Libano (lubnán) III. Sagrada Escritura.
 

En el A. T., el L. aparece frecuentemente citado, no así en el Nuevo. Su vecindad con Palestina le hizo desempeñar un importante papel en la historia hebrea. Siendo ya viejo Josué se le apareció Yahwéh y le enumeró todos los territorios que le quedaban por conquistar, entre ellos el L. (los 13,5), pero no hay constancia de que los israelitas intentaran invadir este país. Los reyes de Israel estuvieron en contacto con las ciudades más importantes de Fenicia (v.), pueblo que dominaba en esa época gran parte del L. Las relaciones más importantes fueron las de los reinados de David y Salomón con el rey de Tiro, Hiram.
Constituía la frontera norte de la Tierra Prometida (Dt 7,3,25; los 1,4; 9,1; 13,5-6). Sus habitantes eran los heveos o jeteos (Idc 3,3) que moraban desde el Baal Hermón, mencionado repetidas veces en la S. E., en la extremidad sudoeste del L., hasta la entrada de Jamat. El valle del L. del que habla Josué (12,7) no es, como piensan algunos autores, la Celesiria o Gran Valle que se extiende entre las dos cadenas del L. y Antilíbano: sino más bien la llanura que se encuentra en el sur y. sudeste de Banias, debajo del Hermón. Aparece mencio. nado el L. (cuyo nombre significa blanco) casi siempre cubierto de nieve (ler 18,14) y como monte altísimo (Is 10, 34; ler 22,6,20; Os 14,6).

El cedro. Unida al L. figura la referencia de sus magníficos bosques de cedros, aunque en sus montes también crecían cipreses y abetos (Is 60,13; 2 Reg 19,23,37). El cedro, árbol típico del país, ha quedado como su símbolo más representativo y el que más fama le ha dado; su renombre traspasó las fronteras de Siria y Palestina, y llegó a Asiria, cuyo rey Senaquerib se vanagloriaba de haber cortado cedros del L. (2 Reg 19,23; Is 37,24). Los reyes de Nínive los emplearon con frecuencia en las edificaciones de sus templos y palacios.
De tal manera debieron de abusar que en el oráculo de Isaías (14,8) contra Babilonia los cedros se alegran de la caída de esta ciudad. Estimado y buscado como madera para mástiles (Ez 27,5) y para construcción (1 Reg 7,2-7; 1 Par 16,6; Is 9,10) de edificaciones lujosas, para vigas, batientes de puertas, artesonados, revestimientos de paredes (Cant 1,16; 8,9; Soph 2,14), etc. La Biblia nos da con bastante detalle noticia de las grandes construcciones de David y Salomón en las que se empleó abundantemente esta madera. David había obtenido del rey de Tiro, Hiram, madera de cedro para la construcción de su casa o palacio (1 Par 14,1; 17,1; 2 Par 2,3), habiendo reservado parte para la del Templo, que no llegó a edificar él, sino su hijo Salomón, que también se dirigió a Hiram cuando le hizo falta madera para dicha construcción. Los tirios cortaban los cedros y se encargaban de transportarlos hasta el mar (1 Reg 5,6,9; 9,11), al puerto de Jope, y desde allí lo llevaban los judíos hasta Jerusalén (2 Par 2,15). El Templo tenía los muros interiores revestidos con planchas de cedro (1 Reg 6,15,18); las vigas, el artesonado, el altar de )os perfumes y una parte del vestíbulo eran de cedro (I Reg 6,10,20). También se hizo construir Salomón un grandioso palacio llamado el Bosque del L., en el que se empleó gran cantidad de cedro. Sin duda, su nombre fue debido a que sus 45 columnas, que eran de esta madera, daban el aspecto de un bosque (1 Reg 7,2,3). Reconstruido el Templo en la época de Ciro se empleó de nuevo y en abundancia la misma madera, que también se encargaron de proporcionar los tirios y los sidonios (Esd 3,7). Zacarías (11,1), refiriéndose al Templo, lo denomina L., debido, sin duda, a la abundancia de la referida madera (v. TEMPLO II).
No sólo aparece en la S. E. como elemento utilitario, sino que es usado con frecuencia como elemento de comparación y símbolo por los profetas y poetas: Por su enorme altura y robustez, asocia obviamente las ideas de poder y fuerza (2 Reg 14); pero es también frecuentemente presentado en sentido peyorativo, como símbolo del poderío soberbio (Is 2,13; 37,24; ler 12,15) y de la altivez humana (Is 2,13). El hermoso follaje perenne del cedro, su crecimiento prolongado, su verdor, hace pensar en lo que no pasa ni muere, en la inmortalidad, coma sucederá al alma de los justos. La expresión «el justo crecerá como cedro del Líbano» es usada repetidas veces en la Biblia. El Esposo del Cantar (5,15) es comparado al cedro por su majestad, gallardía y fuerza. También el pueblo de Israel es comparado al cedro, como aparece en Num 24,6. La amplitud. de sus ramas y su volumen, a cuyo amparo se refugian y acogen numerosas aves, le hace comparar con la figura del Mesías, en cuyos brazos caben y se cobijan todas las criaturas humanas (Ez 17,3,4; 22,23). Por otro lado, representa el fruto supremo de la fertilidad, ya que si el desierto se convirtiera en tierra fértil produciría cedros, imagen en la que se equipara con los cambios que producirá la venida del Mesías (Is 41,19). El cedro era usado para la preparación del agua lustral (Num 19,6) y en la purificación del leproso y de su casa (Lev 14,49).
En los tiempos bíblicos abundaba el L. en pinos y cipreses (2 Reg 19,23; Cant 3,9), con ricos manantiales (Cant 4,15), donde se abrevaban los animales (2 Reg 14;9); la S. E. se hace eco de sus flores (Nah 4), de su olor y fragancia, de su hermosura y de su gloria (Cant 5,15). Debió de tener importancia agrícola, sobre todo la producción vinícola; Oseas (14,7) habla de su famoso vino.

Historia. Dado que en realidad el L. de esta época no se constituye como una entidad nacional, sino que su presencia histórica se cifra en la actividad especialmente mercantil de las diversas urbes repartidas por su territorio, es lógico referirse por separado a cada una de estas metrópolis, para intentar marcar una evolución de la zona. Las ciudades más importantes que se citan en la S. E. son: Biblos, Sidón, Tiro, Trípoli, Afeq y Sarepta.
Biblos (v.). Es el nombre griego de la antigua ciudad fenicia de Gébál, en la actualidad Jebail, nombre árabe en diminutivo que significa montaña, denominación que le viene dada por lo accidentado del terreno. Gébál sólo aparece una vez en el A. T. (Ez 27,9) al referirse a la pericia de sus habitantes para la construcción de naves, pues la Gébál a que se hace referencia en Ps 83,8, en la enumeración de los pueblos que se aliaron contra Israel, según la opinión general, no se refiere a la ciudad fenicia. El nombre de gueblitas o guibalenses aparece citado en el A. T. refiriéndose a los territorios que le quedaban por conquistar a Josué (13,5) y como trabajadores de piedra y madera para el Templo de Jerusalén (1 Reg 5,18). En cambio, es con frecuencia citada en las tablas de Tell-el-`Amárna (v.) y en inscripciones cuneiformes.
Sidón. Situada a unos 40 Km. de Beirut y a 30 de Tiro, en la costa, es llamada en la actualidad Saida. Probablemente es la más antigua de las ciudades fenicias y la que mantuvo en un principio la hegemonía entre ellas, siendo sidonio sinónimo de fenicio, como aparece en la Odisea y en la Ilíada, para denominar a los comerciantes fenicios. Mencionada en la tabla etnográfica de Gen 9,19, situada en la frontera septentrional de Canaán (v.), según F. Josefo recibió su nombre del hijo mayor de Canaán, Sidón. Otra teoría es que su nombre le viene dado por la abundancia de peces que se pescaban en sus aguas. Jacob, en el reparto de la Tierra Prometida, le dio a Zabulón hasta Sidón (Gen 49,14). En los (11,7-8; 19,28) aparece varias veces mencionada con el apelativo de la grande. La tribu de los hijos de Aser se extendía por el norte hasta Sidón, pero los hebreos no pudieron adueñarse de esta ciudad (los 13,3,6; 19,28; Idc 1,31; 3), cuya supremacía duró hasta que los filisteos se apoderaron de ella (1252 a. C.), pasando entonces su hegemonía a Tiro, pero siguieron conservando su independencia. Acab, rey de Israel, se casó con Jezabel, hija de Etbaal, rey de Tiro y Sidón (1 Reg 16,31), hecho que le fue reprobado, ya que como todas las reinas extranjeras introdujo el culto de sus propios dioses, en este caso el de la diosa Astarté (1 Reg 11,5), lo que provocó en Joel (3,4-8), jeremías (25,22) y Ezequiel (32,30) profecías sobre los males que caerían sobre Sidón y sus habitantes.
En el N. T. aparecen citados los sidonios y su ciudad. En Galilea se encuentran con Jesús (Me 3,8; Le 6,17), que visitó Tiro y Sidón (Mt 15,21; Me 27,24), curando en este viaje a la hija de la mujer cananea (Me 7,25-30; Mt 15,2128). S. Pablo pasó por Sidón cuando fue llevado preso a Roma (Act 28,3).
Tiro (v.). El A. T. nos la describe situada en una «entrada del mar» (Ez 27,3-4), y convertida después de su ruina en peña lisa, sirviendo como tendedero de redes
(Ez 26,4,5). Su belleza y la de sus alrededores también se mencionan (Ez 27,3; Os 9,13). En el reparto de Canaán figura como limítrofe de los territorios de la tribu de Aser (los 19,29). Tenía dos puertos, uno al N, llamado Sidón, y otro al S conocido por el egipcio (Ez 27,3). Sus orígenes son oscuros, aunque se remontan a una gran antigüedad (Is 23,7). La importancia le vino sobre todo por su extenso comercio, que le proporcionó riqueza y poderío. Según Is 23,3 fue emporio de naciones, y en Ez 27,12-27 son enumerados todos los países que traficaban con ella, detallando los productos que recibía. No figura en el Pentateuco, y su primera mención se hace en los 19,29, donde es calificada como ciudad fuerte, cuando los hebreos conquistaron la Tierra Prometida. Al ser conquistada Sidón por los filisteos, la mayoría de sus habitantes se refugiaron en ella, sobre todo los mercaderes (Is 23,2); a partir de entonces, asumió la hegemonía sobre las otras ciudades fenicias. Es en esta época cuando las relaciones con el pueblo judío adquirieron mayor importancia. Hiram, uno de los monarcas más importantes, entabló relaciones de comercio y amistad con David, enviándole embajadores con cedros del L., carpinteros y canteros para construir su palacio (2 Sam 5,II; 1 Par 14). Muerto David, la amistad continuó con su hijo Salomón, que solicitó de Hiram ayuda para la construcción del Templo (1 Reg 5,1), consistente en madera (de cedro y de ciprés) y mano de obra. A cambio entregó veinte mil coros de trigo y veinte mil batos de aceite al año (1 Reg 5,10,12). Siete años duró la construcción del Templo (1 Reg 6,38) y trece la de su casa, llamada el Bosque del L. (1 Reg 7,1).
Años más tarde, dio Salomón a Hiram 20 ciudades en Galilea (1 Reg 9,10) como recompensa por los servicios prestados. Pero estas ciudades no le agradaron por ser áridas y desérticas y las llamó Cabul (1 Reg 9,13). Tras la muerte de Hiram hubo sangrientas revueltas hasta que Etbaal devolvió la tranquilidad, reinando sobre Tiro y Sidón al mismo tiempo. En el 536 a. C. pasó a dominio persa (Esd 3,7) y en el 332 a. C. al de Alejandro Magno, a cuya muerte sería, junto con Siria, primero de los Ptolomeos y después de los Seléucidas. En este periodo se menciona en 1 Mach 11,59 y 2 Mach 4,18.44. Con los Seléucidas recobró parte de su esplendor, así como su independencia (126 a. C.), que conservó durante el mandato romano.
También aparece varias veces nombrada en el N. T. Entre la muchedumbre que seguía a Jesús por Galilea había gente de Tiro y Sidón (Me 2,8) e incluso el Maestro se dirigió hasta dichas ciudades en busca de los judíos que se encontraban fuera de los límites de Palestina (Me 7,24; Mt 25,21). Jesucristo, al referirse a ellas, dice que serán tratadas con menos rigor que otras ciudades en las que se han obrado milagros (Mt 11,21; Le 13,14). S. Lucas nos habla de la llegada de S. Pablo a Tiro camino de Jerusalén (Act 21,6). S. Jerónimo, en el s. tv, nos dice de Tiro que era la más floreciente y hermosa de todas las ciudades fenicias.
Profecías contra Tiro. Son numerosas las profecías bíblicas sobre esta ciudad; las más importantes son las de Amós Joel (3,4,8),. Isaías (23,1-14) y jeremías (25,22; 47,4), pero de todas ellas las más relevantes y extensas son las de Ezequiel (26-28), motivadas por la alegría de Tiro frente a la cautividad de Jerusalén.
Trípoli. Situada al N de Biblos, es mencionada durante la época de los Macabeos, cuando Demetrio, llegado de Roma, desembarcó en Trípoli (2 Mach 14,1). Su fundación y nombre original son oscuros.
Afeq. No teniendo datos geográficos precisos sobre los diferentes lugares a que se refiere este topónimo, que aparece en varios pasajes bíblicos, su localización es discutida. Por lo que a su situación en el L. se refiere sería en Tell el Muhmar, junto a Ras el-`Ain. Esta localización parece clara en los siguientes pasajes: los 12,18, refiriéndose a ella como la sede de una ciudad-estado; I Sam I como campo de luchas entre israelitas y filisteos; I Sam 29, 1 lugar de reunión de las tropas de los filisteos cuando David fue despedido de su ejército. Por las referencias de Araq en los 13,4; 19,30 y en Idc 1,31 fue buscada por Alt en las fuentes del Nahr el-Na'mein en la llanura de Acre, al NE de la actual Haifa, en Tell Kurdanah.
Sarepta. Es la transcripción griega que de Sáréfat se da en Lc 4,26. En la actualidad se llama Sarafand. Según F. Josefo, estaba situada entre Tiro y Sidón, a cuya última estuvo sometida en época de Acab (1 Reg 17,9). Durante el castigo del hambre, por la idolatría de Israel, se trasladó a esta ciudad el profeta Elías; allí multiplicó la harina y el aceite de la viuda en cuya casa se hospedó (1 Reg 17,8-24), y resucitó a su hijo, que había fallecido durante su estancia. Al rememorar la caridad de esta viuda, mencionó Jesús la ciudad (Lc 4,26). Abdías, en su profecía (1,20), anunció que Israel la poseería en el futuro sirviendo de frontera septentrional a la tierra de Canaán. La exégesis de este versículo presenta interpretaciones diversas según la identificación propuesta para las dos entidades geográficas en él mencionadas: Sáréfat y Séfárát, sobre todo, esta última, pues mientras algunos exegetas judíos la identifican con España, los cristianos no han resuelto definitivamente su identificación. Sáréfat, para la exégesis judía, sería Francia, con lo que ambas naciones se darían juntas en el mismo pasaje. La teoría más aceptada es que se trata de la misma ciudad mencionada en los anteriores lugares.


M. LILLO ALEMANY.
 

BIBL.: I. SIMONS, The Geographical and Topographical Texts ot the Old Testament, Leiden 1959; A. CLAMER, Deutéronome, en La Sainte Bible, II, París 1946; A. LEGENDRE, Liban, en DB (Suppl.) V; M. DUBUIT, Géographie de la Terre Sainte, París 1958; F. M.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991