PARROQUIA II. Pastoral y Liturgia.
En el entretiempo de las últimas guerras mundiales, liturgistas alemanes como
Winterzig, Jacobs, Pinsk, Parsch (v.), iniciaron una serie de reflexiones y
realizaciones en torno a la p. Hacia 1925 se abrió cierta polémica entre
liturgistas y canonistas, ya que entonces predominaba un concepto de p. muy
reducido, sin apenas referencia a las notas litúrgicas o misioneras. La p.
tendía a concebirse sencillamente como un «territorio» geográfico, con un
«pueblo determinado», al que se le asignaba una «iglesia particular» y un
«rector propio» (cfr. CIC, can. 216). Los liturgistas pusieron en evidencia las
notas litúrgicas de la p. como comunidad de culto.
Al acabar la II Guerra mundial, diversos autores franceses (p. ej., Godin
y Daniel, Michoneau, Boulard y Congar) pusieron de relieve también la necesidad
de actividades y notas apostólicas en la p.; la Iglesia ha de estar en el mundo
en un continuo estado de misión. A ello contribuyeron, antes que los autores,
los movimientos y asociaciones espirituales y apostólicas de laicos, el
despertar de la conciencia de la responsabilidad del laicado (V. LAICOS;
ASOCIACIONES V). Así fue profundizando, añadiendo a la nota o actividad
litúrgica la del apostolado, y también la de la caridad, tanto en el sentido
material de ayudaa los pobres o necesitados de la p. como ha sido tradicional,
como en el de la fraternidad entre los fieles en general.
Cabe también hacer diversas consideraciones sociológicas sobre las p.; y
así se han examinado como un sistema de relaciones sociales entre el párroco,
sus vicarios y coadjutores y los feligreses. Evidentemente la p. rural es fácil
que presente caracteres distintos a los de la p. urbana. La p. rural se
identifica más fácilmente con una comunidad local geográfica, los fieles
pertenecen a ella de un modo más natural y directo; y a veces el papel del
párroco rural sobrepasa los límites estrictos religiosos. La p. urbana coincide
menos con una comunidad local, ya que en la gran urbe se vive a nivel de gran
barrio o de ciudad total. Debido al proceso de especialización y de
racionalización, las relaciones humanas en la gran ciudad son más funcionales y
a veces impersonales; ahí la p. puede hacer también una gran labor, de fomento
de la fraternidad y del trabajo y preocupación apostólica y misionera, además de
la administración de sacramentos (v.) y de la necesaria actividad administrativa
(registros de bautismos, matrimonios y defunciones, etc.).
En definitiva la p. ha de activar el triple ministerio (enseñar,
santificar y regir; v. 4) de la Iglesia diocesana y de la universal (v. IGLESIA
III, 4-6). «Como no es posible al Obispo, siempre y en todas partes, presidir
personalmente en su Iglesia a toda la grey -dice el Conc. Vaticano II-, debe por
necesidad constituir diversos grupos de fieles, entre los que destacan las
parroquias, distribuidas localmente bajo un pastor que hace las veces del
Obispo: de alguna manera representan a la Iglesia visible establecida en el
mundo entero» (Const. Sacrosanctum Concilium, 42). El Vaticano lI entiende
además las p. y grupos de fieles no necesariamente como territorios o
circunscripciones territoriales, y contempla también la posibilidad de diversas
formas asociativas y pastorales (cfr. Decr. Presbyterorum Ordinis, 10; Christus
Dominus, 18, 23, 29; Orientahum Ecclesiarum, 4) (v. t. infra, 3).
Puede añadirse la doctrina sancionada en el primer sínodo de Obispos
(1967) respecto a la aplicación del «principio de subsidiariedad» a la vida de
la Iglesia: lo que puede hacer la comunidad inferior -y la p., aunque no puede o
no debe hacer todo, puede hacer muchono debe absorberlo autoritativamente la
comunidad de orden superior. La p., pues, es una parte de la diócesis (cfr. Decr.
Christus Dominus, 30), no ha de ser necesariamente una microdiócesis, ni una
simple circunscripción territorial (v. 3). Junto a ella están además otros
medios y formas de actividad pastoral y apostólica, asociaciones, etc. Resalta
así, en el conjunto de los elementos mencionados, el gran papel que pueden hacer
las p., fomentando o respetando iniciativas, contribuyendo de esta forma al
mutuo respeto de los carismas o vocación de cada fiel, de los fines y
responsabilidades de cada estado de personas en la Iglesia, y con ello a la
realización de la misión esencialmente espiritual y sobrenatural de la Iglesia
(v. PASTORAL, ACTIVIDAD, 3 y 5).
V. t.: IGLESIA III, 7; DIÓCESIS.
BIBL.: G. MICHONNEAu, La parroquia, comunidad misionera, Buenos Aires 1951; C. FLORISTÁN, La parroquia, comunidad eucarística, 2 ed. Madrid 1964; J. H. FICHTER, Las relaciones sociales en una parroquia urbana, Barcelona 1966; A. BLOCH LINGER, Die heutige Pfarrei als Gemeinschaft, Einsiedeln 1962; F. CONNAN, J. C. BARREAD, Demain, la paroisse, París 1966; F. POGGIASPALLA, La diócesis y la parroquia, Barcelona 1961.
CASIANO FLORISTÁN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991