MECANICISMO


Concepto y características. Del griego mechané, máquina; etimológicamente puede definirse como la teoría filosófica que considera la realidad como una máquina. De un modo más preciso, el m. es aquella concepción según la cual todo fenómeno real o, al menos, una gran parte de los fenómenos reales se explican en términos de masa y movimiento local. Las tesis básicas, sobre las que se levanta todo el sistema mecanicista, son:
      1) Concebir la masa y el movimiento local junto con las demás nociones vinculadas con las anteriores, tales como la fuerza, el espacio, la velocidad, la aceleración, etc- como las realidades primigenias y primordiales del universo, de forma que los fenómenos naturales no son sino masas en movimiento. Todo hecho tendría una adecuada explicación tomando como ingredientes sólo esas nociones fundamentales. Las realidades inmateriales o espirituales, como la libertad, el pensamiento, el alma, etc., se dejan así de lado, o se niegan, o reciben una explicación inconsistente, como veremos.
      2) El imperio y el exclusivismo de lo cuantitativo. La virtus explicativa de la masa y el movimiento local estaría en su naturaleza cuantitativa, en su radical mensurabilidad. Sólo lo que pueda concebirse en términos de cantidad y de mensurabilidad es real para el m.; sólo lo que es cuantitativo y mensurable sería principio de inteligibilidad; de ahí el anticualitativismo del m.; lo cualitativo según el m. no tiene verdadera realidad, no es algo objetivo; a lo sumo, es un modo, y defectuoso, de conocer del sujeto; por lo que el m. insistirá en negar la objetividad de las llamadas cualidades secundarias y, en general, todo aquello que pueda tener el más leve matiz cualitativo.
      3) El antiteleologismo (v. TELEOLOGíA). Si bien históricamente se ha dado el caso -p. ej., en Hermann Lotze (1817-81)- de un m. subordinado a una concepción finalista de la realidad, lo cierto es que todo m. puro es, por su propia esencia, antifinalista. Para el m., según la expresión baconiana, las causas finales son vírgenes estériles. Las únicas causas (v.) admisibles serían la material y la eficiente; la primera, en cuanto constitutiva del sustrato de la realidad; la segunda, en cuanto productora de los movimientos locales; la causa formal queda negada en virtud del anticualitativismo mecanicista. No habría ninguna finalidad en la naturaleza; para el m., ni cada fenómeno natural aisladamente considerado, ni la totalidad de los mismos, puede ser explicada mediante la finalidad; ningún hecho o ente está destinado a algo por alguien, sino que está producido por algo o alguien. El m. se cifra en la afirmación del por y en la negación del para.
      4) El determinismo (v.). Todo m. consecuente consigo mismo ha de desembocar en la negación de la libertad (v.), es más, de toda contingencia (v.); el devenir natural se desarrolla en virtud de una causalidad eficiente necesaria; todo el proceso cósmico, según el m., está contenido de un modo necesario en su situación inicial y se va desenvolviendo paso a paso de forma precisa e ineludible, de forma que una inteligencia suficientemente poderosa podría predecir uno a uno todos los instantes del devenir universal, tal como, con nítida y precisa ingenuidad, lo describió Laplace (v.): «Nous devons donc envisager l'état présent de Punivers comme 1'ef fet de son état antérieure et comme la cause de celui qui va suivre. Une intelligence qui, pour un instant donné, connaitrait toutes les forces dont la nature est animée et la situation respective des étres qui la compose, embrasserait dans la méme formule les mouvements des plus grands corps de l'univers et ceux du plus léger atome; ríen ne serait incertain pour elle, et Pavenir comme le passé serait présent á ses yeux (Théorie analytique des probabilités, París 1812, prefacio).
      5) El reduccionismo. El anhelo último del m. es explicar cualquier estrato de lo real mediante su reducción a un estrato inferior, proceso seductivo que, en última instancia, desemboca en el fenómeno masa en movimiento local, materia en estado cinético. Así, lo psíquico es reducido a lo biológico -p. ej., el pensamiento sería secreción cerebral-, lo biológico a lo fisicoquímico -la vida sería un estado complejo de fuerzas fisicoquímicas-, y, por último, lo físico y lo químico a lo mecánico -todo fenómeno químico y físico queda reducido a una situación estática o dinámica de masas y fuerzas6) El matematicismo. Al menos en el m. moderno, ya que en el antiguo greco-romano no era posible por el estado de la ciencia, hay una clara tendencia a expresar todo fenómeno en términos de ecuaciones mecánicas. Esta orientación es debida al cuantitativismo, al determinismo y al reduccionismo inherentes al m. En efecto, el afán unificador y simplificador del mismo encuentra su vía más rápida en el simbolismo matemático; en la ecuación matemática la cantidad se expresa con rigor, la determinación causal eficiente se manifiesta con precisión y la reducción de un estrato a otro de lo real se presume así realizada con nitidez. Por otra parte, históricamente es fácil comprobar que el desarrollo de la Matemática ha sido condición necesaria, si bien no suficiente, para el desarrollo del m.
      7) La reversibilidad de todo fenómeno. Para el m., en virtud de las tesis anteriores, cualquier fenómeno natural es reversible. En efecto, todo fenómeno o proceso natural se reduciría a una ecuación en la que el primer miembro expresa unas condiciones iniciales de masa, posición y velocidad, y el segundo miembro unas condiciones finales de masa, posición y velocidad. Pero tal ecuación matemática es siempre reversible; basta en las condiciones finales anteriores hacer inversa la velocidad, para que se transformen en iniciales a su vez, dando como finales las condiciones que antes fueron iniciales, con la velocidad invertida. Todo fenómeno, todo proceso, sería susceptible de «marcha atrás» (teóricamente al menos; cuestión distinta son las dificultades prácticas). La reversibilidad de algunos fenómenos no ofrece dificultad: si se traslada una silla del punto A al punto B con movimiento uniforme y rectilíneo con una velocidad de 2 m/seg durante 3 seg., recorre un segmento de 6 m.; para realizar la reversión del fenómeno anterior basta cambiar de signo la velocidad, invertir su sentido, de forma que la silla se desplazará durante 3 seg. con una velocidad de -2 m/seg., con lo que regresará nuevamente al punto A; las condiciones iniciales en el primer fenómeno se han convertido en las finales en el segundo caso. De la misma forma piensa poder explicar todos los fenómenos. El m. se encontró con arduas dificultades ante el segundo principio de la Termodinámica (v.) -E. Meyerson ha puesto de relieve la resistencia que se opuso a este principio (Mentité et réalité, cap. 8)-, pero los mecanicistas las resolvieron acudiendo a las leyes estadísticas: el citado principio tiene sólo validez estadística, es decir, que un proceso que contradiga al mismo es únicamente muy improbable, pero no imposible -como en el caso de la famosa «marmita de Jeans»8) La vocación simplificadora. En cierto modo se puede considerar la tendencia a la simplificación como el primer motor del m. Indudablemente un universo mecanicista, reducido en última instancia a masa y movimiento local, expresado en fórmulas matemáticas universales y necesarias, es un esquema, de ser posible, simple y de fácil inteligibilidad. Y esta vocación a la simplificación se manifiesta, de forma muy tangible, en la importancia que en la explicación mecanicista ha tomado el principio de Maupertuis (1698-1759), o principio de la acción mínima, según el cual todo proceso natural se produce de tal forma que su cantidad de acción es siempre la mínima posible, entendiendo por acción -con un sentido claramente mecanicista- el producto del tiempo por la fuerza viva (vis viva). Contemporáneos de Maupertuis aplicaron este principio a fenómenos físicos concretos; Fermat (v.) al fenómeno de la refracción de la luz; Euler (v.) a las trayectorias recorridas por cuerpos impulsados por fuerzas centrales; posteriormente se convirtió en uno de los pilares básicos de la simplificación mecanicista, ya que con él se lograba no sólo que los elementos originarios de lo real fuesen simples -masa, fuerza, etc-, sino también que el engranaje o conexión entre ellos, que daba lugar a los distintos procesos naturales, se realizase de la manera más simple posible.
      Tipos de mecanicismo. El m. puede concebirse, en primer lugar, como una teoría filosófica, con proyección ontológica, que intenta dar una explicación última de la realidad, o como un método y principio rector de la investigación científica; según esto hay que distinguir entre un mecanicismo filosófico y un mecanicismo científico. El primero, a su vez, se subdivide en una pluralidad de tipos de acuerdo con la mayor o menor extensión explicativa que atribuye a los principios mecánicos; si escindimos la totalidad de lo real en cuatro estratos, lo inorgánico, lo viviente, lo psíquico y lo social, se pueden establecer las siguientes clases de m. filosófico (señalando que en aquellas formas de m. que no se extienden a toda la realidad, la aplicación de las tesis mecanicistas a un estrato implica siempre su validez en el o los otros estratos inferiores): 1) m. universal, que engloba en su ámbito todo lo real; 2) m. físico o de lo inorgánico; 3) m. biológico; 4) m. psíquico; 5) m. social.
      El m. como método, o idea directriz de la investigación científica, es una hipótesis o método más, entre otros posibles, de las ciencias positivas (v. HIPOTESIS II; METODOLOCíA CIENTÍFICA), que resulta válido o, mejor, útil para establecer determinadas leyes que permiten con facilidad describir y medir fenómenos físicos o preverlos. El m. filosófico, de cualquiera de los tipos mencionados,resulta cuando se pretende dar al método m. validez entitativa, es decir, validez no sólo para describir, medir o prever hechos físicos, sino para dar su razón última. Surge así el primer m. filosófico, el que hemos llamado m. físico, del que con facilidad, aunque ilegítimamente, se pasa al m. biológico, psicológico y social, y finalmente al m. universal con su parcial y materialista visión de toda la realidad. No es la materia (v.), en contra de lo que afirma el m. filosófico, sino la realidad espiritual lo que es más inteligible al conocimiento (v.) humano.
      Mecanicismo universal. Es la primera de las formas que, históricamente, ha tomado la teoría mecanicista. Defensores suyos han sido Demócrito (v.) y su escuela (v. ATOMISTAS), Epicuro (v.) y los epicúreos (v.) en la Antigüedad, que incluían dentro de la explicación mecanicista a los seres corpóreos, al alma y a los dioses. Este tipo de mecanización total de la realidad viene a desembocar en el materialismo (v.); de ahí que la corriente materialista de los s. xvin y xix haya defendido el m. universal.
      Arrancando del cartesianismo, pero reduciendo la res cogitans a mera manifestación de la res extensa, considerada como única realidad sustancial, La Mettrie (170951), Helvetius (1715-71) y el barón de Holbach desarrollarán un m. de amplitud universal. El primero, en su Systéme d'Épicure y en su obra principal L'homme machine -dos títulos muy significativos- mantendrá que la materia, única sustancia, y sus tres atributos fundamentales, extensión, fuerza y movimiento, bastan para dar una explicación inteligible de la realidad. La tesis de la naturaleza-máquina y del hombre-máquina reaparece en Helvetius, que en su tratado De 1'esprit intentará dar una explicación rigurosamente mecanicista de la vida psíquica. El Systéme de la nature del barón de Holbach representa la deificación del m.; la Naturaleza se reduciría a materia y movimiento, incluido el hombre y su alma, que no sería sino «el mismo cuerpo considerado con relación a algunas funciones de las que le hacen susceptible su naturaleza y organización particulares» (o. c. 1,1); Dios no sería otra cosa que «la suma de fuerzas desconocidas que animan el universo y que impulsan los seres a la acción» (o. c. 11,6). Análoga postura adoptará el materialismo decimonónico con Vogt, Moleschott y especialmente con Büchner (1824-99), cuya obra Kraft und Stof f contribuyó de manera decisiva a la difusión del materialismo mecanicista, considerando como realidades primordiales la materia y la fuerza, que, en conjunción con el movimiento local, se bastan para dar cumplida cuenta de todo fenómeno de la naturaleza.
      Mecanicismo físico. Comprende dentro del m. únicamente el estrato de lo inorgánico, respetando la peculiaridad de la vida y de la actividad psíquica del alma espiritual e igualmente la existencia de Dios. En este m. hay que incluir a algunos atomistas (v.), como Gassendi, que admitieron este m. restringido en un intento de conciliar el atomismo epicúreo con la verdad cristiana. También lo han seguido aquellos científicos que, partiendo de la Física, han querido extender el m. admitido por ellos en la explicación del fenómeno físico-positivo al campo de la Filosofía.
      Es corriente que el físico positivo no se limite a considerar el m. como un principio científico rector, sino que quiera dar a la explicación mecanicista una validez óntica; aunque en estos casos, generalmente, el físico reduce el valor del m. al estrato físico o inorgánico de lo real - sin que esto sea absolutamente necesario; así, en el caso de Laplace, más bien nos hallaríamos ante un m. universal -. Ejemplo típico de este m. físico es el de Maxwell (v.): «Cuando un fenómeno físico puede ser descrito en su totalidad como un cambio en la configuración y en el movimiento de un sistema material, se dice que la explicación dinámica de este fenómeno es completa. Creemos que una explicación posterior ni es necesaria, ni posible, ni deseable» (Scientific Papers, 11, Cambridge 1890, 418); el primer apartado del texto citado es una afirmación estrictamente científica; en el segundo, al negar una ulterior explicación posible, Maxwell introduce ya una tesis filosófica, la del m. físico.
      Mecanicismo biológico. Es el que extiende los principios mecanicistas a los estratos físico y viviente, respetando la peculiaridad de la actividad psíquica consciente. Hay que distinguir en él un m. biológico restringido y otro generalizado. El primero extiende el campo de validez del m. a lo inorgánico y a la vida vegetativa de la planta, pero excluye la vida animal; así, p. ej., Tongiorgi (182065), que reduce la vida del vegetal al juego mecánico de las fuerzas fisicoquímicas, pero considera al alma del animal como sustancia completa que nace por creación y se destruye por aniquilación. El segundo amplía el m., incluyendo en él la vida sensitiva. Tal es el caso de Descartes, que sólo considera libre de m. a la actividad psíquica superior, a la vida de la conciencia, a la res cogitans, es decir, al alma humana y a Dios. Todo lo demás, seres inorgánicos, plantas y animales irracionales son, según él, meras máquinas explicables en términos de materia y movimiento local.
      Descartes (v.), en los Principia philosophiae y en el Le monde ou traité de la lumiére, especialmente en este último, expondrá una cosmogonía y una cosmología mecanicistas. Admitida la creación por Dios de la materia, compacta, sin vacíos, indefinida, e igualmente la introducción en su seno de una determinada cantidad de movimiento, ya todo proceso ulterior, según Descartes, cae bajo el imperio de la ley mecánica: Este movimiento introducido por Dios en la materia creada da lugar al fraccionamiento de ella en grandes trozos que, con los choques y rozamientos, se transforman en globulares (globules ronds), haciéndose cada vez menores hasta reducirse a polvo; en este polvo se formarán torbellinos (tourbillons), de los que surgirán los astros, y así, sucesivamente, todos los demás seres; el inmenso proceso del devenir cósmico se realiza de forma estrictamente mecánica -con la exclusión, ya dicha, de la res cogitans-; sus elementos son la materia y la cantidad de movimiento; sus leyes, las tres siguientes: 1) Todo cuerpo permanece siempre en el mismo estado, en tanto que no haya una causa exterior que lo altere. 2) Todo cuerpo tiende a moverse en línea recta. 3) En el choque entre dos cuerpos la cantidad de movimiento es constante, es decir, la cantidad de movimiento ni aumenta ni disminuye, es siempre la misma (Princ. philos., 11,37-39-40).
      En el s. xtx, y en parte como reacción frente al vitalismo (v.) de Barthez y la escuela de Montpellier, aparece un m. biológico que, entre sus más destacados representantes, tiene a Haecke1 (1834-1919; v.) con su Lebenswunder (1904), Loeb (1859-1924) con The Mechanistic Conception of Life (1912) y Le Dantec (1869-1917) con L'unité dans 1'étre vivant (1902); la vida, según éstos, queda reducida a interacción entre las fuerzas fisicoquímicas y, de un modo especial en Loeb, a una cadena de tropismos, concebidos como pura respuesta mecánica a un estímulo sin ningún carácter teleológico.
      Mecanicismo psíquico. Es una aplicación de los principios mecanicistas a la vida psíquica humana. Establecido el m. en el campo biológico, se considera que la vida psíquica superior es sólo un conjunto de movimientos orgánicos. Tal es la postura de Hobbes (v.): «Si esto es así, como pudiera muy bien suceder, el razonamiento dependerá de los nombres, los nombres de la imaginación y la imaginación quizá (según mi opinión) del movimiento de los órganos corporales; y de esta forma el espíritu no será sino un movimiento de determinadas partes del cuerpo orgánico» (III Objections -a Descartes-, 4). Siguen este m. los partidarios del atomismo (v.) psicológico asociacionista, P. Cabanis, que en su Rapports du physique et du moral de I'homme (1802) mantiene la identificación entre lo psíquico y las actividades del sistema nervioso, e H. Taine (v.), que, en su Histoire de la littérature anglaise (1863), en la introducción, dirá: «El vicio y la virtud son producidos como el vitriolo o el azúcar».
      Mecanicismo social. Es la interpretación de los fenómenos sociales mediante una serie de leyes mecánicas que regularían la actividad de los elementos que integran la sociedad, los individuos. Así Saint-Simon (1760-1825; v.), que denomina al estudio de la sociedad «física social», y Spencer (v.), que distinguirá, basándose en la Mecánica científica, entre estática social y dinámica social.
      De la mecanicista y materialista interpretación de la sociedad y de la vida humana se deducen con facilidad sistemas y teorías sociopolíticas de inhumano carácter totalitario, donde los seres humanos quedan reducidos a números, sin lugar para la dignidad de la persona (v.), para sus derechos y deberes, para la libertad y responsabilidad, etc.
      El mecanicismo científico. En cuanto tal, no es más que un principio metódico y rector de la investigación en la ciencia positiva, sin ningún alcance óntico. Formulado por Galileo (v.), Huygens (v.) y Newton (v.) para la Física, se convirtió en un postulado de ella durante los s. XVIII y XIX, extendiéndose a las demás ciencias de la naturaleza; en especial trató de extenderse a la Biología (v.). A partir de comienzos del s. XX, la nueva ciencia física, con la introducción de las leyes estadísticas, y de un modo particular la microfísica, con la teoría de los quanta de Planck (v.) y el principio de indeterminación de Heisenberg (v.), han presentado tales dificultades a la concepción mecanicista que se ha hablado de una «crisis del mecanicismo», si bien hay que destacar que algunos físicos, como Einstein (v.), han seguido fieles al más riguroso determinismo.
     
      V. t.: MATERIALISMO
     
     

BIBL.: B. VAN HAGENS, Meccanicismo, en Enc. Fil. IV,468-476; D. Nys, Cosmologie, I: Le mécanisme, 4 ed. Lovaina 1928; R. HAINARO, Nature et mécanisme, París 1947; E. MACH, Die Mechanik in ihrer Entwicklung historisch-kritisch dargestellt, Leipzig 1883; P. MouY, Le développement de la physique cartésienne, París 1934; R. LENOBLE, Mersenne et la naissance du mécanisme, París 1943; F. BARNDT, Thon7as Hobbe's mechanical conception of nature, Copenhague-Londres 1928; F. T5NNIES, Tomás Hobbes, Madrid 1932, 168-227; J. LOES, The mechanistic conception of life, Chicago 1912; E. GUY€NOT, La finalité en biologie, Neuchátel 1951; P. DUHEm, La théorie physique, París 1914; PH. FRANK, Das Ende der rnechanistischen Physik, Viena 1935; A. D'ABRo, The decline of Inechanism in modern physils, Nueva York 1939; E. SIMARD, Naturaleza y alcance del método científico, Madrid 1961

 

J. BARRIO GUTIÉRREZ

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991