LECTURA II. VALORACIÓN MORAL. l. Importancia de las lecturas.


Del mismo fin de la Iglesia se deriva su misión de «ordenar toda la cultura humana al mensaje de la salvación, de manera que el conocimiento del mundo, de la vida y de los hombres, se ilumine por la fe» (Conc. Vaticano II, Decl. Gravissimum educationis, 8). Por eso la Iglesia insiste en la necesidad de que la cultura llegue a todos los hombres, y recalca la obligación que tiene todo cristiano de formarse, no sólo en la doctrina cristiana (v. IV), sino también en la cultura humana.
      Todos los hombres tienen el derecho a liberarse de la ignorancia (v.), y «es un deber específico de nuestra época, y principalmente de los cristianos, trabajar con afán para que, tanto en lo económico como en lo político, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, se tomen decisiones fundamentales por las que se reconozca en el mundo entero, y se lleve a la práctica, el derecho de todos los hombres a la cultura humana, conforme con la dignidad de la persona, sin distinción de raza, sexo, nación, religión o condición social. Es preciso proporcionar a todos el acervo cultural suficiente para que no haya muchos que, por ser analfabetos y por no saber actuar con responsabilidad, estén imposibilitados para una colaboración verdaderamente humana en el bien común (Conc. Vaticano II, Const. Gaudium et spes, 60). Para conseguir esta meta es necesario que cada cristiano avive su responsabilidad en este campo y descubra la importancia de la literatura (v.), que tiende a manifestar la manera de ser propia del hombre, sus problemas y su experiencia en el intento de conocerse a sí mismo y al mundo y se esfuerza por esclarecer su situación en la historia y por dar sentido a sus dolores y alegrías, esbozando así un mejor porvenir del hombre (cfr. Gaudium et spes, 62).
      La carencia de formación cultural conduce a una ignorancia y deformación que fácilmente pueden provocar el escándalo, por falta de preparación para comprender algunas ideas, o la admiración hacia ideologías contrarias a la doctrina de la Iglesia, por no tener una base cultural que rechace las ideas brillantes, pero falsas, que en ellas se contienen. De ahí que la Iglesia, por su misma misión, tiene el derecho y el deber de velar por la formación de los fieles, para que sean más capaces de alcanzar la verdad divina. «La Santa Madre Iglesia, para poder cumplir el mandato que recibió de su divino Fundador de anunciar a todos los hombres el misterio de la salvación y de instaurar todas las cosas en Cristo, debe preocuparse de toda la vida del hombre, incluso de la terrena, que está íntimamente ligada a la vocación celeste, y tiene, por tanto, un papel que desempeñar en el progreso y en el desarrollo de la educación» (Decl. Grav. educationis, prólogo). Esta misión educadora de la Iglesia hace que vele por la pureza de la doctrina y tenga que señalar los errores que se contienen en determinadas obras, considerando todas las circunstancias: actualidad de esta obra, divulgación, público a quien va dirigida, etc. (V. ARTE IV).
      Lo más importante a tener en cuenta para la valoración moral de un libro es lo que esta obra enseña, no lo que relata. Pues si bien la narración puede, por su modo de tratar determinadas escenas, impresionar la imaginación y dejar recuerdos que sean fácil ocasión de pecado, lo más grave es la inmoralidad interna, que puede hacer que la obra encierre una enseñanza contraria a la rectitud de vida o constituya un intento de descristianización. Por todo esto, el cristiano ha de sentir, junto a la responsabilidad de aumentar su formación cultural, la necesidad de cuidar la rectitud de su conciencia, siguiendo para esto las indicaciones que da la Iglesia a través de la Jerarquía.
     
      V. t.: CIVILIZACIÓN Y CULTURA.
     
     

BIBL.: CONO. VATICANO II, Const. Gaudium et spes; Decl. Gravissimum educationis; Decr. Inter mirifica.

 

FEDERICO DELCLAUX.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991