Historiador eclesiástico y patrólogo protestante. N. en Dorpat el 7 mayo
1851, m. en Heidelberg el 10 jun. 1930. Procedente de una familia centrada
a la piedad luterana, estudia en Dorpat y Leipzig, donde corona sus
estudios con el doctorado y comienza a enseñar como privat dozent y, desde
1876, como profesor extraordinario. Tras corta docencia, ya como profesor
ordinario, en las universidades de Giessen y Marburgo, es trasladado a
Berlín (1888). En esta ciudad, junto a tareas científicas, desarrolla una
gran actividad organizadora en el terreno cultural y social, que le
relaciona, más allá de las fronteras de su propia disciplina, con los
nombres más prestigiados de su época. Miembro de la Academia de Berlín
desde 1890, fue nombrado en 1905 director general de la Biblioteca real.
En su vejez, se retiró a Elmau (Alta Baviera) a una residencia de
descanso. M. de camino a Heidelberg, donde proyectaba acudir a la
inauguración de un centro de la Kaiser-Wilhelm-Gesellschaft, fundada por
él.
Escritor fecundo, dejó un elevado número de obras publicadas entre
las que merecen ser destacadas: Lelzrbuch der Dognzengeschichte (Tubinga
1886), cuyas ideas directrices han quedado ampliamente superadas;
Geschiclzte der allclzristlichen Literatur bis Eusebius. I. Die
Überlieferung und der Bestand (Leipzig 1893). 11. Die Chronologie (íb.
1897-1904), obra de gran erudición que constituye más un repertorio que
una historia de la antigua literatura patrística; Das Wesen ¿les
Christentums (Leipzig 1900), una historia del desarrollo del cristianismo
en la que se hace excesivo hincapié en la influencia del pensamiento
griego en la naciente Iglesia; Mission und Ausbreitung des Christentums in
den ersten drei lahrunderten (Leipzig 1902), importante por el material
que recoge, pero inaceptable en la parte que describe la difusión del
cristianismo antiguo; Marcion. Das Evangelium vom fremden Gott (Leipzig
1921), donde, en contraste con la opinión existente hasta entonces,
presenta a Marción como independiente del fenómeno gnóstico (v.
GNOSTICISMO) y como un precedente remoto del luteranismo (en este punto se
aproxima a la opinión de J. A. Móhler sobre la doctrina luterana). Como
editor su mayor mérito es la organización de la publicación del Griechisch
christlichen Schriftsteller (o Corpus Berolinense, Leipzig-Berlín 1897 ss.).
Influido desde su juventud por A. Ritschl (v.), pasó a constituirse
en el más conspicuo representante de la teología liberal (v.), aunque
manteniendo puntos de vista personales en contraste con los, también
liberales, autores de la escuela de la Historia de las religiones (v.), en
la que en un tiempo estuvo incluido. Su influjo como teólogo, muy grande
en su época de madurez, llega al ocaso con motivo de la controversia
sostenida con el entonces joven e impulsivo K. Barth (v.; VA. DIALÉCTICA,
TEOLOGíA).
En cuanto al sentido de las opiniones de H. hay que mencionar
algunos puntos más representativos. En el planteamiento del problema de la
esencia del cristianismo, H. escinde ilegítimamente la figura real de
Cristo de la que resulta de los Evangelios, siguiendo en ello el esquema
del racionalismo (v.) precedente y posterior. Contrapone así dos
«evangelios»: el original de Cristo, y uno posterior que sería el
resultado de una actitud sincretista propia de la primitiva comunidad
cristiana. A esta última atribuye H. todo lo que se refiere a Jesucristo
como salvador, a la Resurrección, etc., de manera que el «primer
evangelio» viene a reducirse para H. a un catecismo teísta desprovisto de
base cristológica, que culmina en las fórmulas siguientes: «Dios como
Padre, y el alma humana de tal manera ennoblecida, que pueda y llegue a
unirse con él»; «la sencilla confianza en la paternal providencia divina,
amor de entrega a los demás, disciplina moral y amor del prójimo». H. se
halla, como con anterioridad a él todos los representantes de la teología
liberal, ante la dificultad de dejar marcado el carácter cristiano de su
doctrina religiosa tras haber desplazado a Jesucristo de su posición
medianera. Lo intenta al definirse frente al difuso idealismo panteísta de
latho, pero sus puntualizaciones a este respecto, si bien valiosas como
testimonio de una piedad personal en conflicto con la personalísima
metodología histórica que él sostiene en sus investigaciones, no llegan
más allá que a atribuir a Jesucristo un papel de mediación ejemplar y
moral. Su arbitraria simplificación le lleva a dejar de lado contenidos
inalienables del mensaje cristiano: dogma, sacramentos, Iglesia
jerárquica, órdenes sagradas, milagros, etc. (v. voces correspondientes).
Su tesis sobre el nacimiento de los dogmas cristianos al contacto del
mensaje cristiano con la metafísica griega ha sido asimismo sometida a
crítica por la investigación posterior, que denuncia en H. una postura
excesivamente simplificadora e indiferenciada. El humanismo burgués de
finales del s. xix, que sirve de módulo de interpretación a H., se
derrumba muy pronto. Sus posiciones racionalistas perviven aún, p. ej., en
la desmitologización (v.) de Bultmann (v.).
V. t.: PATRóLOGOS; LIBERAL, TEOLOGíA.
BIBL.: A. VON ZAHN-HARNACK, Adolf
con Harnack, Berlín 1936; F. SMEND, Adolf con Harnack (con catálogo de más
de 1.500 obras de H.), 2 vol., Leipzig 1927-31; J. RATHIE, Die Welt des
Jreien Protestan,(ismus, Stuttgart 1952; J. DE GHELLINCK, Patristique et
Moyen Age, III, Bruselas-París 1948, 3 ss.; E. PETERSON, en Enciclopedia
Cattolica, VI, Ciudad del Vaticano 1951, 1365-1366.
J. ESCRIBANO ALBERCA. JOSEMARíA
REVUELTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|