Responsorio
 

Una constante en la celebración litúrgica de la Iglesia es que toda lectura sagrada vaya seguida de un canto, generalmente un salmo, cantado por un solista y coreado por los fieles (tras cada versículo o grupo de versículos) con un estribillo a modo de «respuesta» (responsum, en latín) y que resuena como un eco reiterativo del pensamiento dominante. Recibida de la tradición sinagogal judía (v. Canto litúrgico en CANTO III, 2) esta forma de canto es la más antigua de la Iglesia y se ofrece en dos variantes tras la reforma litúrgica del Conc. Vaticano II: el salmo responsorial, que se canta o reza en la Misa tras la primera lectura, en el modo indicado; y el responsorio, forma abreviada en la que el salmo ha quedado reducido a un versículo (señalado gráficamente con la letra V) y ha cobrado mayor importancia la respuesta (señalada con R); su uso está muy generalizado en el Oficio divino (v.) o Liturgia de las Horas.

El r. aporta a la celebración litúrgica, y concretamente a las lecturas sagradas a las que siempre acompaña, tres elementos que las realzan y secundan: un elemento estético, que evita la monotonía de una sucesión de lecturas, como ocurre en las vigilias (v.; p. ej., en la Vigilia pascual) y en el Oficio de lectura (antiguos Maitines) del Breviario; un elemento diríamos dramático, que expresa los sentimientos y las sensaciones anímicas de los participantes en la acción litúrgica; finalmente, un elemento espiritual, el más importante, de saboreo íntimo de los pensamientos e ideas escuchadas, de meditación o apropiación de la palabra de Dios.

En el Oficio divino, por su disposición externa, los r. se distinguen en largos y breves: pertenecen los primeros al Oficio de lectura (o Maitines) y los otros a las Horas mayores y a Completas, aunque esta diferencia de extensión no es muy acusada. La doxología (.v.) «Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo» solamente figura en los r. breves. Ejemplos de r. largos son el tan conocido Libera me, Domine del Oficio de difuntos y el bellísimo Aspiciens a longe del domingo primero de Adviento. Por lo que respecta a su composición interna, los r. tratan de acomodarse lo mejor posible a la lectura que les precede; y han de estar compuestas fundamentalmente a base de salmos o de otras oraciones o cánticos de la rica y multisecular tradición litúrgica de la Iglesia, o a base de frases o fragmentos de la misma lectura, de forma que sirvan para relacionar el Antiguo con el Nuevo Testamento, para convertir la lectura en oración o contemplación, para comprenderla mejor o para sacar frutos de ella. En algunos r. la respuesta tiene también carácter de aclamación (v.).

Los r. que mayor difusión han alcanzado en la devoción popular son los de Semana Santa y los de difuntos. Artísticamente embellecidos por la polifonía (v.) clásica (como lo hizo Tomás Luis de Victoria), los nueve r. del antiguo Oficio de Tinieblas (Maitines del Triduo sacro de Semana Santa, v.) son piezas clásicas de la música religiosa. Por otra parte en la liturgia funeral se usa una forma singular del r., sin acompañamiento de lectura previa: lo que se llama «rezar un responso», vocablo castellano distintivo de esta forma de responsorio (v. FUNERAL).

V. t.: ANTíFONA;SALMODIA.


J. M. SUSTAETA ELUSTIZA.
 

BIBL.: P. ALFONZO, 1 Responsori biblici dell'Ufficio, Roma 1934; P. PARSCH, Le Breviaire expliqué, Mulhouse 1947, 105-111; M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, 1, Madrid 1955, n. 409-414.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991