HOSPITALARIOS DE SAN JUAN DE DIOS, ORDEN DE LOS


(Ordo Hospitalarius S. Ioannis de Deo, sigla O.H.)
      Orden religiosa (de sacerdotes y legos) dedicada a la asistencia corporal y espiritual de los enfermos. Antecedentes y fundación. El mundo oriental antiguo (Imperios asiáticos, Caldea, Asiria, Egipto), al igual que Grecia, desconoció la hospitalidad. En Roma, los grandes patricios poseían unas «estaciones valetudinarias», para recoger a los siervos, inútiles ya por los duros servicios. Pero es el cristianismo quien hereda de la Sinagoga -y la universaliza- la virtud de la hospitalidad, que los israelitas practicaban solamente con los de su raza y religión. S. Lorenzo (v.), el diácono mártir, edificó en Roma unas estancias, para recoger a los enfermos, atendidos con los recursos de la Iglesia.
     
      Los primeros hospitales nacen junto a las grandes vías de peregrinación. Constantino construye en Constantinopla un hospital rudimentario, para los fieles que iban a Jerusalén. En la Edad Media, los obispos erigen a la sombra de las catedrales algunos albergues, con esta destinación, y que gobierna el «Canónigo hospitalero». Y lo mismo hacen las órdenes monásticas, sobre todo los benedictinos, que por la Regla de S. Benito reciben a todos los que llaman a sus puertas, como si se tratase del mismo Jesucristo. En el s. xl nace la primera Orden Hospitalaria: la de San Antonio. En el s. xii, la de los Begardos; los Canónigos de la Santa Cruz, en el s. xiii y en el s. xiv, los Jesuatos.
     
      Pero ha de ser, en el siglo de Oro de España, cuando la hospitalidad alcance su plenitud de organización y eficacia, en la obra maravillosa de S. Juan de Dios. Hay en la vida de este portugués españolizado algunos perfiles que le prefiguran como héroe de la Caridad. Cuando guerrea en Fuenterrabía, por el Emperador Carlos 1 contra Francisco I de Francia, como faltasen los víveres para los soldados, se ofreció a buscarlos, con riesgo de su vida, al punto de que malherido hubo de renunciar a la vida castrense. Después de su conversión, oyendo un discurso de S. Juan de Ávila (v.), dio con sus huesos en el Real Hospital de Locos de Granada, donde recibió la dura medicina de los látigos de los loqueros, en su carne penitente. Entonces concibió la idea de una hospitalidad, con métodos más humanos y cristianos: la vocación de la caridad, como él la entiende, en aquella ocasión del incendio de su Hospital, echándose a las llamas, para rescatar a todos los enfermos, acogidos a su misericordia.
     
      Su primera fundación, en la calle Lucena, ya nos define su espíritu: no poner topes en la recepción de enfermos y necesitados; proporcionarles todo lo que la ciencia ordenaba; sostener su Hospital, mendigando cada día, y buscar, a través de la salud de los cuerpos, la salvación de las almas. Trabajaba solo, y ante el éxito de su obra, hubo de ampliarla a otro Hospital, el de los Gomeles de Granada. En 1550, cercana ya su muerte, le vemos acompañado de Antón Martín, Pedro Velasco, Juan de Ávila, Dominico Piola y Juan García. Les ha vestido un hábito, como el que él lleva y sobre todo les ha adiestrado en la virtud de la hospitalidad. En una carta que se conserva, encontraremos las ideas madres de la Orden futura. Le dice a un cierto Luis Bautista, que se le quiere unir: «Acuérdate de Nuestro Señor Jesucristo y de su santísima Pasión, que dio bienes por males. Así has de hacer tú, hijo mío, cuando te veas en la Casa de Dios. Si te determinas a venir ha de ser al instante, y te has de guardar de las mujeres, como del diablo». Le recomienda después ser obediente, guardar presencia de Dios, que oiga todos los días la Santa Misa, confesión frecuente y amor de Dios. Y termina: «Si vinieres, resuélvete a hacer fruto de Dios, dejando la piel como San Bartolomé; y si te resuelves a venir, te advierto que- no ha de ser a divertirte, sino a trabajar. Ten siempre Caridad, porque donde no hay Caridad no está Dios, aunque se halla en todas partes». De este pequeño código espiritual nace para la Iglesia de Cristo una de las más preclaras órdenes de apostolado.
     
      Antes de morir (8 mar. 1550), Juan de Dios conoció por el don de profecía, «que había de haber muchos de su hábito, en el ministerio de los enfermos». Y así fue. Antón Martín, su primer compañero, marcha a Madrid, para recoger limosnas, y allí funda el segundo Hospital de Ntra. Señora del Amor de Dios, famosísimo en la historia de los H. Durante la rebelión morisca de las Alpujarras, los H. despliegan su caridad y su ciencia, en los campos de batalla y toman contacto con don Juan de Austria, que ha de ser su velador devoto. Felipe 11, en viaje a Córdoba, donde convoca Cortes, conociendo el mal gobierno que se lleva en el Real Hospital de San Lázaro para leprosos, se lo entrega a los H. de J. de D., con cuantiosas donaciones.
     
      Pero el punto de arranque de la Orden será la Bula Lubricum vitae genus que S. Pío V promulgó el 17 nov. 1568. Reprobaba el Pontífice los graves males y descrédito que se seguía a la Iglesia, por la forma de vida de algunos individuos, que con hábito religioso, llevaban vida común, pero sin emitir los votos esenciales a la vida religiosa. Y ordenaba que, en plazo de 24 horas, después de conocida la Bula, los tales hiciesen profesión, según alguna de las Reglas aprobadas. Era el caso de los H., que, al conocer la mente del Pontífice, se apresuraron a profesar en las manos del arzobispo de Granada, Pedro Guerrero, bajo la Regla de S. Agustín. Entonces el Hermano Mayor, Rodrigo de Sigüenza, abriga la esperanza de convertir a los H. en una Congregación religiosa. Y envió, con las necesarias recomendaciones para la Curia romana, a los Hnos. Sebastián Arias y Pedro Soriano. Como S. Pío V (v.) quería complacer a Felipe 11 y a don Juan de Austria recibió con amorosa paternidad a los Hermanos, y el 1 en. 1571 firmó la Bula Licet ex dubio estableciendo en la Iglesia, la Congregación religioso-hospitalaria de Juan de Dios. El 8 de agosto siguiente, el Breve Salutis nostrae concede a los Hermanos amplias indulgencias. Enterado Sixto V (v.) de la ejemplaridad de vida y del apostolado de los Hnos. de Juan de Dios, por otro Breve del 1 oct. 1586, les elevó a la categoría de Orden regular, concediéndoles la facultad de elegir Superior General. En junio del año siguiente fue elegido Primer General de la Orden el P. Pedro Soriano. En 1616, Paulo V (v.) aprobó las Constituciones, puestas al día en el Pontificado de Pío IX (v.). La última aprobación y confirmación de las mismas es de León XIII (v.), el 6 mar. 1885. Lo más característico de estas Constituciones es el cuarto voto, añadido a los tres clásicos votos de los religiosos: pobreza, castidad y obediencia, y que consiste en el voto de hospitalidad para todo el tiempo de la vida.
     
      A partir de aquí, se pueden considerar tres grandes épocas en la vida y desarrollo de los H.: un crecimiento de expansión; una crisis de decadencia; y una restauración vigorosa que abarca hasta nuestros días.
     
      Primer periodo. En este primer tiempo, se unieron a la Congregación, dos insignes varones: Pedro Pecador y Juan Grande. Los dos habían llevado una vida eremítica y después fundaron hospitales en Málaga, Antequera, Arcos de la Frontera y Ronda. Los dos pidieron al Hno. Mayor de Granada, ser recibidos, como novicios en la nueva Congregación, donde alcanzaron altos grados de santidad. Juan Grande m. en olor de santidad el 3 jun. 1600, siendo beatificado el 1 oct. 1853 (cfr. H. Sancho de Sopranis, Biografía documentada del Beato Juan Grande O. H., 2 vol. Jerez de la Frontera 1960).
     
      El triunfo de la Cristiandad en Lepanto, contribuyó a la propagación de los H. fuera de España. Juan de Austria llevó consigo a varios Hermanos, para que atendiesen a los heridos y enfermos de aquella difícil epopeya. Y con el triunfo, entregó a Pedro Soriano cinco mil ducados, para edificar un Hospital en Nápoles. Sigue la fundación de Roma, actual Curia Generalicia de la Orden. Y después, las fundaciones de Perusia y Milán, todas con el mismo espíritu, Regla y Constituciones, que la de Granada. Esta Congregación italiana se separó del tronco hispano, por el Breve Ex omnibus de Clemente VIII, que somete a los Ordinarios el gobierno de los hospitales. Floreció espléndidamente: pues de cinco Casas que tenía en 1587 pasó a veintiuna en 1596. Cuando sobrevenga la crisis de la Orden en -España, Europa y América, esta rama italiana conservará la savia, para que luego florezca en todo el mundo.
     
      Resulta lógico que la propagación de los H. siga la ruta del Descubrimiento, porque en aquellos navíos iban también Hermanos de Juan de Dios. Entre 1632 y 1644 se fundan hospitales en Brasil, Nueva Granada, Perú, Chile, Colombia e islas Filipinas. El lenguaje de los números es muy elocuente y compendia la extensión de la Orden, en este primer periodo. Poseemos las estadísticas de los 17 Generalatos que corren desde 1620 a 1775. En España, tres Provincias: las dos de «Juan de Dios» de Granada y Castilla y «Ntra. Señora de la Paz» de Sevilla; Casas-hospitales, 60; Religiosos, 552; camas atendidas 1.714. En Portugal: dos Casas; Religiosos, 90; camas hospitalarias, 261. En América, cuatro Provincias: las de Tierra Firme, Chile, Perú y Nueva España; Casas-hospitales, 64; Religiosos, 533; camas atendidas, 1.538.
     
      Como hechos descollantes de este periodo, tenemos la canonización de S. Juan de Dios, por Alejandro VIII, el 16 oct. 1690 y el martirio de varios Hermanos en Brasil y Nueva Granada, a manos de los calvinistas holandeses.
      Crisis de decadencia. Abarca de 1775 a 1850, hasta la extinción temporal de la Orden. Hay que poner, como causa desencadenante, la Revolución francesa, que provocó en todo el occidente europeo una crisis profunda. En España fueron, sin duda, los gobernantes liberales y masónicos, los que asestaron un duro golpe a la vida religiosa. A la Orden Hospitalaria se le permitió conservar solamente dos Hospitales, el de Antón Martín, en Madrid, y el de Sevilla.
     
      En este periodo, Portugal alcanzó de la Sede Apostólica su segregación de la Congregación española. El último General, Fray José Bueno, quemó su vida, por sostener la Orden, contra la Ley de Supresión, pidiendo insistentemente a la Reina de España que al menos se les concediera, coma a las Hermanas de la Caridad y a los Escolapios, licencia de atender en sus Hospitales a todos los enfermos, porque se trataba de una causa urgente y social. A su muerte sólo quedan, como hemos dicho, los hospitales de Madrid y Sevilla, con algunos Hermanos, que han de ser la levadura para la restauración. La Congregación de Portugal fue suprimida en mayo de 1834 y la de Francia, que poseía dos Casas hospitalarias, con 265 Religiosos y 798 camas para enfermos, se suprimió por la Ley de 18 oct. 1792.
     
      Restauración. Se inició en Francia en el año 1820. Dios suscitó, para tan ardua empresa a un hombre extraordinario, de noble familia, condecorado con la Legión de Honor, por su campaña de Rusia: Pablo Magallon. Se reunió en el Hospital del Espíritu Santo de Marsella con otros pocos enfermeros y puesto en contacto con la Curia Generalicia de Roma, hace allí su profesión religiosa con otros tres Hermanos que le acompañan. A su regreso, se iniciaron las nuevas fundaciones: Lyon, Lille, dos casas en París. Y ante el temor de que las Leyes de Supresión se aplicaran a los H., decidió fundar en Inglaterra e Irlanda, varias residencias, y poco después otra en la frontera de Bélgica.
     
      En Italia, más que de restauración, se trató de una reforma, ya que los acontecimientos políticos habían relajado la disciplina y vida religiosa. El artífice de esta reforma fue el General Juan María Alfieri, que se entregó con celo heroico a la observancia regular de las Constituciones primitivas, consiguiendo fundar 18 nuevas Casas para la Orden. En Austria el P. Juan de Dios Sobel, médico insigne, reformó toda la provincia y consigue edificar cuatro nuevos hospitales, entre ellos el de Linz, con 350 camas. En Baviera el P. Magnobono instituyó una nueva provincia eclesiástica, con dos residencias hospitalarias.
     
      La restauración es España es el suceso más relevante para la Orden. Su promotor fue el P. Benito Menni, milanés, que fue enviado a Barcelona, desde donde emprendió una ingente labor. Promovió nuevas fundaciones en Cienpozuelos, Granada, Valencia, Zaragoza, Gibraltar, Palencia, dos en Madrid, Llobregat y la Casa de salud de Santa Agueda en Guipúzcoa, etc. Restauró la Orden en Portugal y en Hispanoamérica. Pero su obra predilecta fue la fundación de las Hermanas Hospitalarias del Sagrado Corazón, en Mayo de 1881, que recibieron la aprobación definitiva de la Congregación de Obispos y Religiosos el 29 nov. 1901, y están consagradas al cuidado de las mujeres enfermas o alienadas. Tienen 73 casas y 1.752 miembros (Ann. Pont. 1972).
     
      La orden de H. está gobernada por un Prior General, le asisten 5 Definidores generales, un Secretario, un Postulador, un Presidente de las Casas de Formación y un Secretario de Misiones. En 1971 se compone de 2.217 miembros y 197 casas, con una atención de unos 250.000 enfermos.
      Se ha incoado en Roma el proceso de 4 venerables y 76 mártires de la guerra civil española.
     
      V. t.: JUAN DE DIOS, SAN.
     
     

BIBL.: 1. SANTOS, Chronologia hospitalaria y resumen historical de la sagrada Religión del glorioso patriarca S. Juan de Dios, 2 vol., Madrid 1715-16; M. MARTíN, El Rmo. P. Benito Menni, 0.H. Restaurador de la orden en España y fundador de los H. H. Hospitalarios, Madrid 1919; A. GARCIA, Catecismo del voto de hospitalidad para novicios de la orden de S. Juan de Dios, Sevilla 1948; S. CLAVIJO Y CLAVIJO, Breve Historia de la orden Hospitalaria de S. Juan de Dios en los Ejércitos de Mar y Tierra, Madrid 1950; ID, La obra de la orden Hospitalaria de San Juan de Dios en América y Filipinas, Madrid 1950; 1. ALVAREZ SIERRA, Antón Martín y el Madrid de los Austrias, Sevilla 1961; 1. CIUDAD GóMEZ, Historia de la Restauración de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en España, Granada 1968.

 

F. YZURDIAGA LORCA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991