MATERIALISTAS MODERNOS
El m. moderno no tiene un único y común origen; los materialistas de la
modernidad proceden de hecho de varias direcciones y de problemas muy
diferentes, como son la índole de los fenómenos psíquicos, la estructura de la
naturaleza, la negación de Dios y el modo de comprender el orden moral (v. 1,
2). De aquí que puedan reconocerse dentro de ellos diversas posiciones o
posturas que pocas veces se dan aisladas, sino que se entremezclan casi
inextricablemente
1. Antecedentes. Monistas y mecanicistas. Prescindiendo del m.
corporalista, que rara vez es un auténtico o completo m., el m. moderno arranca
de la posición filosófica cartesiana. Descartes (v.) presenta una original y
peculiar formulación sistemática de la filosofía que influiría en los derroteros
de pensadores y filósofos posteriores, pero también fue la culminación-del largo
proceso de separación, iniciado en Occidente en los últimos años del s. xIII,
entre las consideraciones «teológica» y «física» del ser, que tiene sus raíces
en la postura «aristotélica» de Averroes (v.). El final dialéctico de la
consideración «teológica» del ser estaría representada por la res cogitans, el
de la «física» por la res extensa
Es cierto que Spinoza (v.), Hobbes (v.) y Leibniz (v.) no deben ser
considerados sensu stricto como materialistas; más aún, habría que señalar su
tendencia a reasumar la realidad «física», la res extensa, en la res cogitans.
El monismo spinozista y la sustitución leibniziana de la «extensión» por la
«fuerza» en las mónadas, están muy cerca del cuasi idealismo de Hobbes. Pero
dialécticamente cabía la interpretación en sentido contrario, y de hecho se ha
dado muchas veces, y de diferentes modos, a lo largo de la historia del
pensamiento moderno. Este paso de un monismo a otro, en definitiva este arranque
monista del m. moderno es lo que ha hecho que la forma más elemental, pero
también más confusa, del m., el corporalista, no aparezca en los materialistas
modernos que merecen el nombre de pensadores. En cambio, sí va a prosperar una
segunda posición, nunca auténtica y seguramente materialista, que suele
presentarse en los por extensión llamados materialistas mecanicistas, que
entroncan su concepción con el pensamiento de Hobbes
Hobbes (1588-1679; v.) concibe su pensamiento como «una filosofía de los
cuerpos y de los movimientos de los cuerpos»; los cuerpos son para él la
realidad radical; los movimientos hay que entenderlos mecánicamente. Como los
cuerpos son físicos y mentales y Hobbes no reduce éstos, explícitamente al
menos, a los primeros, no resulta claro su m., como tampoco su pensamiento
filosófico. Pero en el terreno de los estrictos cuerpos físicos o naturales
Hobbes prescinde de la mera extensión, como determinante esencial, y la
sustituye por las notas de ímpetu, resistencia y fuerza. Además, mientras se
refiere a los cuerpos en general, Hobbes afirma que el método consiste en ir de
la generación de las cosas a sus posibles efectos, pero cuando se trata de los
cuerpos vivos, considera que hay que ir de las apariencias a alguna posible
generación. Este método lo aplica incluso a los cuerpos humanos; y su teoría de
los cuerpos humanos es colocadacomo fundamento de la de los «cuerpos sociales»,
o sociedad
Es muy raro encontrar una posición de m. mecanicista puro. El que con
mayor propiedad puede incluirse en esta posición es Hermann von Helmohltz
(1821-94; v.), profesor de fisiología y de física, con investigaciones en esos
campos y en el de la psicología, y muy en particular en óptica fisiológica. De
su gran producción, importan aquí las siguientes obras: Ueber die
Wechselwirkúngen der Naturkrüfte, 1854; Ueber das Verhültnis der
Naturwissenschaften zur Gesamtheit der Wissenschaften, 1862; Ueber das Ziel und
die Fortschritte der Naturwissenschaften, 1869. Helmohltz no fue filósofo
profundo, carecía de la adecuada formación, pero en estas obras, aparte de un
rico arsenal de observaciones científicas, procedentes en parte considerable de
su labor de investigación, explícita o implícitamente, realiza una reducción de
todos los fenómenos a los estrictamente físicos y fisiológicos, o sea,
materiales. Y pese a que su teoría del conocimiento tiene una clara raíz
neokantiana, opera dentro de un esquema material estrictamente mecanicista. En
realidad todos los m. tienen estrechas semejanzas e implicaciones, y los autores
que se indicarán en los siguientes apartados son en gran medida también
mecanicistas: V. MECANICISMO
2. Hilozoístas. En sentido riguroso el m. mecanicista no conduce a un m.
completo o auténtico. El paso fundamental lo efectúa el m. hilozoísta,
representado en la Antigüedad por Demócrito (Y.), Epicuro (v.) y sobre todo
Lucrecio (v.), y que de modo esporádico y más o menos consciente aparece a
partir del Renacimiento, aunque en formas poco sistemáticas (V. t1ILOZOíSMo).
Establecer cuál sea el primer materialista hilozoísta moderno, Vanini, Meslier,
La Mettrie, Holbacb, etc., tiene poco sentido para la historia de la filosofía;
en realidad, la idea está latente desde el Renacimiento -acaso desde los
libertinos (V. LIBREPENSAMIENTO)-; pero para que cobre fuerza dialéctica precisa
de la evolución del m. mecanicista, del que se nutre, y al que desarrolla un
sector del enciclopedismo francés (v. ILUSTRACIóN 1, 3) y posteriormente una
parte de los cultivadores de las ciencias naturales, sobre todo en Alemania
a) Prescindiendo de la inquieta figura de Vanini, más ateo que
materialista, si hay que elegir un nombre, acaso el más adecuado fuera el del
sacerdote lean Meslier (16781729), que fue párroco de htrepigny y cuyas obras se
publicaron en Amsterdam. El hecho de que el barón D'Holbach realizase en 1772 un
comentario a Mon Testament de Meslier es significativo; y la primera exposición
realmente sistemática es la suya. No parece una simple coincidencia el hecho de
que Holbach, a la par que comentaba a Meslier, tradujese también a Hobbes. Pero
cronológicamente fue precedido de La Mettrie
b) Julien Of f roy de La Mettrie (1709-51) n. en SaintMalo, estudiando
Medicina en Reims y en Leyden. Ejerció como médico militar en el ejército
francés, haciendo la campaña de Silesia contra Austria. Su práctica médica le
hizo observar las correlaciones existentes entre los fenómenos psíquicos
peculiares del espíritu humano y los fenómenos físicos estrictamente corporales,
de los cuales creyó él que, por tanto, procederían los primeros. Esta concepción
encontró fuerte oposición en Francia, que se convirtió en abierta persecución,
por lo cual La Mettrie se refugió en Holanda, que debió abandonar por idénticas
causas, trasladándose a Prusia, donde Federico II le concedió una pensión, le
nombró médico de la Academia de Berlín e incluso escribió una defensa suya
titulada Éloge de Julien Of froy de la Mettrie. Murió en Prusia, poco después de
haber decidido volver a París. Sus obras principales son: Histoire naturelle de
Páme, 1745; L'homme machine, 1748; Traité de la vie heureuse de Sénéque avec 1'Anti-Sénéque,
1750; Les animaux plus que machines, 1750; L'art de jouir, 1751; Venus
métaphysique, ou Essai sur l'origine de Páme humaine, 1751
La Mettrie parece arrancar de una preocupación inicial por subrayar la
estrecha unión de cuerpo (v.) y alma (v.), considerando que sin el primero no
podría existir el alma. Aunque en hipótesis La Mettrie hubiese partido del
mecanicismo cartesiano, su preocupación por las correlaciones psico-físicas le
condujo a un claro m. Lo que llamamos espíritu depende de la materia, según él
nace con ella y con ella se desintegra; los fenómenos psíquicos estarían
condicionados por fenómenos somáticos; no se trata de una simple correlación
dualista, sino de una dependencia de la materia, que no sería inerte, sino
animada y capaz, por tanto, de originar al espíritu. De este error básico
dependerán todos los equívocos y parcialidades de La Mettrie, de considerar que
la realidad fundamental subyacente en toda obra es la naturaleza material, cuyas
posibilidades serían ilimitadas y cuyo despliegue no presentaría solución de
continuidad del animal más primitivo al mismo hombre. Y por este origen material
del espíritu humano, tampoco existiría transición de lo natural a lo artificial,
pues lo que llamamos arte enlazaría con lo natural; y nuestro espíritu se habría
ido perfeccionando por el arte (el lenguaje, el derecho, la ciencia, las bellas
artes, etc.). El hombre, pues, sería una máquina, pero capaz de pensar, sentir y
juzgar; ni la inteligencia, ni la conciencia moral serían contradictorias con la
máquina material humana, sino su consecuencia (lo que supone una negación de
toda libertad y una contradicción). El fin de nuestra vida, por tanto, sería la
«vida feliz» consistente en «saber gozar», que, sin embargo, La Mettrie no
interpreta en sentido grosero, pues considera que el auténtico placer comprende
el «amor» en un sentido amplio, que alcanza a toda la humanidad, y que no cabe
gozo sin ese «amor». En cambio, como la religión incluye el temor, y éste impide
el placer y la felicidad humanos, La Mettrie la rechaza abiertamente
c) El barón Paul Henri d'Holbach (1725-89) n. en Heidesheim (Alemania),
pero desde los 12 años residió en París, de aquí que se le conozca por dicho
nombre, cuando en realidad se llamaba Paul Heinrich Dietrich, barón de Holbach.
Su posición económica le permitió dedicarse por entero a las letras y aun ser
mecenas de algunos de sus amigos. Su obra literaria es considerable, pero como
algunas de ellas se publicaron bajo pseudónimo o anónimamente, el problema de la
autenticidad de los escritos a él atribuidos no está aún resuelto. El más
importante de ellos es Le systéme de la Nature, ou les lois du monde physique et
du monde morale, 1770, publicado con el pseudónimo de Jean Baptiste Mirabaud.
También debe citarse Le bon-sens du curé Meslier ou idées naturelles opposées á
idées surnaturelles, 1772, que es el comentario antes citado a Meslier; Le
systéme social, 1773; La politique naturelle, 1773; La morale universelle, 1776.
De los anónimos a él atribuidos, el más importante, cuando menos por el impacto
que alcanzó en su tiempo, es Le christianisme dévoilé, 1767
Para Holbach sólo existe una realidad radical y originaria, la materia,
que se presentaría rigurosamente articulada en la Naturaleza, concebida de
acuerdo con el modelo del «mundo mecánico» de Newton. Esta materia,según Holbach,
poseería por propia virtud, y sin necesidad de ninguna causa extrínseca, la
capacidad de moverse, o sea, de autotransformarse. Por tanto, no sólo hay que
excluir toda acción no material y providente, sino que incluso un riguroso azar
no puede existir, ya que todo estaría rigurosamente medido y predeterminado en
esta sola y única naturaleza estructurada a través de apretados círculos de
causas y efectos encadenados (v. DETERMINISMO). Esta materia no precisa de
explicación alguna; su simple manifestación sería su autojustificación; si
advertimos tipos diferentes de cambio será tan sólo porque hay modos distintos
de ser de la materia. Los seres inorgánicos son materiales; los seres orgánicos
también lo son, y la diferencia sería sólo el distinto modo de organización. El
hombre sería un ser orgánico más, una simple parte de la naturaleza, que aunque
pueda comprender a ésta, no lo hace por una razón (v.) o peculiar inteligencia
(v.), sino a través de las simples impresiones sensibles causadas por los
movimientos de la naturaleza, a través de los órganos de los sentidos (v.).
Concebida así la naturaleza toda y, por tanto, el hombre como una parte de ella,
no tiene sentido la distinción entre mundo físico y mundo moral; el amor y el
odio serían movimientos tan naturales y materiales como la atracción y la
repulsión. Por esto el hombre busca de un modo natural el bienestar, la
tranquilidad y el placer; pero como el hombre no existe aislado, no puede
alcanzarlos si la sociedad en que vive no los posee también de algún modo, en el
sentido de que los demás tiendan también y alcancen estos bienestar y placer.
Como el común de los hombres ignora estos principios, según Holbach, hay que
procurar enseñárselos para liberarlos del triple temor a lo que se ignora, a los
dioses y sus sacerdotes y a los tiranos. Cuando todos los hombres hayan sacudido
estos temores, serán libres y podrán ser justos, buenos y pacíficos
d) El sensualismo de Condillac (v.), ya evidente en el pensamiento de
Holbach, plantearía una profunda polémica dialéctica que, sin atacar el fondo
del problema, condujo a un m. más o menos mitigado, como en el caso de Destutt
de Tracy (1754-1836). Pero a partir de Cabanis (1757-1808), la posición
materialista queda claramente definida, ya que si bien considera -frente a los
ideólogos de la anterior generación- que espiritualismo y m. son posiciones
metafísicas, que van más allá de la realidad de los hechos, sus trabajos se
deslizan a la conclusión de que los procesos anímicos son reductibles a los
orgánicos y éstos a los químicos y mecánicos. La actividad mental quedaría
reducida a un producto de las funciones cerebrales, como afirmaría Broussais,
intentando predeterminarlas hasta por medio de los pintorescos signos craneales
de la frenología (v.) de Gall. Este tipo de m., que continuaron B. Conta
(1846-82) y F. Le Dantec (18691917), se extinguirá prácticamente en Francia ante
el mayor peso y fuerza del m. histórico
e) Por el contrario, en Alemania continúa este m. y cobra fuerza en el s.
XIX, por obra de varios cultivadores de las ciencias naturales, como Vogt,
Moleschott, Büchner y Haeckel, que transforman el legítimo m. metodológico, es
decir, el método material de las ciencias (v. antes: 1, 3-4), en ilegítimo m.
general teórico. Se puede decir que dan un paso no científico, como en gran
medida ocurre a todos los materialistas muchas veces de forma inconsciente, del
campo de la naturaleza material y de sus métodos al campo de la filosofía y
ética, todo ello más o menos mezclado con la idea del «progreso» en su forma de
mito socio-político. En todos estos autores se da una influencia o relación más
o menos evidente con el positivismo (v.)
Karl Vogt (1817-95) fue profesor de Zoología en Ginebra; y defiende un m.
hilozoísta extremadamente simple. El pensamiento es para él una pura «secreción»
del cerebro, como la bilis lo es del hígado. La conducta humana es «natural»; y
todo lo natural es por sí mismo «ético». Dios no sería otra cosa que un
postulado de nuestra indigencia, sin correlativo real alguno; la metafísica
sería simple palabrería, y no habría más saber que el de la ciencia
f) Jakob Moleschott (1822-93) n. en Herogenbosch (Holanda); estudió
Medicina en Heidelberg; fue profesor en Heidelberg, Zurich y Turín. Sus obras
principales son: Physiologie der Stoffwechsels in Pflanzen und Tieren, 1855; Der
Kreislauf des Lebens, 1852; Licht und Leben, 1856; Die Einheit des Lebens, 1864;
Für meine Freunde Lebenserinneurungen, 1894. Su concepción materialista es
también extremadamente simplista: sólo existe la realidad material, que se
manifiesta de un modo mecanicista, en tanto que es fuerza o energía; no se trata
de que una y otra sean propiedades de la materia, sino el modo de manifestación
de la materialidad. Por tanto, todos los fenómenos estarían rigurosamente
predeterminados; todo conocimiento sólo puede alcanzarse a través de los
sentidos corpóreos; nada hay aparte de esta realidad material. Todo sistema no
materialista lo considera una especie de pseudo-antropomorfismo, cuya
culminación sería el concepto de Dios, del cual llega a decir que no sólo no se
precisa ni existe, sino que incluso la ciencia podrá algún día probar su
inexistencia
g) Ludwig Büchner (1824-99) n. en Darmstadt. Sus obras principales son:
Kraft und Sotff, 1855; Natur und Geist, 1857; Sechs Vorlesungen über die
Darwinische Theorie, 1868; Die Stellung des Menschen in der Natur, 1869; Aus
Natur und Wissenschaft, 1884; Das künftige Leben und die moderne Wissenschaft,
1889; Die Darwinische Theorie, 1890; Darwinismus und Sozialismus, 1894; Gott und
die Wissenschaft, 1897; Im Dienst der Wahrheit, 1899. En sentido riguroso L.
Büchner, como Moleschott, no fue un filósofo, pero sus obras, sobre todo la
citada en primer lugar, tuvieron gran difusión e influencia. Büchner se reduce a
considerar que no existe otra realidad que la material; todo lo que
aparentemente se considera no-material, llámese espíritu, alma o funciones
psíquicas, no sería otra cosa que el resultado de un conjunto de operaciones
materiales cerebrales. Büchner arranca de lo que él considera el resultado
definitivo de la ciencia, construyendo una estricta metafísica monista
materialista, en la que sólo se presentan dos posibles observables: materia y
fuerza, que no son sino manifestaciones de una realidad única que va
evolucionando en todos sus aspectos, de acuerdo con el evolucionismo darwinista
en lo biológico, hasta alcanzar una nueva estructura, la socio-cultural, que
ingenuamente piensa que no es otra cosa que la etapa final y más perfecta de la
realidad única
h) Una posición más refinada, y artificial, partiendo del positivismo
(v.), es la de Karl Eugen Dühring (18331921), que arranca de la idea de una
filosofía real, independiente de toda «confusión metafísica» y basada en el
«conocimiento científico». Hay que liberar al hombre, según él, de la «niebla»
de la especulación metafísica y de la «superstición» de las creencias
religiosas. El verdadero conocimiento consigue captar la realidad, que, según
él, no es otra cosa que lo percibido. Lo único auténticamente racional es esa
realidad sensible ymaterial, el mundo limitado en número y medida. Esta realidad
sería también el único fundamento del orden moral, que consiste en la
realización de la felicidad personal, ya que el fracaso del disfrute de la vida
proviene del triple error de las falsas costumbres, las inadecuadas
instituciones y las creencias religiosas. Sólo esta realidad puede conducir a un
recto pensamiento, como éste a una sana vida y como ésta a una noble voluntad;
de aquí la necesidad de sustituir el status social de costumbres, instituciones
y creencias religiosas, mediante el recurso a la sola «conciencia racional», que
sería la forma superior de la vida natural. En el orden social esto debe
traducirse en un «socialismo libre», que supere la contradicción
individuo-colectividad
I) El m. hilozoísta aparece también dentro del pensamiento del
evolucionismo (v. EVOLUCIÓN) con Ernest Haeckel (1834-1919; v.), profesor de
Anatomía y Zoología. Para Haeckel todo dualismo es, tanto en lo que se refiere a
su esencia como a los métodos, radicalmente falso. Naturaleza y cultura no
serían dos realidades independientes, sino que sólo la primera es originaria y a
ella puede reducirse toda aparente manifestación meramente natural, cultural o
social. Si a esto le queremos llamar Dios, dice Haeckel -que no sólo está
influido por Spinoza, sino que explícitamente quiere entroncarse con él-, puede
aceptarse; de todos modos, cualquier especulación sobre Dios, el alma, la
libertad o la inmortalidad es para él meramente nominalista. Todo cuanto existe
sería estricta naturaleza material, que por esta misma condición estaría dotada
de movimiento, común a los seres inorgánicos y orgánicos, pues aquél no sería
otra cosa que la manifestación de la animación material. El universo físico y la
historia humana serían la manifestación evolutiva de esta realidad material
animada. Partiendo de este m. originario, Haeckel evolucionó hacia un peculiar
monismo (v.), luego propagado por la «Liga Monista», que alcanzó gran éxito en
ciertos ambientes científicos entre 1890 y 1914 aproximadamente
3. Fenomenistas. El m. fenomenista tiene su mejor representante en Ernst
Mach (1838-1916), n. en Turas (Checoslovaquia), y que estudió en Viena y fue
profesor de las Univ. de Graz, Praga y Viena. Sus obras principales son: Die
Geschichte und die Wurzel des Satzes von de Erhaltung der Arbeit, 1872;
Grundlinien der Lehre von den Bewegungsempfindungen, 1875; Ueber Umbildung und
Anpassung im naturwissenschaftlichen Denken, 1893; Popul¿irwissenschafliche
Vorlesungen, 1896; Beitrdge zur Analyse der Empfindungen, 1886; Erkenntnis und
Irrtum, 1905; Die Leitgedanken meiner naturwissenschaftlichen Erkenntnislehre
und ihre Aufnahme durch die Zeitgenossen, 1910
Partiendo de su preocupación por los principios y conceptos de la
Mecánica, llegó a una posición personal, el materialismo fenomenista, que tan
duramente sería combatido por Lenin. Mach fue un hombre de amplia formación,
especialmente atraído por los problemas de la Mecánica, tanto en su aspecto
histórico como en el análisis empírico. Con estos estudios se acercó a la
posición que Hume (v.) había sostenido, considerando que toda posición
metafísica es a radice imposible y que no cabe una explicación de la realidad
desde bases sustanc¡alista J. Ni siquiera el yo (v.), el sujeto cognoscente,
podría tener una base sustancial. En realidad, lo que consideramos como el yo no
es, según él, otra cosa que un complejo inextricable de sensaciones (v.), a las
que reduce no sólo los fenómenos que normalmente se incluyen en dicho término,
sino también a los estados afectivos, sentimientos, voliciones, etc. Pero
mientras otros tipos de m. consideran que estas sensaciones son propias de los
cuerpos materiales, Mach niega la sustancialidad de los cuerpos materiales, de
los que sólo sabemos propiamente que son «complejos de sensaciones» y no tiene
sentido darles una entidad fuera de aquéllos. Por tanto, físico y psíquico son
aspectos de una sola realidad, a la que deberíamos expresar con el término lo
puramente dado, para así no salirse del estricto neutralismo inmanentista, en el
que desea permanecer Mach, que -en este sentido- puede ser considerado como un
empírico criticista, al igual que Avenarius, como señaló en su crítica Lenin; y
no deja de tener sus coincidencias con las posiciones inmanentistas de H.
Cornelius o de Schuppe
Pero la novedad de Mach está en que su fenomenismo sensacionista es neutro
a la hora de no decidirse ni por lo meramente físico, ni por lo psíquico, aunque
a la hora de determinar el sentido de dicho fenomenismo lo ancla exclusivamente
en lo material. De ahí que su pensamiento pueda presentarse como clara
formulación del materialismo fenomenista, en tanto niega toda sustancialización
-incluida la materialista- y la sustituye por la noción de funcionalidad. No
sólo no hay cosas, sino tampoco causas; lo que encontramos son conjunciones de
funciones. Estas funciones se rigen por «la ley de economía del pensamiento»,
cuya primera formulación Mach vindica para sí, antes que la expusiera Avenarius.
Todos los hechos pueden representarse «económicamente»; el propio conocimiento
sería sólo una «adaptación», o sea, no sería conocimiento si no conduce a un
resultado. De aquí la importancia que va a tener el pensamiento de Mach para las
direcciones «funcionalistas» y «conductistas», especialmente en el caso de la
teoría del saber científico. La validez científica de la teoría queda
condicionada por sus resultados, y son éstos los que dictaminarán su acierto o
su error. Por esto Mach será uno de los «padres espirituales» del Círculo de
Viena (v. NEOPOSITIVISTAS) y su m. meramente fenomenista será considerado como
una «filosofía reaccionaria», destructora del auténtico m., por los
materialistas históricos (v. FENÓMENO; FENOMENISMO)
4. Materialistas dialécticos e históricos. Cronológicamente es difícil
establecer si la formulación de un m. enraizado en la dialéctica hegeliana (V.
HEGEL) se produce antes en Feuerbach que en Bélinskiy. En la historia del
pensamiento, la prioridad corresponde a Feuerbach, a causa de su impacto sobre
toda la izquierda hegeliana y el marxismo; pero acaso en el tiempo fuese
precedido por Bélinskiy, que, cuando menos, llega a sus teorías con
independencia de Feuerbach
a) Vissarion Grigorevitch Bélinskiy -en Occidente conocido también por la
transcripción menos correcta de Bielinsky- (1811-48), n. en Sveaborg; y
partiendo del pensamiento de Fichte (v.) y Schelling (v.) y asimilando
profundamente la dialéctica hegeliana, alcanzó pronto la posición materialista.
Sólo existe, según él, una realidad radical, la materia, culminada en el hombre,
y en éste en su triple dimensión, reflexiva, ética y social. Esta concepción le
condujo a un «humanismo», que hay que considerar como precedente del socialismo
utópico de Bakunin
b) Sin embargo, el materialismo histórico resultaría inexplicable sin la
posición filosófica de Ludwig Feuerbach (1804-72; v.), el representante más
cualificado de la izquierda hegeliana (v. HEGELIANOS). Con toda la complejidad
de la dialéctica hegeliana, Feuerbach sienta el principio de que la Filosofía
(v.) no se ocupa deningún Absoluto, sino «de lo finito, lo determinado, lo
real». Esta realidad se manifiesta como mundo y como hombre. El primero no sería
otra cosa que la naturaleza, la realidad primaria; el supuesto Espíritu
hegeliano no sería otra cosa que una manifestación de dicha naturaleza, bien que
sea la última, superior y más alta. El hombre (v.) sería también un ser
estrictamente material; «el hombre es lo que come»; los actos del conocimiento y
de volición serían estrictamente secreciones cerebrales. De aquí el carácter
estrictamente sensualista de su incipiente teoría del conocimiento, que sería
después desarrollada por su discípulo Heinrich Czolbe (1819-73), prescindiendo
de todo supuesto metafísico y apoyándose tan sólo en la adecuación del
sensualismo con la «estructura de lo real». Pero el hombre tiene la capacidad de
pensar y de alcanzar por su pensamiento no sólo lo finito, sino lo infinito, lo
que le conduce a hipostasiarlo con supuestas entidades trascendentales, lo que
según ellos no supondría la real existencia de esas pensadas entidades, ni
siquiera en el caso límite: Dios. Si el hombre ha creado las religiones sería
por pura proyección de su imagen ideal, por lo cual habría que librarlo de este
falso deseo, fundamentando la conducta ética en el único real principio moral:
la tendencia a la felicidad, en el orden individual y la participación en la
alegría de los demás, en el colectivo. La felicidad (v.) no sería otra cosa que
«una vida normal, sana y sin deficiencias». La virtud (v.) consistiría en hacer
compatible la felicidad individual con la colectiva; la moralidad reside así en
un mejoramiento de las condiciones de la humanidad. Feuerbach piensa tener plena
seguridad de que la historia prueba estos principios y de que la realidad
corpórea que es el hombre, con su conocer y su querer sensibles, camina seguro
hacia un futuro mejor. Por tanto, la reducción de la Teología a Antropología y
del hombre a naturaleza, es afirmación del hombre, porque le da su gran fuerza
al reconocer su autolimitación y le asienta firmemente en la fundamental
realidad material, lo que le da un poder inigualable. El m., implícito para
unos, explícito para otros, de Feuerbach y sus consecuencias, su giro
antropocentrista, su ateísmo y su negación de las religiones positivas, causó un
impacto extraordinario en Marx (v.) y Engels (v.), que confesarían el entusiasmo
inicial que despertó en ellos y cómo su filosofía les serviría de punto de
partida para la estructuración del m. histórico
c) Este tipo de m. es también la base filosófica del movimiento anarquista
(v. ANARQUIsmo), que hay que entroncar a través de Bélinskiy con la izquierda
hegeliana. Sus figuras capitales, aparte Bélinskiy, son Bakunin, Proudhon y Max
Stirner
Mijail Alesandrovitch Bakunin (1814-76; v.) n. en Rusia, de noble familia
y alcanzó el grado de oficial de artillería de la Escuela de la entonces S.
Petersburgo; pero iniciado en la filosofía por Stankevitch, pronto pasó del puro
idealismo a las posiciones de la izquierda hegeliana y a un claro materialismo.
Sin embargo, su acendrado sentido de la libertad individual y de la justicia
social le condujeron rápidamente al anarquismo, del que fue un esforzado y leal
paladín. De Rusia a Inglaterra, de Europa a América, sin contar diez años de
destierro en Siberia, toda su vida fue una permanente lucha por la utopía
anarquista. Aunque en 1868 se adhirió a la I Internacional, apenas pudo
permanecer en ella, y fundó la Alianza revolucionaria socialista que tanto
influyó en el anarquismo español
Bakunin parte de un radical m. al que, paradójicamente, titula «verdadero
idealismo». El mundo cultural se reduciría al material, y entre este último y el
social habría una fundamental unidad. El espíritu y sus concreciones, en
especial el alma y Dios, no existirían como algo diferente de la materia. La
concreción superior de la materia sería la vida; la culminación de la vida sería
el hombre, que posee la condición de la libertad ilimitada. En nombre de ella se
opuso Bakunin a todas las limitaciones que llamaríamos conservadoras, pero
también al estatismo y al marxismo. El hombre, sin más limitación que la
eticidad anarquista, o lo que llamó «la moralidad verdaderamente humana», debe
tener a su disposición «los medios materiales y morales para desarrollar toda su
humanidad». El resultado final será la «sociedad socialista». Para alcanzarla no
pueden usarse los métodos autoritarios y coercitivos del marxismo, sino «la
organización de las fuerzas productoras» en formas confederales
d) Joseph Proudhon (1809-65; v.), uno de los pocos teóricos del socialismo
(v.) de procedencia auténticamente obrera, considera la especulación metafísica
como carente de todo sentido real. La naturaleza tal como se presenta ante
nuestros ojos sería la única realidad y en ella el hombre ocupa el puesto
central. Su pensamiento, por tanto, quiere ser un «humanismo» que reorganice la
injusta realidad social en una sociedad regida por la justicia (v.). En nombre
de ésta rechaza la sociedad individualista del capitalismo liberal y el
socialismo estatista. No se trataría tan sólo de un sentimiento de fraternidad
humana, sino de una armonía universal que regiría tanto las relaciones físicas
como las éticas y sociales. Todo dominio de una fuerza sobre otra, de un grupo
sobre los demás, de un hombre sobre sus semejantes, debe ser radicalmente
abolido, así como las formas personales que, según él, perpetúan dicho dominio
(estado, fuerza pública, instituciones religiosas, etc.). Sobre las ruinas de
esta sociedad injusta debe levantarse la libre sociedad del futuro, basada en el
mutualismo, o sea, en una cooperación libre entre asociaciones, no condicionada
por el poder coactivo de ningún tipo de estado
e) Max Stirner (1806-65), pseudónimo de Johann Kaspar Schmidt, n. en
Bayreuth y estudió en Berlín, siendo atraído por los hegelianos de izquierda y
en especial por B. Bauer y Feuerbach
Para Stirner nada hay allende la «realidad natural»; pero ésta debe ser
entendida, ante todo, como lo más evidente ante nuestra experiencia: el hombre,
no en abstracto, sino como individuo concreto, irreductible, «único» (Einzige).
El «único» existe absolutamente y es el fundamento de toda relación. La
autoafirmación del yo sería el único principio válido, tanto en el orden teórico
como en el práctico. El capitalismo liberal burgués y el socialismo estatista
son expresiones para él de la tendencia a ahogar el «único», cuya
autodeterminación es tan absoluta que no puede ser categorizado en modo alguno.
No cabe, pues, ni Estado, ni religión, ni siquiera sociedad, pervivencias
evolucionadas de las viejas idolatrías. Sólo cuando todo hombre sea un «único»
podrían unirse los «únicos» entre sí y alcanzar la absoluta libertad (v.
ANARQUISMO)
f) El m. dialéctico, aunque inextricablemente ligado al m. histórico en el
marxismo (v.), procede de la peculiar concepción de Friedrich Engels (1820-95;
v.). De procedencia burguesa, como Marx, trabajó en la fábrica de su padre en
Manchester y fue periodista; pero, según dice él mismo, el acontecimiento
definitivo de su vida fue el encuentro con Marx (1844), de quien fue amigo y
colaborador, de tal modo que ciertamenteel pensamiento marxista es tan suyo como
de K. Marx (v.). Sin embargo, corresponde a Engels el no haber reducido el
marxismo a un simple m. histórico, uniendo a éste con un fundamental m.
dialéctico. Para Engels la dialéctica (v.) es la pieza capital de la única
estructura material; un estricto m. histórico resultaría sociologista y hasta
justificador del status social; un puro m. no dialéctico no iría más allá de un
cómodo monismo empirista, con peligro de recaer en disfrazado idealismo. El m.
«científico» tiene que ser inevitablemente dialéctico
Las leyes fundamentales de esta dialéctica son: 1) la cantidad (v.), a
través de transformaciones sucesivas, se convierte en cualidad (v.); 2) los
opuestos por naturaleza son conflictivos, pero se resuelven en la unidad; 3) la
ley de la negación. Estas leyes dialécticas deben aplicarse tanto a la
naturaleza como a la sociedad; una y otra hacen referencia a la realidad
radical, la materia, cuya propiedad esencial sería la de moverse a sí misma en
el espacio y en el tiempo, y de la que procederían tanto los elementos
inorgánicos como los orgánicos e incluso los psíquicos. Pensar y conocer sería,
por tanto, relacionar dos «materias»: la pensante interna y la externa (v. t.
FíSICA NUEVA, IDEAS FILOSÓFICAS EN LA, 5)
Seguramente el gran interés de Engels por un m. «científico», pero no
cientifista, le condujo a su preocupación por el estudio de las inter-relaciones
existentes entre la radical infraestructura económica y las manifestaciones
fenoménicas superestructurales, como las formas culturales. En este sentido -y
pese a las simplificaciones al uso procedentes de ciertas corrientes marxistas-,
Engels no admite sin más que todos los fenómenos socioculturales estén causados
única y directamente por los económicos; estructura y superestructura no son dos
realidades toto coelo diferentes, causa y fuerza la primera, efecto e inercia la
segunda, sino que esta última actúa también sobre la primera, aunque tuviese su
origen remoto en aquélla
g) El m. histórico es la columna capital del pensamiento socialista que se
autocalifica de científico y fue formulado progresivamente por Karl Marx
(1818-83; v.), sufriendo diversas modificaciones a lo largo de la historia. Marx,
originariamente un hegeliano de izquierda, fue rápidamente atraído por la
interpretación materialista del pensamiento de Hegel realizada por Feuerbach.
Pero no se limitó a aprovechar el esquema de Feuerbach, y a darle un lastre
realista con sus estudios de economía y su formación en las ideas socialistas «precientíficas»,
sino que trató de construir un sistema de gran coherencia, cuyos puntos
capitales, en lo que se refiere exclusivamente al m., son los siguientes:1) No
hay más realidad que la material, que captamos por los sentidos y que por el
desarrollo y evolución de éstos se estructuran en forma inteligente. 2) El
conocimiento capta la realidad de un modo natural; más allá de esa realidad
natural captada no existe nada. 3) El hombre es un ser natural más, que por su
peculiar estructura está en una posición típica en la realidad; es consecuencia
de ella, pero puede modificar esas condiciones. 4) El transcurso de este
condicionamiento y sus modificaciones constituyen la historia, que presenta unas
leyes peculiares de carácter evolutivo. Por esta razón la historia no es una
línea de desarrollo continuo, sino de conflictos que se desenvuelven en tres
fases: tesis, antítesis y síntesis. Cuando un conflicto alcanza su cima, se
produce el fenómeno de la transformación de la cantidad en cualidad y se produce
un nuevo desarrollo histórico. 5) Las fuerzas determinantes de la evolución
histórica son económicas y están encarnadas en dos clases sociales: opresores y
oprimidos. «Las condiciones materiales de la vida humana» a través de las
relaciones económicas hacen la historia. 6) Religiones, morales, costumbres,
ideologías y filosofías son simples resultados del condicionamiento material de
la infraestructura. 7) El proceso histórico materialmente condicionado se
desarrolla en forma dialéctica de acuerdo con la «ley de la negación de la
negación». Cada periodo histórico tiene su justificación y el proceso tiene que
recorrer todas sus fases
V. t.: MONISMO; NATURALISMO; MECANICISMO; HILOZOÍSMO; CIENTIFISMO;
EMPIRISMO; SENSISMO; FRENOLOGÍA; FENOMENISMO; POSITIVISMO; NEOPOSITIVISTAS;
ANARQUISMO; SOCIALISMO; COMUNISMO; MARX Y MARXISMO; NEOMARXISTAS
BIBL.: A las obras fundamentales indicadas en la Bibl. del artículo anterior (1) puede añadirse aquí: N. QUÉPRAT, La philosophie matérialiste au XVIII, siécle, París 1873; Y. E. PONTZKY, ]. O. de la Mettrie, sein Leben und seine Werke, Leipzig 1900; R. BOISSIER, La Mettrie, París 1931; P. LEMÉE, 1. O. de La Mettrie, etc., Mortain 1954; R. HUBERT, D'Holbach et ses amis, 1928; W. H. WICKWAR, Baron D'Holbach, A prelude to the French Revolution, Londres 1935; P. NAVILLE, D'Holbach et la philosophie scientifique au XVIII, siécle, París 1943; P. JANET, Le matérialisme contemporain en Allemagne, París 1864; H. SCHMIDT, E. Haeckels Leben, Denken und Wirken, 1943-44; L. KONIGSBERGER, H. von Helmholtz, 1902-03; R. HóNIGSWALD, Zur Kritik der Machschen Philosophie, 1903; F. REINHOLD, Mach Erkenntnistheorie, Leipzig 1908; F. ALLER, Machs Ueberwindung des mechanischen Materialismus, 1918; R. BOUVIER, La pensée d'Ernest Mach, 1923; H. DINGLER, Die Grundgedanken der Machschen Philosophie, 1924; E. BECKER, Ernest Mach, 1929; N. O. LOSSKY, History of Russian Philosophy, 1951; CH. Mc FADDEN, La filosofía del comunismo, Valladolid 1961; J. DE VRIES, Teoría del conocimiento del materialismo dialéctico, Bilbao 1960; y, además, la Bibl. de los arts. sobre ENGELS y MARX, y la de los demás artículos a los que se ha remitido
M. CRUZ HERNÁNDEZ
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991