JORGE, SAN


1. Fuentes. La antigüedad y la difusión del culto a J., ampliamente testimoniadas por documentos literarios y monumentos arqueológicos, no tienen una adecuada correspondencia en noticias biográficas del santo; por el contrario, la passio Georgii está clasificada entre las obras apócrifas del Decretum gelasianum (496). Es, por tanto, necesario acudir a testimonios extraños a la passio para estar seguros de su existencia y de algunos datos biográficos esenciales.
      En Lydda (Diospoli), Palestina, era venerado su sepulcro, como resulta por Teodosio Perigeta (ca. 530; De situ terrae sanctae, en CSEL, 39,139: «in Diospolim, ubi sanctus Georgius martyrizatus est, ibi et corpus eius est et multa mirabilia fiunt»); por Antonino de Piacenza (ca. 570; Itinerarium, ib. 176) y por Adamnano (ca. 670; De Locis sanctis, 111,4: ib. 288-294). Los restos arqueológicos de la basílica del cementerio todavía hoy visibles (D. Baldi, Guida di Terra Santa, Jerusalén 1953, 332-333) son atribuidos por algunos a una construcción constantiniana, de cualquier modo muy cercana a las fecha de la muerte del mártir. Además, una inscripción griega, descubierta en Eaccaea de Batanea y fechada por H. Delehaye en el 368, habla de una «casa de los santos y triunfantes mártires Jorge y compañeros», o iglesia, dedicada al santo algún decenio después de su muerte. La passio fue traducida al copto, armenio, etiópico y árabe, para el uso litúrgico que entonces se hacía de las Vitae de los Santos.
      2. Vida. Según la primera leyenda y sus sucesivas ampliaciones, ya desde su concepción J. estaba predestinado para grandes cosas; su nacimiento llenó de gran alegría a sus padres Geroncio, persa, y Policronia, capadocia, que lo educaron religiosamente hasta el momento en que entró en el servicio militar. El martirio acaeció bajo Daciano, emperador de los persas (que, sin embargo, en muchas recensiones es sustituido por Diocleciano, emperador de los Romanos), el cual convocó a setenta y dos reyes para decidir las medidas a tomar contra los cristianos. J. de Capadocia, oficial de las milicias, distribuyó los bienes a los pobres y, delante de la corte, se confesó cristiano; a la invitación del emperador de hacer sacrificios a los dioses se negó, comenzando las numerosas y espectaculares escenas del martirio. J. fue golpeado, colgado, torturado y arrojado a la cárcel, donde tuvo una visión del Señor que le predijo siete años de tormentos, tres veces la muerte y tres la resurrección. Entonces vence al mago Atanasio que se convirtió y fue martirizado; cortado en dos con una rueda erizada de clavos y espadas, J. resucitó, convirtiendo al magister militum Anatolio y a todas sus escuadras, que fueron pasadas por las armas. A petición del rey Tranquilino resucitó a diecisiete personas muertas desde hacía cuatrocientos sesenta años, bautizándolas y haciéndolas desaparecer; entró en un templo pagano y con un soplo abatió los ídolos. La emperatriz Alejandra se convirtió y fue martirizada; el emperador le condenó nuevamente a muerte y el santo, antes de ser decapitado, rogó a Dios que el emperador y los setenta y dos reyes fueran aniquilados; concedida su petición, se dejó decapitar prometiendo protección a quien honrara sus reliquias.
      La leyenda de la joven librada del dragón por obra de J. surgió a continuación; parece que la narración de tal episodio nació en la época de los Cruzados, por la falsa interpretación de una imagen del emperador Constantino que se encontraba entonces en Constantinopla.
      En cuanto al nombre, este J. no hay que confundirlo con otros homónimos, ni con los diversos Gregorios, y la etimología del término (=agricultor) ha dado lugar a originales comentarios del análogo fragmento evangélico (lo 15,1-7). El nombre se difundió por Oriente en los s. iv y v, de tal manera que fue llevado por varios soberanos de Georgia.
      Su profesión de militar podría derivar de una identificación con el tribuno que arrancó el edicto de Galerio contra los cristianos en Nicodemia, según lo que es narrado por Eusebio (Historia ecclesiastica, VIII,5: PG XX, 749-752).
      3. Culto. Pocos santos han tenido tanta veneración popular como J., y como testimonio de ello están las innumerables iglesias dedicadas a su nombre. En Palestina, en Egipto, en Etiopía, en Georgia, desde el s. lv en adelante le fueron consagrados iglesias y monasterios; en los países bizantinos fue venerado junto a S. Demetrio; en Roma, Rávena, Ferrara, Milán y, sucesivamente, en Francia, en Alemania y en Inglaterra tuvo un culto antiquísimo. En España, especialmente después de las Cruzadas, fue patrón de Aragón y de Cataluña y de las ciudades marineras, además de Barcelona y de otras ciudades. J. es, además, protector, con S. Sebastián y S. Mauricio, de los caballeros y de los soldados, de los arqueros y de los alabarderos, de los armeros, de los constructores de yelmos y de los guarnicioneros; en fin, fue invocado contra las serpientes venenosas, contra la peste, la lepra y la sífilis y, en los países eslavos, contra las brujas.
      Los calendarios orientales portan la conmemoración de J. el 23 de abril, reseñando las gestas según las «pasiones» conocidas (J. M. Fiey, Le Sanetoral syrien oriental d'aprés leste Evangéliaires et Bréviaires du XI au XIII siécle, «L'Orient syrien» VIII, 1963, 37); en la misma fecha lo conmemora el Calendario marmóreo de Nápoles del s. ix, de destacada influencia bizantina (D. Mallardo, Il Calendario marmóreo di Napoli, «Ephemerides liturgicae» XVIII, 1947, 1459-150). También los calendarios de las Iglesias occidentales fijan la conmemoración del aniversario del martirio de J. el 23 de abril (W. H. Frere, Studies in early Roman Liturgy, Oxford 1930, 100-101; v. t. P. Perdrizer, Le calendarer parisien á la fin du moyen-áge, París 1933, 123-124) y sólo las iglesias de Italia septentrional trasladan la celebración al día siguiente, como resulta de un calendario modenés del s. xi (ed. B. Bacchini, «Rerum ¡tal. script.» 11, 1718, 145), de los Misales y Breviarios ferrareses y de la costumbre milanesa que quizá ha influido en las diócesis de Emilia anteriormente sufragáneas suyas (E. Cattaneo, L'evoluzione delle leste di precetto dal sec. XIV al XX, Milán 1956, 74; para Pavía, cfr. L. Valle, Le reliquie di s. Giorgio, Pavía 1903, 15). En el Martirologio Jerominiano figura en 15, 23, 24, 25 abr. y en 7 mayo, pero sólo en códices tardíos. El Sacramentario Leoniano del s. v (ed. L. C. Mohlberg, 16) contiene los textos de la Misa de San Jorge mártir que se leían en la estación que se tenía en el Velabro. La S. Congregación de Ritos ha reducido de grado (y no suspendido, como erróneamente se ha dicho) tal fiesta por falta de noticias biográficas seguras para introducir en la liturgia (AAS Lll, 1960, 690, 706).
      Gran veneración tuvo el que se consideraba sepulcro del mártir y sus reliquias fueron trasladadas probablemente durante la invasión persa a principios del s. vii o poco después, a la llegada de los musulmanes. S. Gregorio de Tours (v.), en la obra Miraculorum liben. 1,101 (PL 71, 792-793) recuerda el traslado de reliquias a Limoges y a Le Mans. En Roma, el cráneo del mártir recibe veneración en la basílica de S. Jorge in Velabro desde el s. vlli; en 1600 fue transferida una parte a Ferrara. En 852, Pietro della Marca recuerda el traslado a España de reliquias de J. El conde Roberto de Flandes en 1110 llevó a Ferrara un brazo, regalándolo a la condesa Matilde, la cual, a su vez, lo donó a la nueva catedral de la ciudad que fue dedicada al santo en 1135.
      La toponimia ofrece un particular conocimiento de la difusión de su culto en los siglos pasados. El Annuario generale dei comuni e frazione d'Italia del Touring Club (1958) da una lista de 60 localidades que llevan el nombre del santo; también el índice del Atlante internacional, bajo las diversas formas del nombre en los idiomas europeos, censa un elevado número de ciudades, regiones, montes, ríos, etc., dedicados al gran mártir palestino (cfr. U. Chevalier, Répertoire des sources historiques du moyen áge; topo bibliographie, Mont-Beliard 1894-1901).
      En Constantinopla, el gran monasterio construido en la Punta del Serrallo sugirió a los cruzados en 1204 llamar «Brazo de San Jorge» al mar de Mármara (Réanu, o. c. en bibl.).
      4. Iconografía. La inmensa producción artística representando al «Santo de los Caballeros y Caballero de los Santos» es innumerable y diversa. Todas las artes lo han celebrado. La iconografía bizantina y medieval nos presenta en general al santo de pie, vestido de soldado con coraza y lanza; bien solo o con otros santos militares. Este tema evoluciona en tiempo de las Cruzadas y, desde entonces, se le representa a caballo mientras combate al dragón para defender a la joven princesa. El arte renacentista prefiere el segundo tema conforme al espíritu caballeresco de la época y sobre todo en ciudad como Ferrara, en donde el santo además de ser el patrón de la ciudad era el ideal de la corte, que gustaba reproducir la imagen en las propias monedas.
     
     

BIBL.: Fuentes: LIPPOMANO, Sanctorum priscorum patrum vitae, Venecia 1559, 100-104 y 123-127; Acta Sanct. abril III, Venecia JOSAFAT, VALLE DE - JOSÉ, SAN 11739, 101-165; K. KUMBRACHER-A. EHRHARO, Der heilige Georg in der griechischen Uberlieferung, Munich 1911; Bibliotheca Hagiographica Latina, Supplementum, 2 ed. Bruselas 1911, n° 33633401; Bibliotheca Hagiographica Graeca, 1, 3 ed. Bruselas 1957, 212-223.

 

DANTE BALBONI.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991