MARIA MAGDALENA, SANTA
En los Evangelios se habla de M. Magdalena en cuatro ocasiones:
a. En el ministerio de la Galilea. Entre las mujeres que acompañaban a
Jesús en sus viajes por ciudades y pueblos donde predicaba la Buena Nueva del
Reino, figuraba María, llamada Magdalena (Le 8,1-3). El segundo nombre indica su
tierra de origen, Magdala, hoy El-Megdel (torre), pueblo situado en la orilla
occidental del lago de Genesaret, lugar de buena pesca, 5 Km. al noroeste de
Tiberíades. S. Lucas dice que de ella habían salido siete demonios; esta
expresión puede significar que había sido víctima de una posesión u obsesión
diabólica, o de una enfermedad causada por el demonio, pero nunca en la S. E. se
indica con esta expresión una vida pecaminosa. Junto con otras santas mujeres
sirvió con sus bienes al Señor durante su vida pública (Le 8,1-3; Mt 27,55; Me
15,40-41), de acuerdo con una costumbre judía por la que señoras piadosas
cuidaban del alimento y del vestuario de los rabinos de quien escuchaban las
lecciones (cfr. S. jerónimo: PL 26,214).
b. En el Calvario. Todos los evangelistas, excepto Lucas, mencionan su
nombre entre las mujeres que estaban junto a la Cruz (Mt 27,55; Me 15,40; lo
19,25; Le 23,49). Los Sinópticos la citan siempre en primer lugar. Esto puede
ser debido a que fue la mujer más célebre de la primitiva comunidad, después de
la madre de Jesús, por sus cualidades de carácter y su dedicación al Señor.
c. En el sepulcro. Junto con las otras mujeres observó dónde colocaron el
cuerpo del Maestro (Me 15,47); permaneció sentada delante del túmulo (Mt 27,61)
y al regresar a casa preparó perfumes y ungüentos para, después del sábado,
volver al sepulcro y aplicarlos al cuerpo del Señor (Le 23,56).
d. En la Resurrección (Mt 28,1-10; Me 16,1-11; Le 24,1-11; lo 19,1-18). En
la madrugada del domingo llegó M. Magdalena al sepulcro con las otras mujeres.
Algunosopinan que tal vez M. Magdalena, de espíritu impaciente y fogoso, se
anticipó a las demás y mientras que éstas se reunían y acababan de preparar los
perfumes, ella se acercó sola al túmulo (cuenta S. Juan) y lo encontró abierto.
Inmediatamente avisó a S. Pedro, que vino al lugar con S. Juan. Estos Apóstoles
se marcharon después de examinar el sepulcro vacío, pero M. Magdalena se quedó
allí llorando porque supuso habían robado el cuerpo de Jesús; vio entonces a dos
jóvenes (eran ángeles) que le preguntaron: «Mujer, ¿por qué lloras? Ella les
dijo: Porque han tomado a mi Señor y no sé dónde le han puesto», y mirando hacia
atrás vio a Jesús de pie, que le preguntó también: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A
quién buscas? Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: Señor, si le has
llevado tú, dime dónde le has puesto y yo le tomaré. Díjole Jesús: ¡María! Ella,
volviéndose, le dijo en hebreo: ¡Rabboni!, que quiere decir Maestro. Jesús le
dijo: No me toques, porque aún no he subido al Padre, pero ve a mis hermanos y
diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios» (lo
20,13-17). Por estas palabras del Señor «no me toques», imperativo presente
griego que corresponde a «no sigas tocándome», o mejor «suéltame», parece que M.
Magdalena había agarrado fuertemente los pies de Jesús (cfr. Mt 28,9).
Para unos exegetas la razón de esta orden es de naturaleza espiritual: la
nueva vida inaugurada en la resurrección es espiritual y no se compadece con las
manifestaciones sensibles de M. Magdalena; para otros el «no me toques» o
«suéltame», significa que «no tenga preocupación» puesto que no va a huir, ya
que se quedará un tiempo en la tierra. En seguida M. Magdalena se marchó para
dar la gran noticia a los discípulos: «¡Vi al Señor!», pero éstos no dieron gran
crédito a su testimonio (Me 16,9-11; Le 24,22-24). S. Pablo no cita esta
aparición en su lista de 1 Cor 15,3-8.
¿Deberá identificarse M. Magdalena con la pecadora (Lc 7,37) y con María,
hermana de Lázaro? La Liturgia romana las considera una sola persona cuya fiesta
celebra el 22 de julio. Así la tradición latina a partir de S. Agustín y S.
Gregorio Magno. Pero en el Oriente se celebran tres fiestas de otras tantas
personas. La mayoría de los exegetas modernos distinguen también tres mujeres y
alegan estas razones: 1) M. Magdalena no es la pecadora de Le 7,37-50. De hecho,
S. Lucas no dice que sea la misma mujer al hablar de M. Magdalena poco después
(Le 8,2); además ser una pecadora es bien distinto de ser una posesa. 2) M.
Magdalena no es María de Betania (v. MARíAS, LAS). S. Lucas no dice que sea la
misma, como sería de esperar (Le 8,2; y 10,39); S. Juan distingue M. Magdalena
(lo 19,25; y 20,1-18) de la María de Betania (lo 11,1-44; y 12,1-11; v. LÁZARO).
El temperamento de las dos es distinto y quedó plasmado en actitudes
características: la de Betania, sentada a los pies del Señor (Le 10,39), es
contemplativa, silenciosa y retraída (cfr. lo 11,20.28); M. Magdalena, echándose
a los pies de Jesús resucitado, es impetuosa y fogosa (lo 20,1-2.11.15.17). 3)
María de Betania tampoco es la pecadora (Le 7,39). S. Lucas no hace la más leve
insinuación (cfr. Le lo, 39). Sin embargo, las palabras de S. Juan han dado a
muchos una base para esta identificación: «María era aquella que ungió al Señor
con perfume y le enjugó los pies con sus cabellos» (lo 11,2). Como se habla aquí
de un hecho pasado y la unción de Betania es relatada en el capítulo siguiente,
piensan éstos que hay aquí una alusión a una primera unción hecha por la misma
persona y que sería la de Le 7,37-50. Pero S. Juan se puede referir igualmente a
la unción que va a describir más adelante (lo 12,1-8), ya conocida de algún modo
por sus lectores. De hecho el participio aoristo del texto griego «aleípsasa»,
que ungió (lo 11,2), no tiene que designar forzosamente una acción pasada
relativamente a lo que se relata (así en Mt 10,4). Por tanto, no se puede probar
al menos la identidad de dos de estas personas.
V. t.: MARÍAS, LAS; LÁZARO
BIBL.: V. SAXER-M. C. CELLETTI, María Maddalena, en Bibl. Sanct. 8,1078-1107 (con abundante bibl.); F. SPADAFORA, María, en Diccionario Bíblico, dir. F. Spadafora, Barcelona 1968, 391-392; B. KiPPER, María Magdalena, en Ene. Bibl. IV,1315-1318; M. J. LAGRANGE, L'Evangile selon S. lean, París 1948, 296.320.492.506; U. HOLZMEISTER, Sancta M. Magdalena estne una eademque cum peccatrice et cum María sorore Lazar¡?, «Verbum Domini», 16 (1936) 193-199; J A. OÑATE, María Magdalena, María de Betania y la pecadora del Evangelio (son una misma?, «Cultura Bíblica» (1944) 215-218
GERALDO DE FÁTIMA MORUlIO
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991