JERICO, I. Sagrada Escritura.
Jericó (hebreo Yérihó o Yéréhó, árabe Arihá), ciudad situada en el valle del
Jordán, a unos 11 Km. del río y 14 del mar Muerto, a 245 m. bajo el nivel del
Mediterráneo. Pertenece a Jordania. Junto a la ciudad moderna se encuentran las
ruinas de varias poblaciones antiguas, entre las que se han ubicado la J.
antigua: Tell el-Sultán; y la J. del N. T.: Tulñl Abu el `Aláyiq, distantes
entre sí menos de 2 Km.
Nombre, topografía y climatología. Ambas grafías hebreas parecen indicar
las preferencias de los autores por las dos más probables etimologías: ciudad de
la Luna, Yáreah, o ciudad de los perfumes, Riha, como el nombre árabe actual, y
que respondería a la exuberancia del oasis en el que se hallaba la antigua
ciudad, y a la que parece aludir el texto bíblico tardío del Eccli 24,14
(Vulgata 24,18).
J. está situada en medio de un oasis, obra del trabajo humano, en el
centro de la ribera occidental del Jordán (v.), prácticamente desértica desde la
desembocadura de Wádi el Far'ah hasta el mar Muerto. Al pie de la antigua J.
brota la rica fuente `Ain el-Sultán; más al O, en los contrafuertes
septentrionales del monte de la Cuarentena, mana `Ain Dúq; y Wádi el-Qelt recoge
las aguas pluviales de la montaña de Judá y Benjamín para regar el oasis de J.
Por la configuración de las torrenteras desde J. se puede subir con facilidad a
la región montañosa, de forma que ya en la Antigüedad había tres caminos que
llegaban hasta Jerusalén, Betel y Efrén (Ofrah) respectivamente, uniéndolos con
la calzada que, paralela al Jordán, llegaba hasta Beisán y a través de los vados
naturales del río enlazaba con Transjordania.
Por su profundidad, J. goza de un clima netamente tropical y seco debido a
que las montañas suelen impedir el acceso de las nubes. Por ello, pese a la poca
distancia, es una estación invernal para los habitantes de las frías montañas;
en enero suele haber una diferencia de más de 20° entre J. y Jerusalén, que
distan 30 Km. por carretera, aunque el peso de la atmósfera se nota
desfavorablemente. Su pluviosidad es mínima como en las tierras que la
circundan; pero las bien aprovechadas aguas de su hidrografía fertilizan sus
tierras con toda clase de cultivos tropicales y templados, unidos a arbolados de
ambos climas. La rapidez de maduración permite varias cosechas anuales de
magnífica calidad. Entre los árboles destaca la palmera ya desde la Antigüedad,
razón por la que en la Biblia se llama a J. ciudad de las palmeras.
Historia. Antiguo Testamento. Aunque resulte extraño, en ningún texto
antiguo de Oriente aparece el nombre de J., que es la ciudad más antigua del
mundo. En la Biblia se la cita tan sólo a propósito de la conquista de la tierra
prometida. Las referencias del Pentateuco corresponden a los estratos más
recientes y en textos relacionados con la inminente entrada de Israel en
Palestina.
Josué (v.) planeó antes de cruzar el Jordán la conquista de J.; envió
exploradores (los 2), cruzó el río (los 3) y preparó al pueblo religiosamente
para la conquista (los 5). Su situación la hacía cabeza de puente ideal. El cap.
6 describe la conquista y consagración al anatema de J. Esta descripción
conviene más a una ceremonia litúrgica que a un hecho de armas. Es muy probable
que al elemento histórico se añadiera la conmemoración periódica de la victoria
con que se inicia la gran epopeya de la conquista, que culminaría en la batalla
de Bet Joron (los 10). Epopeya singular por ser el héroe el mismo Dios de los
ejércitos, que había prometido a los Patriarcas entregar la tierra que pisaban.
En los 24,11 ss., percibimos el eco de la victoria que dejó profunda huella en
Israel.
La arqueología (v. ii) no ha descubierto la ciudad conquistada por Josué,
bien porque fuera completamente erosionada en los siglos de abandono, o tal vez
porque aún se halle enterrada en alguno de los tell, o montones de ruinas sin
excavar que se encuentran en el oasis. La conquista se suele datar 1.200 años a.
C. coincidiendo con los comienzos de la Edad del Hierro.
Destruida la ciudad, quedó habitado el oasis, como ciudad abierta, y por
esto algunos autores explican que Idc 1,16 y 3,13 la designe exclusivamente con
el nombre de ciudad de las palmeras. Eglón, rey de Moab y uno de los opresores
en el tiempo de los jueces, conquistó fácilmente la ciudad indefensa, hasta que
Ehud liberó a Israel del yugo moabita, reconquistando J. Más tarde, David ordenó
a sus emisarios escarnecidos por el rey de Amón que permanecieran en J. hasta
que les crecieran de nuevo sus rapadas barbas (2 Sam 10,5 y par.), prueba de que
el gran rey utilizaba a J. como paso para llegar a Rabat-Amón, capital de los
amonitas, aunque tal vez no estuviera plenamente habitado por israelitas, como
Guilgal (v.). Vuelve J. a ser plaza fuerte hacia el 870, reconstruida por Hiel
de Betel. La relación entre las dos ciudades viene confirmada por la lista de
ciudades de Benjamín ofrecida por los 18,21-22. Pese a ser considerada J. como
benjaminita fue ocupada por Basa, seguramente en su lucha contra Asa de Judá (1
Reg 15,16 ss.), en el 900 a. C., y más tarde ambas fueron dominadas por Yosías
(2 Reg 23,15) en el 620 a. C.
Durante el dominio de J. por los israelitas fue visitada por Elías y
Eliseo (2 Reg 2,5-22), visita que presenta la escuela de profetas allí afincada
y el milagro de Eliseo en la famosa fuente de J. Es posible que Sedecías, el
último rey de Judá, en su huida (587 a. C.), pretendiera refugiarse en J., pero
fue alcanzado por los hombres de Nabucodonosor en las llanuras, antes de llegar
a la ciudad.
Con la cautividad de Babilonia, J. quedó despoblada o poco menos, para ser
repoblada por 345 cautivos que regresaron del destierro (Esd 2,34). Seguramente,
ellos mismos contribuyeron a la reconstrucción de los muros de Jerusalén (Neh
3,2).
En el periodo de los Macabeos (v.), J. alcanza un gran valor estratégico.
Una fortaleza construida por Baquides (160 a. C.) debió de estar situada a la
entrada de J. o en la cima del monte de la Cuarentena, que luego fue llamada Doq,
donde fue asesinado a traición el Sumo Sacerdote Simón en el 134 a. C. (cfr. 1
Mach 9,50; 16,14-16). F. Josefo narra la segunda traición de Tolomeo, el yerno
de Simón, que mató a sus cuñados, hermanos de Juan Hircano, ante el asedio de
éste, como distinta de la primera, disintiendo de 1 Mach.
Nuevo Testamento. Los Evangelios nos hablan de visitas de Jesús a J. Los
tres Sinópticos narran la curación del ciego, o dos ciegos (Mt 20,29-34; Mc
10,46-52 y Lc 18,35-43; v. BARTIMEo) a propósito del último viaje de Jesús a
Betania (cfr. lo 11,54-12,1), desde Efraín. Siguió Cristo la calzada romana que
unía Efraín, hoy Et-Tayibeh, con J. por `Ain Dúq y J. con Betania por Wádi el
Qelt. La tradición ubicó dicha curación a la entrada de la ciudad herodiana
bajando desde Jerusalén. Más tarde, en el s. Iv, la identifica con una
construcción, capilla o iglesia, llamada Beit Yaber el tahtani, lugar que domina
desde la última pendiente de la calzada romana el valle del Jordán y el oasis de
Jericó. Lc 19,1-10 narra el encuentro de Jesús con Zaqueo, (v.). Hoy, como
entonces, se encuentran sicomoros en J. Los relatos antiguos identifican el
sicomoro de Zaqueo desde el s. Iv. Pero extraña que no localicen también la casa
de Zaqueo, en la cual fue invitado Jesús. La ciudad construida por Herodes (v.
II) estaba emplazada más al S, distante unos 2 Km. de la antigua J.
Ni en los otros libros del N. T., ni en los escritos cristianos más
antiguos se cita J. Pero ya era sede episcopal en el 325, puesto que su obispo
asistió al Conc. de Nicea. Se elevan iglesias, que aparecen en el mosaico de
Mádaba; pero la ciudad ha vuelto a trasladarse, esta vez hacia el E, ocupando
sensiblemente el lugar de la población actual. Sufre varias destrucciones por
terremotos, fenómeno corriente como lo acreditan las destrucciones de las
murallas antiguas o los recuerdos contemporáneos de los seísmos de 1927 y 1956.
Alrededor de J. floreció la vida monástica. Hoy día se conservan monasterios
como el de S. Juan Bautista, Qsar el-Yehud, el de la Cuarentena, colgado de la
montaña homónima, etc.
Durante la ocupación árabe y las Cruzadas, J. quedó reducida a un pueblo,
pero fue famosa por la feracidad de sus tierras. Más tarde, decae llegando a ser
miserable hasta nuestro siglo, en eJ que se restablecen los regadíos y aumenta
la población. En 1964, tenía 12.915 hab. En sus alrededores, los campos de
refugiados albergan miles de palestinos.
BIBL.: A. G. BARROIS, Manuel d'Archéologie biblique, I, París 1939, 171-183; H. M. VINCENT, La chronologie des ruines de Jéricho, «Rev. Biblique» 39 (1930) 403-433; 44 (1935) 583-605; F. M. FERRERO, La destrucción de Jericó y el osario de «Jesús hijo de losé», «Estudios Bíblicos» (1931) 203-221; J. GARSTANG, Story of Jericho, 2 ed. Londres 1948; R. NORTH, Les Murs de Jericho, «Bible et Terre Sainte» 14 (1958) 10-17.
V. VILAR HUESO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991
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