HUNGRIA (Magyarország). HISTORIA DE LA IGLESIA


1. Evangelización. Los comienzos de la evangelización del país se remontan a los tiempos del Imperio romano. La provincia de Panonia constituía lo que es hoy día la parte occidental de H. La religión cristiana comenzó a propagarse por esta región a mediados del s. ui. San Martín de Tours (v.), nació y conoció el cristianismo en la ciudad de Savaria (Szombathely). El cristianismo católico desapareció en Panonia con las invasiones de los bárbaros, sumergido por el arrianismo o el paganismo de los nuevos pobladores.
     
      La Panonia anexionada al Imperio Carolingio tras las victoriosas contiendas que Carlomagno (v.) mantuvo contra los ávaros fue tierra de misión de la Iglesia bávara y del naciente cristianismo de Moravia. La rivalidad existente entre estas dos misiones y los conflictos políticos fueron la causa de que la Iglesia de Panonia no alcanzara su debida solidez y con la llegada de los húngaros en 896 volviera a predominar el paganismo. A partir de 970 el gran duque Geza inaugura una nueva orientación política y religiosa, ofreciendo la paz al emperador Otón II e invitando a los sacerdotes alemanes a evangelizar el país.
     
      La evangelización fue, ante todo, obra de los benedictinos. Sin embargo, la actitud ambigua del gran duque Geza, movido, sobre todo, por intenciones políticas y que permaneció pagano hasta el momento de su conversión, acaecida en su lecho de muerte (977), detuvo la difusión del cristianismo. La actividad misionera comenzó propiamente con la breve estancia de S. Adalberto de Praga en H. (995). Sus discípulos, expulsados de Bohemia y establecidos en Panonhalma (996), primer monasterio benedictino del país, continuaron su obra, ayudados por el príncipe heredero, Esteban educado en la fe cristiana desde su infancia. Después de mantener luchas sangrientas contra los miembros de su familia y contra la aristocracia, muy apegada al paganismo, el gran duque Esteban (997-1038) consiguió fundar la monarquía feudal húngara e hizo triunfar al cristianismo. Coronado rey el año 1000 con la corona que le envió el papa Silvestre II (v.), obtuvo automáticamente el poder «apostólico» de organizar la Iglesia en H. (v. ESTEBAN I DE HUNGRÍA, SAN).
     
      Los centros de conversión y de propaganda de la cultura cristiana fueron los monasterios y los obispados, ricamente dotados por el rey y puestos bajo la dirección de monjes procedentes de Alemania, Francia e Italia. Después de la fundación de Pannonhalma, cabeza del benedictinismo magiar, se fundaron otros monasterios reales. Muchos de los grandes señores feudales fundaron monasterios (alrededor de 80 en los s. xi y xii), como lugar de sepultura de sus familias.
     
      El país fue dividido en 10 diócesis: Veszprém, . Gyór, Pécs, Vac, Eger (bajo la administración del arzobispo más tarde primado) de Esztergom; Csanad, Varad y Transilvania (los tres últimos pertenecen actualmente a Rumania) bajo la dirección del arzobispo de Bacs-Kalocsa. A finales del s. xi se crearon las diócesis de Zagreb (en la actualidad en Yugoslavia) y Nyitra (en la actualidad en Checoslovaquia). Y a consecuencia de una reorganización que tuvo lugar entre 1776 y 1804, se crearon, al dividir antiguas diócesis, las de Szepes, Rozsnyo, Besztercebanya, Kassa (en la actualidad en Checoslovaquia), Szatmár (en la actualidad en Rumania), Szombathely y Székesfehérvár, mientras que el obispado de Eger fue elevado al rango de arzobispado. Los canónigos de los capítulos metropolitanos practicaron la vida cenobítica hasta el s. xin. Siguiendo esta pauta, se formaron capítulos extrametropolitanos, siendo el primero Székesfehérvár, fundado por el rey Esteban junto a la Iglesia destinada a ser panteón real.
     
      Al morir el rey Esteban (canonizado juntamente con su hijo Emerico en 1083), una reacción pagana estuvo a punto de acabar con su obra. En 1046 estalló una revuelta contra el régimen cristiano. Fueron martirizados muchos obispos, sacerdotes y laicos; destaca entre ellos S. Gerardo, el erudito monje veneciano y obispo de Csanad, que fue canonizado en 1083 y venerado más tarde como el protomártir de H. Sin embargo, tanto la familia real como la mayor parte de la aristocracia permanecieron fieles al legado de S. Esteban, gracias a lo cual la revolución fue sofocada.
     
      2. Consolidación del cristianismo en Hungría. Fue obra de los reyes S. Ladislao (1077-95) y Coloman Beauclerc (1095-1116), siguiendo las líneas de la reforma gregoriana. Pese al conflicto político surgido entre la Santa Sede y H. a propósito de Croacia y Dalmacia, anexionadas por S. Ladislao a título hereditario sin reconocer los derechos feudales reclamados por Gregorio VII (v.), los sínodos de H., celebrados entre 1092 y 1112, introdujeron una rigurosa disciplina, incluido el celibato del clero. El Papa, tras renunciar a sus exigencias respecto a Croacia, obtuvo el reconocimiento del derecho de confirmar a los prelados elegidos en H., a reserva del consentimiento del rey.
     
      Los comienzos de la literatura eclesiástica se remontan a los primeros años de su evangelización. Las Deliberaciones de S. Gerardo y el Libellus de institutione morum, concebido y dictado por S. Esteban fueron los primeros escritos. En las escuelas de los grandes monasterios y de las catedrales aparece una generación autóctona de escritores, autores de las leyendas de los santos húngaros (Esteban, Gerardo, Emerico) de las crónicas, las leyes, los himnos y los libros litúrgicos en latín.
     
      El nivel cultural de la Iglesia húngara se elevó en el s. xii gracias a las frecuentes relaciones habidas con la universidad de Párís, donde estudiaron aquellos que ocuparon después en H. los puestos intelectuales más importantes. Pero, a pesar de todo ello, las preocupaciones políticas condujeron a un cambio decisivo en la orientación intelectual del clero y del monacato húngaro. Y a pesar del notable progreso, tanto en la arquitectura como en las obras de caridad de los cistercienses, premonstratenses y hospitalarios que poblaban desde 1130 algunas docenas de monasterios, ricamente dotados por los reyes y por los nobles que los fundaron, el fervor y el espíritu de misión de la Iglesia húngara fueron decayendo.
     
      3. Dominicos y franciscanos. Una nueva etapa de fervor religioso se introdujo con las órdenes mendicantes. Los dominicos se establecieron en H. a partir de 1232 y los franciscanos a partir de 1229. Se encargaron de convertir a los cumanes paganos, pueblo nómada que se estableció en el corazón de H. y a los pueblos pravoslavos que moraban en los confines del mediodía y en las regiones de los Balcanes, conquistadas por el rey Luis el Grande a mediados del s. xiv.
     
      Los frutos de la obra de los dominicos y de los franciscanos en la región de los Balcanes fueron efímeros, pues, la conquista de los turcos a finales del s. xiv acabó con ellos. Más importancia alcanzó su influencia espiritual y cultural en el interior de H., donde se establecieron en las principales ciudades. En un principio los dominicos, que gozaron del apoyo del rey, alcanzaron gran éxito, fundando 30 conventos antes de 1277, mientras que los franciscanos no llegaron más que a la mitad de ese número; pero, antes de finalizar el s. xv, estos últimos se hicieron muy populares, llegando a establecerse en 115 localidades, mientras que los dominicos lo estaban solamente en 39. El puesto que los dominicos ocupaban en la corte pasó a los franciscanos, quienes lograron, sobre todo, una profunda penetración entre las clases populares.
     
      A mediados del s. xii, época de su mayor esplendor, los dominicos inspiraron una piedad de carácter ascético y místico, incluso en los círculos más elevados de la sociedad. Dos vástagos de la familia real, S. Isabel (v.) y S. Margarita (esta última, venerada como santa por todo el pueblo desde su muerte en 1270 y canonizada en 1943) fueron los modelos de la caridad y de la continencia cristiana. Este fervor inicial de los dominicos húngaros degeneró con el tiempo en una escolástica árida y especulativa, que fue la característica de la actividad literaria que desarrollaron en la Univ. de Pécs (fundada en 1367) y en su studium generale de Buda. Por su parte, los franciscanos, que no querían quedar por debajo de los dominicos en materia de erudición escolástica y en gozar de influencia sobre la clase dominante, jugaron un papel preponderante en la Inquisición y sobre todo en la lucha contra la herejía de Huss (v.) que alcanzó en H. considerable influjo, hasta desembocar en 1437 en un levantamiento de campesinos, que fue difícil de sofocar. Mientras que Segismundo, rey de H. y emperador de Alemania, juntamente con los prelados húngaros, muchos de los cuales eran los profesores de la Univ. de Buda que acababa de fundarse (v. itt), se ocupaban en el Conc. de Constanza (v.) en restaurar la unidad de la Iglesia y combatir la herejía con medidas disciplinares, los franciscanos se esforzaron en la predicación y en la reforma de las costumbres.
     
      4. Movimientos de reforma. Desde mediados del s. xv las órdenes mendicantes comenzaron un movimiento de reforma. El alto clero húngaro durante los s. xiv y xv se había mantenido cada vez más alejado de las ocupaciones propiamente eclesiásticas. Estuvieron encargados de los asuntos de las diócesis los vicarios e incluso gobernadores laicos, mientras que los prelados, siempre ausentes, se preocupaban de asuntos políticos y militares. Para terminar con las reiteradas protestas de la Santa Sede contra la secularización tácita de los privilegios eclesiásticos, el rey Segismundo hizo decretar por la dieta en 1404 el derecho del rey de conceder las prebendas y confirmar los candidatos presentados por patronos laicos, no dejando al Papa más que la confirmación de las personas presentadas por el rey para cargos eclesiásticos. Se completó esta medida con la prohibición de publicar en H. sin la aprobación real (placet regium) las bulas del Papa. Con ello, los reyes de H. disponían libremente de los cargos eclesiásticos del país, lo que fue reconocido por el Papa y el Conc. de Constanza en 1417. A estas limitaciones políticas de la Iglesia contribuía la alienación espiritual de las esferas superiores de la sociedad, bajo la influencia del Renacimiento y del humanismo. H., pues, fue el primer centro de dicho movimiento cultural al norte de los Alpes, bajo el reinado de Matías Corvino (1458-90).
     
      Las clases directivas sabían muy bien que las masas populares desatendidas por la Iglesia eran fácil presa de las herejías revolucionarias. Por otra parte, la constante amenaza de los turcos requería despertar del celo religioso, para poder combatir. Por esa razón los gobernantes sostuvieron los esfuerzos de reforma de las órdenes mendicantes.
     
      En este crítico momento la orden de los Ermitaños de San Pablo, de origen húngaro, llegó a ser un factor importante en la vida espiritual del país. La orden existía desde 200 años antes, pero, sus miembros tan sólo se habían consagrado a la oración solitaria. Eusebio, canónigo de Esztergom, reunió a los grupos de ermitaños que vivían en las montañas en las inmediaciones de lo que hoy día es Budapest, consiguiendo en 1262 su aprobación. Antes de terminar el s. xv el número de monasterios llegó a 192, de ellos 131 en H. La orden en el extranjero gozó de mucha popularidad, sobre todo en Polonia; el monasterio de Czestochowa (v.), fundado en 1384, llegó a ser un lugar de peregrinación nacional. A pesar de su prosperidad, la orden continuó siendo eminentemente contemplativa hasta 1401, en que se le invitó a que tomara bajo su cargo el cuidado de parroquias rurales. A partir de entonces los Ermitaños de San Pablo se unieron a los franciscanos en la actividad pastoral entre la nobleza y los campesinos.
      El resultado más duradero de la reforma monástica, iniciado después de 1450 y llevada a cabo a lo largo de medio siglo hay que buscarlo en la literatura de edificación espiritual (sermones, leyendas, himnos, misterios, oraciones) en lengua vernácula, basada, en parte, sobre la traducción de la Biblia hecha por sacerdotes hussitas y copiada, utilizada y parcialmente retocada por los monjes (v. VII). Tres personajes eminentes marcan la pauta en esta época de fervor religioso: dos franciscanos, Pelbárt de Temesvár (m. 1504) y Osvld de Laskó (m. 1511), y un cartujo anónimo. Sus sermones, de gran valor literario, dan una idea del gran abismo que existía, de una parte, entre el pueblo y la clase dirigente y, de otra, entre los monjes reformados y el clero secular mundanizado. El celo y la elocuencia de los misioneros no pudo resolver este doble antagonismo que desembocó en 1514 en una sangrienta guerra campesina y en la reforma protestante.
     
      5. El protestantismo. La reforma protestante secundaba la crítica erasmista y, aparentemente, la oposición franciscana. El círculo de erasmistas, reunido en torno a la reina María de Habsburgo, protegía a los primeros pastores luteranos, mientras que la dieta del año 1525 decretaba que Lutherani comburantur, ley que no tardó en entrar en vigor. La catástrofe del ejército húngaro y la muerte del rey en la batalla de Mohács en 1526, la caída en poder de los turcos de la capital, Buda, y del centro del país (1541), el reparto del resto de H. entre el reino del oeste, bajo el cetro de los Habsburgo (emperadores al mismo tiempo de Alemania), y el principado de Transilvania, bajo el dominio de sus príncipes nacionales protegidos por el Sultán y, en fin, las continuas luchas que se sucedieron durante 150 años entre los Habsburgo y los turcos, favorecieron las controversias religiosas. Como la Iglesia carecía de un clero selecto y como la mayor parte de los monjes la habían abandonado no se pudo detener el avance del protestantismo.
     
      A mediados del s. xvi la gran mayoría de la población, en otros tiempos católica, siguió a los innovadores que se dividieron en diversas fracciones. Las ciudades privilegiadas, cuyos habitantes eran en su mayoría alemanes, y la aristocracia del reino del oeste abrazaron al luteranismo, mientras que la nobleza húngara y la población campesina se inclinó hacia el calvinismo. Así ocurrió en el principado de Transilvania y en los territorios bajo dominación turca. Los rumanos, ruthenos y servios que inmigraron' con los turcos conservaban su ortodoxia eslava, salvo un grupo muy reducido de la nobleza que se había hecho protestante.
     
      El hecho de que la mayoría de las ciudades que eran residencia de metropolitanos cayeran en poder de los turcos (Esztergom, Pécs, Kalocsa, Csanad, Vac, Eger) aceleró la destrucción de la Iglesia. Incluso reyes de la familia Habsburgo, católicos fervientes, hubieron de permitir la utilización de los diezmos eclesiásticos para defender al país, y no reservaron a los obispos más que una modesta porción de ellos.
     
      El protestantismo húngaro estuvo estrechamente ligado a la lengua vernácula. Produjo obras de literatura en húngaro cuyas formas y estilo influyeron notablemente en la literatura profana. Después de múltiples tentativas apareció una traducción completa de la Biblia en 1590, obra del pastor calvinista Gaspar Karolyi. Este libro jugó en la evolución de la lengua literaria húngara un papel similar al que tuvo la traducción de Lutero para el alemán. Gracias a la actividad de los pastores protestantes nació, asimismo, una literatura en rumano y eslovaco. Para llenar el vacío dejado por la supresión de los cabildos y los conventos, los protestantes fundaron escuelas que estuvieron sostenidas por los magistrados laicos, pero dirigidas por los pastores.
     
      6. Restauración del catolicismo. La fe católica sobrevivió tras los primeros éxitos del protestantismo gracias a algunos franciscanos que atendieron a los fieles abandonados por sus sacerdotes. La restauración sería posible si se conseguía reclutar a un clero nuevo, disciplinado y bien instruido. Eso fue lo que hizo el gran humanista Nicolas Olah al ser nombrado arzobispo de Esztergom. Llevó jesuitas en 1561 a su nueva sede, Nagyszombat, confiándoles una escuela que llegó a ser el semillero de donde salían sacerdotes capaces de sostener polémicas teológicas con los protestantes. Sin apenas apoyo del poder real, cohibido por la dieta, en su mayoría protestante, la reforma católica sólo avanzaba lentamente en el reino de los Habsburgo. En el principado de Transilvania la dieta de 1568 decretó un régimen de tolerancia religiosa que era una excepción en la Europa de entonces. El catolicismo en esta región gozaba, en principio, de igualdad de derechos con las confesiones protestantes, pero al estar privado de su Jerarquía, difícilmente lograba restañar sus heridas. También aquí, la llegada de los jesuitas en 1579 supuso el comienzo de una nueva etapa.
     
      El s. xvi fue en Europa occidental el siglo de las guerras religiosas, pero en H. las controversias eclesiásticas no se resolvieron en el terreno de las armas. A excepción de la violencia que ejercían los señores como consecuencia del principio cuius regio, eius religio que todo el mundo aceptaba, las diversas confesiones debatían su rivalidad en polémicas verbales y escritas. A finales del s. xvi los Habsburgo intentaron poner un límite a la autonomía política de la nobleza húngara, iniciando una acción de contrarreforma acompañada de la confiscación de las iglesias protestantes. En 1604 la nobleza húngara promovió una revuelta armada, que presentó las características de una guerra religiosa entre la dinastía católica y la población húngara, protestante en su mayoría. El s. xvii está lleno de luchas similares, interrumpidas por tratados de compromiso entre los Habsburgo y la nobleza. El principado de Transilvania jugaba un papel particular en estos conflictos. Sus príncipes, que eran calvinistas y gozaban de un poder absoluto en el país, eran defensores de la autonomía de la nobleza y de la libertad religiosa. La consolidación del poder de los Habsburgo fomentó la conversión al catolicismo de las familias aristócratas, que se realizó gracias a la propaganda de los jesuitas, magistralmente organizada por el ex jesuita Pedro Pázmány, arzobispo de Esztergom entre 1616 y 1637, orador y escritor excelente, fundador de la universidad de Nagyszombat que más tarde fue trasladada a Budapest, y la más destacada figura del catolicismo húngaro. La mayor parte de los campesinos vivían en los dominios señoriales, y de ahí que su reconversión al catolicismo siguiera a la de sus señores. Sin embargo, una parte de la población de las ciudades y de los pueblos de la pequeña y mediana nobleza y de sus siervos se mantuvieron protestantes.
     
      Antes de terminar el s. xvii, los Habsburgo, ayudados por el Papa y por los soberanos católicos de Europa, intentaron expulsar a los turcos de H. y apoderarse de Transilvania. Al conseguir restablecer las fronteras medievales del país, el catolicismo gozó de un papel preponderante. En el s. XVIII la mitad del país era católica; la otra mitad se dividía, en partes más o menos iguales; entre protestantes y ortodoxos pravoslavos. Una parte de estos pravoslavos se convirtió al catolicismo de rito oriental, organizándose en diócesis separadas.
     
      La religión católica continuó siendo la religión del Estado, según volvió a corroborar en 1731 un decreto real, conocido bajo el nombre de Carolina Resolutio. La Iglesia volvió a recuperar sus bienes y los conventos fueron restaurados.
     
      La consolidación material de la Iglesia católica se manifestó en la construcción de iglesias metropolitanas, conventuales y parroquiales, de monasterios y de otros edificios eclesiásticos de estilo barroco. La mayoría de las escuelas protestantes fueron suprimidas y una gran parte de la instrucción pública pasó a las órdenes religiosas. Los jesuitas y los franciscanos desempeñaron un papel eminente en la formación de una piedad que se manifestó principalmente en el culto a la Santísima Virgen, venerada como patrona de H.
     
      7. Ilustración, liberalismo, revolución. El filosofismo de los enciclopedistas hizo sentir su influencia en H. Las ideas del absolutismo regio comenzaron a manifestarse en la política de los Habsburgo a mediados de siglo. Las consecuencias de la estrecha relación entre la Iglesia y el Estado se reflejaron en que la Iglesia católica se mostró incapaz de hacer frente a las innovaciones de la Ilustración (v.) impuestas por el poder real.
     
      Con la Ratio educationis se obligó en 1777 a que las escuelas católicas introdujeran en su enseñanza un programa en el que se promovieran las ciencias experimentales más que las especulativas. Bajo el reinado de José II (1780-90) aparecieron toda una serie de reformas, inspiradas en el filosofismo de los enciclopedistas. Entre 1782 y 1786 todas las órdenes religiosas no dedicadas a la asistencia de los enfermos, al ministerio parroquial o a la enseñanza fueron suprimidas; es lo que ocurrió a los benedictinos, cistercienses, premostratenses y ermitaños de San Pablo. Los bienes de los conventos suprimidos se emplearon en fundar centros de enseñanza donde muchos ex religiosos encontraron un puesto como profesores, mientras que otros se dedicaron a profesiones profanas. Entre éstos se reclutaron muchos de los seguidores de la filosofía deísta y de la literatura «ilustrada» que tan rápidamente se extendió por H. (v. DENMO; ILUSTRACIÓN). A todos esos males se añadió la disminución del prestigio de la Iglesia católica. El edicto de tolerancia religiosa, decretado en 1781, restableció el libre ejercicio de los cultos cristianos no católicos y el derecho de sus seguidores a ejercer funciones públicas.
     
      En tiempos de la Revolución francesa y de las guerras napoleónicas el gobierno renunció a la política eclesiástica «ilustrada», que desde José 11 recibió el nombre de josefinismo (v.). Gracias a las nuevas tendencias conservadoras, muchas órdenes, como los benedictinos, cistercienses y premostratenses, pudieron establecerse de nuevo y la Iglesia católica celebró en 1822, bajo la presidencia del enérgico primado Alejandro Rudnay, su último concilio nacional; sus decisiones, dirigidas al restablecimiento de la disciplina dogmática y disciplinar, no llegaron a ser publicadas ni llevadas a cabo, a causa de la resistencia del Estado, celoso de sus derechos de patronato.
     
      El liberalismo comenzó a introducirse en H. en 1825 por una serie de dietas de reforma con las que se intentaba abolir el sistema feudal. Trajo consigo todo ello un periodo de crisis, que afectó tanto a la religiosidad en general como a la Iglesia en cuanto organización social. Mientras que protestantes y ortodoxos intentaban aprovecharse de las nuevas ideas liberales, renovando sus organizaciones frente a la intervención directa del Estado, el catolicismo húngaro permaneció bajo la tutela del gobierno que ponía a sus candidatos en los puestos claves, administraba sus finanzas y dirigía sus escuelas.
     
      La revolución de 1848 decretó la igualdad entre las diversas confesiones cristianas, asegurando el Estado con una subvención el mantenimiento del culto y las escuelas. La reforma agraria, privó a la Iglesia católica de una parte de los bienes eclesiásticos. Al ser sofocada la revolución en 1849, se restableció el antiguo orden de cosas.
     
      El compromiso entre la nación y la dinastía en 1867, restableció la autonomía política de H. dentro de los límites de la monarquía austro-húngara, y tornó a poner en vigor la legislación de 1848 en materia eclesiástica. Incluida la subvención material para el culto y las escuelas de las confesiones cristianas. El principio de igualdad y de reciprocidad se puso en práctica por medio de las leyes que reglamentaban la cuestión más discutida: los matrimonios mixtos. Fue reconocida la validez de los matrimonios celebrados según el rito de la parte no católica. Más grave fue el hecho de que la Iglesia católica no pudo gozar de las ventajas del nuevo sistema, es decir, de la autonomía interna, ya que el derecho de patronato del rey, que, en la práctica, ejercía el gobierno liberal húngaro, se mantuvo con la intención de impedir cualquier intervención del Papa en la designación de los prelados y en los asuntos financieros y escolares. Esta situación hizo que se volviera a poner sobre el tapete la cuestión de la autonomía católica, que fue defendida por algunos eminentes políticos liberales. Un congreso de laicos y sacerdotes elaboró en 1870 un proyecto de autonomía, que no llegó a convertirse en ley a causa de la resistencia del gobierno. Pero las continuas tensiones que provocaba la legislación matrimonial obligaron al parlamento a dar un nuevo paso adelante, hacia la separación de la Iglesia y el Estado. Tras largos debates se votó en 1894 el matrimonio civil obligatorio, la jurisdicción civil en cuestiones matrimoniales, el libre ejercicio de las religiones cristianas y no cristianas dentro de los límites de las leyes y de la moral pública y la abolición de la obligatoriedad de pertenecer a una confesión religiosa.
      8. Época contemporánea. Se distingue por los grandes cambios políticos y sociales que acontecieron después de la I Guerra mundial.
      Después de 1920, la proporción de los católicos húngaros aumentó al 65% de la población, por la cesión de los territorios habitados por los pravoslavos ortodoxos, mientras que la de los protestantes, calvinistas y luteranos no ascendía más que al 25% y la de los judíos al 5% de la población. A pesar de que la situación legal de las confesiones no cambiase, a excepción de las leyes contra los judíos del año 40, que fueron suprimidas en 1945, el carácter del régimen político y cultural entre 1920 y 1945 estuvo profundamente impregnado por la influencia del catolicismo. La vida religiosa conoció un florecimiento parecido al de la Edad Media; al terminar esta época, el número de órdenes y congregaciones existentes en H. ascendía a 63, el de conventos a 636, con 11.538 miembros, de los cuales 8.956 eran religiosas. Entre las órdenes que se establecieron de nuevo en el país se encontraban los ermitaños de San Pablo, después de haber estado ausentes durante 150 años de la tierra donde habían nacido. Se fundaron numerosas congregaciones y organizaciones de laicos, en su mayoría encuadradas en la Acción Católica (v.).
     
      El liberalismo del s. xix perdió su influencia en la vida religiosa. Una nueva piedad católica se formó bajo la influencia de Othocar Prohászka (1858-1927), obispo de Székesfehérvár, teólogo y orador eminente, interesado por los problemas filosóficos y científicos de la época. La vida cultural del país se formó bajo el signo de un resurgimiento católico sostenido por la nueva concepción histórica del eminente historiador Jules Szekfü (18831955), que opuso un tradicionalismo católico al liberalismo protestante.
     
      V. t.: VI.
     
     
      La mayoría de la población es católica (6.200.000 hab.). Después de la 11 Guerra mundial, tras la creación del estado comunista húngaro, la Iglesia de H. ha encontrado muchas dificultades para el desarrollo de su misión. En 1949 el gobierno condenó a cadena perpetua al cardenal Mindszenty (v.), primado de H., acusado de conspiración contra el Estado. El 30 oct. 1956 se produce la revolución de Imre Nagy (v. tv), que parece prometer una época de libertad, pero la invasión de los ejércitos soviéticos la corta. Mindszenty, que había sido liberado, se refugia en la embajada estadounidense. Alguna mejora -aunque muy pequeña- parece advertirse, en 1964, con la firma de un Acto con protocolo anejo. Un nuevo contacto se produjo a finales de 1968, cuyo fruto fue el nombramiento de seis obispos y cuatro administradores apostólicos para las diócesis vacantes. A pesar de todo, las medidas en contra de las prácticas religiosas siguieron en vigor (procesos contra sacerdotes y laicos, censura de la correspondencia de los obispos, etc.). En 1971 parecía resolverse el «caso Mindszenty» que llevaba 15 años recluido en la embajada americana. Las negociaciones para lograr una solución a este caso habían tropezado en los primeros años con la negativa del gobierno húngaro a conceder la libertad al Primado, y, más adelante, con la no aceptación por parte del cardenal, que consideraba insuficiente la «liberalización» prometida por el Estado. Finalmente, en septiembre de 1971, Mindszenty, por decisión de la Santa Sede, abandonó H. y se instaló en Viena.
     
      Según los datos del Anuario Pontificio de 1973, de las doce sedes húngaras sólo tres están gobernadas por un obispo residencial, y cinco tienen administrador apostólico; hay por otra parte seis obispos auxiliares.
     
     

BIBL.: Fuentes: G. PRAY, Specimen Hierarchiae Hungaricae..., 2 vol., Posonii 1776-79; M. CZINÁR, Monasteriologia regni Hungariae, Pest 1858; A. THEINER, Vetera monumenta historica Hungariam sacram illustrantia..., 2 vol., Roma 1860; Monumenta Vaticana regni Hungariae... (la serie, 6 vol.; 2a serie, 2 vol.), Budapest 1886-96.-Obras generales: A. EHRHARD, W. NEuss, Historia de la Iglesia, 4 vol., Madrid 1962; B. LLORCA, R. GARCÍA VILLOSLADA, F. l. MONTALBÁN, Historia de la Iglesia, 4 vol., Madrid 1963 ss.; I. KARACSONYI, Magyarország egyhaztórténete lóob vonsaiban 970-tol 1900-ig, Veszprén 1929; M. BUCSAY, Geschichte des Protestantismus in Ungarn, Stuttgart 1969. BIBLIOGRAFÍA SITUACIÓN ACTUAL.: Cardenal MINDSZENTY, Memorias, Barcelona 1973 (en prensa).

 

LÁSZLÓ MAKKAL, IOSEMARÍA REVUELTA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991