NEOESCOLÁSTICOS I. NEOESCOLÁSTICA Y NEOTOMISMO
1. Significado general. Se suele dar el nombre de Neoescolástica o Neotomismo al
movimiento de renovación de la Filosofía y Teología en los siglos XIX y XX, que
continúa y pone al día la tarea realizada por los mejores filósofos y teólogos
del Medievo, especialmente S. Tomás de Aquino (v.), y sus continuadores
renacentistas y barrocos, especialmente la escuela de Salamanca (v. MoDERNA,
EDAD III, 4). Es preferido por muchos el nombre de Neotomismo, puesto que esa
restauración e impulso de la profundidad y actualización de los estudios
filosóficos y teológicos se hace en más continuidad con la labor de S. Tomás que
con la Escolástica en general.
La voz Escolástica (v.) es en efecto ambigua; con ella se significan
diversas cosas. 1) La mayoría usa el término Escolástica para referirse a la
filosofía y teología medievales; lo cual no es del todo exacto (v. MEDIA, EDAD
III). 2) Otras veces se usa para designar la llamada «filosofía cristiana»; pero
aunque la mayor parte de la Escolástica y de la filosofía y teología medievales
fuesen cristianas, se puede hablar también de una escolástica árabe y judía (V.
ÁRABES III; HEBREOS VII), de una escolástica protestante (v. PROTESTANTISMO II,
1), de una escolástica kantiana, marxista, etc.; aparte dequé lo que se podría
llamar «filosofía cristiana» no es necesario identificarlo con toda la
Escolástica medieval (v. FILOSOFÍA IV). 3) Se deduce de lo que se acaba de decir
otro uso de la palabra Escolástica: el que hace referencia al cultivo de un
sistema de pensamiento dentro de las directrices de una Escuela en la que se
reconoce autoridad y valor más o menos definitivo a unos maestros originadores
de la misma; este uso del término escolástica connota un cierto matiz
peyorativo, indicando una forma de pensar más bien cerrada, más preocupada de
mantener y conservar la autoridad y doctrina de un maestro que de investigar
abiertamente la verdad; en este sentido S. Tomás, p. ej., no es un escolástico,
como tampoco lo son muchos de los llamados escolásticos o . neoescolásticos. 4)
Originariamente la voz Escolástica proviene de Escuela, de las Escuelas o
centros de enseñanza de la primera Edad Media, en seguida llamadas Universidades
o trasformadas en ellas; así Escolástica era lo que se hacía en las escuelas o
universidades: las enseñanzas e investigaciones referentes a las Artes del
Trivium (Gramática, Dialéctica, Retórica) y Quadrivium (Aritmética, Geometría,
Astronomía y Música), a la Filosofía y a la Teología. Como estas dos últimas
eran las más importantes, con el tiempo Escolástica pasó a designar sobre todo a
ellas; y de ahí se fue derivando a los diversos usos del término que se acaban
de apuntar.
Así se explica que modernamente el término Escolástica, y con él también
el de Neoescolástica, se use por unos para referirse a lo mejor de la Filosofía
y Teología, y por otros, al contrario, para indicar el sentido más bien
peyorativo apuntado. Aunque algunos de los llamados neoescolásticos sean
efectivamente «escolásticos», en el sentido de defensores y mantenedores de una
escuela, en su mayoría no son neoescolásticos en general, sino tomistas. En la
Escolástica medieval hay diversidad de escuelas de distinto valor filosófico y
teológico. En S. Tomás hay un cultivo de la Filosofía y Teología con vigor y
armonía, con el afán de verdad y eficacia práctica que es actitud fundamental
para la investigación y progreso, y que mueve también a estos autores de los s.
XIX y XX. Por eso, para la mayoría de los autores que se van a mencionar (v. II),
sería más propia la denominación de neotomistas: porque no son neoescolásticos,
ni tampoco simplemente tomistas, en el sentido de que se limiten a ser meros
repetidores de S. Tomás.
Ambas denominaciones, Neoescolástica o Neotomismo, son, pues, muy
relativas, y más todavía desde mediados del S. XX (V. NEOTOMISMO Y FILOSOFÍA Y
TEOLOGÍA EN EL SIGLO XX). Modernamente resulta ya más difícil, en muchas
ocasiones, encuadrar a los pensadores y filósofos en escuelas o corrientes; en
general hoy día éstas son más abiertas de lo que fueron en la antigüedad,
debido, entre otras cosas, a la mayor facilidad material y rapidez para las
comunicaciones e intercambios (viajes, publicaciones, congresos, etc.). Además,
especialmente si se habla de auténticos filósofos, es decir, de quienes cultivan
la Filosofía en cuanto ciencia, su actitud es más bien investigadora, de
búsqueda de verdades en cuanto tales, o de nuevos aspectos de las mismas, con
poca preocupación de pertenecer o seguir a una escuela u otra. Y esto puede
decirse especialmente de los pensadores y filósofos cristianos y católicos en
general, a muchos de los cuales se les suele encuadrar, a veces con demasiada
superficialidad, como neoescolásticos o neotomistas. Muchos de los autores que
suelen clasificarse así son en realidad difíciles de clasificar; son más
independientes y originales de lo que pudiera parecer al mencionarlos dentro de
un artículo de conjunto sobre la Neoescolástica o el Neotomismo; ya que no se
mueven tanto por preocupaciones de escuela, y en sus hipótesis y conclusiones
están lejos de la cerrazón que se observa a veces en diversas corrientes
antiguas o modernas. Aunque guarden relación o conozcan profundamente el
pensamiento escolástico y el tomista en particular, su investigación sigue con
frecuencia rumbos personales, o necesidades de la época, con amplio conocimiento
de las ciencias modernas y de todas las corrientes filosóficas.
El neotomismo, como se dirá en seguida, inicialmente es una reacción ante
el temor de un deslizamiento hacia el panteísmo (v.), ante teorías dudosas sobre
las relaciones entre la fe y la ciencia (v. RAZÓN II), y ante el subjetivismo
(v.), en que estaban incurriendo filósofos y teólogos. El peligro de panteísmo
estaba en «el ontologismo (v.), tal como lo representaron en Italia V. Gioberti
(m. 1852; v.) y A. Rosmini (m. 1855; v.), y en Francia A. Gratry (m. 1872; v.);
las dudosas explicaciones de la relación entre fe y razón en el tradicionalismo
y fideísmo (v.) de los Bonald (v.), Lamennais (v.) y otros en Francia, y de los
Baader y Deutinger en Alemania. Ambos peligros venían a reunirse en el idealismo
(v.) alemán de Hegel (v.) y Schelling (v.), donde el absoluto se trasfunde en lo
temporal e, inversamente, el saber filosófico se adueña de lo sobrenatural y de
los misterios hasta diluirse éstos en una racionalidad humana. Influido por
ello, A. Günther (m. 1863; v.) trató la doctrina de la Trinidad según métodos
hegelianos. Encontró la tríada hegeliana en toda criatura y concibió la Trinidad
en el sentido del ritmo triádico, a saber, como sujeto, objeto y unidad de
ambos. Ya antes G. Hermes (m. 1831; v.), inspirándose en Descartes, Kant, Fichte
y Fries, había desarrollado un concepto subjetivista de la verdad, que puso como
fundamento a su teología. También a Johann Kuhn (m. 1876), uno de los hombres
más destacados de la escuela de Tubinga (v.), se le acusó de subjetivismo por su
teoría del conocimiento inmediato de Dios». (J. Hirschberger, o. c. en bibl.,
368-369). Pero la reacción se convirtió en seguida en un interés renovado por la
Metafísica (v.), muy abandonada y malparada en el s. XVIII, y con ella por la
Teología (v.) decididamente sobrenatural y relacionada con aquélla. El
movimiento neoescolástico producirá una gran floración filosófico-teológica,
especialmente ya en el S. XX (V. NEOTOMISMO Y FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA EN EL SIGLO
XX).
2. Orígenes de la Neoescolástica tomista. La decadencia de los estudios
filosóficos y teológicos es un hecho general en el s. XVIII. Agotada la
problemática creadora del Renacimiento, que hizo surgir nombres como Cayetano
(v.), Cano (v.), Vitoria (v.), Báñez (v.), Juan de Santo Tomás (v.), y que
generalmente dirigió los estudios filosófico-teológicos hacia los terrenos de la
Moral y el Derecho, divididas las escuelas por 'luchas a veces estériles (p. ej.,
el caso del molinismo), situados los pensadores eclesiásticos más a la
defensiva, como consecuencia de los acontecimientos originados por la rebelión
luterana, desatendido el indispensable contacto de la investigación
filosófico-teológica con el desarrollo de las ciencias naturales, la Filosofía y
Teología, antes las ciencias más brillantes y avanzadas, entran en una fase de
descrédito. A lo largo del s. XVIII y cada vez más, lo mejor de la Escolástica
medieval, Metafísica y Teológica, llega a ser considerado como «medieval» -o/y «medievalizante»-,
con ese cierto tono despectivo propio del movimiento ilustrado del s. XVIII.
Durante el s. XVIII, más que la Teología especulativa y la Metafísica, se
cultiva la Teología moral y la Teología histórica; nombres destacables son Ch.
R. Billuart (v.; m. 1757) y S. Alfonso María de Ligorio (v.; m. 1787). Pero a
veces, la Moral se separa excesivamente de la Dogmática, perdiendo vigor
teológico, y dedicándose más a la casuística. Sin embargo, se reedita varias
veces la obra de Antoine Goudin O. P. (1639-95) Philosophia iuxta incocussam
tutissimanque D. Thomae dogmata. También tienen ediciones Juan de Santo Tomás
(v.), el curso filosófico de los complutenses (v.) y los cursos teológicos de
los salmanticenses (v.). A ello se unen algunas obras publicadas en la Univ.
benedictina de Salzburgo, y la Theologia Wiceburgensis de los jesuitas de
Wüzburgo (v. WICERBURGENSES; VA. MODERNA, EDAD in, 5-6).
Aunque «hay que situar el comienzo oficial de la Neoescolástica en la enc.
Aeterni Patris de León XIII, que abrió una nueva época en la vida de la
Iglesia..., dicho documento no es sino la culminación de múltiples y arduos
esfuerzos» (C. Fabro, o. c. en bibl., 670). Entre ellos la Congregación de los
Padres de la Misión (Paúles) desarrolló «desde 1736 hasta 1879 un asiduo trabajo
científico -si bien con alternativas-, que en Roma partió de la decisión de
enseñar filosofía y teología secundum doctrinam Sti. Thomae y que en Piacenza
llegó a la audacia de fundar la revista «Divus Thomas» aun antes de que León
XIII lanzase la llamada de la Aeterni Patris» (ib.). En el prestigioso Colegio
Alberoni, dirigido por los Paúles, se estudiaba la doctrina tomista, aunque
también se habían introducido antes de mediar el s. XIX las controversias sobre
Gioberti (v.) y Rosmini (v.); en él se formó Buzzetti, del que se hablará en
seguida.
El dominico Salvatore Ma Roselli (m. 1784) escribe y publica en 6 vol. una
Summa philosophiae (Roma 177783), de la que llegaría a salir también un
Compendium en 3 vol. (Roma 1837). La Summa de Roselli era fruto de una actitud
reactiva contra el racionalismo moderno, y encontró cierta aceptación en medios
italianos y españoles. Roselli había sido encargado de tal tarea por el maestro
general de la Orden, el barcelonés Juan Tomás Boxadors (1703-80), futuro
cardenal, que había hecho pública en 1757 la carta De renovanda et de/endenda
doctrina Sancti Thomae. El fuego no estaba apagado, aunque quedaban pocos
rescoldos; volvería a adquirir vigor a partir de la decisión de Boxadors, de las
enseñanzas del Colegio Alberoni y de la actividad docente del jesuita Baltasar
Masdeu.
Baltasar Masdeu, S. J., n. en Palermo (Sicilia) el 7 mayo 1741, de familia
española. Enseñaba retórica y poética en el Seminario de Nobles de Barcelona
cuando llegó en 1767 la orden de expulsión de España de los jesuitas. Hizo su
profesión solemne en Ferrara en 1773, la víspera del día en que se comunicó al
prepósito general el breve pontificio Dominus ac Redemptor, que disolvía la
Compañía de Jesús. Enseñó filosofía en Plasencia, Cremona y Bolonia. Restaurada
la Compañía, vuelve a España en 1815, y desde entonces reside en el Colegio de
Montesión, en Palma de Mallorca, donde muere el 31 sept. 1820. La mayor parte de
los trabajos filosóficos de Masdeu sigue inédita; se publicaron Positiones
logicae, metaphysicae, ethicae (Plasencia 1800) y Ethicae seu moralis
philosophiae... epitome (ib. 1805). Todos ellos están descritos por M. Batllori
en Baltasar Masdeu y el neoescolasticismo italiano, Palermo 1714-Mallorca 1820.
«Analecta Sacra Tarraconensia» 15 (1942) 171-202 y 16 (1943) 241-294.
Masdeu es escolástico en el sentido amplio del término;más tomista que
suareciano, resulta ser, sin embargo, fundamentalmente un ecléctico. Ello no fue
obstáculo para que su influjo se ejerciera sobre todo en la línea de la
restauración del tomismo. «Baltasar Masdeu... recoge la herencia renovadora de
los jesuitas catalanes del grupo de Cervera (Aymerich, Cerdá, Codorniu, Pou,
Pons, etc.) y, siendo profesor de filosofía en Plasencia al mismo tiempo que su
hermano José Antonio profesaba la teología, influyó en la dirección
neoescolástica de Vincenzo B. Buzzetti, padre del neotomismo italiano, a quien
llegaba, así, en Italia, por diferente vía, el mismo influjo cervariense que
explica, en Cataluña, el caso de Balmes» (M. Batllori, o. c. en bibl., 20-21).
«Cierto que Buzzetti no fue alumno de Baltasar Masdeu, pero la alusión de Cure¡
y Moglia al influjo extraescolar de un jesuita español, y precisamente profesor
de filosofía, más el manuscrito del probabilismo que Vincenzo B. Buzzetti tenía
en su biblioteca, bien claro nos hablan de que Buzzetti fue más que un alumno:
fue discípulo de nuestro Baltasar Masdeu en su amor a la escolástica, que el
placentino enfocó luego en un sentido más personal, estrictamente tomista» (M.
Batllori, ib., 470).
Vincenzo B. Buzzetti n. en Plasencia (Italia) el 26 mar. 1777. Se formó en
el Colegio Alberoni, y fue prof. del seminario de su ciudad natal desde 1798
hasta su muerte el 14 die. 1824. El ambiente del Alberoni era entonces sensista,
pero el impulso de Masdeu y la lectura de Goudin y Roselli acercaron a Buzzetti
al tomismo; de nuevo la Suma Teológica fue libro de texto en clases de Teología.
Las obras del filósofo y teólogo placentino, escritas al parecer después de
1820, han permanecido casi todas inéditas hasta hace poco; A. Masnovo publicó en
2 vols. las Institutiones sanae philosoplhiae iuxta D. Thomae atque Aristotelis
inconcussa dogmata... (Plasencia 194041), cuyo título acusa claramente el
influjo de Goudin. Las Institutiones estaban divididas en tres partes,
respectivamente dedicadas a la Lógica y Metafísica general, la Psicología, y la
Cosmología y Ética.
«El tomismo es revivido por Buzzetti de manera vital y actual. Las tesis
tomistas, aun las más hostiles a su tiempo (hilemorfismo cosmológico) y las más
discutidas (distinción real entre esencia y ser en las criaturas) son alcanzadas
y penetradas en su meollo, expuestas con claridad, confrontadas y sostenidas
frente a las teorías en boga en aquel tiempo. Son combatidos los seguidores del
empirismo y del racionalismo: Locke, Condillac, Boscovich, Descartes, Leibniz; y
entre los italianos, Genovesi, Gerdil, Beccaria, Verri y Soave. Buzzetti
manifiesta seguridad y claridad en la información y en la penetración (los
contemporáneos son, sin embargo, ignorados)» (G. Soler¡, Buzzetti, en Enc. Fil.
1,846).
Antes hemos citado unas palabras de Batllori alusivas a la Univ. de
Cervera, como foco originario de la renovación escolástica. J. Casanovas, S. J.,
había escrito, en carta de 9 febr. 1936, a ese autor que «en Cervera se elabora
un escolasticismo rejuvenecido científica y literariamente. Recién formado, es
cortado en su misma raíz y trasplantado a Italia. Queda, con todo, algún brote,
amenazado de muerte, que cincuenta años más tarde hace germinar el milagro de
Balmes. Son, por tanto, dos ramas de la misma cepa, la de Italia y Balmes,
independientes entre sí y con características propias. Lo de aquí es anterior a
toda manifestación italiana, y causa real de la misma» (cfr. M. Batllori,
Baltasar Masdeu..., en La cultura..., 472). Batllori comenta esta carta
diciendo: «A mi entender, es causa real, pero parcial» (ib., nota 104).
El pensamiento de Jaime Balmes (v.; 1810-48) constituirá un hito
importante en el desarrollo de la Neoescolástica, aunque en buena parte, y por
su peculiar enfoque de la problemática filosófica, no es plenamente
representativo del movimiento posterior.
3. Características generales de la Neoescolástica decimonónica. Se ha
aludido, al comienzo, al carácter fundamentalmente tomista de la renovación
filosófico-teológica en el s. XIX. No es que faltaran por completo los intentos
de restauración del escotismo, suarismo, etc.; pero es el pensamiento tomista el
objetivo central de la restauración, primero por vía privada y luego por vía
eclesiástica oficial. En esa línea se mueve precisamente la acción decisiva de
León XIII (v.), particularmente a través de su famosa enc. Aeterni Patris,
publicada el 4 ag. 1879, un año después de su acceso al solio pontificio. Tras
la publicación de la encíclica, el Papa promovió una pequeña revolución en la
Univ. Gregoriana, cuya resistencia a la reintroducción de la Escolástica venía
siendo fuerte; quedaron cesantes los PP. Palmieri (discípulo de Tongiorgi) y
Vavetti (cartesiano), y fue nombrado profesor Cornoldi. Zigliara empezó a
enseñar en la Minerva, Lovenzelli y Satolli en Propaganda, y Salvador Talamo
(discípulo de Sanseverino) en el Apolinar. El 15 oct. 1879, León XIII creaba la
Academia Romana de Santo Tomás de Aquino, y manifestaba su propósito de
patrocinar una nueva edición, a la altura del tiempo, de las obras del Doctor
Angélico y de sus mejores comentaristas. En 1880, S. Tomás era declarado patrono
de todas las escuelas: católicas. Ya antes otros pontífices habían alabado y
recomendado repetidas veces sus obras (v. TOMISMO; TOMÁS DE AQUINO, SAN).
Otra característica importante de la Neoescolástica es la actitud reactiva
y defensiva que está en su origen y que la condiciona durante algún tiempo. El
alejamiento progresivo de muchos filósofos modernos respecto a la concepción
cristiana del mundo, la crítica de la Revelación realizada por el iluminismo
dieciochesco (v. ILUSTRACIÓN) y más intensamente aún por la izquierda hegeliana
(v.), la extremosidad de carácter panteísta en que culmina el racionalismo (v.)
y el idealismo (v.), la actitud antirreligiosa -y en particular, anticatólica-
del liberalismo (v.) político, la insuficiencia de los esfuerzos de ciertos
pensadores católicos, por su tradicionalismo y fideísmo (v.) o su ontologismo
(v.), para fundar una sana filosofía, etc., provocan desencanto respecto a la
posibilidad real de «bautizar» esas diversas direcciones de pensamiento, así
como un grave temor ante sus Consecuencias deletéreas. En vista de todo ello, se
busca empalmar con el pensamiento medieval, al que se llama cristiano por
oposición al moderno. Ello origina un peculiar tratamiento polémico y
apologético de la problemática filosófica y teológica.
A pesar del enfrentamiento con esas corrientes modernas, su presencia y su
influjo resultan insolayables. De ahí otra de las características importantes de
la Neoescolástica, que se presenta inicialmente como un movimiento
primordialmente filosófico, a diferencia de la primacía teológica típica de la
Escolástica anterior. No es que la Neoescolástica excluya la temática teológica,
sino sólo que el tratamiento de las cuestiones filosóficas se presenta menos
vinculado en su exposición al de las cuestiones teológicas, y que una parte
notable de los neoescolásticos se limita al estudio y exposición de la
problemática filosófica, aunque permanezcan latentes las preocupaciones
teológicas y aun conduzcan a veces soterráneamente la especulación. La
separación, no sólo teórica sino fáctica, entre Filosofía y Teología obligará a
una reestructuración de la temática en los manuales y tratados, que ya no serán
por lo común comentarios a diversas obras de Aristóteles, sino exposiciones
sistemáticas de las cuestiones filosóficas; este desgajamiento de los problemas
filosóficos de su antiguo engarce con los razonamientos teológicos tendrá
particular repercusión en los casos de la Metafísica y la Ética, que
precisamente por ello habrán de ser construidas de forma diferente a las
sistematizaciones de los grandes maestros medievales. Aparecerán numerosas obras
de Filosofía ad mentem Divi Thomae, pero serán acusadas años después por Étienne
Gilson de ser tratados de filosofía más bien ad menteni Cartesii, puesto que
Descartes fue el primero, en el mundo cristiano, que desligó de la problemática
teológica el tratamiento de las cuestiones filosóficas y que intentó estructurar
éstas sin apelar a aquélla.
Pero no es sólo en este punto donde se pone de manifiesto el influjo de
ciertos pensadores modernos en la Neoescolástica. Santo Tomás (v.) representa,
en el s. XIII, ante el problema de la racionalización progresiva del pensamiento
cristiano, una actitud de equilibrio entre el teologismo y voluntarismo de la
escuela franciscana y el racionalismo naturalista de los seguidores «latinos» de
Averroes (v.). Esta posición del Doctor Angélico sufrió un rudo embate de Duns
Escoto (v.), que consideraba a' S. Tomás un tanto inficionado del necesarismo
grecoárabe. La defensa del Aquinate frente a Escoto, protagonizada
fundamentalmente por Cayetano (v.), llevó a una acentuación dialéctica del
racionalismo y naturalismo, aunque por supuesto sin llegar al extremismo de
Siger de Brabante (v.). Los dominicos y jesuitas de los s. XVI y XVII
continuaron esta trayectoria cayetanista, y prepararon el ambiente que en parte
hizo factible el racionalismo moderno. Nada puede extrañar, por ello, que el
renacimiento escolástico del s. XIX aceptara como clásicos del pensamiento
cristiano determinados planteamientos y soluciones de la sistemática
racionalista de Wolff (V. MODERNA, EDAD III, 4-5). De ahí el innegable matiz
racionalista que domina en la Neoescolástica del XIX.
La primacía de la problemática gnoseológica, impuesta a partir de
Descartes, llevará además a una profundización en la teoría de la abstracción
(v.). La polémica contra lo que ha llamado Maritain «angelismo cartesiano»,
contra el sensismo (v.), contra el apriorismo kantiano, etc., obligó a precisar
las características psicológicas y gnoseológicas del acceso de la mente humana a
la realidad física, con lo que la teoría de la abstracción llegó a constituirse
en cuestión central de la epistemología. Las cuestiones gnoseológicas habían
entrado en una época de confusión, con el desarrollo de los métodos
experimentales, que se puede decir llevaba a unos a querer trasformar las
ciencias de la naturaleza en filosofía (V. EMPIRISMO; POSITIVISMO;
NEOPOSITIVISTAS) y a otros a trasformar las ciencias filosóficas en ciencias
naturales (V. RACIONALISMO; IDEALISMO). Sólo lentamente, el trabajo de los
neotomistas, cada vez mejores conocedores de la ciencia natural moderna, irá
clarificando las cuestiones, las mezclas y trasposiciones de métodos (v.)
propias del empirismo inglés (v. LOCKE; HUME), del positivismo francés (v. COMTE),
y del racionalismo franco-alemán (V. DESCARTES; LEIBNIZ; KANT).
Hemos aludido antes a las decisiones de León XIII en pro de la
restauración tomista. Sin desconocer la existencia y la importancia de las
acciones ejercidas por la Santa Sede en orden a promover la filosofía y la
teología tomistas -acciones de resultados ambivalentes, pues aunque han
contribuido al amplio desarrollo adquirido porel movimiento restaurador, al
mismo tiempo han podido contribuir a un cierto amaneramiento escolar de muchas
de sus realizaciones-, parece, sin embargo, conveniente recordar algunos
detalles, que sitúan la actuación jerárquica en su verdadero lugar.
Ya hemos visto cómo la renovación filosófico-teológica se inicia a
principios del s. xix. Una carta de Buzzetti a Pío VII en 1814, pidiéndole
«reponer en el trono de las ciencias aquellos antiguos principios de filosofía
tan venerados por los Padres y Doctores de la antigua Iglesia», no obtuvo
respuesta. El silencio pontificio se prorrogó durante más de cuarenta años, sin
que ello fuera obstáculo, antes al contrario, para que diversos obispos y
superiores religiosos se manifestaran opuestos a las «extrañas antiguallas». Los
promotores de la renovación se vieron obligados a actuar con prudencia, para
evitar la alarma y «un incendio que lo arruinaría todo» (carta de Liberatore a
Cure¡ en 1852). En 1857, Pío IX incluye en el índice de libros prohibidos las
obras de Günther (v.), y en el documento de condena hace la primera alabanza
pública de la restauración. No faltarían luego los estímulos, pero hasta el
pontificado de León XIII no empezó en verdad la promoción sistemática y
continuada de la «vuelta al tomismo».
V. t.: ESCOLÁSTICA; TOMISMO; NEOTOMISMO Y FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA EN EL SIGLO
XX.
BIBL.: P. DEZZA, Alle origine del neotomismo, Milán 1940; G. F. Rossi, La filosofia nel Collegio Alberoni e il neotomismo, Plasencia 1959; M. BATLLORI, La cultura hispano-italiana de los jesuitas expulsos. Españoles, hispanoamericanos, filipinos (1767-1814), Madrid 1966; P. GARCÍA, Tomismo y neotomismo, 2 ed. México 1905; A. SBARRA, I problemi della Neoescolastica, Nápoles 1936; E. HOCEDEZ, Histoire de la Théologie au XIX siécle, 3 vol. París-Bruselas 1947-52; F. El-IRLE, Zur Enzyklika «Aeterni Patris», Roma 1954; A. MASNOVO, II significato storico di S. Tommaso d'Aquino, «Acta Pontificae Academiae Romanae» (1934) 9-32; P. DESCOQS S. J., Thomisme et magistére ecclésiastique, «Archives de Philosophie» 4 (1926) 184-192; C. GIACON S. J., La filosofia di San Tommaso e i Seminari, «Riv. di Filosofia Neoscolastica» 31 (1939) 341-357; S. RAMÍREZ, Autoridad doctrinal de Santo Tomás, en Introducción general a la Suma Teológica bilingüe, ed. BAC, 1, 3 ed. Madrid 1964, 75156; A. Livi, 11 cristianesimo nella filosofia, L'Aquila 1969; C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, Madrid 1969; C. FARRO, Neoescolástica y neotomismo, en Historia de la Filosofía, II, Madrid 1965, 669-717; J. HIRSCHBERGER, Neoaristotelismo y neoescolástica, en Historia de la Filosofía, 11, 4 ed. Barcelona 1972, 366-377.
ANTONIO DEL TORO JORGE IPAS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991