JERÓNIMOS


La Orden de S. Jerónimo (Orlo Sancti Hieronymi: OSH) surge en España como fruto de un movimiento eremítico que se desarrolla hacia 1350. Los desmanes de Pedro 1 el Cruel, y las revueltas políticas que él mismo provoca, desengañan a Fernando Yáñez, canónigo de Toledo, y a Pedro Fernández Pecha, camarero mayor, quienes, tras unos años de vida solitaria y de renuncia en la ermita de N. S. del Castañar y, después, en la de N. S. de Villaescusa, pasan definitivamente, hacia 1370, a la iglesia de S. Bartolomé, en Lupiana (Guadalajara), junto con otros muchos que, con el mismo deseo de imitar a S. Jerónimo y movidos por sus ejemplos, se les han ido asociando. Pero reconociendo que era más seguro estado de perfección la vida cenobítica, deciden restaurar -así gustan decir los historiadores j- la perdida religión de S. Jerónimo. Acuden a la Santa Sede, entonces en Aviñón, y, mediante la Bula Sane petitio de Gregorio XI, del 18 oct. 1373, alcanzan la aprobación que deseaban y queda erigido el primer monasterio en S. Bartolomé de Lupiana. Mientras, con relativo desconocimiento de lo que sucedía en Castilla, acudieron al mismo Gregorio XI los ermitaños de la Plana de Jávea, en el reino de Valencia, con las mismas pretensiones, y alcanzando las mismas gracias.
      Los nuevos monjes atraen la atención de reyes, nobles y prelados, que fundan muchos monasterios, célebres en la historia. Piensan entonces en la unión de todos bajo una cabeza y alcanzan para ello una Bula de Benedicto XIII, en 1414. El primer capítulo general se celebra en Guadalupe, en 1415; en él quedó elegido el primer General y se procedió a la unificación de las Constituciones. Están presentes los monasterios de Lupiana, Jávea, Guadalupe (v.), La Sisla, Cotalba, Guisando, Corral-Rubio, S. Ana de la Oliva, La Mejorada, S. Miguel del Monte, Valle de Hebrón, S. Catalina de Talavera, Villaviciosa, Espeja, Armedilla, Montamarta, N. S. de la Murta, Trinidad de Miramar, Valparaíso, Villavieja, Yuste (v.), Badaya, Toloño, Montecorbán y Frex del Val. Los demás capítulos generales -136 hasta la exclaustración de 1835- se celebraron sin excepción en Lupiana. El General era a la vez Prior de Lupiana, hasta que en 1686, después de grandes pleitos, quedan separados ambos cargos y la residencia del General se fija en el Colegio de S. Jerónimo Jesús de Ávila.
      En 1423 Fr. Lope de Olmedo, General, pretende introducir una -mal llamada- reforma, porque no concibe que los j. sigan la regla de San Agustín, habiendo escrito tanto S. Jerónimo sobre vida monástica. Compone una regla sacada de sus obras (cfr. PL XXX,319-386) y lleva el asunto a Roma. Martín V, su antiguo compañero de estudios, le autoriza la fundación de la Congregación de la Observancia de S. Jerónimo, que se extiende bastante en Italia, pero no así en España, donde sólo funda siete monasterios, de los cuales sólo dos tuvieron vida floreciente. Estos monasterios fueron declinando de su primitivo rigor y ya en 1449, y entre 1492-95 por segunda vez, manifestaron deseos de unirse a la OSH, aunque la unión no tuvo efecto hasta 1567. Éstos fueron: S. Isidoro del Campo, Tendilla, N. S. de los Remedios de Barrameda, S. Miguel de los Ángeles, S. Quiteria, N. S. de Gracia de Carmona, N. S. del Valle de Écija.
      En 1452 Nicolás V llama a la Orden a Roma con intención de constituirla en cabeza de una orden de S. Jerónimo que uniría a todos los institutos religiosos que con parecidos nombres, aunque con diversos fines, existían en la Iglesia. Las razones alegadas por los monjes que allí acudieron hicieron desistir al Papa de su intento. En esta primera centuria (1373-1473) se fundan además: La Murtra, N. S. de la Estrella, Buenavista, S. Juan de Ortega (v.), N. S. del Prado, S. Leonardo de Alba, El Parral de Segovia, S. Jerónimo el Real de Madrid. La munificencia de reyes, nobles y bienhechores va enriqueciendo los monasterios y este hecho despierta la codicia de otros. En 1459 una liga de obispos piden al Papa la revocación de los privilegios de exención de diezmos. En 1468 la nobleza quiere convertirla en orden militar para introducirse en ella y aprovecharse de sus rentas. En 1505 Felipe 1, instado por los nobles, intenta su disolución. Ninguno de estos intentos obtiene efecto. En la centuria 1473-1573 se fundan: S. Ma de la Victoria, S. Antonio de Porta-Coeli, S. Jerónimo de Granada, S. Engracia de Zaragoza, N. S. de la Luz, S. Verónica, S. Ma del Rosario de Bornos, N. S. de la Esperanza, N. S. de la Piedad de Baza, N. S. de Guadalupe, Valdebusto, Benavente, S. Miguel de los Reyes, S. Ma Jesús de Tabara y S. Lorenzo de El Escorial (v.). A los j. les fueron encomendadas las reformas de la Orden de Santiago en los conventos de Uclés y S. Marcos de León (1499-1504), de los canónigos regulares de S. Isidoro de León (1502), de los canónigos regulares de S. Agustín en la Abadía de Párraces (1510) y de los premostratenses (1568).
      El prestigio de la OSH entre los reyes tiene como contrapartida las injerencias de éstos en el régimen interno de la Orden, principalmente a partir de Felipe II, con las consiguientes dificultades que se pueden suponer y de que habla la historia. En la tercera centuria (1573-1673) sólo se fundan: S. Pedro de la Ñora, S. Jerónimo de Caravaca y S. Jerónimo Jesús de Ávila. Estamos en el s. xvlt y la decadencia y relajación del ambiente se deja sentir también en los monasterios j. Hay malestar, luchas intestinas, pleitos y más pleitos. El espíritu y la observancia decaen en general. Sin embargo, suenan voces de alarma que, verosímilmente, hubieran conducido a una reforma si los acontecimientos no se precipitaran.
      La OSH atraviesa en el s. xix las mismas vicisitudes que los demás institutos religiosos: la invasión napóleónica y las exclaustraciones de 1808-13, 1820-23 y la de 1835, que acabaría con la OSH por no tener monasterios en otras naciones donde trasplantar el instituto. Surgen dos intentos de restauración: El Escorial 1854 y Guadalupe 1884, que al poco tiempo fallan. Hay que esperar al s. xx. En 1925 se obtiene un rescripto de restauración y ésta comienza en S. MI, del Parral (Segovia). Pero la República de 1931, la guerra civil de 1936-39 y dificultades internas obstaculizan la marcha. Pero tras esos momentos difíciles la obra se consolida y hoy se encuentran con vida cuatro monasterios poblados por medio centenar de monjes: El Parral, S. Isidoro del Campo (1956), Yuste (1958) y Jávea (1964). Está anunciado el primer capítulo general de esta etapa, que se enfrentará con los problemas actuales de renovación y adaptación, y es probable que de él salga constituido el gobierno general de la OSH, que hoy está en manos del card. de Sevilla J. Bueno Monreal, en calidad de Asistente Religioso.
      La OSH es una institución monástica de tendencia contemplativa, que en un ambiente de soledad, silencio, oración y austeridad, pretende llevar a sus monjes a la unión con Dios «olvidando todo lo del suelo y cuanto no es eterno». Además, «tiene determinado desde sus principios ser pequeña, humilde, escondida y recogida, llevar a sus hijos por una senda estrecha, tratando dentro de sus paredes de la salud de sus almas, ocupándose continuamente en las alabanzas divinas, recompensa de las ofensas que por otra parte se hacen: orando, cantando y llorando, servir a la Iglesia y aplacar la ira de Dios contra los pecados del mundo». Este espíritu llevó a los j. a renunciar no sólo la gloria que se deriva del linaje o de las habilidades humanas, sino, incluso, el honor de los altares, siendo así que pudiera componerse una nutrida y brillante galería de místicos y ascetas, escritores, músicos, artistas, etc. Entre otros destacan por su santidad: Andrés de Salmerón, Diego de Orgaz, Hernando de Talavera (v.); como confesores: el mismo Talavera, Juan Regla, Diego de Yepes; escritores: José de Sigüenza, Lucas de Alaejos, Héctor Pinto, Fernando de Ceballos. Juan de Escobedo fue el restaurador del acueducto de Segovia; Antonio de Villacastín, el obrero mayor de El Escorial; Andrés de León y Julián de Fuente el Saz, miniaturistas; Juan de Segovia y Alejo de Ávila, orfebres; Antonio Soler, Pedro de Tafalla, compositores y maestros de capilla.
      A la sombra de los monasterios de hombres, surgieron cenobios femeninos. Un grupo de mujeres, en torno a Pedro Fernández Pecha y bajo la guía de doña María García, se retiran en 1374 en unas casas de Toledo para consagrar sus vidas a Dios. Con un mismo deseo e idéntico espíritu que los monjes, fueron poblando toda la geografía hispana de una veintena de monasterios: San Pablo (Toledo), Santa Marta (Córdoba), Santa Paula (Sevilla), San Matías (Barcelona), Santa Isabel (Palma de Mallorca), Concepción Jerónima (Madrid), San Onofre (Badajoz), San Bartolomé (Inca), Santa Paula (Granada), Santa María (Morón de la Frontera), Nuestra Señora de la Salud (Garrovillas), San Ildefonso (Brihuega), Corpus Christi (Madrid), Nuestra Señora de los Remedios (Guadalajara), Concepción Jerónima (Trujillo), La Magdalena (Jaraiz de la Vera), La Encarnación (Toledo), La Visitación (Toledo), San Román (Medinaceli), Nuestra Señora de los Ángeles (Constantina), Nuestra Señora de las Mercedes (Almodóvar del Campo) y Santa María de Jesús (Cáceres). De éstos perduran la mayoría en la actualidad, agrupados en la Federación Jerónima de Santa Paulá. En alas de la fama, la semilla se esparció hasta Méjico, donde se fundaron los monasterios de San Jerónimo (México; desaparecido), San Jerónimo (Puebla; desvinculado de la Orden) y San Lorenzo (México). Este último, ante la persecución de Calles (1926) se refugió en España y se trasformó en el Instituto de Jerónnmms de la Adoración, estrechamente unido a la Orden. Actualmente tiene tres casas en España y una en México; se dedica a la educación de la juventud y tiene un matiz eminentemente eucarístico.
     
     

BIBL.: J. DE SIGÜENZA, Historia de la OSH, 2 vol., Madrid 1907-09; F. DE LOS SANTOS, Quarta parte de la Hist. de la OSH, Madrid 1680; E. TORMO, Los Jerónimos, Madrid 1919; I. DE MADRID, La OSH. Primeros pasos para una historia crítica, «Studia Monastica» 3 (1961) 409-427; íD, Los monasterios de la OSH, «Yermo» 5 (1967) 107-175; íD, Los estudios entre los Jerónnmms españoles, Poblet 1963; F. CHUECA, Casas Reales en monasterios y conventos españoles, Madrid 1966.

 

IGNACIO DE MADRID.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991