La F. h. se extiende entre los años 323 y 30 a. C.; o sea, desde la muerte
de Alejandro Magno (v.) hasta la de Cleopatra (v.). Durante todo este
tiempo, a la par que la civilización griega desborda el mundo
geográficamente helénico, pasando al Asia anterior, y su centro de
gravedad se traslada de Atenas a Alejandría, los mundos espirituales
griego y oriental sufren un encuentro fecundo (v. ALEJANDRÍA III, v-vi).
El helenismo es, pues, un periodo de sincretismo cultural, durante el cual
agoniza el mundo clásico, o algunos de sus aspectos, y se inicia el
tránsito hacia la época cristiana. Una palabra puede caracterizar el clima
en el que viven los espíritus: fermentación. Sus causas pueden ser de
diversa índole: bien sociopolítica, el marco reducido de la ciudad-estado
griega se ve roto, y a éste suceden los imperios supranacionales; o bien
morales, Alejandría, gran metrópoli en la que conviven judíos, griegos,
egipcios y gentes de las más diversas etnias, ofrece el espectáculo de la
constante hibridación de creencias, ideas y costumbres. Todos estos
fenómenos se reflejan en la filosofía, la cual pierde el signo de
especulación serena que alcanza en los momentos estelares, para
polarizarse sólo en una preocupación moral. Ya no hay cultivadores de
talla ni creadores, tan sólo una serie de figuras de segunda fila que
repiten ideas de los filósofos antiguos, que no tienen interés en el mundo
exterior y que atienden exclusivamente a los problemas de la conciencia
interior.
Los historiadores suelen comenzar la exposición de la F. h.
aludiendo a la herencia de Platón (v.) y Aristóteles (v.), considerando
así a la «Academia antigua» y el «Liceo posaristotélico». Los miembros de
estas agrupaciones filosóficas se limitan al papel de seguidores de sus
respectivos maestros, desarrollando sin fuerza aspectos parciales o
desvirtuándolos con influencias ajenas. La «Academia» tiene como
representantes a Jenócrates, Polemón y Crates de Atenas; con este último
termina, aprox. hacia el año 264 a. C. El «Liceo» encuadra los nombres de
Teofrasto, Estratón de Lampsaco, Eudemo de Rodas, Dicerco de Mesina,
Aristarco de Samos, Mesón, etc.; dura hasta el s. ii a. C., ya que se
puede señalar como brote suyo un grupo de eruditos que trabajan en
Alejandría (entre ellos jerónimo de Rodas, Ammonio, Demetrio de
Alejandría).
Hacia el s. lv a. C. aparecen en Atenas dos nuevas escuelas,
llamadas a encontrar gran repercusión en el mundo romano. La primera de
ellas es la fundada por Epicuro (v.), quien en 317 a. C. comienza su
enseñanza. La historia ha conservado el dato de que se reunía con un
número estimable de discípulos en el jardín de su casa; admirable símbolo
para una filosofía amable y halagüeña. EJ epicureísmo procede por vía
directa dél atomismo de Demócrito (v.), cuya física y gnoseología recoge
sin variaciones; su aportación original estriba en que imprime en tales
consideraciones un cariz eudemonista. Así, la práctica de la filosofía
debe eliminar el temor al destino, a la muerte y a los dioses y hacer
nacer en los adictos la idea de perseguir el placer (pero no un placer
sensual y perturbador sino espiritual y apaciguante, lejos de todo lo que
el adjetivo de epicúreo evoca en el lenguaje usual).
La otra escuela es la fundada por Zenón de Kition (335-263 a. C.),
quien por enseñar en el pórtico de Peisianactos (pórtico en griego es stoa),
hizo que se conociese su doctrina y movimiento como estoicismo. Los
estoicos (v.) aportaron ciertos elementos innovadores al estudio de la
Lógica, sostuvieron un empirismo (v.) gnoseológico, y consideraban al
cosmos invadido por una necesidad absoluta y revestido de caracteres
divinos. No obstante tener un carácter marcadamente especulativo, su
motivación es fundamentalmente ética. La enseñanza estoica consideraba
vanas las pasiones humanas y proclamaba, que teniendo un hombre un logos
individual, el cual le permitía descubrir el determinismo del universo en
sus férreas leyes, no quedaba otra alternativa que plegar virilmente los
deseos al orden fatal de los sucesos interiores y exteriores. Con lo cual
se alcanzaba la virtud por excelencia del sabio: la ataraxia o
imperturbabilidad. Estoicos fueron: Cleantes (333-232), Crisipo (281-208),
Diógenes de Babilonia (240-150).
Otra actitud filosófica fue el escepticismo (v.), corriente en la
que reconocen los historiadores varias fases, aunque sin una estricta
vinculación entre ellas. El escepticismo nace como una reacción a la
teología estoica, y tiene como denominador común el negar todo criterio de
verdad segura, entre otros motivos, porque consideran, curiosamente, que
es suspendiendo el juicio (v.) como uno se libera de la agitación de la
conciencia. Además de Pirrón (360-270 a. C.), son reputados como
escépticos: Arcesilao (316-241 a. C.), Carneades (214-135 a. C.), Timón
(320-230 a. C.), etc. Hacia eJ s. Iii a. C. florece el movimiento llamado
escuela cínica, corrosivamente crítica, cuyos epígonos practicarán una
vida filosófica individualista y alejada de toda convención social.
Fatigada de polémicas estériles, la filosofía del s. ii a. C.
tratará de integrar en síntesis diversas las ideas que eran antagónicas.
La tentativa se conoce por el nombre de eclecticismo (v.), y da lugar a
varias formas representadas en su versión estoica por Panecio (185-112 a.
C.) y Posidonio (135-51 a. C.), en la escéptica por Filón de Larisa
(159-86 a. C.), en la aristotélica por Andrónico de Rodas (ca. 70 a. C.).
En este mismo s. ii a. C. la Filosofía penetra en Roma, encontrando
egregios cultivadores como Terencio (116-27 a. C.; v.) y Cicerón (106-43;
v.), ambos de tendencia ecléctica; Séneca (4-65; v.) muestra una
inclinación estoica. Las corrientes escépticas tienen como representantes
romanos a Enesidemo (80-40 a. C.) y a Sexto Empírico (s. 111 d. C.).
Este cansancio de la razón derivará finalmente hacia los temas
religiosos que prepararán el terreno al neoplatonismo (v. NEOPLATÓNICOS).
En ellos la mística (v.) formará una aleación sospechosa con la razón, y
la filosofía se convertirá sólo en un medio para aceptar y legitimar el
ascetismo (v.) de la vida; amplio signo de un mundo que entona su canto de
cisne y tiene enferma la conciencia porque ya no puede vivir en ninguna de
las ideas que ha elaborado.
V. t.: GRECIA XI, 2; HILOZOíSMO; ESTOICOS; EPICÚREOS; ESCEPTICISMO;
ECLECTICISMO 1, 2; HERMETISMO.
BIBL.: A. REYES, La filosofía
helenística, México 1959; P. TANNERY, Sur la période fínale de la
philosophie grecque, París 1893; P. WILSON, Greek Piety, Oxford 1948; P.
E. MORE, Hellenistic Philosophies, Princeton 1927; M. POHLENZ, Der
hellenische Mensch, Gotinga 1947; R. JOLIVET, Essai sur les rapports entre
la pensée grecque et la pensée chrétienne, París 1931; W. W. TARN, The
hellenistic Civilization, Londres 1952; G. FRAILE, El helenismo, en
Historia de la Filosofía, I, 2 ed. Madrid 1965, 567-687.
B. HERRERO AMARO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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