(Institutum Fratum Scholarum Christianarum, Sigla F.S.C.)
Fundado por S. Juan Bautista de la Salle (v.), es una «Congregación
de derecho pontificio, compuesta exclusivamente de religiosos laicales que
se consagran a Dios para ejercer el ministerio apostólico de la educación»
(Reglas de 1967).
Orígenes y expansión. Los orígenes de este Instituto hay que
ponerlos en el establecimiento de tres escuelas de caridad para niños, en
Reims, entre los años 1679-80. Fue su fundador el magister Adriano Nyel,
secundado muy eficazmente por La Salle. Sin embargo, los maestros de
dichas escuelas no se asociaron hasta 1682, en que formaron la «comunidad
de maestros de las escuelas cristianas» bajo la dirección inmeditata de La
Salle. El Instituto, como tal, nació dos años más tarde, en 1684, cuando
reunidos en Reims los principales maestros emitieron voto de obediencia
por un año y adoptaron un hábito uniforme y el nombre de «hermanos». No
obstante, hubieron de transcurrir todavía 10 años a partir de la última
fecha, antes que aquél tomara forma definitiva. Esto ocurrió en 1694, en
la asamblea general celebrada en París. La Salle, de nuevo con 12 de sus
más allegados discípulos, añadió al voto de obediencia de 1684 los de
asociación y estabilidad, con el fin de afianzar la obra de las escuelas
gratuitas, aunque se vieran forzados para ello «a pedir limosna y vivir
solamente de pan». Al mismo tiempo se aseguró el carácter laical del
Instituto, al declarar los asambleístas formalmente que, después de La
Salle, a quien seguían reconociendo como superior, «no sería recibido
entre ellos ni elegido para gobernarlos ninguno que fuera sacerdote». A
partir de esta fecha la Congregación empezó a existir con personalidad
propia y fines específicos. Posteriormente, Luis XV le reconoció
existencia legal por Letras patentes expedidas en septiembre de 1724.
Benedicto XIII la aprobó solemnemente con la bula In apostolicae
dignitatis solio de 26 en. 1725.
La expansión de los H. fue rápida. A lo largo del año 1682 se
establecieron ya en cuatro ciudades de la Champagne. Seis años después, en
1688, se abría en París la primera «escuela cristiana», en la parroquia de
San Sulpicio. En 1691 el centro del Instituto se fijaba en la capital de
Francia, desde donde los H. se extendieron a las principales ciudades del
reino. En 1700 dos Hermanos se establecieron en Roma, y al cabo de cinco
años, lograban abrir una escuela en la ciudad eterna. Cuando en 1717 La
Salle confió el gobierno del Instituto al Hno. Bartolomé, su inmediato
sucesor, la Congregación contaba con 24 casas y 102 miembros. En 1789, en
vísperas de ser barrida por la tormenta revolucionaria, había alcanzado el
número de 1.000 H. repartidos en 25 establecimientos, de los cuales dos se
hallaban en Italia, uno en Suiza y otro en la Martinica. El total de
alumnos ascendía a 36.000, en su mayoría (34.600) gratuitos.
Restablecido el Instituto en Francia, en 1803, y reconocida su
existencia legal por Napoleón, en 1809, alcanzó gran prosperidad a lo
largo de todo el s. xtx, en particular durante el generalato del Hno.
Felipe (1838-74). En este periodo adquirió categoría internacional con la
fundación de 98 centros en Europa, 26 en Asia, 44 en África y 101 en
América. El número de miembros pasó de 2.700 a 11.570; el de alumnos, de
144.000 a 340.000; el de establecimientos docentes, de 324 a 1.326. Cuando
en 1904 las leyes persecutorias de Combes prohibieron la enseñanza en
Francia a las Congregaciones religiosas, 10.000 Hermanos educaban a unos
200.000 niños y jóvenes en aquel país, en 1.500 centros. Muchos de estos
Hermanos, expulsados de sus casas, continuaron la labor pedagógica en el
extranjero, contribuyendo a la mayor difusión del Instituto. El 31 dic.
1966 la Congregación contaba con 16.632 miembros y 2.011 establecimientos,
en los que se educaban 751.688 alumnos, de ellos 269.941 totalmente
gratuitos. En 1971 (Ann. Pont.) consta de 14.517 miembros y 1.523 centros.
Actividades específicas. S. Juan Bautista de la Salle dedicó
primordialmente su interés a la escuela primaria popular. Fieles al
espíritu del fundador, los H. multiplicaron durante el s. xvtrt las
escuelas primarias para la educación de los hijos del pueblo, a pesar de
los ataques y hostilidad de jansenistas y «filósofos». La misma líneade
conducta observaron durante el s. xix. Mas, continuando igualmente la
trayectoria iniciada por La Salle, el Instituto se preocupó también de la
educación de los hijos de la pequeña burguesía en los «Internados», que
fueron creando a semejanza del de San Yon.. Existieron 12 establecimientos
de este tipo antes de la revolución. Sobresalieron los de Marsella,
Mareville y La Rossignolerie. Todos tuvieron, en principio, la misma
organización. Sus programas, de los que se excluía sistemáticamente el
latín, comprendieron, además de la instrucción y formación religiosa,
cursos de historia y geografía, literatura y retórica, teneduría de libros
y contabilidad, geometría, arquitectura e historia natural. Para ciertos
alumnos se añadió la enseñanza de la hidrografía, mecánica, cosmografía,
cálculo diferencial e integral, música, dibujo y lenguas vivas. Esto
explica el prestigio de que gozaron. Al de Marsella acudían alumnos de
todos los puntos de Europa e incluso de América. Restablecidos después de
la Revolución, los «Internados» del s. xix impartieron la enseñanza
primaria, agrícola, industrial, comercial y artística. Uno de los más
célebres de esta época fue el de Passy, en París. En su sistema de
estudios se inspiró el ministro Duruy para elaborar la ley de 1865 que
creaba la enseñanza secundaria especial en Francia. En suma, los
«Internados» representaron en su tiempo la respuesta de los H. a las
nuevas exigencias pedagógicas de la burguesía industrial y comerciante que
en los -s. XVIII y xtx se afirmó como clase social de indiscutible
importancia.
Durante el s. xx, sobre todo a partir de 1923 en que se abrogó la
ley que prohibía el estudio y la enseñanza del latín en el Instituto, los
H. han ido ampliando considerablemente su radio de acción a todos los
campos de la enseñanza. Las estadísticas del 1 en. 1968 reflejan los
siguientes datos: escuelas primarias, 1.044; centros de enseñanza media,
622; escuelas superiores, 30; escuelas agrícolas, 28; reformatorios, 21;
orfelinatos, 28; escuelas de comercio, 66; escuelas profesionales, 116;
escuelas normales o del Magisterio, 44; universidades, 12.
Con todo, y ante el peligro de que el Instituto se apartase de su
fin específico, ora dejando el apostolado de la escuela por otros
extraescolares, ora dedicándose preferentemente a las clases acomodadas
con detrimento de las más humildes y necesitadas, el Capítulo General
«ordinario» de 1966-67, convertido en Capítulo «especial» para adaptar las
directrices del Conc. Vaticano II, ha recordado a los H. los siguientes
principios: a) «La escuela constituye el instrumento preferido en la
actividad del Hermano; si bien el Instituto adopta otras formas de
enseñanza y educación que se acomodan a las circunstancias y necesidades
de los tiempos». b) «El Instituto se dirige preferentemente a los pobres,
por más que sus actividades apostólicas y culturales se extiendan a todos
los jóvenes a quienes pueda ser útil. Estimula a todos los Hermanos para
que acudan en favor de aquellos cuya pobreza pudiera ser obstáculo, tanto
a la promoción de sus personas, como a la aceptación del mensaje de
Jesucristo» (Reglas y Constituciones de 1967).
Espiritualidad. Según las Reglas y Constituciones de 1967, que
expresan en términos modernos el pensamiento del fundador, el espíritu del
H. de las E. C. es el espíritu de fe, o sea, la actitud misma de fe que
obra por la caridad, y que se resuelve en celo por la salvación del mundo.
Los H. han de esforzarse por vivir plenamente la vida de fe, y por
acrecentarla en sí de continuo. Su trabajo se ordena a desarrollar la fe
en los bautizados, y a dirigir hacia Cristo a quienes no le conocen
todavía. Este espíritu de fe ha de manifestarse por la adhesión cada día
más íntima a Jesucristo. Este mismo espíritu reaviva y vigoriza de
continuo en cada H. su compromiso de entrega á la misión apostólica y le
ayuda a encontrar a Dios en todo -el proceso de su vida, consagrada por
entero a la infancia y juventud.
Movidos.por la fe, juzgan los H. todas las realidades terrenas a.„la
luz del Evangelio, consagran su existencia al servicio dl :la juventud,
para edificar el Reino, y trabajan activamente, en transformar la ciudad
de los hombres para apresurar el reinado de la justicia y verdad, que
Cristo entregará a su Padre el último día. Para poder convertirse en
testigos auténticos de la fe viva que ha de ilustrar toda su enseñanza,
deben alimentarse de continuo con la palabra de Dios y descubrir
progresivamente la verdad de la fe en la meditación de la Escritura, en el
estudio de la doctrina sagrada, en la celebración litúrgica, en el
espíritu de oración y en el pensamiento de la presencia de Dios.
Hermanos ilustres. En el campo de la santidad cabe destacar, además
del Fundador, a S. Benildo (fierre Romanron), nacido en Thuret (Francia)
en 1805 y muerto en Sauges en 1862, después de haber ejercido el cargo de
Director de la escuela primaria cristiana de esta villa durante 21 años.
Pío XII lo beatificó el 4 abr. 1948. Pablo VI le canonizó el 29 oct. 1967.
El Instituto cuenta, además, con el beato Salomón, martirizado el 2 sept.
1792 en la cárcel de los carmelitas de París por las hordas
revolucionarias.
Entre los pedagogos más eminentes de la Congregación descuella la
figura del Hno. Agatón. Elegido Superior General en agosto de 1777,
gobernó el Instituto durante 20 años, hasta la revolución. En el campo de
la Historia de la educación es conocido, sobre todo, por su libro
Explicación de las doce virtudes del buen maestro.
Régimen de gobierno. El régimen de gobierno, rígidamente
centralizado hasta el Capítulo «especial» de 196667, ha adoptado en éste
dos principios fundamentales que lo transforman sustancialmente: el de
subsidiaridad, en cuya virtud no sólo se respetan las atribuciones de los
diversos organismos y superiores, sino que se invita a cada miembro de la
Institución a afrontar la iniciativa de su respuesta personal al Espíritu
Santo y a permanecer fiel a ella, aunque sin desconocer los derechos de la
autoridad.
El otro principio es el de la democracia orgánica, que se traduce en
la creación de Capítulos y Consejos en todos los niveles: Instituto,
Asistencia o Nación, Provincia o Distrito, Comunidad o Casa particular.
Los Capítulos Nacionales y Provinciales aplican con discernimiento y
libertad las decisiones del Capítulo General a las necesidades de cada
país o región. Los Consejos facilitan, urgen y controlan el gobierno de
los superiores mayores y locales, en consonancia siempre con las Reglas y
Constituciones.
En cuanto a la elección de los Superiores, son directamente elegidos
por el Capítulo General: el Superior, el Vicario General y los 14
asistentes; de éstos, diez son delegados del Capítulo General ante los
Distritos que forman una Asistencia; los cuatro restantes tienen a su
cargo funciones administrativas de orden general: Secretaría, Relaciones
con la Santa Sede, Formación y Economía.
Los Provinciales son de nombramiento por el Superior General entre
tres candidatos propuestos por los Capítulos Provinciales. Los Superiores
locales, o Directores, lo son por el H. Provincial, oído el parecer de su
Consejo „ r-s*„I„V. t.: JUAN BAUTISTA DE LA SALLE, SAN.
BIBL.: G. RIGAULT, Histoire
générale de Mnstitut des Fréres des £coles Chrétiennes, 9 vol., París
1937-53; El Hermano de las Escuelas Cristianas en el mundo actual,
Salamanca 1968; Reglas y Constituciones, Salamanca 1968.
CARLOS ALCALDE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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