciones realizadas en la historia, pero son especiales, sobrenaturales y salvíficas (como los milagros, acciones de santidad, etc.). Sin embargo en la R. sobrenatural Dios se sirve de palabras humanas para comunicarse y comunicar sus designios, adaptándose así a los hombres, o como se dice con expresión clásica, de origen bíblico, «condescendiendo» con ellos.
Además, la R. sobrenatural es llamada así para referirse también a lo sobrenatural quoad substantiam, que podemos describir resumidamente diciendo dos cosas: (a) La R. sobrenatural es una acción gratuita y misericordiosa de Dios. Y lo es en el sentido de que ni es exigida ni se deriva de la R. natural, como si fuese una explicitación o prolongación necesaria de la misma (es efectivamente, siempre, una ampliación, pero no necesaria). (b) La R. sobrenatural es superior a la natural, pues hace conocer a Dios y entrar en contacto con Bl más profunda e íntimamente. Y es superior a toda posible creación divina, a cualquier otro posible orden creado. Muchas cosas podrían ser «superiores» al orden creado existente; p. ej., el que los hombres pudiesen trasladarse físicamente de un lugar a otro con sólo el deseo; pero la calificación apropiada en este caso sería la de cosas «preternaturales». Con la palabra sobrenatural (v.) se hace referencia al orden del Ser y Vida íntimos de Dios, que ninguna inteligencia creada puede descubrir por sí misma (sólo puede descubrir la existencia de Dios y su Vida y cualidades o atributos en cuanto Creador); y la R. sobrenatural se refiere a la comunicación de verdades y realidades referentes a ese orden, como son el misterio de la Santísima Trinidad (v.), la inhabitación del Espíritu Santo (v.) en el alma, la gracia (v.), etc. Esto supone que la inteligencia creada debe ser también elevada o robustecida por la gracia, de forma que pueda entender no tanto la existencia del hecho de la R., sino sobre todo, y en la medida de lo posible, su contenido.


JORGE IPAS.
 

BIBL.: A. LANG, Teología Fundamental, I, 2 ed. Madrid 1970, 45-89; ÍD, Wesen und Wahrheit der Religion, Munich 1957 (trad. italiana Introduzione alla Filosofía della Religione, Brescia 1969); R. GARRIGOU-LAGRANGE, De Revelatione, l, 5 ed. Roma 1950, 125-160; A. GARDEIL, Le donné révélé et la théologie, 2 ed. París 1910, 41-76; R. LATOURELLE, Teología de la Revelación, 2 ed. Salamanca 1969; B. GILSON, Le révélable, en Le thomisme, 6 ed. París 1965, 8 ss.; H. PINARD DE LA BOULLAYE, Estudio comparado de las religiones, 2 vol., 2 ed. Barcelona 1964 (cfr. índice de materias); P. BENOIT, Rivelazione e ispirazione secondo la Bibbia, in S. Tommaso e nelle discussioni moderne, Brescia 1965; S. DEL PARANto, La persona de Jesús ante la crítica liberal, protestante y racionalista, Santander 1956; B. MAGNINO, Iluminismo y cristianismo, 3 vol., Barcelona 1962-63; íD, Romanticismo y cristíanesimo, 2 vol., Brescia 1962-63; B. GHERARDINI, La seconda riforma, 2 vol., Brescia 1964-66; y la bibl. del art. in, 1.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991