HUGONOTES
Término de etimología incierta y discutida (cfr. P. Bourguet, Huguenots, le
sobriquet mystérieux, París 1959) usado en el s. xvi para designar a los
protestantes franceses adictos al calvinismo (v.).
El protestantismo se había introducido en Francia a la sombra de algunos
discípulos de Lefévre d'Etaples reunidos en el círculo de Meaux, entre los que
destacó por su actividad Guillermo Farel; más tarde fueron las ideas de Calvino
(v.) las que se impusieron en los ambientes reformistas franceses. Las primeras
medidas antiprotestantes adoptadas procedieron de la Sorbona (que publicó en
1521 su Determinatio, condenando el luteranismo), del Parlamento (que el 13 jun.
1521 prohibió la publicación y venta de libros sobre la S. E. y el dogma sin la
aprobación de la Facultad de Teología de París) y, por último, aunque menos
decidida, del mismo rey, Francisco I (v.) que, aun siendo buen católico, se
mantuvo fluctuante en numerosas ocasiones. Esta actitud ambigua permitió que los
calvinistas fuesen poco a poco, a pesar de las intermitentes persecuciones,
penetrando en el país y tomando una actitud beligerante (affaire des placards,
18 oct. 1534). A pesar de la postura de clara y decidida hostilidad tomada por
Enrique II desde el comienzo de su reinado, y de las sucesivas legislaciones
represivas, el calvinismo siguió ganando terreno: aumentó cada vez más la
propaganda; se organizaron campañas contra el culto de la Virgen y las más
arraigadas devociones cristianas; y, finalmente, los h. llegaron a celebrar en
1559, en París, su primer sínodo general, en el que se reunieron los delegados
de 11 comunidades bajo la presidencia del pastor de la de París, Francisco
Morel, se publicó una confesión de fe y un Código de la Iglesia reformada. De
este modo llegaron a constituir una poderosa fuerza política a la que se
acercaron, con afán de utilizarla en su provecho, algunos elementos de la
oposición al partido de la regente, Catalina de Médicis (v.) y de la influyente
familia de los Guisa (v.); entre ellos destacan los príncipes de Borbón y de
Condé, y el almirante Coligny.
Belicosos y atrevidos, los h. comenzaron una acción en pro de su causa. Se
organizaron militarmente y ocuparon numerosas iglesias católicas instaurando en
ellas los cultos calvinistas. Planearon la conjuración de Amboise contra el rey
Francisco II y los Guisa, que fue descubierta en 1560 y provocó nuevos edictos
de persecución. Durante la minoría de Carlos IX se intentó una solución pacífica
en el coloquio de Poissy (1561) promovido por la regente. Catalina firmó el 17
en. 1562 un edicto de tolerancia por el que se concedía a los h. libertad de
culto, excepto en las ciudades, a cambio de devolver a los católicos las
iglesias que se les habían tomado. No aceptaron estas condiciones sino que
iniciaron una nueva campaña de violencias llegando a matar a algunos sacerdotes
junto a París y, sobre todo, cometiendo enormes crueldades en el sur de Francia.
La potente reacción católica dio ocasión a la primera de las ocho guerras de
religión que durante cerca de 40 años (1562-98) ensangrentaron el suelo francés
(V. FRANCIA V y VI; NOCHE DE SAN BARTOLOMÉ), y durante los que la posición de
los h. se fue afianzando cada vez más.
Enrique IV (v.), antiguo h. convertido al catolicismo, publicó el 13 abr.
1598 el célebre edicto de Nantes que concedía a los calvinistas libertad de
religión en todo el reino, con ligeras limitaciones; asimismo les permitía el
acceso a los cargos públicos y hacía otras concesiones, pero les imponía la
obligación de observar exteriormente las fiestas y culto católicos y atenerse a
la legislación católica del reino. Esta actitud oficial de tolerancia se mantuvo
hasta la revolución que los h. provocaron en el Lanquedoc con motivo del
matrimonio de Luis XIII (v.) con la princesa española Ana de Austria; se produjo
otra guerra religiosa que finalizó con el tratado de Montpellier (18 oct. 1622).
La influencia política de los h. acabó definitivamente por medio de la
acción del cardenal Richelieu (v.) quien, convencido que constituían un Estado
dentro del Estado, se propuso con toda energía someterlos. Firme, pues, en este
plan y con la indomable energía que lo caracteriza, después de vencerlos en 1625
los trató con suavidad; pero habiéndose ellos rebelado de nuevo en 1627 con el
apoyo de los ingleses, acometió la principal fortaleza h., la Rochela, que al
fin tuvo que rendirse (1628). En el edicto de Nimes (1629) se renovaba
sustancialmente el de Nantes, pero únicamente en los puntos religiosos.
Mazarino (v.) siguió la política de Richelieu. Luis XIV (v.) procedió
todavía con más decisión tratando de devolver a Francia la unidad religiosa. Las
primeras tentativas de conversión fracasaron y muchos hugonotes emigraron.
Entonces el rey trató de apoderarse de sus bienes, aunque más tarde, en 1681,
aceptó el plan de su ministro Louvois, de forzar a los h. mediante las «dragonadas»,
es decir, alojando los soldados en las casas de los h. El sistema provocó
numerosas rebeliones de calvinistas sofocadas por la fuerza. De hecho se
consiguió la desaparición (por conversión forzada o emigración) de la mayoría de
los h. Entonces, Luis XIV, pretextando que el calvinismo había desaparecido,
suprimió el edicto de Nantes (1685). Como fruto de esta política emigraron de
Francia unos 70.000 h. Inocencio XI (v.), con todos los buenos católicos del
mundo y de Francia, no pudo menos de desaprobar la violencia empleada por Luis
XIV y sus agentes. Desde entonces, enormemente reducidos en número, vivieron
clandestinamente, aunque en 1702-04 provocaron otra rebelión (la de los
camisards o de las Cévennes), cuya represión acabó con la resistencia de los h.
En 1787, un edicto de Tolerancia devolvía a los h. una existencia legal,
aunque con numerosas restricciones. En 1789, la Revolución (v.) les dio una
libertad completa, codificada en 1802 por el Imperio. En el curso del s. xix
surgieron divisiones teológicas que dieron origen a diversas sectas
(«liberales», «ortodoxas», «libres», «metodistas», etc.). En 1938, la mayor
parte de estas sectas se fundieron de nuevo (450.000 miembros y cerca de 600
pastores).
V. t.: FRANCIA V y VI.
BIBL.: B. LLORCA, R. GARCÍA VILLOSLADA, F. J. MONTALBÁN, Historia de la Iglesia católica, III, 2 ed. Madrid 1967, 749-755, 928-938; IV, 3 ed. ib. 1963, 80 ss. (con abundante bibl. bien clasificada); A. EHRHARD, W. NEuss, Historia de la Iglesia, 4 vol., Madrid 1961 ss.; IV, 231 ss.; L. ROMIER, Les origines politiques des guerres de religion, d'aprés des documents originaux inédits, 2 vol., París 1913-14; íD, Le Royaume de Catherine de Médicis, 2 vol., 2 ed. París 1922; íD, Catholiques et huguenots á la cour de Charles IX, 2 ed. París 1924; fD, Guerres de religion, 6 vol., París 1914 ss.; J. VIÉNOT, Histoire de la reforme franpaise des origines á l'Edit de Nantes, París 1926; íD, Histoire de la reforme franpaise de 1'Edit de Nantes á sa revocation, París 1934; F. ROCQUAIN, La France et Rome pendant les guerres de religion, París 1924; A. LEVIS-MIREPOIX, Les Guerres de religion, París 1950; O. ZOFF, Die Hugenotten, Constanza 1948; K. MANOURY, Die Geschichte der Hugenottenkirche, 2 vol., Berlín 1940-41; J. ORCIBAL, Louis XIV et les protestants, París 1951; A. DuCASSE, La guerre des camisards: la resistente huguenote sous Louis XIV, París 1946.
JOSEMARÍA REVUELTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991