Liturgista, precursor de la renovación litúrgica del s. XIX-XX. Dom
Rousseau comienza la historia del movimiento litúrgico (v.) con estas
palabras: «El movimiento litúrgico, con sus directivas, sus resultados y
sus esperanzas, remonta a Dom Guéranger. La obra litúrgica realizada a
mitad del s. XIX por este gran monje fue inmensa» (cfr. Histoire du
mouvement liturgique, París 1945).
Nació en Sablé (Francia), el 4 abr. 1805. Estudió en Angers y luego
en el seminario de Mans. En 1826 recibió el subdiaconado y fue nombrado
secretario particular del obispo de Mans, mons. De la Myre-Mory. Las
diócesis de Francia en aquella época seguían la liturgia galicana (v.),
elaborada en los s. xvii y XVIII. G. pidió permiso a su obispo para rezar
el breviario y celebrar la santa Misa según las fórmulas de la liturgia
romana y así comenzó a hacerlo el 27 en. 1828, fiesta de S. Julián. Este
mismo oficio sería el último que habría de rezar en la tierra 47 años más
tarde, pues murió en su abadía de Solesmes el 30 en. 1875.
Tuvo cierta amistad con Lamennais (v.) y, aunque nunca pudo lograr
éste hacerle formar parte del grupo que dirigía, publicó en aquella época
cuatro artículos en el Mémorial Catholique, órgano de la escuela
lamenesiana, con el título de Considérations sur la Liturgie. En esas
páginas aparece el joven G. en perfecta posesión de su vocación; todas las
ideas que más tarde expuso con mayor amplitud se encuentran en esos
artículos. Con acento retador que, a sus 24 años, podría parecer temeraria
presunción, ataca a las nuevas liturgias galicanas: «Reconozco que voy a
chocar con graves prejuicios y que voy a oponerme en una materia que
parece hallarse fuera de toda discusión, pero cuando uno se cree en
posesión de la verdad es natural que se sienta fuerte; yo desafío a todo
hombre de juicio, a todo teólogo a examinar mis principios y en sana
lógica rehusar mis conclusiones» (cfr. Mémorial Catholique, 28 feb. 1830,
49-50). Nadie sospechó la trascendencia que había de tener su colaboración
en el periódico de Lamennais. ¿Qué sentido y alcance podrían tener unos
ensayos de principiante sobre un asunto tan secundario como entonces se
consideraba a la liturgia? Sin embargo, esos cuatro artículos eran el
primer paso hacia la restauración de la liturgia; la restauración de la
vida benedictina en el monasterio de San Pedro de Solesmes (v.)
constituirá su primera realidad, ya que uno de los motivos por los que Dom
G. restauró en dicho monasterio la vida monástica en Francia, extinguida
por la Revolución, fue precisamente para plasmar en algo concreto sus
ideas sobre la vida litúrgica. La liturgia le llevó al monacato; y
Solesmes y todas sus fundaciones pusieron, consiguientemente, la Liturgia
(v.) como el principio fundamental de toda su espiritualidad. De este
modo, las grandes fundaciones que directa o indirectamente arrancan del
espíritu de Dom G., como Beuron en Alemania (1863), Maredsous en Bélgica
(1872), Emaús en Bohemia, etc., y todas las congregaciones y~ monasterios
de ellos nacidos, entre los que cabe citar, sobre todo, Mont-César (1898),
Silos (1880; v.) y María Laach (1904; v.), iban a vivir de este mismo
espíritu, que de este modo iría penetrando primero en la intelectualidad
católica y luego preparando el ambiente que lo haría llegar al pueblo.
Además de la obra viva de la restauración de Solesmes, G. dejó dos
obras escritas que no pudo completar y que han tenido una importancia
grande en la restauración litúrgica posterior: Institutions Liturgiques y
El Año litúrgico. La primera había de ser, en su plan, una especie de
Summa Liturgica en la que habría de tratarse: 1°) las normas del
simbolismo (v.) en materia litúrgica; 2°) la lengua (v.) y del estilo de
la liturgia; 3°) el derecho litúrgico (v.); 4°) la autoridad de la
liturgia, en cuya parte habría de incluirse un trabajo sobre Teología
litúrgica en el que, por orden de materia, se insertaría todo lo que la
Liturgia (v.), tal como es aprobada por Roma, encierra para el
esclarecimiento del dogma y de la moral (cfr. Inst. Liturg., 1, LXXII ss.).
Muy poco de este vastísimo programa pudo realizarse. El volumen primero
apareció en 1841 y en él se trazaba la historia de la Liturgia hasta el
Conc. de Trento; los aplausos y felicitaciones fueron unánimes. Pero esta
unanimidad se rompió al aparecer el volumen segundo, en el que el autor
puso de relieve la desviación que en los s. xvli y xvlii se había
efectuado en Francia y que había conducido a la desaparición en ella del
rito romano (v.). La repercusión fue clamorosa, las adhesiones más
sinceras se mezclaron con las injurias y amenazas; G. respondió con
moderación y respeto, pero con gran seguridad y firmeza. El resultado fue
más halagüeño de lo que él mismo había esperado; pronto una diócesis tras
otra fueron adoptando la liturgia romana. El volumen tercero de las
Institutions lo dedicó a la historia de los libros litúrgicos (v.); el
volumen termina -y con él prácticamente la obra- con el famoso capítulo
sobre las traducciones de estos libros en lengua vulgar. Dom Guépin,
restaurador del monasterio de Silos, hizo una segunda edición excelente, y
añadió un volumen cuarto en el que se recogían los documentos de la
polémica provocada por el vol. II. Aparecieron estos volúmenes,
respectivamente, en 1878, 1880, 1883 y 1885.
La segunda obra, El Año litúrgico, tenía un fin distinto; en la
mente de su autor había de hablar más al corazón y ser como la lluvia
benéfica que hiciese germinar la vida litúrgica en el pueblo fiel. Consta
de 15 vol., de los cuales sólo nueve fueron redactados por G.; los
restantes fueron elaborados por Dom L. Fromage. En 1948, después de
repetidas ediciones de la obra completa, se hizo una reducción de la misma
en 5 vol. y ésta fue traducida al español por los monjes de Silos (Burgos
1954). No es justo enjuiciar la obra de Dom G. a la luz de la evolución
posterior, como lo hace L. Bouyer (cfr. Liturgical Piety, Univ. de
Indiana, 1955); hay que tener presente su época, su proyección pastoral y
los innumerables discípulos que se han formado en sus obras y que hoy son
considerados como grandes figuras del movimiento litúrgico.
V. t.: LITÚRGICO, MOVIMIENTO.
BIBL.: Además de la ya citada:
Dom Guéranger, Abbé de Solesmes, par un moine bénédictine de la Congr. de
France, París 1909, 2 vol.; M. GARRIDO O.S.B., El movimiento litúrgico y
el primer Abad de Solesmes, «Liturgia» (Silos), 13 (1958) 27-37.
M. GARRIDO BONAÑO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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