Con este nombre se designa el pueblo formado por la descendencia de
Abraham (v.), elegido por Dios como depositario de las promesas divinas,
pueblo del que había de nacer Cristo, nuestro Salvador, y cuya historia en
sus rasgos esenciales, se recoge en los libros inspirados del A. T. (v.
ALIANZA [Religión] II).
1. Nombres. a. Israel (yisrá'él). El modo más común de nombrar este
pueblo en la Biblia es el de Israel. Elorigen de este nombre viene
explicado en Gen 32,25-31; cuando regresaba Jacob (v.) de la casa de Labán,
después de 20 años de estancia al servicio de su suegro, en las cercanías
de Fanuel Pénü'él le salió al encuentro un Hombre que luchó con él durante
toda la noche hasta rayar el alba (Gen 32,23-33); al final reconociendo el
carácter sobrenatural de aquel con quien peleaba le pidió que le
bendijera; éste antes de hacerlo le dio un nuevo nombre: «Jacob no será
más tu nombre sino Israel, porque has sido fuerte contra Dios y a los
hombres les has vencido» (Gen 32,29).
Por esta explicación y por el pasaje de Os 12,4-5 se ve que el
vocablo Israel está relacionado con el verbo sáráh (ser fuerte, luchar,
combatir) y su significado etimológico sería: «luchó contra Dios». No es
descartable, sin embargo, la opinión de los que sostienen que Dios ('El)
hace de sujeto, como sucede generalmente en los nombres teóforos, y el
significado etimológico del nombre Israel sea «Dios es fuerte» (yisra
'él).
De este término se deriva, según la costumbre semita, el designar a
los componentes de este pueblo con la expresión Béne yiárá 'él (hijos de
Israel), en español israelitas.
b. Hebreos (`ibrim). Más raro es el uso en la S. E. de la
designación de «hebreos» aplicada al pueblo de Israel. En las narraciones
bíblicas este término se emplea normalmente por los no israelitas o cuando
un israelita habla con un extraño, o bien si el hagiógrafo quiere
distinguir a los israelitas de aquellos que no lo son. Particularmente se
habla de h. en la época en la cual los israelitas estuvieron en Egipto
(v.), y en los tiempos en que Samuel y Saúl combatían contra los filisteos
(v.).
La etimología es todavía incierta; unos autores consideran que es un
nombre gentilicio, derivado de Ebher (Gen 10,21), y dado que Ebher fue
padre de muchas otras estirpes además de Térah padre de Abraham, el
término h. no sería originalmente sinónimo de «Israel» aunque
posteriormente se empleara como equivalente; otros piensan que se trata de
un apelativo geográfico, y lo consideran derivado del vocablo `ebher
(ultra, trans, más allá de algún límite). En tal sentido parece haberlo
entendido la versión griega de los Setenta, que traduce «Abraham el
Hebreo» de Gen 14,13 por Abram o perates (el transeúnte). Para algunos, el
límite geográfico sería el Jordán (v.) y entonces el término sería de
origen cananeo; otros opinan que se trata de Éufrates, en cuyo caso
tendría un origen babilónico; una tercera corriente ha querido aproximar a
la voz h. otros dos términos que aparecen en los documentos profanos de la
época: Habiru y `Apiru.
c. Hebreos. Habiru. `Apiru. En muchos de los textos cuneiformes de
casi todo el segundo milenio a. C. se alude a los Habiru, designados
también por el sumerograma SAGAZ. Aparecen en épocas muy distanciadas y en
lugares geográficos dispares. La mención más antigua (s. xx) proviene de
los textos de Hagilar y fatal Hüyük en el Asia Menor (Anatolia Central).
En los s. xix-xviii son citados en las fuentes mesopotámicas. Los
documentos de Mar¡ nos dan datos muy valiosos. Desde mediados del s. xv
abundan las referencias a los SAGAZ. Así se ve en las tablas de Alalah y
documentos de Nuzu (s. xv), en las cartas de el-`Amárnah (s. xv-xiii) y en
los documentos hititas de Bogazküy (s. XIV-XIII).
Con los Habiru parecen identificarse también a los Apiru que
aparecen citados en los documentos egipcios desde Amenofis II (s. xv),
durante tres siglos, hasta Ramsés IV (s. xli). Éstos son referidos como
pueblos extranjeros dependiendo de Egipto y trabajando a sus órdenes.
Los datos recogidos en los documentos tanto cuneiformes como
jeroglíficos han llevado a la conclusión que los Habiru más que un pueblo
son una condición social de hombres (casi siempre considerados como
extranjeros entre el pueblo que les acoge, y que son mercenarios,
bandidos, servidores civiles, etc.), capaz de darse en grupos étnicos
independientes y diversos.
De todo esto podemos deducir que si bien la relación fonética entre
Habiru (o Apiru) e Ibrim presenta puntos de enlace, la conexión objetiva
es más problemática. Algunos niegan toda relación, otros aceptan como
hipótesis que los israelitas por su condición de extranjeros y de
guerreros pudieran haber sido designados con ese apelativo de Ibrim
derivado de Apiru. La denominación étnica sería la de arameos (v.).
d. Judíos. A partir del destierro se generalizó este vocablo, usado
para designar a los israelitas del reino de Judá (v.). Es un nombre
gentilicio derivado de Judá, «daré gloria a Yahwéh». F. Josefo da una
explicación posible al uso de este nombre: «Los judíos se llamaron así
desde que al regresar de Babilonia la tribu de Judá fue la primera que
volvió a aquellas regiones» (Ant. lud. 11,173).
2. Origen étnico. Los textos bíblicos suponen el origen arameo de
Abraham. En Dt 26,5 se ordena decir al fiel israelita, al presentar las
primicias de los productos de la tierra, cuando entrase en Canaán (v.):
«mi padre fue un arameo errante». Abraham hace jurar a Eliezer, su siervo,
que no tomará mujer para su hijo de entre las hijas de los cananeos, sino
que irá a su tierra, a su parentela, a buscar mujer de su misma estirpe
(Gen 24,2 ss.). Isaac se une así a Rebeca, hija de Betuel, arameo, de
Padan Aram, y hermana de Labán, arameo (cfr. Gen 25,20). Los testimonios
arqueológicos han venido a reforzar esta afirmación de la Biblia. Los
textos de Mari, de Nippur y otros hablan de los Ahlamü a los que se
considera como aquellos protoarameos que habitaban en el desierto asirio y
a quienes pertenecen también las tribus seminómadas amorreas a las que se
refieren los textos de Mari. De ahí las conexiones onomásticas entre la
historia de los Patriarcas (v.) y los amorreos (v.).
La familia de Abraham pertenece, por tanto, al grupo étnico de los
arameos, los cuales llevaban vida nómada desde tiempo indefinido en el
desierto sirio-arábigo, y posteriormente adquieren características
seminómadas. Podemos notar estos rasgos en la vida de los Patriarcas:
tuvieron frecuentemente sede fija (Siquem, Bersabea, Hebrón, Betel)
cultivando la tierra, pero periódicamente se trasladaban con sus ganados y
asnos a zonas donde las lluvias eran abundantes y en las que construían
pozos.
3. Historia. El fundamento y origen del pueblo h. es un hecho
esencialmente sobrenatural: la vocación de Abraham. Su historia hay que
describirla teniendo presente en su origen y formación, las reiteradas
intervenciones por parte de Dios, que da vida al seno estéril de la
esposa, elige a quien le place y usa continuamente de misericordia
acordándose de su Alianza (v.).
a. Los Patriarcas. La familia de Abraham era de Ur de Caldea (hoy
Tell-Mugeyir). Por diversas razones políticas, sociales y económicas los
terahitas se trasladaron a Haran (hoy Eski-Harran). Allí Dios llamó a
Abraham pidiéndole que abandonase su tierra, la casa de sus padres y se
encaminase a un lugar que Él le mostraría, donde haría nacer de él una
gran nación. Abraham parte apoyado en la promesa de Dios: «bendeciré a los
que te bendigan y maldeciré a los que maldigan» (Gen 12,3), y entreviendo
una luz de su misión universal: «en ti seránbenditas todas las naciones de
la tierra» (Gen 12,3). Dios reitera las bendiciones (v.) al hijo de la
promesa Isaac (v.), que se casa con Rebeca y tiene como hijos a Esaú y
Jacob. Éste suplantará a su hermano recibiendo la bendición paterna. Huye
a casa de Labán, hermano de Rebeca en Haran, en donde se une a Lía y
Raquel; de éstas y sus dos esclavas tiene 11 hijos. Después de 20 años
vuelve a la tierra de Canaán; en el combate con Dios en Fanuel, junto a un
vado del Yabboq, recibe el nombre de Israel (Gen 32,22-27). Se reconcilia
con Esaú. En Efratah muere Raquel poco después de dar a luz a Benjamín, el
hijo 12 de Jacob. Jacob se instala en Hebrón (v.). En este escenario
tuvieron lugar las insidias contra José, el cual vendido por sus hermanos
a los ismaelitas es conducido a Egipto; por haber sabido interpretar los
sueños al Faraón es elevado al alto cargo de lugarteniente del mismo en
todo el reino. Hay una gran carestía en el país de Canaán y los hijos de
Jacob bajan a Egipto; allí José les invita a quedarse trayendo a su padre;
de este modo los Patriarcas vienen a Egipto donde habitaron en la tierra
de Gessen. Antes de morir, Jacob vaticina a sus hijos la suerte de sus
tribus. Judá es alabado entre sus hermanos y se le asegura la supremacía
sobre los demás, con palabras de hondo sentido mesiánico (Gen 49,8-12).
Los restos de Jacob fueron enterrados en la gruta de Macpela que había
comprado Abraham para tener sepultura de su propiedad.
La cronología del libro del Génesis nos da algunos datos, aunque no
suficientes para fijar estos sucesos (v. CRONOLOGíA n). Algunos han creído
identificar a Amrafel, uno de los cuatro reyes que bajaron contra Sodoma,
Gomorra y otras ciudades según la narración de Gen 14, con Hammurabi (v.).
Según esto, Abraham siendo contemporáneo de Hammurabi estaría en Canaán ca.
el 1700. Otros sitúan a Abraham ca. el 1850 en Canaán, en el mismo periodo
que los hicsos (v.) fijaron su sede en el delta, y la entrada de Jacob en
Egipto ca. el 1750 (v. EGIPTO vIIi).
b. Éxodo de Egipto. El periodo de historia comprendido desde que la
familia de Jacob entró en Egipto (70 personas según Gen 46,27) hasta el
éxodo ocurrido varios siglos después (Ex 12,37-38) en número de 600.000
nos es todavía desconocido, por la falta de datos en las fuentes bíblicas
y profanas. Los israelitas se establecieron en la tierra de Gessen,
algunos fueron mayorales de ganados y otros se dedicaron a diversos
menesteres (cfr. Gen 47,6). El cambio de la situación política en Egipto
marca un nuevo hito en la historia del pueblo hebreo. La Biblia la
describe brevemente: «Alzóse en Egipto un rey nuevo que no sabía de José
(Ex 1,9), y viendo el Faraón que los hijos de Israel formaban un pueblo
más numeroso que el suyo, los empezó a vejar de varios modos. Primero los
obligó a onerosos trabajos en la construcción de ciudades-almacenes: Pitom,
en las cercanías de lo que hoy es (Wadi Tumilat) y Raamses (probablemente
la actual Tanis o el-Qantir); luego mandó matar a todos los nacidos
varones. En estas circunstancias Dios suscitó a Moisés (v), el cual
salvado por sus padres, es recogido y educado por la hija del Faraón. Dios
le confía la misión de sacar a su pueblo de Egipto. Después de una
obstinada oposición del Faraón, reducida por los castigos (v. PLAGAS DE
EGIPTO), enviado por Dios, Moisés emprende el éxodo con todos los hijos de
Israel».
Algunos piensan que debe colocarse hacia el a. 1450 bajo la dinastía
XVIII egipcia. Otros opinan que el Faraón de la opresión fue Ramsés 11
(1292-55), y que los israelitas habrían salido bajo el reinado de
Merneptan (1225-15).
Salidos de Egipto atravesaron el mar Rojo (v.), probablemente por la
parte meridional del lago Amargo. De ahí se dirigieron al Monte Sinaí
(v.), donde hay una nueva manifestación divina (la Alianza) en favor de
las tribus de Israel (Ex 19,24).
El Pacto del Sinaí, con la consiguiente constitución del pueblo de
Israel, se coloca en la línea de la Alianza de Dios con Abraham,
perfeccionándola en parte y dándole un nuevo impulso. Se inicia con ella
la nueva cooperación entre Dios y lo que a partir de ahora se constituía
como pueblo. No es posible estudiar la historia de los h. sin destacar
este momento histórico crucial. En esencia, la Alianza consistió en la
libre elección de las tribus de Israel por Yahwéh, comprometiéndose éste a
introducirlos en la tierra de Canaán, hacerlo su especial heredad entre
todos los demás pueblos, protegerle de sus enemigos y colmarle de bienes,
siempre que la nación diera culto a Yahwéh como Dios único y observase sus
preceptos. El pueblo aceptó esta iniciativa divina: «Todo aquello que el
Señor ha dicho nosotros lo haremos» (Ex 19,4). Dios entonces les dio los
estatutos de la Alianza centrados en el Decálogo (Ex 20,1-17) y el Código
de la Alianza (Ex 20,22-23,19).
Durante la estancia de Israel en el desierto, Dios fue educando al
pueblo, dándole además de los estatutos de la Alianza, un conjunto amplio
de prescripciones de Derecho civil, penal, administrativo, y cultual, que
darían un sello único e inconfundible al pueblo h. (v. LEY vil, 3).
Salidos del Sinaí, llegaron a Cades Barnea (hoy AinQuedeis). El pueblo
atendió más a las razones humanas que dieron los exploradores enviados por
Moisés a Canaán que a la fuerza de Dios, que les aseguraba la conquista.
Por eso, Dios estableció que ninguno de aquellos que había sacado de
Egipto y conducido por el desierto, entraría en la tierra prometida,
excepto Josué (v.) hijo de Nun y Caleb hijo de Jefoné que se habían
levantado para animarles a entrar en la tierra prometida. Desde entonces,
38 años estuvieron vagando los israelitas por el desierto. Al final
partieron de Cades, y tras un largo camino llegaron al Jordán, frente a
Jericó. En este viaje batieron a Selion, rey de los amorreos y a Og rey de
Basán (Num 21,21-35). Sus tierras fueron dadas a las tribus de Rubén, Gad
y la mitad de Manasés (Num 32). Moisés murió en el monte Nebo, en la
serranía de Abarim a la vista de la Tierra Prometida y sin entrar en ella,
ya que en Meribah había flaqueado su fe (Num 20,1-13).
c. Ocupación de Canaán. Guiados por Josué (v.), los israelitas
pasaron milagrosamente el Jordán. El pueblo renueva en Guilgal (v.) el uso
de la circuncisión (v.) dejada durante la travesía en el desierto, y se
celebra nuevamente la gran fiesta de la Pascua (v. FIESTA II). Con una
fidelidad inquebrantable a Dios, Josué conquista Jericó, primera ciudad de
la Cisjordania, y Hai. Los reyes del mediodía coaligados son derrotados en
Gabaón, y los reyes del septentrión en Merom. Josué hace entonces una
división de las tierras de la Cisjordania y da a las tribus (v. ISRAEL,
TRIBUS DE) el encargo de terminar la conquista. Al final de sus días,
deseando renovar con toda solemnidad la Alianza con el Señor, congregó
Josué a todas las tribus en Siquem (v.) y exhortó a tener una fidelidad
inconmovible en Dios, escribiendo esas palabras en el libro de la ley del
Señor. (los 24,26). Poco a poco las tribus terminaron la conquista. Muchas
veces, por el contacto con otros pueblos se apartaban de la ley de Dios.
Entonces eran castigados. El pueblo se arrepentía y Dios les libraba
suscitando jueces (v.) en medio de ellos.
Todavía no habían hecho toda la conquista de la Tierra Prometida
cuando surge otro pueblo con el cual rivalizaron durante muchos años: los
filisteos (v.), situados en la costa marina. Contra ellos combatió Sansón
(v.), y David (v.) los derrotó definitivamente.
d. El Reino de Israel. Samuel (v.) fue el último de los Jueces. En
su tiempo los israelitas pidieron un rey como tenían los demás pueblos.
Dios tolera esta petición de la cual se servirá en sus designios
salvíficos (v. ISRAEL, REINO DE). El primer rey nombrado es Saúl (v.), de
la tribu de Benjamín, hacia el a. 1050, pero por sus pecados Dios le
rechaza y escoge a David, de la casa de Judá. David traslada la capital a
Jerusalén (v.) y allí lleva en procesión el Arca desde Silo. Con Salomón
(v.) su hijo, el reino llega a su máximo esplendor y se realiza la
construcción del Templo (v. TEMPLO II), pero las infidelidades a la
Alianza son causa del cisma que sobrevendrá sobre el reino. A la muerte de
Salomón las tribus del Norte nombran rey a Jeroboán, y toman el nombre de
Reino de Israel (v.) por ser una mayoría desgajada políticamente de la
dinastía davídica representada por Roboán que reinaba en Judá (v. IUDÁ,
REINO DE). En el de Israel se suceden dinastías heterogéneas que son causa
de una degeneración religiosa y política, que lleva a la caída definitiva
en el 721 a. C. en manos del ejército asirio, capitaneado por Sargón. El
reino de Judá conservó, salvopequeños periodos, ininterrumpidamente la
dinastía davídica, hasta caer en el 587 a. C. en manos de Nabucodonosor
(v.), rey de Babilonia que los llevó cautivos. Hubo momentos de
rejuvenecimiento espiritual, entre los que merecen destacarse la reforma
religiosa de Ezequías y en especial la llevada a cabo por Josías en el a.
622 basándose en el hallazgo del libro de la Ley en el Templo. La
conquista de Babilonia (539 a. C.) por las tropas del rey persa Ciro el
Grande (v.) señalará una nueva etapa de la historia de Israel. Dios se
sirvió durante este periodo de los profetas para hablar y recordar al
pueblo su compromiso a la Alianza, y anunciar la esperanza en el Mesías
que había de venir.
e. Después de la cautividad de Babilonia. Durante la dominación
persa, el pueblo judío disfrutó de una paz relativamente estable. Cuatro
edictos se dieron en su favor: Ciro les permite la repatriación y empezar
la construcción del Templo realizado bajo la dirección de Zorobabel que
tenía el cargo de alto comisario (538 a. C.); Darío I envía a Esdras en el
a. 458 con plenos poderes para arreglar la situación de Palestina y en el
a. 445 faculta a Nehemías para reconstruir los muros de la ciudad.
También se mantuvo esta situación favorable cuando Alejandro Magno
(v.) absorbió al Imperio persa ca. el 334-331. Pero después de su muerte
comienza una época aciaga para los judíos. Judea es disputada por los
reyes egipcios y sirios. Todavía bajo el dominio de los Ptolomeos hubo una
cierta tranquilidad. Pero hacia el 200 a. C. la supremacía pasó de los
Ptolomeos de Egipto a los Seléucidas. Fueron tiempos de dura opresión, en
especial durante el periodo de Antioco IV Epífanes y sus sucesores. La
incansable lucha de los Macabeos (v.) llevó a la independencia de Israel y
dio comienzo la dinastía de los Asmoneos (v.). En Simón Macabeo se unió la
dignidad de sumo sacerdote y la de príncipe de los judíos. Por entonces
surgen los partidos político-religiosos de los fariseos (v.), los saduceos
(v.) y los esenios (v.). El gobierno desastroso de los últimos príncipes
asmoneos marca una etapa de degeneración religiosa y llevará a la
penetración romana. Pompeyo hacia el a. 63 a. C. tomó por asalto Jerusalén
y el Templo. A partir de entonces pasará Israel a depender de Roma.
Herodes I el Grande (v.) hijo de Antípater, de raza idumea, se ganó
el apoyo de Roma, y el año 38 a. C. es nombrado rey de los judíos, siendo
así el primer rey de origen no judío que dominó sobre Israel. En su
reinado nace Jesucristo.
Se suceden años de relaciones más o menos tirantes entre los
gobernantes de Palestina y los emperadores romanos, hasta que en el año 70
d. C. tuvo lugar el cumplimiento de las profecías de Jesucristo sobre la
ciudad de Jerusalén (cfr. Mt 24; Me 13; Le 21). El ejército de Tito
destruyó sangrientamente Jerusalén, después de un duro asalto, y el Templo
fue arrasado. F. Josefo afirma que durante los últimos cinco meses de
asedio ante la ciudad, murieron más de un millón y cayeron prisioneros
97.000 judíos. Sea lo que fuere de estas cifras, el a. 70 señaló el fin de
un periodo de la historia del pueblo judío, y con él, el cumplimiento de
una parte de la Historia de la Salvación.
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