Primogenitura (sagrada Escritura)
 

Primogénito, en hebreo békór, griego prótótocos y latín primogenitus, es el primer nacido de una pareja humana o de animales irracionales. La p. ha tenido importancia en la historia de la humanidad, para cuestiones de herencia (v.) y otras; particular interés tiene en la Biblia.

1. La consagración a Dios de los primogénitos. La obligación de consagrar a Dios los primogénitos tanto de los hombres como de los ganados (v. DIEZMOS Y PRIMICIAS I) se encuentra tanto en el Decálogo (Ex 34,19) como en el Código de la Alianza (Ex 22,28-30). Su institución se narra en Ex 13,2.12-16. La crítica asigna el vers. 2 a la tradición sacerdotal y los vers. 3-16 a la tradición yahwista. La primera utiliza la fórmula «conságrame todo primogénito»; la segunda «ofrecerás a Yahwéh todo primogénito» y habla del rescate (13,12.13). La motivación principal para esta institución según lamisma tradición yahwista es el recuerdo de la matanza de los primogénitos de Egipto y la salvación de los primogénitos de Israel (Ex 13,14-16). El Deuteronomio se ocupa solamente de los primogénitos (Di 15,19-23).
La tradición sacerdotal considera a los levitas (v.) como la sustitución de los primogénitos de Israel desde la intervención divina en Egipto (Num 3,13). Por ello en el rito especial de la consagración de los levitas (Num 8,5-26) el ritual de purificación y oblación está basado en este supuesto de los levitas como donación por los hijos de Israel en sustitución de cuantos abren el seno materno (especialmente los vers. 16-18). Como se ve en los textos de la tradición sacerdotal, la razón de esta consagración está en la dedicación al servicio divino con la exigencia de la oración por todos los hijos de Israel.

2. El derecho de la primogenitura (hebreo békóráh, griego prototokeia). Entre los hebreos está constatado por la historia de Jacob y Esaú (Gen 35,31-34; 27,36). Comprendía: a) El derecho de tener dos partes en la herencia paterna. Tal corresponde al primer hijo varón del padre. Se le llama mUpat habbékórdh (Dt 21,15-17). Esta doble porción ptsénáyim es la que, en relación con el espíritu de Elías, pide Eliseo (2 Reg 2,9) y la que S. Pablo asigna a los presbíteros que gobiernan bien (1 Tim 5,17). La Wna-Ii trat. Bekórót VIII,9 recoge esta ley (ed. V. Castiglioni, III, Roma 1965, 142). b) La dignidad sacerdotal. La opinión más común es que en el antiguo Israel, antes de la especificación del sacerdocio levítico, a los primogénitos correspondía el derecho a la dignidad sacerdotal. Así las más antiguas versiones traducen los ne'árim de Ex 24.5, por primogénitos. La tradición judía está recogida en la Misnith Zebahim XIV,4 (ed. V. Castiglioni, III, Roma 1965, 43). c) Una cierta autoridad cuasi-paternal sobre los hermanos nacidos después (cfr. Gen 37,21.22.30; 42,22.37, para la manera de actuar de Rubén).

3. El origen último de estas prerrogativas. Se remonta a las tradiciones patriarcales. Al primogénito se le transmitía la bendición y la promesa. «Véndeme la primogenitura», dice Jacob a Esaú (Gen 25,34). De hecho Jacob para recibir la bendición y la promesa se presenta fraudulentamente como primogénito (cfr. Gen 27,19 ss.). Por no haber recibido la bendición es llamado Esaú «profano» en Heb 12,16. Ello indica que la p. llevaba consigo una especial relación de consagración a Dios.
El texto sagrado nos da la razón de la p. con la siguiente frase: «el primer fruto de su fuerza (del padre)» (Dt 21,17; idéntica expresión en Gen 49,3 en relación con Rubén). El primogénito es, pues, como la primera manifestación y como las primicias de la fuerza viril del padre. Si toda primicia revestía un carácter sagrado, mucho más tratándose del hombre. La mayor dignidad que se atribuía al hijo primogénito y la sacralidad correspondiente puede verse también en el caso del rey de Moab que toma a su hijo primogénito, el que había de reinar en su lugar, y lo ofrece en un momento de angustia extrema, en holocausto sobre la muralla (2 Reg 3,27; en el mismo sentido, cfr. Gen 22,2.12.16 y Mich 6,7). La muerte del primogénito es por ello objeto de amargo llanto (Zach 12,10) y la mayor desgracia que puede ocurrir a una familia (los 6,26). De aquí lo terrible de la plaga infligida a Egipto con la muerte de los primogénitos (Ex 11,5; 12,29-30; 13,15; Ps 77,51; 104,36; 134,8; 136,10; Sap 18,13). Otras razones para la preeminencia, p. ej., de índole económica han podido influir, pero secundariamente.

4. Dimensión histórico-salvífica de la noción de primogenitura. Tanto en el A. T. como en el N. T. puede verse:
a) Israel, primogénito de Dios. La relación especial que brota de la elección divina con respecto a su pueblo ha quedado expresada con la noción de primogénito. Ella lleva consigo una dignidad especial de Israel sobre los otros pueblos (connotando simultáneamente que los demás pueblos también pertenecen a Yahwéh; cfr. Ex 19, 5-6). Israel es llamado «mi hijo primogénito» (Ex 4,22; cfr. Eccli 36,14). Así mismo Efraín en ler 31,9. Por ello Israel será un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19,6). Por eso es el heredero de las promesas (Ex 6,4 ss.). Notemos, sin embargo, que los textos sagrados atribuidos a la tradición yahwista han destacado la prevalencia de la elección divina contra el derecho de primogenitura. Así Jacob con respecto a Esaú, Efraín con respecto a Manasés y, posteriormente, para suceder a David no será elegido el primogénito, sino Salomón, como tampoco Saúl o David habían sido los primogénitos. Pero en estos casos se trata de una intervención divina que dirige los acontecimientos, sin tener que someterse al derecho consuetudinario de los hombres. En el caso de Jacob es de notar que a causa del crimen cometido por Rubén, el primogénito (Gen 35,22) pierde el derecho de p., que pasa en parte a José (Gen 49,3-4.22.26: recibe una doble parte que se distribuye a sus dos hijos, Efraín y Manasés); pero la parte de preeminencia con la promesa del Mesías es herencia de Judá (Gen 49,8-12). Una tradición rabínica posterior atestiguada por los targumín palestinenses atribuye el sacerdocio a Leví.
b) Cristo, primogénito. Jesús es llamado el primogénito de María (Mt 1,25; Lc 2,17). Por ello sus padres, siguiendo una costumbre extendida después de la cautividad (Neh 10,36), aprovechan la visita al Templo, con motivo de la purificación de María (Lev 12,2-8), para presentarlo (1,c 2,22; v. PRESENTACIÓN DE JESÚS). Esta costumbre, basada sin duda en algunos textos atribuidos a la tradición sacerdotal, que hablan de «colocar» ante el Señor los primogénitos, era guardada por todas las familias piadosas.
La excelencia de la dignidad de Cristo se declara también llamándole «primogénito entre muchos hermanos» (Rom 8,29), «primogénito de los muertos» (Col 1,18; Apc 1,5), «primogénito, es decir, hijo de gloriosa majestad» (Col 1,15; Heb 1,6). Ya el salmo 89,28 habla del Mesías como primogénito. Por ello Jesucristo «tiene todas las prerrogativas que hemos señalado; tiene el sacerdocio, más aún, el sacerdocio supremo (Heb 5,5-10; 7,1-27; 8,1-3; 10,12.14, etc.); tiene la herencia de las naciones (Ps 2,8); la herencia de todas las cosas (Heb 1,2); herencia sobre todo de la gloria celeste (Rom 8, 17-18); tiene la autoridad, incluso la real (Ps 2,6; lo 1'8,37, etc.)» (S. Many, o. c. en bibl. 320-21).

V. t.: INSTITUCIONES BÍBLICAS II, 4; PRESENTACIÓN DE JESÚS.


D. MUÑOZ LEEN.
 

BIBL.: S. MANY, Ainesse (Droit d'), en DB 1,317-322; H. LESÉTRE, Premier-né, en DB, V,602-605; C. GANCHO, Primogénito, en Ene. Bibl. V,1256; H. CAZELLES, Eludes sur le code de l'alliance, París 1946, 83 ss.; A. G. BARROIS, Manuel d'Archéologie Biblique, II, París 1953, 28 s. 336.410.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991