MANIQUEÍSMO


Es una religión o secta religiosa, que toma su nombre de su fundador Mani o Manes, llamado también Manikaios en las fuentes griegas y Manichaeus en las fuentes latinas.
      Vida de Mani. Nació el 14 abr. 216 en Babilonia del Norte. Su familia estaba emparentada con los Arsácidas. Su padre pertenecía a una secta religiosa, los mughtasila, secta baptista en la que se practicaba una rigurosa ascesis, especialmente, con la abstinencia total de carne y vino, unida a varios ritos purificatorios; Mani perteneció a dicha secta desde temprana edad. A los 12 años, según narra la leyenda, recibe su primera «revelación», que viene a ser el punto de arranque de,toda su misión. Mani se considera así mismo como el revelador supremo, en quien se manifestó la verdad total.
      Se traslada a la India, donde predica con éxito, especialmente, en la zona de Beluchistán, y es allí donde convierte a su religión al rey de aquel país. Ya de regreso se dirige a Gundehapuhr, capital de los soberanos Sasánidas (v.). Se gana el favor del rey Sapor I (241-273), quien le permitirá predicar libremente en todo el imperio sasánida. Acompañará también a Sapor en una campaña contra el Imperio romano, que es probablemente la del 242-244, contra Gordiano III. Mani desplegó una intensa y extensa actividad, llegando en Occidente hasta Nísibe. También envió a otros compañeros suyos hacia distintos lugares, como Egipto y las provincias orientales del Irán (v. t. MISIONES III).
      Pero, durante el reinado de Bahram I (274-277) se operó en la corte persa un cambio radical con respecto a Mani; se pasó del favor real a la persecución abierta. En esta actitud -parece ser- que intervinieron los magos de la religión zoroástrica (v. ZOROASTRO Y ZOROASTRISMO), quienes le acusaron de planes revolucionarios y de herejía religiosa, Mani fue detenido y al poco tiempo murió en la cárcel el año 277. Sus seguidores llamaron a su muerte «crucifixión», pero con ello sólo deseaban indicar que había muerto en testimonio de sus creencias. Coincidiendo con su muerte tuvo lugar una oleada de persecución contra los partidarios del maniqueísmo. Muchos huyeron, unos hacia Occidente y otros hacia la India y China, donde ejercieron un gran influjo hasta el s. XIV.
      Mani plasmó su predicación en una serie de escritos, adornados con dibujos y miniaturas, que revelan un fuerte temperamento artístico. Entre sus múltiples obras, podemos señalar algunas como más relevantes: el Gran evangelio de alfa a tau, que está previsto de un álbum de imágenes; el Tesoro de la vida, citado con frecuencia por S. Agustín, donde se trata de la lucha entre el reino de las tinieblas y el reino de la luz; el Libro de los misterios, en el que se ocupa de las relaciones entre el judaísmo y el cristianismo; y sus Cartas, halladas en el Alto Egipto.
     
      Doctrina maniquea. Hasta los comienzos del s. XX el conocimiento que se tenía del m. estaba rodeado de una cierta oscuridad, confundido a veces con el gnosticismo (v.), con el que presenta concomitancias. Los escritos de Mani y sus discípulos, aunque se difundieron ampliamente, fueron también prohibidos y destruidos en número considerable, tanto por los católicos, como por los mahometanos y budistas. No obstante, a fines del pasado siglo se descubrieron en el Turquestán Chino numerosos fragmentos de escritos maniqueos, que se salvaron de la destrucción. En 1930 se hizo otro descubrimiento similar cerca de Medinet Mádi, en el Fayun, donde aparecieron varios libros de Mani en traducción copia. La intención de Mani fue fundar una religión nueva, como resultado de un sincretismo (v.) muy acusado. «Los escritos -dice Mani-, la sabiduría, los apocalipsis, las parábolas, los salmos de todas las religiones anteriores, han confluido en mi religión, en la sabiduría que yo he revelado» (Kephalaia, 154). Aunque sea de modo sumario, trataremos de ofrecer seguidamente un cuadro doctrinal del maniqueísmo.
      a) Dogmática. La base del sistema maniqueo es un dualismo (v.) radical acerca de Dios. Desde toda la eternidad -según el m.- hay dos seres o principios supremos de igual orden y dignidad: el principio de la luz (el Bien) y el de las tinieblas (el Mal). Pero ambos principios se hallan en una situación de antítesis irreconciliable. Cada uno tiene su propio imperio; la región de la luz está situada en el Norte, la de las tinieblas en el Sur. Ambas regiones están sometidas a sendos reyes: el imperio de la luz al Padre de la Grandeza, y el reino del mal al Príncipe de las tinieblas. Entre los dos principios y sus respectivos reinos se entabla una guerra, en la que el reino de las tinieblas trata de destruir al de la luz. Para defensa de su reino crea el Padre de la Grandeza al primer hombre, quien con sus cinco hijos se apresta a combatir, pero son vencidos por el mal. El primer hombre se da cuenta de su desventura y pide ayuda al Padre de la Grandeza. Este, después de una serie de emanaciones intermedias, desprende de sí al espíritu viviente, que libra al hombre de la materia mala y lo redime.
      Este espíritu viviente y salvador será Jesús, que ocupa un lugar preeminente en la doctrina maniquea. El mismo Mani se intitulaba, «Apóstol de Jesucristo, por la Providencia de Dios Padre» (Ep. de Fundamento, pr.). Al lado de Jesús coloca también a Buda (v.) y a Zoroastro (v.). Todos ellos -incluido el propio Mani- son representantes de la luz. Antes de Mani, a esos representantes se les asignaron partes limitadas del mundo: Buda se estableció en la India, Zoroastro en Persia, Jesús en Judea, o en todo caso en el mundo occidental; Mani, en cambio -como postrer enviado de la luz- se considera realizador de una misión universal.
      b) Moral. Los preceptos morales del m. son los derivados de las doctrinas anteriormente expuestas. El rasgo principal en el orden moral será la abstención de todo lo que liga al hombre a la materia, por considerar que ésta es mala. Por ello el perfecto maniqueo se encuentra marcado por un triple sello de la boca, de las manos y del seno. El sello de la boca tiene como fin evitar todo lo que pueda ensuciarla. En consecuencia, se deberá abstener de toda clase de carnes; sólo estará autorizado a tomar vegetales. Entre las bebidas, el vino estaba severamente prohibido. También tenían que ayunar los domingos y los lunes. El sello de las manos prohibe absolutamente la muerte de cualquier semejante, así como, el hacer la guerra y el llevar armas. Tampoco podrá matar animales, ni destruir plantas, ni siquiera transportar minerales. El verdadero maniqueo no deberá trabajar, pues -según Mani- por el trabajo se viola el mundo de la luz. En razón de este mismo precepto no deberá lavarse, ni apoderarse de lo ajeno, así como abstenerse de toda clase de honores. El sello del seno, puede considerarse como el más importante de los tres, pcrque precisamente, a través de él, trata de oponerse a la propagación del mal. Para ello, el medio más eficaz es evitar todas las relaciones sexuales; pues -según Mani- la generación es mala en sí misma. Por tanto, el matrimonio está absolutamente prohibido; y la práctica de la virginidad, no solamente se aconseja, sino que se impone a todos como un deber.
      Como fácilmente se puede deducir, estas exigencias de la ética maniquea no podían ser llevadas a la práctica sin una gran extorsión social. De ahí que se dividieran los fieles maniqueos en dos grupos: los electi, elegidos, y los audientes, oyentes. Los elegidos, es decir, los verdaderos fieles, practicaban todas las prescripciones señaladas y vivían consagrados enteramente a la religión de Mani, o aparentaban hacerlo. En un grado inferior se encontraban los oyentes, que constituían la masa, el pueblo. Los oyentes sirven a los elegidos, les facilitan comida y vestido, y de este modo, esperan nacer un día en el cuerpo de un elegido y alcanzar así la salvación. También participan en las asambleas litúrgicas, y guardan. ciertas observancias, entre las que destaca la limosna, que se considera también como medio de remitir los propios pecados del oyente.
      Respecto a lo que ellos llamaban sacramentos, parece ser que sólo reconocían como tales al bautismo y a la eucaristía. Ambos sacramentos se reservaban sólo a los elegidos; por ello, los oyentes eran considerados catecúmenos. Sobre la confección y administración de la eucaristía tenemos noticias muy imprecisas. También debían realizar una cierta práctica penitencial, según el testimonio de S. Agustín (Ep. 236,2: PL 33,1033).
      c) Escatología. En relación con la vida futura, Mani distingue según se trate de la muerte de un elegido, de un oyente, o de un pecador. Un elegido alcanza el paraíso de la luz. Un oyente al morir queda en este mundo -en el sueño de los espectros-, hasta que pueda nacer de nuevo en el cuerpo de un elegido. Los pecadores están destinados al infierno. La separación entre justos y pecadores -entre el mundo de la luz y el de las tinieblas-, tendrá lugar en el último día, en el que se producirá un gran incendio.
      d) Organización. Los seguidores del m. estaban congregados en una organización bien determinada. Tenían un jefe supremo, dotado de la suma autoridad, con residencia en Babilonia. Quien primero detentó esta autoridad fue Mani. A este jefe supremo estaba subordinada una jerarquía compuesta por 12 apóstoles, 72 obispos, o maestros de la verdad, y 360 presbíteros; después venían los diáconos y los elegidos; finalmente, en el último escalón, estaba la gran masa de oyentes (cfr. H. Jedin, o. c. en bibl. 1, 389 ss.).
     
      Extensión y desarrollo. El sincretismo de esta nueva religión debió contribuir, en buena medida, a su rápida difusión. El m. se extendió pronto por Mesopotamia. De aquí pasó a Siria y a Egipto, que se convirtió en el núcleo propagadot del m. en África. Hacia el año 290, el procónsul de África, Juliano, denuncia la nueva secta a Diocleciano, quien en 297 promulga un durísimo edicto de persecución contra el m. y sus secuaces. Sin embargo, a pesar de estas medidas, no consiguió erradicar el m. de África. Bajo el papa Milcíades (311-314) se señala la presencia de la nueva secta en Roma, y desde la ciudad imperial se propaga hacia las Galias, España y los Balcanes. Se difunde igualmente a través del imperio persa hasta llegar a los confines de China en el s. VIII.
      Pero casi simultáneamente a estas conquistas del m. en Oriente se establecen los límites máximos de la expansión maniquea y comienzan a destacarse los signos de su decaimiento. Así, en Persia, bajo Choroes I (531-570) se ejecutaron unos 80.000 maniqueos, y se restableció el culto oficial del mazdeísmo (v.). Los musulmanes, por su parte, se monstraron también muy hostiles al maniqueísmo. En China, más tardíamente, son perseguidos sus adeptos, y quedan muy debilitados, sobre todo, a fines del s. XIII.
     
      Reacción de la Iglesia. Hacia el a. 300, un obispo de Alejandría, en una carta a su Iglesia, alerta a sus fieles contra las doctrinas del maniqueísmo. Cirilo de Jerusalén, Afrahates y S. Efrén (v.), en Oriente; y más tarde, S. León Magno y otros obispos de Occidente combatieron el m. en su predicación. Por otra parte, la Iglesia puso particular cuidado en los casos de conversiones procedentes del m., exigiendo precisas y detalladas fórmulas de abjuración a los candidatos.
      En el campo teológico son de notar los escritos contra el m. de Dídimo de Alejandría y Tito de Bostra. Los Acta Archelai, atacan sobre todo a Mani. En Occidente esta literatura ha sido menos abundante, aunque destaquen considerablemente las obras de S. Agustín (v.) contra los maniqueos: De moribus ecclesiae el de moribus Manichaeorum; De Genesi contra Manichaeos; Contra Faustum Manichaeum; De vera religione, etc. De otras obras antimaniqueas sólo tenemos noticia de ellas, pero no han llegado hasta nosotros.
     
     

V. t.: DUALISMO; GNOSTICISMO; MAL; CREACIÓN III, 2; MAZDEíSMO; METEMPSíCOSIS; ZOROASTRO Y ZOROASTRISMO. BIBL.: A. ADAM, Texte zum Manichüismus, ausgw. u. hrsg., Berlín 1954; P. ALFARic, Les écritures manichéennes, París 1918-19; G. BARDY, Manichéisme, en DTC 9,1841-1895; F. C. BURKITT, The Religion of the Manichees, Cambridge 1925; J. DANIÉLOU, Nueva Historia de la Iglesia, I, Madrid 1964, 230-232; H. JEDIN, Manual de Historia de la Iglesia, I, Barcelona 1966, 385-396; l. LEBRETON, en Fliche-Martin, trad. esp., 11, 272-277; H. CH. PUEcH, El maniqueísmo, su fundador, su doctrina, Madrid 1957; E. DE STOOP, Essai sur la difuusión du manichéisme dans VEmpire rornain, Gante 1909.

 

D. RAMOS LISSÓN.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991