PABLO APÓSTOL, SAN


A. VIDA Y APOSTOLADO.1. Fuentes. Las principales son sus Cartas o Epístolas (v. los art. correspondientes a cada una de ellas) y los Hechos de los Apóstoles (v.).
      a. Las Epístolas, anteriores en su mayoría a los Hechos, nos dan una imagen inmediata y variada, aunque estén escritas sin pretensiones autobiográficas. Son muy interesantes sus informaciones sobre las relaciones con las primeras iglesias locales y sobre la vida de las mismas. En algunos casos las Epístolas son la única, o casi única, fuente de información (relaciones con comunidades de Macedonia, Corinto, Galacia y Frigia; viajes y vicisitudes después de la primera prisión). En otros casos completan y precisan la narración de los Hechos (Gal 1,15-2,14; 2 Cor 11,22-12,10).
     
      b. Los Hechos de los Apóstoles abundan en datos sobre S. P. (7,58b; 8,la.3; 9,1-30; 13,1-28,31), pero no son biografía ni historia de su apostolado. Los itinerarios de P. son etapas de la gran expansión cristiana, desde Jerusalén hasta el corazón del Imperio (cfr. 1,8). Roma es la meta soñada por S. P. (cfr. Rom 1,13 s.; 15,22 s.), y es también centro de interés dominante en la narración de San Lucas (19,21; 23,11; 25,10 s.; 27,1.23 s.; 28, 14.16). Esto explica, en parte, la selección y el orden del material, especialmente desde el cap. 13 en adelante. Las lagunas de los Hechos aparecen, sobre todo, comparándolos con Gal 1,11-2,14; 4,13 s. y con 1 y 2 Cor. De 1 Cor 15,32, combinado con 2 Cor 1,8 s., se saca que quizá P. estuvo prisionero en Éfeso, cosa que Lucas no dice. Como tampoco dice mucho de las peripecias reveladas en 2 Cor 11,22-23. En general, los Hechos tienen confirmación en las Cartas.
     
      c. Otros escritos. En el N. T. (exceptuados los Hechos y las Cartas), la única mención explícita está en 2 Pet 3,15 s., donde se habla de cartas del «queridísimo hermano nuestro Pablo». Fuera del N. T., Clemente Romano (v.) recuerda la carta de P. (1 Cor) que condenaba el espíritu de sedición en la comunidad (cfr. 1 Cleni. 47); nos informa también de que P. estuvo siete veces encadenado (ib. 5,6; cfr. 2 Cor 11,23). Sobre el viaje de P. a España habla el Fragmento de Muralori (lin. 38s.; v.). Otros datos de los Padres y los Apócrifos: Carta a los Corintios, a los de Laodicea, los Acta Pauli, Correspondencia con Séneca, cte., son menos útiles, porque toman noticias de los escritos canónicos elaborándolos más o menos arbitrariamente.
     
      2. Antes de la vocación. a. En Tarso. Saulo (llamado así hasta Act 13,9) nació en Tarso de Cilicia (Act 21,39; 22,3), centro importante de comercio y de cultura, donde más tarde le encontraremos (Act 9,30; cfr. 11,25; Gal 1, 21). Ignoramos por qué, ni desde cuándo, se encontraba allí su familia, pero sabemos que ésta pertenecía a la tribu de Benjamín y que era farisea (Act 23,6; cfr. Philp 3,5). Sobre la fecha de su nacimiento sólo tenemos vagas noticias: Saulo es calificado «joven» (Act 7,58) en el martirio de S. Esteban (ca. 34 d. C.) y esto hace suponer que tuviese lugar entre 5-10 d. C.
     
      Además de Saulo (quizá por pertenecer a la tribu del primer rey de Israel, Saúl), fue llamado también P. Era frecuente un segundo nombre, que fuese menos raro al oÍDo griego y presentase una cierta semejanza con el nombre hebreo (p. ej., Eliagim-Alcimo). La educación en familia fue la tradicional de los hebreos en la diáspora. Saulo aprendió griego para la vida cotidiana y para la lectura sinagoga] de la Biblia. La posesión de la lengua griega, que supera en P. en cuanto a fondo y forma a la de los Setenta, se explica también por el contacto con la vida diaria, aunque no hay que excluir que frecuentase alguna escuela. Un joven inteligente podía también asimilar nociones y curiosidades filosóficas y adquirir un conocimiento esencial del mundo pagano, de sus aspiraciones e insatisfacciones. De esta manera Saulo pudo familiarizarse con el espíritu y lenguaje agonistico (Act 13,25; 20,24; Rom 9,16; 1 Cor 9,24-27; 2 Cor 4,7 s.; Gal 2,2; 5,7; Eph 4,12 s.; Philp 2,16; 3,12 s.; 1 Tim 4,7 s.; 2 Tim 4,7 s.; cte.; cfr. Heb 5,14; 6,20; 12,1s.11).
     
      b. En Jerusalén. P. se formó como rabino o maestro de la Ley, «a los pies de Gamaliel» (Act 22,3), circunstancia que nunca negó, ni siquiera después de Damasco. Probablemente Gamaliel (v.) el Viejo, que enseñó entre el 25-50 d. C., era hijo o nieto del gran Hilel (v.), moderado en comparación con Sammay (v.). Si se identifica con el Gamaliel de Act 5,34-39, hay que afirmar que el discípulo no imitó la moderación del maestro hacia los seguidores de Jesús. El mismo P. se presenta con relación a sus coetáneos como apasionadamente celoso según la piedad de los fariseos (v.) (cfr. Gal 1,14). No sabemos cuánto tiempo permaneció en Jerusalén, ni si estuvo allí durante la vida pública de Jesús, aunque parece que no, pues no conoció a Jesús, sino resucitado. Entre los testimonios que a primera vista podrían sugerir una respuesta afirmativa al segundo interrogante, 1 Cor 9,1 reclama la visión de Damasco y 2 Cor 5,16 distingue más bien entre dos concepciones opuestas del Mesías. Es más fundado suponer que, cumplida la formación rabínica, Saulo regresó a Tarso.
     
      c. Profesión. Todo rabino debía tener un oficio o profesión. También P. trabajó manualmente (cfr. Act 18,3; 20,34; 1 Cor 4,12; 1 Thes 2.9; 2' Thes 3,7 s.), pero no es fácil precisar qué oficio tuvo. Los Hechos (18,3) califican como skenopoiói a P. y a sus acompañantes Aquila y Priscila; el término puede significar fabricador de tiendas, tejedor de paño, curtidor de cueros o guarnicionero. En cualquier caso era un trabajo duro (Act 20,34).
     
      d. Saulo perseguidor. Está un poco en penumbra en el martirio de S. Esteban (v.): guarda los vestidos de los lapidadores (Act 7,58; cfr. 22,20). Pero en seguida aparece decididamente empeñado y con poderes del Sanedrín para extender la persecución a Damascso (Act 26,11). De hecho, la autoridad romana había reconocido al Sanedrín el derecho de vigilar las comunidades judías de la diáspora. Saulo extendía de esta manera la persecución que ya había arraigado en Palestina (Act 8,1.3; 22,19 s.; 26,9 s.; 1 Cor 15,9; Gal 1,13; 1 Tim 1,13), deseando sobre todo hacer apóstatas (cfr. Act 26,11).
     
      3. Desde la vocación a las grandes misiones. Puedesorprender el término vocación en lugar de conversión, más corriente en la literatura y el lenguaje. Ciertamente no se puede ignorar el aspecto del cambio imprevisto. El mismo P. distingue (1 Tim 1,13) un antes y un después en su propia vida: dos actitudes antitéticas respecto a Jesús y a su seguidores. El perseguidor fue como agarrado (Philp 3,12) por Cristo y cambiado interiormente. Pero P. ha sentido la acción de Cristo particularrilente como vocación (1 Cor 15,9 s.; Gal 1,15; cfr. Rom 1,1; 1 Cor 1,1). Mediante la visión hace referencia (aun en el uso de palabras) a los casos de vocación profética (cfr. Is 49,1; Ier 1,5).
     
      a. Aparición en el camino de Damasco y bautismo. En el episodio de Damasco (a. 34 ó 36) se subraya la llamada divina a la que Saulo se rinde (Act 9,1-9; 22,611); en el bautismo, la renovación interior (9,10-19; 22,12-21). En Act 26,9-18 se pone en primer plano la vocación al apostolado entre los gentiles (cfr. 22,17-21). Las diferencias entre las tres narraciones (Act 9,1-19; 22,6-16; 26,12-18) se pueden explicar por el diverso ambiente y por una cierta libertad que no contrasta con la fidelidad sustancial (relación de S. Lucas y discursos de S. P. en Jerusalén y Cesarea). No pensamos que los temas de los Hechos puedan escapar a la costumbre de los historiadores antiguos de adaptar al propio fin las alocuciones de sus personajes. La acción de Cristo fue tan intensa y eficaz para P. que la narró en todos sus pormenores, que son los esenciales de las teofanías: visión y voz del ciclo, deslumbramiento, mensaje del interlocutor misterioso y órdenes (cfr. Is 6; ler 1,1-10; Ez 1,13,27). El cambio, por parte de Saulo no tuvo preparación. La tesis de que Rom 7,7-25 es la confesión de un drama interior y que tuvo su momento cumbre en la visión de Damasco está cada vez más abandonada. En su actividad persecutoria actuaba de buena fe, en completa ignorancia (1 Tim 1,13), realizando de manera casi única la previsión de Jesús sobre los perseguidores convencidos de honrar a Dios, matando a sus discípulos (lo 16,2). Con estas disposiciones llega a ser apóstol, destinado particularmente a los paganos (cfr. Act 26,17 s.).
      b. Predicación en Damasco y en Arabia. Pensamos que después del bautismo y de la experiencia apostólica en Damasco (9,19-22), S. P. no se encerró para prepararse. Ver así las cosas sería dejarse llevar del esquematismo de los Hechos, que sólo vuelve a hablar de él en el cap. 13. También los Hechos lo cuentan activo después de Damasco (cfr. 9,19-22; 22,18; 26,19 s.). Las Cartas (Gal 1,16; cfr. 1 Cor 9,16; Philp 3,12) son explícitas en notar que no esperó otras señales divinas. Los Hechos sugerirían un intervalo breve entre las primeras experiencias apostólicas de Damasco y la ida a Jerusalén (9,22-26). Pero en Gal 1,16 s. a la primera predicación en Damasco sigue una estancia en Arabia (probablemente al sudeste de Damasco) con apostolado, y luego una nueva predicación en Damasco (Gal 1,17). Sólo «tres años después» (Gal 1,18) visitó Jerusalén.
     
      c. En Jerusalén. En Cilicia y en Siria. En Jerusalén obtuvo el reconocimiento de S. Pedro (Gal 1,18). El convertido fue sospechoso a la comunidad hasta que intervino Bernabé (Act 9,26 s.). Disputó con los helenistas (Act 9,28) que tramaron contra su vida. Entonces (también por tranquilidad de la Iglesia) los hermanos lo encaminaron hacia Tarso (Act 9,31). Sobre la actividad apostólica de estos cuatro o cinco años, tal vez más, en las regiones de Siria y Cilicia (Gal 1,21-24), también los Hechos dejan entrever algo. Cilicia está implícita en Tarso (Act 9,30). En cuanto a Siria, Antioquía era un centro de vida cristiana desde el martirio de S. Esteban, primero formado de judeocristianos (Act 11,19) y después también de griegos paganos (Act 11,20). ¿Es atrevido pensar en el influjo de P. en estas regiones? Hacia el a. 44 Bernabé (v.), jefe de la nueva comunidad (Act 11,22), ante el trabajo tan prometedor fue a Tarso a buscar a Saulo (Act 11,25). Es inverosímil que Saulo permaneciera tanto tiempo en el restringido ambiente de Tarso, con el encargo recibido en la visión de Damasco (cfr. Act 26,19 s.) que lo destinaba a los paganos (Act 9, 15; 22,21). Hasta Act 13,7 se nombra antes a Bernabé que a S. P. El año de fecunda actividad antioquena (cfr. Act 11,26) se cierra quizá con el viaje a Jerusalén para llevar recursos materiales (Act 11,27-30).
     
      4. Las grandes misiones paulinas (Act 13,1-21,16). Desde el cap. 13 la narración de los Hechos se polariza en torno a la figura de P., y a partir de Act 13,15 se le comienza a nombrar antes que a Bernabé. Antioquía de Siria es un centro de irradiación apostólica del Evangelio. De esta comunidad provienen los principales componentes del grupo misionero. De allí sale y allí vuelve, excepto en el tercer viaje, que termina en Jerusalén, visitada también probablemente entre el primero y el segundo (cfr. Act 18,22).
     
      a. Primer viaje (Act 13.1-14,28). Elegidos por el Espíritu Santo (13,1 s.), Bernabé y P., con Juan Marcos (V. MARCOS EVANGELISTA, SAN) llegan hasta Perge (13,5. 13), recorren la isla de Chipre, llegan a Antioquía de Pisidia, Iconio, Listra, Derbe, visitando a la vuelta las comunidades fundadas. Este viaje se suele situar en el otoño del 45 d. C. o en la primavera del siguiente. Un hecho saliente es la lapidación de P. en Listra, después de rechazar honores divinos (14,9-20). El discurso característico es el de Antioquía de Pisidia (v.) a los judíos y prosélitos (13,16-43). Como apéndice al primer viaje está hacia el a. 49-50 el llamado Conc. de Jerusalén (15,1-29; v.), en donde se sancionó la plena autonomía de los gentiles convertidos respecto a la antigua ley.
     
      b. Segundo viaje (Act 15,36-18,22). Hacia el a. 50, después de visitar las iglesias fundadas en el primer viaje, la probable evangelización de Galacia, la fundaciónPABLO APÓSTOL, SANde comunidades macedónicas y la tentativa desafortunada de Atenas, P. llega a Corinto. Están con él Silas, Timoteo y quizá por poco tiempo S. Lucas (v.). Hechos salientes son la flagelación y la prisión de P. y Silas en Filipos (16,19-40), la presencia de P. ante el tribunal de Gali0n (v.) en Corinto (18,12-17). El discurso característico es el de Atenas (17,22-31). Al volver pasó por Éfeso (18,19-22).
     
      c. Tercer viaje (Act 18,23-21,16). Hacia el a. 53, visitada Galacia, P. trabajó durante tres años en Éfeso, desde donde el Evangelio se difundió a Colosas, Laodicea y Hierápolis en Frigia (cfr. Col. 1,7; 2,1; 4,13 s.). Desde Éfeso P. se acercó por lo menos una vez a la inquieta comunidad de Corinto (cfr. 2 Cor 12,14; 13,1 s.). El alboroto de los orfebres (Act 19,23-40) cerró la estancia efesina. S. P. parte hacia Macedonia y Acaya, desde donde inicia el último viaje a Jerusalén, pasando por Filipos, Tróade y bordeando la costa de Asia hasta Petara. En Mileto dirigió a los presbíteros de Éfeso un discurso típico (20,17-38) que es su testamento espiritual. Los años de la tercera misión son los más fecundos en escritos. De Éfeso salió la 1 Carta a los Corintios (v.), muy probablemente la dirigida a los Gálatas (v.) y quizá la de los Filipenses (v.), si en Éfeso tuvo lugar una prisión de P. (cfr. 1 Cor 15,32; 2 Cor 1,8 s.; 11,23; Rom 16,4); desde Macedonia, la 2 a los de Corinto, y finalmente desde Corinto, la de los Romanos (v.).
     
      5. Encarcelamiento en Cesarea y Roma (Act 21,1728,31). Las oscuras previsiones de Act 20,22-25; 21,4.10-14 se realizaron en Jerusalén, después de otros intentos fracasados (cfr. 20,3). El de linchar a P. fue desvanecido por la oportuna intervención del tribuno Claudio Lisias (21,27-36), quien, vista la inutilidad de su intención en resolver el caso ante el Sanedrín y con la amenaza de un golpe de mano contra P., expidió el prisionero al procurador Antonio Félix en Cesarea (22,30-35). Siguen dos años de custodia militaris (23,35), mitigada (24,23), que se concluye bajo Festo, sucesor de Félix, con la apelación al César por parte de P. (24,1-26,32) y el viaje a Roma (27,1-28,16) probablemente en el otoño del 60. Los dos años de prisión romana, también custodia militaris, pero en una casa arrendada, consintieron a P. mayor libertad de trabajo apostólico (28,17-31). De Roma salieron muy probablemente la Carta a los Colosenses (v.), a los de Éfeso (v.) y a Filemón (v.). Quisiéramos saber algo más de lo que nos dicen los Hechos (Act 28,30 s., p. ej.), si S. Pedro estaba aquellos años en Roma; pero las fuentes no dicen nada.
     
      6. Últimos viajes, nueva prisión en Roma y martirio. La única fuente canónica para este periodo son las Epístolas Pastorales (v.), que nos dan sólo fragmentos de noticias. A menudo hay que confiarse a la hipótesis. La prisión romana debió terminar con sentencia absolutoria (a. 63), quizá porque no se presentaron los acusadores. No se excluye un acto de clemencia imperial.
     
      a) ¿Se realizaron los viejos proyectos del viaje a España (cfr. Rom 15,24.28)? Parece insinuarlo Clemente Romano (1 Clem 5,7: «últimos confines del Occidente» alcanzados por Pablo); y el Fragmento Muratoriano lín. 38 s.: partida de P. desde la Capital para España. Las modernas opiniones van desde la certeza hasta la tenue probabilidad. Algunos autores sostienen que lo realizaría hacia el a. 63-64. Es cierto que P. no abandonaba sus proyectos si no lo impedía fuerza mayor (cfr. Rom 1,13; 15,22; 1 Thes 2,18), pero habían pasado casi cinco años y habían cambiado muchas cosas.
     
      b) Si son ciertos los viajes a Oriente (a. 64-66) es incierto el itinerario, por la poca exactitud de la proveniencia y fecha de la primera carta a Timoteo y la deTito. El proyecto de ir a Colosas (Col 2,5; cfr. Philm 22) no parece que se haya realizado. Ciertamente P. fue a Éfeso, desde donde pasó a Macedonia. Una visita a Filipos pudo ser posible en el viaje a Occidente, suponiendo el itinerario Dyrrachium-Nápoles. En Creta P. había dejado a Tito (Tit 1,5), invitado a juntarse en Epiro o Nicópolis (Tit 3,12). De una visita a Corinto y a Mileto (cfr. Act 20,25.38) trataría 2 Tim 4,19 s.
     
      c) Un nuevo arresto, probablemente en Tróade (cfr. 2 Tim 4,13) fue seguido quizá en Éfeso por un proceso, durante el cual P. tuvo la amarga experiencia del abandono de muchos y de la hostilidad de otros (2 Tim 4, 14-18). ¿Hizo valer una vez más su ciudadanía romana? Figura como un malhechor común (2 Tim 2,9; 4,14 s.) de cuyas cadenas puede vanagloriarse (2 Tim 1,16 s.; cfr. 1,8). Ignoramos la imputación y de quién partió la acusación. Clemente Romano atribuye (1 Clem, 5,5) el martirio de S. Pedro y S. Pablo a la envidia y a los celos.
     
      d) Era quizá otoño del 66 d. C. cuando P. está de nuevo prisionero en Roma. La previsión de una rápida condena capital explicaría la invitación que hace a Timoteo de unirse a él en seguida «antes del invierno» (2 Tim 4,9.21). Después de algún tiempo en la custodia pública y de delincuentes comunes, periodo en el que sigue interesándose por las iglesias y el apostolado (cfr. 2 Tim 4,11), S. Pablo, como ciudadano romano, fue decapitado junto a Tre Fontane (Acquae Salviae), según la tradición, muy probablemente el 67 d. C.
     
      7. Retrato físico y espiritual. La figura de P. se refleja mejor en las Epístolas que en los Hechos. En éstos P. está un poco estilizado; raramente aparece impulsivo como en las Epístolas.
     
      a) En cuanto al retrato físico casi nada sabemos. Que P. fuese pequeño ha sido afirmado quizá por errónea interpretación de Act 9,25; 14,11 s.; 2 Cor 10,10; 11, 33; quizá también por el nombre latino Paulus. El arte, en cambio, le ha dado un aspecto imponente, justificable sólo como expresión de su estatura moral.
     
      b) Las líneas de la figura espiritual de P. son múltiples y en apariencia contradictorias. Sólo la lectura atenta de sus escritos puede revelarnos la complejidad y los detalles. Está reunido en él lo que de ordinario se encuentra en individuos diversos. Hay armonía de contrastes por aquel principio de suprema unidad que es Cristo. Inteligencia segura y penetrante, especulativa y práctica pasa con gran facilidad de los grandes principios a cosas modestas y de éstas a aquéllos. De un plan de viaje no efectuado sale Cristo, que es el sí de todas las promesas divinas, como dice nuestro amén litúrgico (2 Cor 1,15-22). El sentido práctico lo manifiesta en circunstancias sólo superficialmente semejantes: así resulta su decidido no a la circuncisión, cuando se hace cuestión de principio (Gal 2,3); en cambio, concede un sí, cuando el rechazarla sería un escándalo inútil (Act 16,3; cfr. Rom 14,13 s.; 1 Cor 8,13). Ánimo viril y afectuoso; emotivo y controlado; pronto a la amistad, pero exigente en que sea sincera (cfr. Act 15,37-40). Su lenguaje conoce todas las flexiones: desde las tiernas efusiones del corazón a los tonos vehementes, a veces irónico, siempre con el buen propósito de enseñar y corregir (cfr. Gal 5,12; Philp 3,2). Sabe herir y curar, humillar e infundir coraje, imponer la propia autoridad apostólica y no perder la simpatía.
     
      8. Cronología paulina. a) Los Hechos desde el cap. 13 en adelante y las Epístolas dan indicaciones cronológicas relativas a la historia profana. Pero en la vida y apostolado de P. no todo es cronológicamente cierto. Las fechas, p. ej., del nacimiento, vocación y martirio oscilanPABLO APÓSTOL, SANcon un margen de cuatro o cinco años. Tal vez hay incertidumbre sobre el año y certeza sobre la estación (1 Cor 16,6; 2 Tim 2,20) o una solemnidad religiosa (Act 20,6; 27,9; 1 Cor 16,8). Los puntos de apoyo son el encuentro con Galión en Corinto (Act 18,12) y la sucesión de Porcio Festo a Antonio Félix (Act 24,27). Una inscripción encontrada en Delfos, publicada en 1905, ha confirmado la información de Act 18,12 sobre el proconsulado de Junio Galión y ha dado la posibilidad de fijar la fecha con un margen de dos años: del 51 al 52 ó del 52 al 53. El resultado es que la predicación de P. en Corinto dura cerca de dos años (cfr. Act 18,11.18) y debe fecharse del 50 al 52 ó del 51 al 53. Según la opinión más común, Antonio Félix, hermano de Palante, fue procurador de Judea del 52-53 al 59-60, sustituido por Porcio Festo. No parece justificado abreviar el mandato de Félix. Admitido que Festo llegara a Judea el 59-60 y dado que se interesó en seguida por el caso de P. (Act 25,1-6), se concluye que la apelación de éste al Emperador (Ac 25,10 s.) tuvo lugar probablemente en la primavera o verano del 60, a poco del viaje a Roma. Este viaje fue interrumpido por el naufragio en Malta, cuando había ya pasado el ayuno de expiación (Act 27,9; fines de septiembre y principio de octubre), y estaba próxima la estación del mar cerrado. Menos útiles son otros datos como la muerte de Aretas IV (cfr. 2 Cor 11,32 ss.), la carestía bajo Claudio (Act 11,28) y la expulsión de los judíos de Roma.
     
      9. Fiestas litúrgicas. El culto a S. Pablo ha tenido desde su inicio una difusión universal. La fiesta principal de S. Pablo se ha venido celebrando en Occidente, desde los s. i11-iv, el 29 de junio. En el calendario de la Iglesia universal existen otras dos fiestas menores: la Conversión de S. Pablo (25 enero) y la Dedicación de la Basílica Ostiense (18 noviembre).
     
      B. TEOLOGÍA PAULINA. 1. Dificultad de una síntesis. Es casi temerario intentar recoger en pocas líneas la enseñanza de P., tan rica y fecunda de aplicaciones. La mayor dificultad está en que la enseñanza paulinano ha sido concebida y ordenada en sistema, sino que se ha manifestado casi siempre con ocasión de las exigencias concretas del apostolado. Todos sus escritos tienen un carácter de necesidades concretas doctrinales y pastorales: no son catequesis completas. Se puede recolectar, no obstante, una teología paulina coordinando e ilustrando las aportaciones de los diversos escritos. En todo caso, la doctrina de S. Pablo tiene un valor perenne, pues son escritos inspirados por Dios (v. BIBLIA III) y constituyen una parte de la revelación divina escrita del N. T.
     
      Además las exigencias del ministerio apostólico han hecho que la enseñanza paulina sea práctica, imprimiéndole un carácter pastoral. Casi siempre P. parte de la práctica para sacar conclusiones doctrinales de capital importancia, como la libertad de la ley mosaica, la universal y exclusiva validez de la fe para la justificación (cfr. Gal 3,1-6). Este carácter pastoral de la enseñanza paulina fluye de todas sus cartas, pero quizá sobre todo de la carta a los Gálatas y I Corintios.
     
      2. Fuentes. Hay que distinguir las fuentes de las que nosotros sacamos la enseñanza de S. Pablo, de las que usa S. Pablo.
     
      Las fuentes que nosotros empleamos para tomar contacto con la enseñanza paulina son principalmente los Hechos, aunque bajo el punto de vista doctrinal es una obra de S. Lucas, y sobre todo el Corpus paulino. Éste abarca 14 cartas, que se suelen clasificar de diversas formas. La Vulgata adopta un orden sistemático, pone primero las cartas a las iglesias, según su importancia: Romanos (v.), 1 y 2 Corintios (v.), Gálatas (v.), Efesios (v.), Filipenses (v.), Colosenses (v.), 1 y 2 Tesalonicenses (v.); y luego las particulares: 1 y 2 Timoteo (v.), Tito (v.) y Filemón (v.); la epístola a los Hebreos (v.) la pone en último lugar (para los diversos problemas que presentan, véanse los artículos citados).
     
      Acerca de las fuentes de las que P. toma su doctrina, tenemos en primerísimo lugar la peculiar «revelación de Jesucristo» (Gal 1,11 s.; cfr. 1 Cor 9,1); la riqueza de ésta y de las sucesivas revelaciones de Cristo (cfr. Act 26,16) permanecerán envueltas para nosotros en el secreto de la experiencia mística y apostólica del propio S. Pablo (cfr. 2 Cor 12,1-6). La tradición de los Doce, a la que P. alude expresamente (cfr. 1 Cor 11,223-26; 15,311 ) es también de primera importancia. Otra gran fuente es el A. T., del que toma demostraciones, analogías, tipos y figuras preanune¡ adoras, enseñanzas prácticas, etc. En el A. T. descubre una función preparadora, una constante tensión hacia Cristo (cfr. 1 Cor 10,6.11). Aplica muchas veces las reglas de la exégesis rabínica, procediendo, p. ej., de lo particular a lo general (cfr. Rom 5) y viceversa, o también por analogía (cfr. Rom 4). En general, sin embargo, es más libre, inspirándose también en la exégesis judeohelenista y naturalmente en la interpretación cristiana que le ha precedido.
     
      3. Líneas fundamentales y características. La declaración de P. de que cuanto él sabe acerca de Cristo y de la economía de la salvación no es fruto de sabiduría humana (cfr. 1 Cor 1,118-2,16), sino de la revelación de Dios por medio del Espíritu (1 Cor 2,10), no significa que no se pueda hablar de un progresivo desarrollo en la enseñanza de P. y de una idea central de su teología. En la determinación no están de acuerdo los especialistas.
     
      a. In/lujo de la visión de Damasco. No pocos la consideran como base de su teología, en cuanto que fijó en la conciencia de P. sobre todo la idea fecunda de la comunión de vida entre Cristo y los creyentes (Act 9. 4 s.; 22,7 s.; 26,14 s.). Aquella revelación caló, sin duda, profundamente en la vida y enseñanza de P. (cfr. 1 Cor 15,8 s.; Gal 1,13-16; Philp 3,6.12; 1 Tim 12-16) y explica el fuerte relieve que tiene en la enseñanza paulina la doctrina de la gracia, concedida por pura benevolencia de Dios al hombre pecador (Rom 5,6-10; Col 1,21 s.). Nació entonces en el alma de P. el germen de la universalidad cristiana, en cuanto que la salvación por la fe era ofrecida igualmente al viejo pueblo de Dios y a los paganos (Act 26,17 s.).
     
      b. Theologia Crucis. En la visión de Damasco P. tomó contacto con Cristo crucificado y resucitado, intuyendo de improviso, por una gracia especial, la relación de estos dos aspectos tan ajenos al mesianismo judío. El escándalo de la Cruz (cfr. 1 Cor 1,23) se cambiaba en un título de orgullo (Gol 6,14), causa de salvación (1 Cor 18-24) y de resurrección (Philp 3,10). La teología de P. es sobre todo una teología de Cristo muerto y resucitado, que se le ha aparecido. Unión con la muerte y resurrección de Cristo serán dos momentos esenciales de la doctrina paulina, que se realizan en eJ cristiano: Bautismo, muerte al pecado y resurrección a la vida de la gracia, con la esperanza de que también la muerte física sea vencida en la resurrección final.
     
      c. De aquí también la preeminente dirección soteriológica. La doctrina de la justificación por la fe es un aspecto de la Soteriología, centrada en el sacrificio único e insustituible de Cristo. Lo mismo se puede decir de la unión de todos los creyentes en Cristo, que irá adquiriendo mayor relieve hasta la concepción de Cristo Cabeza del Cuerpo... de la Iglesia (Col 1,18; cfr. Eph 1,2214,15; 5,25). La imagen es plástica para expresar la acción de Cristo en favor de la humanidad a la que redime injertándose en ella, como un nuevo Adán (Rom 5,12-21; cfr. 1 Cor 15,20 s.), es decir, transformando los salvandos en miembros de un único cuerpo. La doctrina de P., como la doctrina apostólica de la comunidad de Jerusalén (Act 2,21; 4,12; 5,31), es ante todo una Soteriología. La misma doctrina trinitaria está presentada en cierto modo bajo este aspecto, en cuanto las Personas divinas tienen su función apropiada en la salvación, concebida y querida por el Padre, actuada por el Hijo con la propia inmolación, aplicada y perfeccionada en la Iglesia por el Espíritu Santo, por el cual los fieles participan en la vida divina. En el centro está el misterio de la Cruz, donde se resume todo el conocimiento y sabiduría de P. (1 Cor 2,2) o más exactamente de todo cristiano (1 Cor 1,21-25).
     
      d. Otras cuestiones. Deberíamos entrar en cada uno de los capítulos de la teología paulina. Aquí no es posible. Damos un esquema bajo estos títulos: La salvación como obra de Dios; la cooperación del hombre a la salvación; la Iglesia; la vida y moral cristiana; la consumación final. Se podría resumir el pensamiento teológico de P. de esta manera: El Padre ha enviado y sacrificado a su propio Hijo por la salvación de la humanidad, para que ésta obtuviera la nueva vida en el Espíritu. Esta vida se realiza en la Iglesia, esperando que se transforme en la fase gloriosa.
     
      V. t.: BERNABÉ, SAN; MARCOS EVANGELISTA, SAN; NUEVO TESTAMENTO; EPíSTOLAS; JESUCRISTO I; CUERPO MíSTICO I; GRACIA SOBRENATURAL; JUSTIFICACIÓN; REDENCIÓN; y los arts. correspondientes a cada una de las Epístolas paulinas.
     
     

BIBL.: 1) Para la vida y el apostolado de P.: T. BALLARINI, Paolo, vita, apostolato, scritti, 2 ed. Turín 1970; J. CAMBIER, Paul (Vie et doctrine de saint), en DB (Suppl.) VII,279-387; L. CERFAUX, Itinerario espiritual de San Pablo, Barcelona 1967; H. DANIEL-ROPS, Saint Paul conquérant du Christ, París 1951; J. HOLZNER, S. Pablo, heraldo de Cristo, 7 ed. Barcelona 1964; fD, El mundo de San Pablo, 4 ed. Madrid 1965; H. METZGER, Lasrutas de San Pablo, Barcelona 1962; A. PENNA, Paolo Apostolo, en Bibl. Sanct. 10,164-228; ÍD, Paolo Apostolo, en Enciclopedia Cattolica, IX, Ciudad del Vaticano 1952, 705-726; J. PÉREZ DE URBEL, San Pablo, Apóstol de las gentes, Madrid 1940; G. RICCIOTTI, San Pablo Apóstol, 2 ed. Madrid 1950; B. RIGAUX, Saint Paul et ses Leures, en Studia Neotestamentaria, 2, París 1962.

 

TEODORICO BALLARINI

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991