LACORDAIRE, HENRI-DOMINIQUE


Célebre orador sagrado, considerado como el mejor de su siglo; escritor y restaurador de la orden dominicana en la Francia del s. XIX; n. en Receny-sur-O urce (Borgoña) el 12 mayo 1802. Su padre, Nicolás, era médico de la localidad, y liberal en ideas políticas; L. apenas si le conoció, pues murió en 1806. Su madre, Ana María Dugied, era profundamente religiosa, bien instruida y de un carácter enérgico; tras la muerte del padre, trasladó el hogar a Dijón, de donde era natural, dedicándose de lleno a la educación de sus cuatro hijos entre los que Enrique ocupaba el segundo lugar.
      Después de darle la primera formación cristiana y humana durante la infancia, su madre te llevó, a los siete años, a una escuela moderna para que se iniciara en los clásicos y al párroco a hacer la primera confesión. En esta época de su vida gustaba imitar a los grandes predicadores, teniendo como oyentes a sus compañeros y a falta de éstos a su aya a quien a veces decía: «siéntate, Coleta, que hoy el sermón será largo». A los 10 años la madre le consiguió una media beca en el Liceo de Dijón. En 1814, a los 12 años, hizo la primera comunión; pero perdió poco después la fe católica. Terminado el Liceo pasó a la Escuela de Derecho de Dijón; como estudiante resultó mediocre y bebió, como todos los de su época, en las fuentes ponzoñosas del s. XVIII y de la Ilustración (v.), aunque sin llegar a embriagarse. Terminada la carrera, por voluntad de su madre parte para París a ejercer la abogacía; aquí, muy pronto, sentirá el retorno a la fe que irá unido a su vocación sacerdotal. El 12 mayo 1824 entra en el seminario de San Sulpicio; el 22 sept. 1827 recibirá el orden sacerdotal. Su primer ministerio sacerdotal lo ejercita como capellán de la Visitación y después del Colegio de Enrique IV.
      En 1830, preparándose a partir para misionar en Estados Unidos de América, le retiene el proyecto de la fundación del periódico L'Avenir. Junto con Montalembert (v.) y Lamennais (v.) reivindica para la Iglesia, en L'Avenir, todos los privilegios de la libertad, aceptando a la vez las más desagradables condiciones. Roma condena las doctrinas del grupo, y Lacordaire se somete incondicionalmente, retirándose de sus dos amigos y escribiendo a favor de la Santa Sede y en contra de Lamennais el libro Lettre sur le Saint Siége (V. CATOLICISMO LIBERAL).
      El 19 en. 1834 inicia un ciclo de conferencias apologéticas para la juventud en el Colegio de San Estanislao de París. Tras sucesivas intrigas y contra el parecer de muchos el Arzobispo de París las suspende, pero poco después las permite en Notre-Dame de París. El éxito alcanzado le hace famoso y desde entonces estas conferencias se repiten, ocupando el púlpito los predicadores intelectual y religiosamente más afamados. Otras ciudades como Lyon, Tolosa, Burdeos, Nancy, Metz, Lieja, Marsella, también celebraron sus éxitos. Después de predicar en París la Cuaresma de 1836 renunció al púlpito con deseos de retirarse a solas con Dios.
      En él iba madurando una vocación que se manifestó en la primavera de 1838 cuando decide hacerse dominico y restaurar esta Orden en Francia. Con esa finalidad parte para Roma y toma el hábito dominicano el 9 abr. 1839 en el convento de la Minerva. El año de noviciado lo hace en el convento de N. S. de la Quercia (Viterbo); terminado éste, profesa el 12 abr. 1840. El 30 nov. 1840 vuelve a Francia, reincorporándose a la predicación y, sobre todo, ocupándose de restaurar la Orden. Funda conventos en el más auténtico espíritu dominicano y se dedica de lleno a dar solidez a la Orden recién restaurada. También funda la Tercera Orden Dominicana de la Enseñanza, dedicada a la educación de los jóvenes en los colegios (V. DOMINICOS).
      La Academia Francesa le honró nombrándole miembro e inscribiéndole, el 24 en. 1861, como benemérito de la religión, de la patria y de las letras Su m. acaeció en Soréze el 21 nov. 1861. Dejó escritos varios tomos de Conferencias, sermones y pláticas; la Vida de Sto. Domingo, escrita el año de noviciado; un sinfín de artículos y cartas. La muerte le sorprendió dictando sus Memorias sobre la restauración de la Orden de, Predicadores en Francia, que llegan hasta el año 1854. De sus obras existe una trad. española (Obras completas del P. Lacordaire, Madrid 1926-28) en 20 vol.
     
     

BIBL.: B. CHOCARNE, El P. Fr. Henrique Domingo Lacordaire, Buenos Aires 1942; BARÓN DE HORTEGA, Historia de un Alma (Lacordaire), Madrid 1893; MONTALEMBERT, Le P. Lacordaire, París 1902; H. D. NOBLE, Lacordaire, en DTC VIII,2394-2424; íD, La vocation dominicaine du P. Lacordaire, París 1914; F. CAYRÉ, Patrologie et histoire de la théologie, III, 2 ed. París 1950, 343-344 y 456-462.

 

C. PALOMO IGLESIAS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991