HÉRCULES
Es el nombre con que los romanos llamaron a Heracles, el héroe nacional de la
Hélade. Se desconoce a ciencia cierta su origen y auténtico carácter. Aunque
algunos piensan que responde a una figura histórica engrandecida con el tiempo
hasta lo fabuloso, en realidad este héroe, cuyas hazañas le hicieron merecer la
inmortalidad, constituye, al parecer, una vasta síntesis mítica de distintas
leyendas locales, tradiciones diversas de la Hera argiva (el nombre de Heracles
significa «Gloria de Hera»), amén de elementos prehelénicos varios. Se piensa,
aeste respecto, en las notables analogías de Heracles con el dios sirio Melkart
(o Melgart; v. ARAMEOS II; CANAÁN II). Por lo demás, este tipo de héroe
protector de la humanidad y vencedor de monstruos es muy frecuente en pueblos
antiguos y puede representar una supervivencia del esfuerzo humano frente a la
hostilidad de la naturaleza.
Dentro del mito, los padres de H. son Alcmena y Anfitrión, nietos ambos de
Perseo y Andrómeda. Por tanto, H. es de raza argiva y su patria la Argólide, en
el Peloponeso; allí intentará volver siempre y allí regresarán para establecerse
sus descendientes, los heraclidas. Su nacimiento suele situarse en Tebas, siendo
su verdadero padre Zeus (v.) quien, aprovechando la ausencia de Anfitrión tomó
su aspecto y engendró con Alcmena al héroe. Este permaneció diez meses en el
vientre de su madre por designio de Hera (v.). En efecto, era designio de Zeus
que el primer descendiente de Perseo fuese dueño de Argos y la diosa consiguió
retardar el nacimiento de H. acelerando en cambio el de su primo Euristeo, con
lo cual fue éste el señor de Argos y H. su súbdito. No tenía H. todavía un año
cuando, una noche, ahogó dos serpientes que Hera había enviado contra él. A los
dieciocho años, joven de extraordinaria corpulencia, realizó su primera gran
hazaña dando muerte al león del monte Citerón, fiera enorme que diezmaba los
rebaños. A la muerte de Anfitrión, el nuevo rey de Tebas, Creón, dio a H. por
esposa a su hija Mégara; de esta unión nacieron varios hijos, a todos los cuales
mató H. enloquecido por Hera. A raíz de este acontecimiento tuvo que purificarse
y para ello entró al servicio de su primo Euristeo, que le encomendó realizar
los célebres «doce trabajos».
Las tradiciones divergen en la explicación de está sumisión. Una versión
tardía, deseosa de dar una justificación moral al mito, afirma que H. acudió al
oráculo de Delfos (v.) en busca de consejo, que Apolo le ordenó ponerse al
servicio de su primo durante un plazo de doce años y que, a cambio de su
esfuerzo, el dios le prometió la inmortalidad. Los seis primeros «trabajos»
tienen por escenario el Peloponeso y son: captura y muerte del león de Nemea,
muerte de la hidra de Lerna, captura del jabalí de Erimanto, captura de la
cierva de Cerinea, expulsión de las aves del lago Estinfalo y limpieza de los
establos del rey Augias. Los otros seis se desarrollan en distintos lugares del
mundo y son: encadenamiento del toro de Creta, marcha a Tracia en busca de los
caballos del rey Diomedes, conquista del cinturón de la reina de las Amazonas
Hipólita, robo de las reses del gigante Gerión y viaje al Jardín de las
Hespérides en busca de las manzanas de oro de la inmortalidad. Diversos pasajes
de la literatura griega hacen referencia a estos «trabajos», una sistematización
de los cuales aparece ya, p. ej., en Apolodoro, Biblioteca 1,9,16; 11,4,11-12;
11,5,1-12; (ed. G. Frazer, 2 vol., Londres-N. York 1921). Las más diversas
aventuras completan el cuadro de leyendas heracleas, incluidas las campañas que
H. realiza al frente de un ejército.
El relato de los últimos acontecimientos de su vida y su muerte al vestir
la túnica impregnada con la sangre del centauro Neso entran de lleno en el
argumento de las Traquinias de Sófocles (v.). Puesto su cuerpo en una pira,
Filoctetes accedió a su ruego de prender fuego a la misma y recibió como
recompensa del héroe su arco y sus flechas. Mientras ardía la pira, sonaron
truenos horrísonos y una nube descendió del cielo para llevarse al Olimpo (v.) a
H. transfigurado. Su culto penetró en el mundo romano a través de la Magna
Grecia y el censor Apio Claudio lo agregó al culto del Estado el a. 312 a. C.
Diversas leyendas romanas aparecen, por otra parte, vinculadas a la personalidad
de H.
V. t.: HÉROES MITOLÓGICOS.
BIBL.: P. GRIMAL, Diccionario de la mitología griega y romana, Barcelona 1966, 239-260; H. STEUDING, Mitología griega y romana, 7 ed. reimp. Barcelona 1961; B. SCHWEITZER, Herakles, Tubinga 1922; J. BAYET, Les origines de 1'Hercule Romain, París 1924; N. TURCHI, La religione di Roma antica, Bolonia 1939.
J.L. PÉREZ IRIARTE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991