MANISMO


El m. como culto implica la creencia en una trasvida, así como una solidaridad vital, entre vivos y muertos. Constituyen los motivos del m, el temor a los espíritus y la creencia de que éstos pueden ser propiciados por determinados ritos y cultos, como, p. ej., el culto al cráneo (v.). Desde el alba de la humanidad el hombre rindió culto a los muertos, creyendo que éstos participan desde «el más allá» en la vida y destino de los supervivientes de su tribu, clan o linaje, y que por otro lado en su existencia ultraterrena necesitan del recuerdo y cuidado de los vivos. De aquí que para el seguidor del m. los difuntos «viven entre nosotros», dentro de la demarcación tribal y se manifiestan a los vivos en el sueño o por medio de alucinaciones.
      El culto a los muertos asume muy distintas características, según el pueblo que lo lleve a efecto y en función del ciclo o etapa cultural a que pertenezcan, siendo patente desde la era Paleolítica (v. DIFUNTOS I; MUERTE IV). Es corriente. ofrecerles sacrificios y alimentos, que se dejan en lugares apropiados en la casa, en el patio o en parajes cercanos a la vivienda. A veces dichos alimentos son consumidos por animales en los que los muertos se han reencarnado. A cambio de este cuidado, los manes, se presentan propicios; por el contrario, el olvido de ellos puede tener graves consecuencias.
      Algunas religiones creen en la existencia de un «reino de los muertos». Otras empero no sitúan a los difuntos en un lugar determinado; éstos siguen al parecer «viviendo» en la tribu, y su espíritu ocupa los lugares que se dejan reservados en la mesa, en las fiestas, etc. Para diversos pueblos el «reino de los muertos» es subterráneo y se penetra en él por cavernas. Para otros es extraterrestre y los difuntos van y vienen o moran en astros y planetas. Para algunos el «reino de los muertos» está presente en todo lugar; a cada momento estamos rodeados de espíritus y almas invisibles. Para otros, los difuntos moran en determinadas islas más allá del océano o donde se pone el sol (megalitismo).
      El m. no conoce retribución alguna post-mortem por lo que las faltas humanas son expiadas en vida. Aunque de formas diferentes algunos autores han pretendido ver en el m. y en el animismo (v.) el origen de la religión. Se sostuvo en un principio (Fuste] de Coulanges) que en presencia de la muerte el hombre ha tenido por primera vez la idea de lo sobrenatural. Esta teoría la recogió E. B. Tylor y la desarrolló exponiendo que de los fenómenos del sueño, de las alucinaciones y de la muerte, tiene origen la idea de espíritu (v.) y que la idea de alma (v.) fue el modelo según el cual el hombre pensó en la esencia de la divinidad. H. Spencer avanza un paso más por esta línea al afirmar que toda divinidad es en sus orígenes el alma de un antepasado particular; para este autor la religión nace cuando el hombre intuye más o menos confusamente el enigma de la muerte, como fuerza última y misteriosa de todos los fenómenos. Esta teoría tuvo una buena acogida entre los sociólogos, no así entre los historiadores de la religión.
      La teoría manista no es suficiente para explicar el origen de la religión, pues aunque se practique por algunos pueblos primitivos, ni el animismo ni el m. son una característica obligatoria de culturas originarias. Se opone además a la tesis de Spencer el hecho de que entre los pueblos etnológicamente más antiguos de la tierra, el m. ocupa un lugar secundario frente a otros cultos y sus divinidades no derivan del culto a los muertos. No tiene presente el elemento de reflexión, a veces fantástico y mitificador, que suscita en el hombre el espectáculo de la naturaleza, que se refleja en las más variadas y ricas mitologías; ni explica la creencia de muchos pueblos primitivos (v.) en un Ser Supremo que les da razón de su proveniencia, dicta las normas que regulan su vida, e impone las sanciones al que las quebranta (v. RELIGIÓN I; DIOS II).
      Hoy el m. pervive entre algunos pueblos africanos (V. ÁFRICA VI, 2) y en culturas de tipo agraria matriarcal, en Indonesia y Melanesia. En América se encuentran algunas formas de m. entre los yámanas de la Tierra del Fuego.
     
     

V. t.: DIFUNTOS I; ESPÍRITU II; MUERTE IV; BENDICIÓN l. BIBL.: R. BOCCASSINO, Etnología religiosa. Introduzione Generale. Le Scuole Evoluzioniste e le scuole Storiche, Turín 1958, 190 SS.; J. P. JACOBSEN, Les Manes, trad. francesa, París 1924; P. SCHEBESTA, Manismo, en F. KÓNIG, Diccionario de las religiones, Barcelona 1964, 853-856; F. KÓNIG (dir.), Cristo y las religiones de la Tierra, 1, Madrid 1968.

 

J. M. GÓMEZ-TABANERA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991