JERÓNIMO EMILIANO, SAN


Los Emiliani eran una familia noble, que tenía su palacio en la ciudad de Venecia, cerca de la plaza de San Marcos. Allí n. 1. en 1481. En su juventud fue un magnate del Renacimiento, digno contemporáneo de César Borgia (v.), amigo de fiestas, belicoso, duelista, jugador. Soldado y senador, sirvió a la república en los consejos y en los campos de batalla. De repente, Dios le llamó de una manera milagrosa. Deshecho en llanto, solía contar su conversión, y la mandó representar en el lienzo por los mejores artistas. Fue durante la guerra entre la república veneciana y Luis XII de Francia. Sitiado en la plaza de Castilnuovo, cerca de Treviso, con un puñado de valientes, opuso una resistencia heroica a las baterías enemigas. El gobernador abandonó su puesto a favor de la noche; J. E. entonces, al frente de los que quedaban, continuó la resistencia, hasta que la- fortaleza quedó convertida en un montón de ruinas, cayó preso y fue encerrado en un castillo. Entonces comenzó a pensar por vez primera en la salvación de su alma. Una tarde, cuando menos se pensaba, apareció en Treviso, y allí, delante del altar de la Madre de Dios, presentó sus cadenas y las llaves de la prisión, y contó la historia de su liberación, que él consideraba milagrosa. Fue algún tiempo podestá de Castilnuovo, pero ya había pensado abandonar el mundo. Ordenado sacerdote en 1518, se entregó desde entonces a obras de caridad. En 1528, año de hambre, agravada por la epidemia, vendió todo su mobiliario para socorrer a los necesitados, y empezó a mendigar para ellos. Se le veía atravesar las calles de Venecia míseramente vestido, rodeado de la turba bulliciosa de los muchachos y perseguido por las burlas de sus antiguos compañeros. Iba de iglesia en iglesia y de hospital en hospital; entraba en las casas de los pobres para dejar en ellas el consuelo y la limosna, y volvía a la suya acompañado de rapazuelos. Buscaba particularmente a los huérfanos y abandonados. Se ocupaba de ellos paternalmente y les hacía aprender un oficio, porque «el que no trabaja, no tiene derecho a comer», les decía con S. Pablo.
      Fue para ellos padre y maestro. Los alimentaba, los vestía, los instruía, les preparaba para la vida, desarrollando las habilidades de cada uno. Fue un precursor deS. Juan Bosco (v.), gran catequista como él, hábil en el método de las preguntas y las respuestas. Los dos tenían la misma paciencia, la misma abnegación, el mismo amor a la infancia. A la fundación de Venecia siguieron otras en diversas ciudades italianas. Primero en las ciudades de la costa, después en Brescia, en Bérgamo, en el Milanesado. En Bérgamo, además de un orfelinato, creó un refugio para las jóvenes arrepentidas. En sus viajes se detenía para instruir y alentar a los campesinos. Toda miseria era objeto de su compasión y de sus cuidados, especialmente la enfermedad y la ignorancia. No le faltaron imitadores y colaboradores. Con su ayuda formó una Congregación, dedicada particularmente a la enseñanza. Estableció la casa central en Somasca, cerca de Bérgamo, y esto fue motivo de que sus discípulos se llamaran los somascos. Pablo III aprobó la orden en 1540. Apoyaba y aconsejaba a J. E. el obispo de Chieti, Juan Pedro Carafa, cofundador de los teatinos (v.), que sería Papa con el nombre de Paulo IV (v.). Por eso decía el embajador Navaggero que teatinos y somascos eran un poco hermanos. Entre los colaboradores dé J. E. hay que contar a dos sacerdotes eximios: Alejandro Besucio y Agustín Bariso.
      J. pasó sus últimos años en Somasca, paseando sonriente entre el batallón de los niños a quienes enseñaba a leer y rezar. Allí m. de la' peste que él combatía, el 8 feb. 1537, pronunciando los nombres de Jesús y de María y exhortando a los suyos a la caridad y al sacrificio. M. el fundador, los somascos se fusionaron con los teatinos, hasta que en 1568 volvieron a separarse. Siguieron extendiéndose por Italia y por Francia, y en el s. XVIII tenían 120 casas. Actualmente han quedado reducidos a una docena de colegios, todos en Italia. Beatificado por Benedicto XIV en 1747, y canonizado por Clemente XIII en 1767, Pío XI le proclamó patrono de los huérfanos y de la infancia abandonada.
     
     

BIBL.: A. TURTURA, De vita Hieronimo Aemiliani... libri IV, Milán 1620; Acta Sanct., 8 de febrero; G. LAUDINI, San Girolamo Miani dalle testimonianze processuali, nel IV centenario della sua londazione, 1528-1928, Roma 1929.

 

J. PÉREZ DE URBEL.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991