MATERIALISTAS MODERNOS


El m. moderno no tiene un único y común origen; los materialistas de la modernidad proceden de hecho de varias direcciones y de problemas muy diferentes, como son la índole de los fenómenos psíquicos, la estructura de la naturaleza, la negación de Dios y el modo de comprender el orden moral (v. 1, 2). De aquí que puedan reconocerse dentro de ellos diversas posiciones o posturas que pocas veces se dan aisladas, sino que se entremezclan casi inextricablemente
      1. Antecedentes. Monistas y mecanicistas. Prescindiendo del m. corporalista, que rara vez es un auténtico o completo m., el m. moderno arranca de la posición filosófica cartesiana. Descartes (v.) presenta una original y peculiar formulación sistemática de la filosofía que influiría en los derroteros de pensadores y filósofos posteriores, pero también fue la culminación-del largo proceso de separación, iniciado en Occidente en los últimos años del s. xIII, entre las consideraciones «teológica» y «física» del ser, que tiene sus raíces en la postura «aristotélica» de Averroes (v.). El final dialéctico de la consideración «teológica» del ser estaría representada por la res cogitans, el de la «física» por la res extensa
      Es cierto que Spinoza (v.), Hobbes (v.) y Leibniz (v.) no deben ser considerados sensu stricto como materialistas; más aún, habría que señalar su tendencia a reasumar la realidad «física», la res extensa, en la res cogitans. El monismo spinozista y la sustitución leibniziana de la «extensión» por la «fuerza» en las mónadas, están muy cerca del cuasi idealismo de Hobbes. Pero dialécticamente cabía la interpretación en sentido contrario, y de hecho se ha dado muchas veces, y de diferentes modos, a lo largo de la historia del pensamiento moderno. Este paso de un monismo a otro, en definitiva este arranque monista del m. moderno es lo que ha hecho que la forma más elemental, pero también más confusa, del m., el corporalista, no aparezca en los materialistas modernos que merecen el nombre de pensadores. En cambio, sí va a prosperar una segunda posición, nunca auténtica y seguramente materialista, que suele presentarse en los por extensión llamados materialistas mecanicistas, que entroncan su concepción con el pensamiento de Hobbes
      Hobbes (1588-1679; v.) concibe su pensamiento como «una filosofía de los cuerpos y de los movimientos de los cuerpos»; los cuerpos son para él la realidad radical; los movimientos hay que entenderlos mecánicamente. Como los cuerpos son físicos y mentales y Hobbes no reduce éstos, explícitamente al menos, a los primeros, no resulta claro su m., como tampoco su pensamiento filosófico. Pero en el terreno de los estrictos cuerpos físicos o naturales Hobbes prescinde de la mera extensión, como determinante esencial, y la sustituye por las notas de ímpetu, resistencia y fuerza. Además, mientras se refiere a los cuerpos en general, Hobbes afirma que el método consiste en ir de la generación de las cosas a sus posibles efectos, pero cuando se trata de los cuerpos vivos, considera que hay que ir de las apariencias a alguna posible generación. Este método lo aplica incluso a los cuerpos humanos; y su teoría de los cuerpos humanos es colocadacomo fundamento de la de los «cuerpos sociales», o sociedad
      Es muy raro encontrar una posición de m. mecanicista puro. El que con mayor propiedad puede incluirse en esta posición es Hermann von Helmohltz (1821-94; v.), profesor de fisiología y de física, con investigaciones en esos campos y en el de la psicología, y muy en particular en óptica fisiológica. De su gran producción, importan aquí las siguientes obras: Ueber die Wechselwirkúngen der Naturkrüfte, 1854; Ueber das Verhültnis der Naturwissenschaften zur Gesamtheit der Wissenschaften, 1862; Ueber das Ziel und die Fortschritte der Naturwissenschaften, 1869. Helmohltz no fue filósofo profundo, carecía de la adecuada formación, pero en estas obras, aparte de un rico arsenal de observaciones científicas, procedentes en parte considerable de su labor de investigación, explícita o implícitamente, realiza una reducción de todos los fenómenos a los estrictamente físicos y fisiológicos, o sea, materiales. Y pese a que su teoría del conocimiento tiene una clara raíz neokantiana, opera dentro de un esquema material estrictamente mecanicista. En realidad todos los m. tienen estrechas semejanzas e implicaciones, y los autores que se indicarán en los siguientes apartados son en gran medida también mecanicistas: V. MECANICISMO
      2. Hilozoístas. En sentido riguroso el m. mecanicista no conduce a un m. completo o auténtico. El paso fundamental lo efectúa el m. hilozoísta, representado en la Antigüedad por Demócrito (Y.), Epicuro (v.) y sobre todo Lucrecio (v.), y que de modo esporádico y más o menos consciente aparece a partir del Renacimiento, aunque en formas poco sistemáticas (V. t1ILOZOíSMo). Establecer cuál sea el primer materialista hilozoísta moderno, Vanini, Meslier, La Mettrie, Holbacb, etc., tiene poco sentido para la historia de la filosofía; en realidad, la idea está latente desde el Renacimiento -acaso desde los libertinos (V. LIBREPENSAMIENTO)-; pero para que cobre fuerza dialéctica precisa de la evolución del m. mecanicista, del que se nutre, y al que desarrolla un sector del enciclopedismo francés (v. ILUSTRACIóN 1, 3) y posteriormente una parte de los cultivadores de las ciencias naturales, sobre todo en Alemania
      a) Prescindiendo de la inquieta figura de Vanini, más ateo que materialista, si hay que elegir un nombre, acaso el más adecuado fuera el del sacerdote lean Meslier (16781729), que fue párroco de htrepigny y cuyas obras se publicaron en Amsterdam. El hecho de que el barón D'Holbach realizase en 1772 un comentario a Mon Testament de Meslier es significativo; y la primera exposición realmente sistemática es la suya. No parece una simple coincidencia el hecho de que Holbach, a la par que comentaba a Meslier, tradujese también a Hobbes. Pero cronológicamente fue precedido de La Mettrie
      b) Julien Of f roy de La Mettrie (1709-51) n. en SaintMalo, estudiando Medicina en Reims y en Leyden. Ejerció como médico militar en el ejército francés, haciendo la campaña de Silesia contra Austria. Su práctica médica le hizo observar las correlaciones existentes entre los fenómenos psíquicos peculiares del espíritu humano y los fenómenos físicos estrictamente corporales, de los cuales creyó él que, por tanto, procederían los primeros. Esta concepción encontró fuerte oposición en Francia, que se convirtió en abierta persecución, por lo cual La Mettrie se refugió en Holanda, que debió abandonar por idénticas causas, trasladándose a Prusia, donde Federico II le concedió una pensión, le nombró médico de la Academia de Berlín e incluso escribió una defensa suya titulada Éloge de Julien Of froy de la Mettrie. Murió en Prusia, poco después de haber decidido volver a París. Sus obras principales son: Histoire naturelle de Páme, 1745; L'homme machine, 1748; Traité de la vie heureuse de Sénéque avec 1'Anti-Sénéque, 1750; Les animaux plus que machines, 1750; L'art de jouir, 1751; Venus métaphysique, ou Essai sur l'origine de Páme humaine, 1751
      La Mettrie parece arrancar de una preocupación inicial por subrayar la estrecha unión de cuerpo (v.) y alma (v.), considerando que sin el primero no podría existir el alma. Aunque en hipótesis La Mettrie hubiese partido del mecanicismo cartesiano, su preocupación por las correlaciones psico-físicas le condujo a un claro m. Lo que llamamos espíritu depende de la materia, según él nace con ella y con ella se desintegra; los fenómenos psíquicos estarían condicionados por fenómenos somáticos; no se trata de una simple correlación dualista, sino de una dependencia de la materia, que no sería inerte, sino animada y capaz, por tanto, de originar al espíritu. De este error básico dependerán todos los equívocos y parcialidades de La Mettrie, de considerar que la realidad fundamental subyacente en toda obra es la naturaleza material, cuyas posibilidades serían ilimitadas y cuyo despliegue no presentaría solución de continuidad del animal más primitivo al mismo hombre. Y por este origen material del espíritu humano, tampoco existiría transición de lo natural a lo artificial, pues lo que llamamos arte enlazaría con lo natural; y nuestro espíritu se habría ido perfeccionando por el arte (el lenguaje, el derecho, la ciencia, las bellas artes, etc.). El hombre, pues, sería una máquina, pero capaz de pensar, sentir y juzgar; ni la inteligencia, ni la conciencia moral serían contradictorias con la máquina material humana, sino su consecuencia (lo que supone una negación de toda libertad y una contradicción). El fin de nuestra vida, por tanto, sería la «vida feliz» consistente en «saber gozar», que, sin embargo, La Mettrie no interpreta en sentido grosero, pues considera que el auténtico placer comprende el «amor» en un sentido amplio, que alcanza a toda la humanidad, y que no cabe gozo sin ese «amor». En cambio, como la religión incluye el temor, y éste impide el placer y la felicidad humanos, La Mettrie la rechaza abiertamente
      c) El barón Paul Henri d'Holbach (1725-89) n. en Heidesheim (Alemania), pero desde los 12 años residió en París, de aquí que se le conozca por dicho nombre, cuando en realidad se llamaba Paul Heinrich Dietrich, barón de Holbach. Su posición económica le permitió dedicarse por entero a las letras y aun ser mecenas de algunos de sus amigos. Su obra literaria es considerable, pero como algunas de ellas se publicaron bajo pseudónimo o anónimamente, el problema de la autenticidad de los escritos a él atribuidos no está aún resuelto. El más importante de ellos es Le systéme de la Nature, ou les lois du monde physique et du monde morale, 1770, publicado con el pseudónimo de Jean Baptiste Mirabaud. También debe citarse Le bon-sens du curé Meslier ou idées naturelles opposées á idées surnaturelles, 1772, que es el comentario antes citado a Meslier; Le systéme social, 1773; La politique naturelle, 1773; La morale universelle, 1776. De los anónimos a él atribuidos, el más importante, cuando menos por el impacto que alcanzó en su tiempo, es Le christianisme dévoilé, 1767
      Para Holbach sólo existe una realidad radical y originaria, la materia, que se presentaría rigurosamente articulada en la Naturaleza, concebida de acuerdo con el modelo del «mundo mecánico» de Newton. Esta materia,según Holbach, poseería por propia virtud, y sin necesidad de ninguna causa extrínseca, la capacidad de moverse, o sea, de autotransformarse. Por tanto, no sólo hay que excluir toda acción no material y providente, sino que incluso un riguroso azar no puede existir, ya que todo estaría rigurosamente medido y predeterminado en esta sola y única naturaleza estructurada a través de apretados círculos de causas y efectos encadenados (v. DETERMINISMO). Esta materia no precisa de explicación alguna; su simple manifestación sería su autojustificación; si advertimos tipos diferentes de cambio será tan sólo porque hay modos distintos de ser de la materia. Los seres inorgánicos son materiales; los seres orgánicos también lo son, y la diferencia sería sólo el distinto modo de organización. El hombre sería un ser orgánico más, una simple parte de la naturaleza, que aunque pueda comprender a ésta, no lo hace por una razón (v.) o peculiar inteligencia (v.), sino a través de las simples impresiones sensibles causadas por los movimientos de la naturaleza, a través de los órganos de los sentidos (v.). Concebida así la naturaleza toda y, por tanto, el hombre como una parte de ella, no tiene sentido la distinción entre mundo físico y mundo moral; el amor y el odio serían movimientos tan naturales y materiales como la atracción y la repulsión. Por esto el hombre busca de un modo natural el bienestar, la tranquilidad y el placer; pero como el hombre no existe aislado, no puede alcanzarlos si la sociedad en que vive no los posee también de algún modo, en el sentido de que los demás tiendan también y alcancen estos bienestar y placer. Como el común de los hombres ignora estos principios, según Holbach, hay que procurar enseñárselos para liberarlos del triple temor a lo que se ignora, a los dioses y sus sacerdotes y a los tiranos. Cuando todos los hombres hayan sacudido estos temores, serán libres y podrán ser justos, buenos y pacíficos
      d) El sensualismo de Condillac (v.), ya evidente en el pensamiento de Holbach, plantearía una profunda polémica dialéctica que, sin atacar el fondo del problema, condujo a un m. más o menos mitigado, como en el caso de Destutt de Tracy (1754-1836). Pero a partir de Cabanis (1757-1808), la posición materialista queda claramente definida, ya que si bien considera -frente a los ideólogos de la anterior generación- que espiritualismo y m. son posiciones metafísicas, que van más allá de la realidad de los hechos, sus trabajos se deslizan a la conclusión de que los procesos anímicos son reductibles a los orgánicos y éstos a los químicos y mecánicos. La actividad mental quedaría reducida a un producto de las funciones cerebrales, como afirmaría Broussais, intentando predeterminarlas hasta por medio de los pintorescos signos craneales de la frenología (v.) de Gall. Este tipo de m., que continuaron B. Conta (1846-82) y F. Le Dantec (18691917), se extinguirá prácticamente en Francia ante el mayor peso y fuerza del m. histórico
      e) Por el contrario, en Alemania continúa este m. y cobra fuerza en el s. XIX, por obra de varios cultivadores de las ciencias naturales, como Vogt, Moleschott, Büchner y Haeckel, que transforman el legítimo m. metodológico, es decir, el método material de las ciencias (v. antes: 1, 3-4), en ilegítimo m. general teórico. Se puede decir que dan un paso no científico, como en gran medida ocurre a todos los materialistas muchas veces de forma inconsciente, del campo de la naturaleza material y de sus métodos al campo de la filosofía y ética, todo ello más o menos mezclado con la idea del «progreso» en su forma de mito socio-político. En todos estos autores se da una influencia o relación más o menos evidente con el positivismo (v.)
      Karl Vogt (1817-95) fue profesor de Zoología en Ginebra; y defiende un m. hilozoísta extremadamente simple. El pensamiento es para él una pura «secreción» del cerebro, como la bilis lo es del hígado. La conducta humana es «natural»; y todo lo natural es por sí mismo «ético». Dios no sería otra cosa que un postulado de nuestra indigencia, sin correlativo real alguno; la metafísica sería simple palabrería, y no habría más saber que el de la ciencia
      f) Jakob Moleschott (1822-93) n. en Herogenbosch (Holanda); estudió Medicina en Heidelberg; fue profesor en Heidelberg, Zurich y Turín. Sus obras principales son: Physiologie der Stoffwechsels in Pflanzen und Tieren, 1855; Der Kreislauf des Lebens, 1852; Licht und Leben, 1856; Die Einheit des Lebens, 1864; Für meine Freunde Lebenserinneurungen, 1894. Su concepción materialista es también extremadamente simplista: sólo existe la realidad material, que se manifiesta de un modo mecanicista, en tanto que es fuerza o energía; no se trata de que una y otra sean propiedades de la materia, sino el modo de manifestación de la materialidad. Por tanto, todos los fenómenos estarían rigurosamente predeterminados; todo conocimiento sólo puede alcanzarse a través de los sentidos corpóreos; nada hay aparte de esta realidad material. Todo sistema no materialista lo considera una especie de pseudo-antropomorfismo, cuya culminación sería el concepto de Dios, del cual llega a decir que no sólo no se precisa ni existe, sino que incluso la ciencia podrá algún día probar su inexistencia
      g) Ludwig Büchner (1824-99) n. en Darmstadt. Sus obras principales son: Kraft und Sotff, 1855; Natur und Geist, 1857; Sechs Vorlesungen über die Darwinische Theorie, 1868; Die Stellung des Menschen in der Natur, 1869; Aus Natur und Wissenschaft, 1884; Das künftige Leben und die moderne Wissenschaft, 1889; Die Darwinische Theorie, 1890; Darwinismus und Sozialismus, 1894; Gott und die Wissenschaft, 1897; Im Dienst der Wahrheit, 1899. En sentido riguroso L. Büchner, como Moleschott, no fue un filósofo, pero sus obras, sobre todo la citada en primer lugar, tuvieron gran difusión e influencia. Büchner se reduce a considerar que no existe otra realidad que la material; todo lo que aparentemente se considera no-material, llámese espíritu, alma o funciones psíquicas, no sería otra cosa que el resultado de un conjunto de operaciones materiales cerebrales. Büchner arranca de lo que él considera el resultado definitivo de la ciencia, construyendo una estricta metafísica monista materialista, en la que sólo se presentan dos posibles observables: materia y fuerza, que no son sino manifestaciones de una realidad única que va evolucionando en todos sus aspectos, de acuerdo con el evolucionismo darwinista en lo biológico, hasta alcanzar una nueva estructura, la socio-cultural, que ingenuamente piensa que no es otra cosa que la etapa final y más perfecta de la realidad única
      h) Una posición más refinada, y artificial, partiendo del positivismo (v.), es la de Karl Eugen Dühring (18331921), que arranca de la idea de una filosofía real, independiente de toda «confusión metafísica» y basada en el «conocimiento científico». Hay que liberar al hombre, según él, de la «niebla» de la especulación metafísica y de la «superstición» de las creencias religiosas. El verdadero conocimiento consigue captar la realidad, que, según él, no es otra cosa que lo percibido. Lo único auténticamente racional es esa realidad sensible ymaterial, el mundo limitado en número y medida. Esta realidad sería también el único fundamento del orden moral, que consiste en la realización de la felicidad personal, ya que el fracaso del disfrute de la vida proviene del triple error de las falsas costumbres, las inadecuadas instituciones y las creencias religiosas. Sólo esta realidad puede conducir a un recto pensamiento, como éste a una sana vida y como ésta a una noble voluntad; de aquí la necesidad de sustituir el status social de costumbres, instituciones y creencias religiosas, mediante el recurso a la sola «conciencia racional», que sería la forma superior de la vida natural. En el orden social esto debe traducirse en un «socialismo libre», que supere la contradicción individuo-colectividad
      I) El m. hilozoísta aparece también dentro del pensamiento del evolucionismo (v. EVOLUCIÓN) con Ernest Haeckel (1834-1919; v.), profesor de Anatomía y Zoología. Para Haeckel todo dualismo es, tanto en lo que se refiere a su esencia como a los métodos, radicalmente falso. Naturaleza y cultura no serían dos realidades independientes, sino que sólo la primera es originaria y a ella puede reducirse toda aparente manifestación meramente natural, cultural o social. Si a esto le queremos llamar Dios, dice Haeckel -que no sólo está influido por Spinoza, sino que explícitamente quiere entroncarse con él-, puede aceptarse; de todos modos, cualquier especulación sobre Dios, el alma, la libertad o la inmortalidad es para él meramente nominalista. Todo cuanto existe sería estricta naturaleza material, que por esta misma condición estaría dotada de movimiento, común a los seres inorgánicos y orgánicos, pues aquél no sería otra cosa que la manifestación de la animación material. El universo físico y la historia humana serían la manifestación evolutiva de esta realidad material animada. Partiendo de este m. originario, Haeckel evolucionó hacia un peculiar monismo (v.), luego propagado por la «Liga Monista», que alcanzó gran éxito en ciertos ambientes científicos entre 1890 y 1914 aproximadamente
      3. Fenomenistas. El m. fenomenista tiene su mejor representante en Ernst Mach (1838-1916), n. en Turas (Checoslovaquia), y que estudió en Viena y fue profesor de las Univ. de Graz, Praga y Viena. Sus obras principales son: Die Geschichte und die Wurzel des Satzes von de Erhaltung der Arbeit, 1872; Grundlinien der Lehre von den Bewegungsempfindungen, 1875; Ueber Umbildung und Anpassung im naturwissenschaftlichen Denken, 1893; Popul¿irwissenschafliche Vorlesungen, 1896; Beitrdge zur Analyse der Empfindungen, 1886; Erkenntnis und Irrtum, 1905; Die Leitgedanken meiner naturwissenschaftlichen Erkenntnislehre und ihre Aufnahme durch die Zeitgenossen, 1910
      Partiendo de su preocupación por los principios y conceptos de la Mecánica, llegó a una posición personal, el materialismo fenomenista, que tan duramente sería combatido por Lenin. Mach fue un hombre de amplia formación, especialmente atraído por los problemas de la Mecánica, tanto en su aspecto histórico como en el análisis empírico. Con estos estudios se acercó a la posición que Hume (v.) había sostenido, considerando que toda posición metafísica es a radice imposible y que no cabe una explicación de la realidad desde bases sustanc¡alista J. Ni siquiera el yo (v.), el sujeto cognoscente, podría tener una base sustancial. En realidad, lo que consideramos como el yo no es, según él, otra cosa que un complejo inextricable de sensaciones (v.), a las que reduce no sólo los fenómenos que normalmente se incluyen en dicho término, sino también a los estados afectivos, sentimientos, voliciones, etc. Pero mientras otros tipos de m. consideran que estas sensaciones son propias de los cuerpos materiales, Mach niega la sustancialidad de los cuerpos materiales, de los que sólo sabemos propiamente que son «complejos de sensaciones» y no tiene sentido darles una entidad fuera de aquéllos. Por tanto, físico y psíquico son aspectos de una sola realidad, a la que deberíamos expresar con el término lo puramente dado, para así no salirse del estricto neutralismo inmanentista, en el que desea permanecer Mach, que -en este sentido- puede ser considerado como un empírico criticista, al igual que Avenarius, como señaló en su crítica Lenin; y no deja de tener sus coincidencias con las posiciones inmanentistas de H. Cornelius o de Schuppe
      Pero la novedad de Mach está en que su fenomenismo sensacionista es neutro a la hora de no decidirse ni por lo meramente físico, ni por lo psíquico, aunque a la hora de determinar el sentido de dicho fenomenismo lo ancla exclusivamente en lo material. De ahí que su pensamiento pueda presentarse como clara formulación del materialismo fenomenista, en tanto niega toda sustancialización -incluida la materialista- y la sustituye por la noción de funcionalidad. No sólo no hay cosas, sino tampoco causas; lo que encontramos son conjunciones de funciones. Estas funciones se rigen por «la ley de economía del pensamiento», cuya primera formulación Mach vindica para sí, antes que la expusiera Avenarius. Todos los hechos pueden representarse «económicamente»; el propio conocimiento sería sólo una «adaptación», o sea, no sería conocimiento si no conduce a un resultado. De aquí la importancia que va a tener el pensamiento de Mach para las direcciones «funcionalistas» y «conductistas», especialmente en el caso de la teoría del saber científico. La validez científica de la teoría queda condicionada por sus resultados, y son éstos los que dictaminarán su acierto o su error. Por esto Mach será uno de los «padres espirituales» del Círculo de Viena (v. NEOPOSITIVISTAS) y su m. meramente fenomenista será considerado como una «filosofía reaccionaria», destructora del auténtico m., por los materialistas históricos (v. FENÓMENO; FENOMENISMO)
      4. Materialistas dialécticos e históricos. Cronológicamente es difícil establecer si la formulación de un m. enraizado en la dialéctica hegeliana (V. HEGEL) se produce antes en Feuerbach que en Bélinskiy. En la historia del pensamiento, la prioridad corresponde a Feuerbach, a causa de su impacto sobre toda la izquierda hegeliana y el marxismo; pero acaso en el tiempo fuese precedido por Bélinskiy, que, cuando menos, llega a sus teorías con independencia de Feuerbach
      a) Vissarion Grigorevitch Bélinskiy -en Occidente conocido también por la transcripción menos correcta de Bielinsky- (1811-48), n. en Sveaborg; y partiendo del pensamiento de Fichte (v.) y Schelling (v.) y asimilando profundamente la dialéctica hegeliana, alcanzó pronto la posición materialista. Sólo existe, según él, una realidad radical, la materia, culminada en el hombre, y en éste en su triple dimensión, reflexiva, ética y social. Esta concepción le condujo a un «humanismo», que hay que considerar como precedente del socialismo utópico de Bakunin
      b) Sin embargo, el materialismo histórico resultaría inexplicable sin la posición filosófica de Ludwig Feuerbach (1804-72; v.), el representante más cualificado de la izquierda hegeliana (v. HEGELIANOS). Con toda la complejidad de la dialéctica hegeliana, Feuerbach sienta el principio de que la Filosofía (v.) no se ocupa deningún Absoluto, sino «de lo finito, lo determinado, lo real». Esta realidad se manifiesta como mundo y como hombre. El primero no sería otra cosa que la naturaleza, la realidad primaria; el supuesto Espíritu hegeliano no sería otra cosa que una manifestación de dicha naturaleza, bien que sea la última, superior y más alta. El hombre (v.) sería también un ser estrictamente material; «el hombre es lo que come»; los actos del conocimiento y de volición serían estrictamente secreciones cerebrales. De aquí el carácter estrictamente sensualista de su incipiente teoría del conocimiento, que sería después desarrollada por su discípulo Heinrich Czolbe (1819-73), prescindiendo de todo supuesto metafísico y apoyándose tan sólo en la adecuación del sensualismo con la «estructura de lo real». Pero el hombre tiene la capacidad de pensar y de alcanzar por su pensamiento no sólo lo finito, sino lo infinito, lo que le conduce a hipostasiarlo con supuestas entidades trascendentales, lo que según ellos no supondría la real existencia de esas pensadas entidades, ni siquiera en el caso límite: Dios. Si el hombre ha creado las religiones sería por pura proyección de su imagen ideal, por lo cual habría que librarlo de este falso deseo, fundamentando la conducta ética en el único real principio moral: la tendencia a la felicidad, en el orden individual y la participación en la alegría de los demás, en el colectivo. La felicidad (v.) no sería otra cosa que «una vida normal, sana y sin deficiencias». La virtud (v.) consistiría en hacer compatible la felicidad individual con la colectiva; la moralidad reside así en un mejoramiento de las condiciones de la humanidad. Feuerbach piensa tener plena seguridad de que la historia prueba estos principios y de que la realidad corpórea que es el hombre, con su conocer y su querer sensibles, camina seguro hacia un futuro mejor. Por tanto, la reducción de la Teología a Antropología y del hombre a naturaleza, es afirmación del hombre, porque le da su gran fuerza al reconocer su autolimitación y le asienta firmemente en la fundamental realidad material, lo que le da un poder inigualable. El m., implícito para unos, explícito para otros, de Feuerbach y sus consecuencias, su giro antropocentrista, su ateísmo y su negación de las religiones positivas, causó un impacto extraordinario en Marx (v.) y Engels (v.), que confesarían el entusiasmo inicial que despertó en ellos y cómo su filosofía les serviría de punto de partida para la estructuración del m. histórico
      c) Este tipo de m. es también la base filosófica del movimiento anarquista (v. ANARQUIsmo), que hay que entroncar a través de Bélinskiy con la izquierda hegeliana. Sus figuras capitales, aparte Bélinskiy, son Bakunin, Proudhon y Max Stirner
      Mijail Alesandrovitch Bakunin (1814-76; v.) n. en Rusia, de noble familia y alcanzó el grado de oficial de artillería de la Escuela de la entonces S. Petersburgo; pero iniciado en la filosofía por Stankevitch, pronto pasó del puro idealismo a las posiciones de la izquierda hegeliana y a un claro materialismo. Sin embargo, su acendrado sentido de la libertad individual y de la justicia social le condujeron rápidamente al anarquismo, del que fue un esforzado y leal paladín. De Rusia a Inglaterra, de Europa a América, sin contar diez años de destierro en Siberia, toda su vida fue una permanente lucha por la utopía anarquista. Aunque en 1868 se adhirió a la I Internacional, apenas pudo permanecer en ella, y fundó la Alianza revolucionaria socialista que tanto influyó en el anarquismo español
      Bakunin parte de un radical m. al que, paradójicamente, titula «verdadero idealismo». El mundo cultural se reduciría al material, y entre este último y el social habría una fundamental unidad. El espíritu y sus concreciones, en especial el alma y Dios, no existirían como algo diferente de la materia. La concreción superior de la materia sería la vida; la culminación de la vida sería el hombre, que posee la condición de la libertad ilimitada. En nombre de ella se opuso Bakunin a todas las limitaciones que llamaríamos conservadoras, pero también al estatismo y al marxismo. El hombre, sin más limitación que la eticidad anarquista, o lo que llamó «la moralidad verdaderamente humana», debe tener a su disposición «los medios materiales y morales para desarrollar toda su humanidad». El resultado final será la «sociedad socialista». Para alcanzarla no pueden usarse los métodos autoritarios y coercitivos del marxismo, sino «la organización de las fuerzas productoras» en formas confederales
      d) Joseph Proudhon (1809-65; v.), uno de los pocos teóricos del socialismo (v.) de procedencia auténticamente obrera, considera la especulación metafísica como carente de todo sentido real. La naturaleza tal como se presenta ante nuestros ojos sería la única realidad y en ella el hombre ocupa el puesto central. Su pensamiento, por tanto, quiere ser un «humanismo» que reorganice la injusta realidad social en una sociedad regida por la justicia (v.). En nombre de ésta rechaza la sociedad individualista del capitalismo liberal y el socialismo estatista. No se trataría tan sólo de un sentimiento de fraternidad humana, sino de una armonía universal que regiría tanto las relaciones físicas como las éticas y sociales. Todo dominio de una fuerza sobre otra, de un grupo sobre los demás, de un hombre sobre sus semejantes, debe ser radicalmente abolido, así como las formas personales que, según él, perpetúan dicho dominio (estado, fuerza pública, instituciones religiosas, etc.). Sobre las ruinas de esta sociedad injusta debe levantarse la libre sociedad del futuro, basada en el mutualismo, o sea, en una cooperación libre entre asociaciones, no condicionada por el poder coactivo de ningún tipo de estado
      e) Max Stirner (1806-65), pseudónimo de Johann Kaspar Schmidt, n. en Bayreuth y estudió en Berlín, siendo atraído por los hegelianos de izquierda y en especial por B. Bauer y Feuerbach
      Para Stirner nada hay allende la «realidad natural»; pero ésta debe ser entendida, ante todo, como lo más evidente ante nuestra experiencia: el hombre, no en abstracto, sino como individuo concreto, irreductible, «único» (Einzige). El «único» existe absolutamente y es el fundamento de toda relación. La autoafirmación del yo sería el único principio válido, tanto en el orden teórico como en el práctico. El capitalismo liberal burgués y el socialismo estatista son expresiones para él de la tendencia a ahogar el «único», cuya autodeterminación es tan absoluta que no puede ser categorizado en modo alguno. No cabe, pues, ni Estado, ni religión, ni siquiera sociedad, pervivencias evolucionadas de las viejas idolatrías. Sólo cuando todo hombre sea un «único» podrían unirse los «únicos» entre sí y alcanzar la absoluta libertad (v. ANARQUISMO)
      f) El m. dialéctico, aunque inextricablemente ligado al m. histórico en el marxismo (v.), procede de la peculiar concepción de Friedrich Engels (1820-95; v.). De procedencia burguesa, como Marx, trabajó en la fábrica de su padre en Manchester y fue periodista; pero, según dice él mismo, el acontecimiento definitivo de su vida fue el encuentro con Marx (1844), de quien fue amigo y colaborador, de tal modo que ciertamenteel pensamiento marxista es tan suyo como de K. Marx (v.). Sin embargo, corresponde a Engels el no haber reducido el marxismo a un simple m. histórico, uniendo a éste con un fundamental m. dialéctico. Para Engels la dialéctica (v.) es la pieza capital de la única estructura material; un estricto m. histórico resultaría sociologista y hasta justificador del status social; un puro m. no dialéctico no iría más allá de un cómodo monismo empirista, con peligro de recaer en disfrazado idealismo. El m. «científico» tiene que ser inevitablemente dialéctico
      Las leyes fundamentales de esta dialéctica son: 1) la cantidad (v.), a través de transformaciones sucesivas, se convierte en cualidad (v.); 2) los opuestos por naturaleza son conflictivos, pero se resuelven en la unidad; 3) la ley de la negación. Estas leyes dialécticas deben aplicarse tanto a la naturaleza como a la sociedad; una y otra hacen referencia a la realidad radical, la materia, cuya propiedad esencial sería la de moverse a sí misma en el espacio y en el tiempo, y de la que procederían tanto los elementos inorgánicos como los orgánicos e incluso los psíquicos. Pensar y conocer sería, por tanto, relacionar dos «materias»: la pensante interna y la externa (v. t. FíSICA NUEVA, IDEAS FILOSÓFICAS EN LA, 5)
      Seguramente el gran interés de Engels por un m. «científico», pero no cientifista, le condujo a su preocupación por el estudio de las inter-relaciones existentes entre la radical infraestructura económica y las manifestaciones fenoménicas superestructurales, como las formas culturales. En este sentido -y pese a las simplificaciones al uso procedentes de ciertas corrientes marxistas-, Engels no admite sin más que todos los fenómenos socioculturales estén causados única y directamente por los económicos; estructura y superestructura no son dos realidades toto coelo diferentes, causa y fuerza la primera, efecto e inercia la segunda, sino que esta última actúa también sobre la primera, aunque tuviese su origen remoto en aquélla
      g) El m. histórico es la columna capital del pensamiento socialista que se autocalifica de científico y fue formulado progresivamente por Karl Marx (1818-83; v.), sufriendo diversas modificaciones a lo largo de la historia. Marx, originariamente un hegeliano de izquierda, fue rápidamente atraído por la interpretación materialista del pensamiento de Hegel realizada por Feuerbach. Pero no se limitó a aprovechar el esquema de Feuerbach, y a darle un lastre realista con sus estudios de economía y su formación en las ideas socialistas «precientíficas», sino que trató de construir un sistema de gran coherencia, cuyos puntos capitales, en lo que se refiere exclusivamente al m., son los siguientes:1) No hay más realidad que la material, que captamos por los sentidos y que por el desarrollo y evolución de éstos se estructuran en forma inteligente. 2) El conocimiento capta la realidad de un modo natural; más allá de esa realidad natural captada no existe nada. 3) El hombre es un ser natural más, que por su peculiar estructura está en una posición típica en la realidad; es consecuencia de ella, pero puede modificar esas condiciones. 4) El transcurso de este condicionamiento y sus modificaciones constituyen la historia, que presenta unas leyes peculiares de carácter evolutivo. Por esta razón la historia no es una línea de desarrollo continuo, sino de conflictos que se desenvuelven en tres fases: tesis, antítesis y síntesis. Cuando un conflicto alcanza su cima, se produce el fenómeno de la transformación de la cantidad en cualidad y se produce un nuevo desarrollo histórico. 5) Las fuerzas determinantes de la evolución histórica son económicas y están encarnadas en dos clases sociales: opresores y oprimidos. «Las condiciones materiales de la vida humana» a través de las relaciones económicas hacen la historia. 6) Religiones, morales, costumbres, ideologías y filosofías son simples resultados del condicionamiento material de la infraestructura. 7) El proceso histórico materialmente condicionado se desarrolla en forma dialéctica de acuerdo con la «ley de la negación de la negación». Cada periodo histórico tiene su justificación y el proceso tiene que recorrer todas sus fases
     
      V. t.: MONISMO; NATURALISMO; MECANICISMO; HILOZOÍSMO; CIENTIFISMO; EMPIRISMO; SENSISMO; FRENOLOGÍA; FENOMENISMO; POSITIVISMO; NEOPOSITIVISTAS; ANARQUISMO; SOCIALISMO; COMUNISMO; MARX Y MARXISMO; NEOMARXISTAS
     
     

BIBL.: A las obras fundamentales indicadas en la Bibl. del artículo anterior (1) puede añadirse aquí: N. QUÉPRAT, La philosophie matérialiste au XVIII, siécle, París 1873; Y. E. PONTZKY, ]. O. de la Mettrie, sein Leben und seine Werke, Leipzig 1900; R. BOISSIER, La Mettrie, París 1931; P. LEMÉE, 1. O. de La Mettrie, etc., Mortain 1954; R. HUBERT, D'Holbach et ses amis, 1928; W. H. WICKWAR, Baron D'Holbach, A prelude to the French Revolution, Londres 1935; P. NAVILLE, D'Holbach et la philosophie scientifique au XVIII, siécle, París 1943; P. JANET, Le matérialisme contemporain en Allemagne, París 1864; H. SCHMIDT, E. Haeckels Leben, Denken und Wirken, 1943-44; L. KONIGSBERGER, H. von Helmholtz, 1902-03; R. HóNIGSWALD, Zur Kritik der Machschen Philosophie, 1903; F. REINHOLD, Mach Erkenntnistheorie, Leipzig 1908; F. ALLER, Machs Ueberwindung des mechanischen Materialismus, 1918; R. BOUVIER, La pensée d'Ernest Mach, 1923; H. DINGLER, Die Grundgedanken der Machschen Philosophie, 1924; E. BECKER, Ernest Mach, 1929; N. O. LOSSKY, History of Russian Philosophy, 1951; CH. Mc FADDEN, La filosofía del comunismo, Valladolid 1961; J. DE VRIES, Teoría del conocimiento del materialismo dialéctico, Bilbao 1960; y, además, la Bibl. de los arts. sobre ENGELS y MARX, y la de los demás artículos a los que se ha remitido

 

M. CRUZ HERNÁNDEZ

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991