IDEALISMO. IDEALISTAS.
Expuestas ya las distintas acepciones en que se emplea la palabra «idealismo»
(v. i, 1), aquí nos referiremos a los pensadores que a lo largo de la Historia
de la Filosofía han sido calificados como idealistas; encontraremos que el uso
de este término muestra una equivocidad aún más amplia que la del término
idealismo. Analizaremos sucesivamente diversos empleos de la calificación de
idealista.
Idealistas platónicos. Se suelen llamar idealistas a los filósofos que se
inspiran en las concepciones de Platón (v.); éste es considerado así como el
primer idealista. Lo central de su concepción es considerar que lo más
irreductible, lo «realmente real», es la idea (eidos), entendiendo por tal no la
entidad psicológica de nuestro esquema mental o concepto subjetivo, ni tampoco
la entidad lógica (es decir, no real) de la estructura ideal de los pensamientos
(conceptos, juicios y raciocinios, en su aspecto objetivo o lógico) sino la
esencia (ousía) o forma (morphé) de cada cosa, es decir, una especie de
estructura nuclear de la cosa. Al conjunto de notas comunes a todos los
individuos de un tipo se le confiere una unidad estructural que se interpreta no
sólo como real sino precisamente como lo más real; esto es lo verdaderamente
platónico. La esencia (v.) o idea (v.) es real en un sentido más fuerte y
primario que el individuo (v.) mismo.
Hay que observar que si a Platón se le llama idealista en cuanto que lo
que toma como máxima realidad son las ideas, también se le llama realista en
cuanto que confiere realidad separada a los conceptos universales (v.), cosa que
no hacen ni los conceptualistas (los universales serían meros conceptos) ni los
nominalistas (los universales serían meros nombres). Esta terminología comenzó a
usarse en la Edad Media, a partir de Boecio (v.), quien plantea el problema de
la naturaleza del universal, problema que luego se convierte en cuestión tópica
en las disputas filosóficas medievales (v. CONCEPTUALISMO; NOMINALISMO).
Suele denominarse idealistas a los filósofos que siguen de algún modo la
tradición metafísica platónica. Ello ocurre, en primer lugar, en el propio
pensamiento griego, donde algunos autores del s. Ii (Cayo, Albino, Numenio de
Apamea, etc.) representan una postura crítica de las tendencias estoicas
consideradas como demasiado naturalistas (V. ECLECTICISMO I, 2).
Posteriormente, desde el s. ni ocupa el centro de la filosofía griega, ya
en la fase llamada helenística (v.), la corriente de los neoplatónicos (v.) que,
entroncando con el renacimiento pitagórico del principio de nuestra Era, y con
la especulación del judío Filón de Alejandría (v.), significa una vuelta al
platonismo, aunque con una mentalidad calificada como «mística» (que interpreta
como positivas realidades las fuerzas supra-humanas de lo divino) que estaba
mucho menos acentuada en Platón. Plotino (v.), Porfirio, fámblico, Proclo son
los neoplatónicos más relevantes. Pero la tendencia se conecta con el
pensamiento cristiano a través de varios escritores de los s. iv y v: Mario
Victorino, Macrobio, Calcidio y por fin Boecio (m. 525).
La denominación de idealista aplicada a Platón y los platónicos encierra
una alusión al carácter excluyente o apriórico que se concede a la realidad
inteligible frente a la sensible. En este sentido, el pensamiento filosófico de
los primeros cristianos (v. PATRÍSTICA) y de los primeros siglos medievales
-impregnados de honda preocupación religiosa- es de algún modo platonizante.
Pero el platonismo solía también implicar un monismo (v.) del ser a favor de la
realidad inteligible o espíritu, que resulta postulada como única hasta el punto
de que las demás realidades no se consideran sino como un desarrollo del
espíritu. En este respecto, la filosofía medieval, esencialmente pluralista,
partidaria de la ontonomía de los distintos niveles de ser, se va volviendo anti-idealista
a partir sobre todo del s. xii. Así, desde Roscelino (v.) empiezan a aumentar
los enemigos del realismo platónico de los universales; y con la irrupción del
aristotelismo árabe se confirma la voluntad medieval de poner el centro de la
realidad en el individuo (y no en el universal).
La filosofía moderna es, en la acepción platónica, fundamentalmente anti-idealista.
Desde el s. XVII hay una subjetivización progresiva - a partir de Descartes- que
en el momento de Kant llega a sustituir el correlato óptico de lo universal por
un apriori trascendental; en definitiva, se trata de una interpretación que deja
de atribuir realidad óptica a los universales, es decir, una interpretación
antiplatónica.
Finalmente, desde los últimos años del s. xix, Platón reaparece, con
distintos motivos, en la filosofía actual, pero en muchos casos, más que una
vuelta a la metafísica platónica, lo que hay es una vuelta al realismo (v.)
gnoseológico, superando la actitud idealista del s. xix que luego examinaremos y
que sólo en algunos aspectos se parece a la platónica. Es lo que ocurre con el
método de la fenomenología (v.) que quiere alcanzar, poniendo «entre paréntesis»
lo fáctico, el nivel de las esencias; y aunque Husserl rechaza como absurda la
hipostización platónica de las ideas, al considerar a éstas como dotadas de
objetividad, el sistema husserliano es una cierta aproximación a Platón. Lo
mismo acontece en la concepción filosófica de Whitehead (v.), en cuya noción de
«objeto eterno» hay sin duda una cierta semejanza con la noción platónica de
idea. También en Hartmann (v.), a pesar de su radical aristotelismo, podemos
encontrar una atención decidida por el platonismo en su interés por el ser
ideal, sobre el cual desarrolló una amplia teoría.
Idealistas empíricos. En un sentido antagónico del platónico se llama
también idealista (y ello es una excepción al rasgo dominante, que hemos
señalado, de la filosofía moderna) a Berkeley (v.). Este continúa la tesis
lockiana que rechaza las ideas innatas y establece que todo viene de la
experiencia (v.), pero llega más lejos que Locke (v.) y sobre todo alcanza una
conclusión metafísica muy distinta. Para Berkeley no son -como para Locke- las
cualidades (v.) secundarias (sonidos, colores, gustos, etc.) las únicas que no
tienen realidad, sino que para el pensador irlandés tampoco las cualidades
primarias (solidez, extensión, figura, etc.) tienen realidad en el sentido de
una exterioridad autónoma; es decir, lo que existe propiamente es el espíritu
humano y en último término Dios. Si en Locke el resultado metafísico es un
mecanicismo de las ideas que son en el fondo nada más que percepciones (v.), en
Berkeley el resultado es un espiritualismo; por ello, a este autor se le
califica de idealista sensualista, de acuerdo con su enunciado central: «ser es
percibir y ser percibido».
En esta misma línea hay que situar algunas corrientes del s. xix -como el
empiriocriticismo de R. Avenarius, el sensacionismo de E. Mach y las llamadas
filosofías de la inmanencia gnoseológica (Schubert-Soldern)- que empiezan por
seguir el mismo camino que Berkeley de centrar todo en la percepción y en la
propia conciencia, aunque sin llegar a la afirmación ontológica del espíritu.
Idealistas modernos. Descartes y Kant. En un tercer sentido, que sólo
coincide parcialmente con el anterior y que es antagónico del sentido platónico,
se habla de idealistas modernos. En esta acepción, se consideran idealistas a
Descartes (v.) y los filósofos del racionalismo (v.) continental, en cuanto que
todos ellos entienden el ser como «dado a partir de la conciencia»; Descartes
es, en esta línea de prioridad de lo subjetivo, el primero de los idealistas
modernos (recuérdese, en cambio, que, platónicamente, es anti-idealista).
Al final del s. XVIII, Kant da un paso decisivo en esta línea idealista,
entendiendo de un modo nuevo la concepción que puede llamarse subjetivista. En
Kant (v.) no encontramos ya ni el i. psicológico de Descartes, ni el i.
espiritualista de Berkeley, sino un i. trascendental que funda el conocimiento
no en lo dado a nosotros sino en lo puesto por nosotros. Eso «puesto por
nosotros» es lo apriori, que es el esquema constituido por las condiciones de
posibilidad del conocimiento. Dicho esquema . apriori es el que configura al
objeto al hacerlo objeto de conocimiento, y no ha de entenderse como
correspondiente a cada sujeto individual o psicológico sino correlativo al
sujeto en general, que es lo que se denomina sujeto trascendental. Sin embargo,
el i. kantiano conserva un residuo de realismo metafísico, en cuanto habla,
aunque sólo sea en un nivel meramente hipotético, de la «cosa en sí» que no
podemos propiamente conocer teóricamente.
Idealistas absolutos alemanes. Precisamente es después de Kant cuando se
desencadena la corriente filosófica que con más propiedad se denomina idealista,
constituida por los pensadores del llamado i. alemán. Es en primer lugar Fichte
(v.) que, no queriendo detenerse en la incognoscibilidad kantiana de la «cosa en
sí», cree encontrar el fundamento de toda experiencia en la propia conciencia o
Yo (v.), pero entendida como un continuo dinamismo, como el permanente hacerse
de un espíritu o voluntad que no se agota. Schelling (v.), cuyo pensamiento pasa
por una serie de momentos muy distintos, en último término funda su concepción
de la filosofía como visión de un Absoluto indiferente a la Naturaleza y al
Espíritu, en una intuición intelectual cuya forma más perfecta resulta ser la
creación artística. Pero el más profundo de los idealistas es Hegel (v.), a
quien puede denominarse idealista absoluto o idealista metafísico, porque
identifica racionalidad y realidad de un modo inédito hasta entonces; para él lo
Absoluto no se alcanza ni por la voluntad ni por el sentimiento sino por el
«esfuerzo del concepto», en cuya tensión se alcanza la realidad, que no es lo
abstracto separado, sino lo concreto que deviene. La prioridad del devenir que
abarca los momentos del proceso, constituyendo una totalidad en la que la verdad
no está al principio sino al final, como resultado, es lo que se llama
dialéctica (v.). Hay que advertir que aunque a los filósofos de esta línea se
les llama con absoluta unanimidad idealistas, en verdad son ideal-realistas o
real-idealistas, en cuanto que huyen de todo exclusivismo sea del Yo o del
No-Yo.
En el pensamiento contemporáneo, y desde el último cuarto del s. xix, se
advierten una serie de tendencias filosóficas distintas, que deben calificarse
de idealistas, porque revelan, de modo más o menos próximo, resonancias del i.
kantiano y hegeliano. Suele decirse que el tono dominante de la filosofía
contemporánea es realista, como si el acento idealista hubiera desaparecido de
nuestro horizonte de pensamiento; esto no es, sin embargo, exacto, porque el
ideal-realismo hegeliano continúa siendo un importante condicionante de toda la
filosofía actual; lo que sí puede advertirse en el panorama de hoy es una
bastante generalizada superación de las actitudes subjetivistas, superación que
unas veces conduce a afirmaciones ontológicas (tendencias realistas y
fenomenológicas) y otras a meras fundamentaciones lógicas del conocimiento y la
experiencia (filosofías analíticas y estructuralistas). Queriendo ser a la vez
realistas y lógico-científicas, las corrientes dialécticas de tradición marxista
explican el hombre desde la ciencia de la sociedad y de la historia.
Además de los propiamente kantianos (v.) y hegelianos (v.), en concreto
hay que considerar idealistas en primer lugar a los filósofos que podemos llamar
criticistas, denominados por algunos historiadores neocriticistas y que son en
el fondo neokantianos (esta denominación suele reservarse-para un determinado
grupo de criticistas, los de las Escuelas de Baden y Marburgo). También hay que
incluir entre los idealistas a una serie de corrientes derivadas de Hegel que se
dan en Inglaterra, Italia y otros países.
El criticismo arranca de la publicación en Alemania en 1865 del libro de
Otto Liebmann (m. 1912) Kant y sus epígonos, que propugnaba la vuelta a Kant. Se
continúa en la Escuela de Marburgo, con Hermann Cohen (m. 1918) y Paul Natorp
(v.; m. 1924); estos pensadores extreman la dimensión lógico-objetiva del
conocimiento, pero se trata de una objetividad no empírica ni natural, sino
eidética, con lo que nos encontramos con un peculiar acercamiento a Platón.
Paralelamente, la Escuela de Baden, con Wilhelm Windelband (m. 1915) y Henrich
Rickert (m. 1936), desarrolla también la investigación sobre la validez de
nuestros conocimientos independientemente de lo empírico y psicológico, pero
ahora dirigiéndose no al campo de las ciencias físicas, sino al de la historia y
la cultura; la fundamentación de los conocimientos es realizada desde la
admisión de una autonomía de los valores (teóricos, éticos y estéticos). A esta
filosofía, continuada luego por Bruno Bauch (m. 1942), se le llama generalmente
«filosofía de los valores», aunque el valor (v.) y la teorización sobre él, la
axiología (v.), interesan a otras muchas tendencias de la filosofía
contemporánea y ha interesado especialmente a Scheler (v.), que pertenece más a
la línea de la fenomenología. Hay que añadir que los autores de la «filosofía de
los valores», dada su atención preferente por el conocimiento histórico y su
fundamentación, están en relación con los denominados historicistas como Dilthey
y Simmel (v. HISTORICISMO). Prolongando los intereses de las escuelas
neokantianas, Ernst Cassirer (m. 1945) considera que en el conocimiento
científico se dan conceptos-límite que tienen una función indispensable para
configurar la realidad; en el campo de lo cultural, Cassirer estudia la esencia
de las formas del arte, el lenguaje, la religión, etc., afirmando que su
fundamento está en ser no representación de algo exterior, sino expresión -en el
modo del símbolode un espíritu que permanentemente se determina a sí mismo.
Paralelamente, se da en Francia un movimiento criticista al que pertenecen
Charles Renouvier (m. 1903), que continuando el pensamiento de Kant elimina la
cosa en sí, reduce toda realidad a representación y funda todo el mundo objetivo
en la categoría de relación, y en parte Léon Brunschvicg (m. 1944), que también
puede ser clasificado como historicista. En Inglaterra pueden mencionarse como
criticistas derivados de Kant a Robert Adamson (m. 1902) y a Shadworth H.
Hodgson (m. 1912). En España, son kantianos José Ma Rey Heredia (m. 1861),
Matías Nieto Serrano (m. 1902) y sobre todo el cubano José del Perojo y Figueras
(m. 1908).
Idealistas hegelianos. En estas corrientes filosóficas del s. xix y xx que
acabamos de mencionar, la palabra «idealista» que las califica indica que se
trata de teorías gnoseológicas que de uno u otro modo hacen depender el objeto
del sujeto. A continuación nos referimos a las concepciones idealistas en
sentido hegeliano, es decir, que explican lo finito como un desarrollo de lo
infinito, y que se dan en la época contemporánea en Italia, Inglaterra y
Norteamérica.
El idealismo anglonorteamericao, que comienza con el bostoniano Ralph
Waldo Emerson (v.; m. 1882) y el inglés Thomas Hill Green (m. 1882), tiene su
principal representante en Francis Herbert Bradley (m. 1924), para quien el
mundo externo es pura apariencia y está cruzado de contradicciones, de tal
manera que la intrínseca irracionalidad de lo finito nos exige el salto a lo
Infinito; se trata, pues, de una conclusión antagónica de la identidad hegeliana
de realidad-racionalidad. Una línea de filósofos ingleses ha continuado la
reflexión de Bradley: Alfred E. Taylor (m. 1945), el estudioso de Platón,
Bernardo Bosanquet (m. 1923), autor de una conocida Historia de la Estética, y
John Me Taggart (m. 1925), que modifica notablemente las nociones hegelianas de
dialéctica y de Absoluto. En América, el idealista más importante es Josias
Royce (m. 1916), en cuyo libro central, El mundo y el individuo, la totalidad
del mundo aparece como un individuo, y coincide con Dios mismo.
El idealismo italiano se inicia con Augusto Vera (m. 1885) y Bertrán
Spaventa (m. 1883), que propugna una vuelta al hegelianismo, y alcanza verdadera
originalidad en dos autores casi contemporáneos y especulativamente paralelos, a
pesar de sus divergentes posturas políticas: Giovanni Gentile (v.; m. 1944),
importante colaborador del régimen fascista en materia de educación y cultura,
que aplica el método dialéctico no a lo pensado sino al sujeto pensante, siendo
el acto del pensamiento lo verdaderamente creador e infinito, del cual todo lo
demás es un desarrollo; y Benedetto Croce (v.; m. 1952), decidido enemigo del
régimen mussoliniano, y que asume la concepción hegeliana acentuando la
prioridad del devenir y de lo histórico hasta el punto de que la única realidad
es la historia entendida como actuación libre de la razón; fue él el que aplicó
fundamentalmente el i. al campo de la Estética y de la Lingüística (v. II).
En España deben calificarse de idealistas el grupo de los krausistas (v.
KRAUSISMO) y también una serie de autores de acusada influencia hegeliana, de
los cuales los más destacables son José Contero Ramírez (m. 1857), Benítez de
Lugo y Fabié Escudero; también pueden citarse Emilio Castelar (v.; m. 1899) y
Francisco Pi y Margall (m. 1901). En Hispanoamérica, el i. tiene muy escasa
difusión, excepto en el caso del krausismo.
La fenomenología. Antes de terminar las consideraciones sobre esta tercera
acepción de la calificación de idealistas, hay que observar que también se habla
de «idealismo fenomenológico» para designar el método de la fenomenología (v.);
ciertamente ésta continúa la pretensión kantiana de fundar todo el pensar a
partir del «yo puro», pero adviértase que aquí no se cae en ningún subjetivismo
gnoseológico, y mucho menos psicológico.
Otras acepciones. Una cuarta acepción sería la que usa K. Marx (v.) cuando
llama filosofía «idealista» a la que centrándose todavía en la realidad de la
conciencia y del espíritu -como hace Hegel- desconoce la, según Marx, verdadera
génesis de la realidad, que procedería únicamente de las determinaciones
materiales constituyentes del devenir histórico-social. Ya en La ideología
alemana, que Marx escribió en colaboración con Engels, hay múltiples ocasiones
en que la palabra idealista es utilizada para aludir a una actitud o a un modo
de pensar que él considera abstractos y por ello incapaces de operar la menor
transformación del mundo. En realidad, toda filosofía, en el sentido clásico de
una disciplina científica fundamentalmente teórica, es rechazada por Marx como
idealista; es lo que explica con claridad F. Engels (v.) en L. Feuerbach y el
fin de la filosofía clásica alemana. Los autores de tradición marxista siguen
todavía empleando el término «idealista» en el mismo sentido peyorativo.
Finalmente, anotemos una última acepción, popular, de «idealista» en
relación con lo que habitualmente se denominan ideales. Así suele llamarse
idealista a la postura vertebrada por una fuerte tensión hacia un futuro mejor,
hacia el que deben dirigirse todas las acciones del hombre. El i. en este
sentido es de carácter ético, y tiene relación con lo que la sociología del
conocimiento estudia hoy como «utopía» (v.). Antagónico de idealista es aquí
realista, actitud que se centra en la dimensión positiva de «atenerse a los
hechos»; pero la expresión «demasiado realista» tiene un matiz peyorativo,
porque alude a una cierta falta de ideales.
V. t.: NEOPLATÓNICOS; CARTESIANOS; KANTISMO¡ HEGELIANOS; ESCEPTICISMO;
RACIONALISMO; SUBIETIVISMO; ESPIRITUALISMO; PROTESTANTISMO II, 3-4; DESPERTAR,
TEOLOGÍA DEL; GUNTHER; HERMES; SCHELL; etc.
BIBL.: W. DILTHEY, Hegel y el idealismo, México 1944; O. HAMELIN, Le systéme de Renouvier, París 1927; A. CASO y G. H. RODRÍGUEZ, Ensayos polémicos sobre la escuela filosófica de Marburgo, México 1945; P. A. SCHILPP, The philosophy al E. Cassirer, Evanston 1949; N. ABBAGNANO, Il nuovo idealismo inglese e americano, Nápoles 1927; G. MARCEL, La métaphysique de Royce, París 1945; R. VERNAUx, Les sources cartésiennes et kantiennes de 1'idéalisme francais, París 1936; in, Historia de la filosofía moderna, Barcelona 1969; fo, Historia de la filosofía contemporánea, 2 ed. ib. 1971; A. CARLINI, Idealismo, positivismo y espiritualismo, en C. FABRO (dir.), Historia de la Filosofía, II, Madrid 1965, 121-411; J. HIRSCHBERGER, Historia de la Filosofía, II, 2 reimpr. Barcelona 1962.
P. PEÑALVER SIMV.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991