La importancia de este escrito canónico del N. T. es grande. Su
repercusión en toda la literatura cristiana desde los primeros siglos, lo
confirma. Su interés es doble, doctrinal e histórico. S. Pablo, autor de
esta epístola, se ve obligado a escribir a unas iglesias cuya situación se
ha alterado peligrosamente bajo el influjo de presiones ejercidas por
gentes venidas de fuera. Se ha puesto en cuestión la genuinidad de la fe
cristiana predicada por S. Pablo en Galacia. Tal coyuntura ha provocado
este escrito vivaz y fuerte en el que aparece esbozada con un vigor
excepcional las ideas principales de la predicación del Apóstol. La
situación creada en Galacia le atañe, además, personalmente ya que se ha
intentado socavar su misma autoridad apostólica. S. Pablo se siente
obligado a afirmarla enérgicamente; para ello describe a grandes rasgos su
itinerario apostólico, con lo que nos ha prestado un servicio
inapreciable: proporciona una fuente de información de primera mano sobre
la historia de los primeros decenios de la Iglesia, al mismo tiempo que
nos describe cómo entiende su apostolado (v.).
1. Destinatarios. S. Pablo escribe esta carta a «las iglesias de
Galacia» (1,2) y llama a estos cristianos «gálatas» (3,1). Se trata, sin
duda, de iglesias situadas en los territorios de la provincia romana de
Galacia que, en esa época, ocupaba gran parte de la zona central del Asia
Menor. La identidad étnica de este pueblo «gálata» nos es igualmente
conocida. Los griegos los llamaban keltoi, keltai o galatai y los romanos
celtae, galli y galatae. Este pueblo gálata del Asia Menor era
descendiente de tribus celtas (v.) que, después de peregrinar por las
márgenes del Danubio en el s. IV a. C., ocuparon la parte central del Asia
Menor en el s. III, fundando un reino que, enépoca más tardía, fue cayendo
bajo la órbita política de Roma. Con la muerte del rey Amyntas, en el a.
25 a. C., el reino gálata quedó transformado en provincia romana, que en
tiempos de S. Pablo había ampliado los límites originarios con la
incorporación de zonas de las regiones limítrofes de Licaonia, Frigia (v.)
y Pisidia, por el sur. Aunque estas regiones no eran, étnicamente, gálatas,
pertenecían políticamente a la provincia romana de Galacia. Tenemos, en
consecuencia, una doble acepción del nombre «gálata» en la época de S.
Pablo: una, étnica, que lo refería a los descendientes de los antiguos
gálatas; otra, política que designaba a los habitantes de los territorios
de la provincia romana de Galacia. Los primeros habitaban en las regiones
del norte, los segundos al sur de la provincia.
¿Dónde hemos de situar estas «iglesias de Galacia» a las que escribe
S. Pablo? Ambas regiones, norte y sur, fueron visitadas por él en diversas
ocasiones. Los Hechos de los Apóstoles nos hablan con detención de las
incidencias de la fundación de las iglesias de Antioquía de Pisidia (v.),
Iconio, Listra y Derbe, en la Galacia del sur (cfr. Act cap. 13 y 14) y de
la otra visita que hizo en el segundo viaje de misión (cfr. Act cap. 16).
Las referencias, en cambio, a la fundación de iglesias en Galacia del
norte son más escasas; se nos dice, cómo, en el segundo viaje,
«habiéndoles impedido el Espíritu Santo que hablaran la Palabra en Asia
(provincia romana con capital en Éfeso), atravesaron Frigia y la región
gálata» (Act 16,6); y, ya en el tercer viaje, nos informa que Pablo «se
fue y recorrió sucesivamente la tierra de Galacia y Frigia fortaleciendo a
todos los discípulos» (Act 18, 23). Estas indicaciones corresponden a la
Galacia del norte.
Los escritores antiguos pensaron que las iglesias en cuestión
estaban situadas al norte de la provincia romana, es decir, en la Galacia
propiamente dicha, probablemente porque los más antiguos conocieron la
división administrativa hecha por Diocleciano que había reducido la
provincia de Galacia a sus antiguos territorios. La tesis contraria privó
durante algún tiempo. En el momento actual, puede decirse que la mayoría
de los estudiosos ha vuelto a inclinarse en favor de las iglesias del
norte. Creemos que es la tesis más verosímil.
Cuando S. Pablo se - dirige a estos cristianos parece que utiliza el
nombre de «gálatas» en sentido étnico riguroso; el adjetivo «gálata» no
resulta atribuible con facilidad a los habitantes de las regiones más
civilizadas del sur. La información que nos dan Act sobre la fundación de
iglesias en la Galacia del sur son amplias y no vemos que coincidan con
las referencias que hallamos en nuestra carta. Finalmente, la carta a los
Gal va dirigida a cristianos provenientes del paganismo, mientras que el
núcleo judeo-cristiano de las iglesias de Galacia del sur debió haber
sido, en este momento, muy fuerte todavía.
2. Autenticidad. La autenticidad de Gal no ofrece dificultad alguna.
La afirma toda la tradición, la apoya el estudio crítico y la reconocen
todos. La figura del Apóstol que perfilan estas páginas no sólo
corresponde a la silueta moral de S. Pablo que nos dan los otros escritos
neotestamentarios, sino que constituye una de las expresiones más vívidas
de su espíritu: audaz, apasionado, razonador rígido, apóstol ardiente de
Cristo que no tolera interferencias ni equívocos que aparten a sus hijos
queri. dos en la fe del recto camino que les lleva a Cristo y que él les
ha mostrado.
En la sección histórica de la carta (cap. 1 y 2) hallamos algunas
dificultades para coordinar la información que nos da con la que nos
proporcionan los Hechos de los Apóstoles. Al margen del problema histórico
en sí mismo, esta dificultad constituye una garantía de autenticidad, pues
nadie hubiera sido capaz de inventar tal información.
La integridad del texto tampoco presenta mayores dificultades. La
transmisión textual de Gal ha sido buena. El P. Lagrange enumera 25
variantes de cierto relieve y todas son objetivamente de escasa
importancia, lo que confirma la apreciación de un texto mantenido incólume
a lo largo del tiempo. Esta carta ha sido citada con profusión por la
literatura cristiana desde la época más antigua. Ya en el s. ti la
utilizaron escritores como S. Ignacio de Antioquía (v.), S. Policarpo de
Esmirna (v.) y la Carta de Bernabé.
3. Fecha y lugar de redacción. La determinación de la fecha en que
fue escrita, depende de la solución que se dé al problema, ya expuesto, de
los destinatarios, si son los de Galacia del sur, evangelizados en época
muy temprana, Gal podría ser la primera de las cartas escritas por S.
Pablo, anterior incluso a las cartas a los tesalonicenses (v.). Podía
haber sido enviada desde Antioquía de Siria entre el primero y segundo
viaje de misión hacia el a. 49 d. C.
En la hipótesis contraria, si las iglesias son las de Galacia del
norte, la datación ha de ser más tardía. Según Act, S. Pablo recorre la
región gálata en el segundo viaje de misión, hacia el a. 50 (cfr. Act
16,6), viaje en el que suponemos fundaría estas iglesias. Vuelve a Galacia_
al principio del tercer viaje, hacia el a. 53. Nuestra carta debió ser
escrita poco después de esta visita. S. Pablo se extraña de la rapidez con
que se ha operado el cambio en Galacia (1,6). Entre la última visita de S.
Pablo y la redacción de la carta tuvo que transcurrir poco tiempo, de
forma que, por una parte, se justifique la extrañeza del Apóstol y que
sea, por otra, lo suficientemente amplio para permitir que la acción de
esos agitadores alterara la situación. Sabemos que S. Pablo, en el tercer
viaje, después de recorrer las regiones de Frigia y Galacia se detiene en
Éfeso más de dos años (Act 19,8.10). La fecha de redacción hay que
situarla, pues, entre los a. 54-57. Sugerimos como fecha probable el a. 55
y Éfeso la ciudad en que fue escrita.
4. Estructura literaria. Dado el carácter de la carta, directo y
rápido, no es fácil detectar una estructura literaria rigurosa, es
probable que carezca de ella. Sin embargo, resulta fácil percibir tres
partes en las que se desarrollan tres grandes temas: en la primera (cap. 1
y 2), aunque el tema es doctrinal (el apostolado de Pablo), da una serie
de referencias históricas importantes; en la segunda (cap. 3 y 4) expone
puntos estrictamente doctrinales en relación con la situación de las
iglesias de Galacia; la tercera (cap. 5 y 6) está dedicada a exhortaciones
del género parenético. He aquí un esquema posible:
Saludos: 1,1-5 y enunciado general del tema: 1,6-10.
Primera Parte (apología personal): 1,11-2,21, compuesta de dos
secciones: 1) Tema: El Evangelio de Pablo proviene directamente de Dios:
1,11-16a: a) Se funda en una revelación de Jesucristo (vv. 11-12); b) Fiel
a «las tradiciones paternas», Pablo se había opuesto al Evangelio (vv.
13-14); c) Fue Dios mismo quien le llamó (vv. 15166). 2) Tema: Sus
relaciones con los de Jerusalén: 1,166-2,14: a) Primeros contactos (vv.
166-24); b) La aprobación de Jerusalén (2,1-10); c) Cómo defendió el
Evangelio en Antioquía (vv. 11-14). Resumen de su Evangelio: 2,15-21.
Segunda Parte (exposición doctrinal): 3,1-4,31. Una introducción y
dos secciones. Introducción: 3,1-5. 1) Tema: Ley y fe: 3,6-29: a) La
Escritura atestigua la justificación por la fe (vv. 6-14); b) La Ley y la
promesa (vv. 15-22); c) El tiempo de la Ley y el tiempo de la promesa (vv.
23-29). 2) Tema: Ley y gracia: 4,1-31: a) Esclavos bajo la Ley, hijos por
Cristo (4,1-8); b) O Ley o gracia (vv. 8-20); c) Agar y Sara (vv. 21-31).
Tercera Parte (exhortaciones): 5,1-6,18. Introducción y dos
secciones. Introducción (invitación a la libertad; la Ley y Cristo) 5,1-6.
1) Tema: La libertad cristiana: 5,726: a) Ser libre es obedecer a la
verdad. El escándalo de la Cruz (vv. 7-12); b) Libertad y amor (vv.
13-15); c) Las obras de la carne y los frutos del Espíritu (vv. 1626). 2)
Tema: La Ley de Cristo: 6,1-16: a) La ayuda fraterna (vv. 1-6); b) La
sementera y la siega (vv. 7-9); c) El tiempo urge (v. 10). Conclusión:
6,11-18.
5. Contenido doctrinal. La temática está dictada por la situación en
que se hallan las iglesias de Galacia. Daremos, en primer lugar, una
visión de las condiciones históricas y doctrinales planteadas en aquella
iglesia. Trataremos luego de exponer cómo entendía S. Pablo su apostolado.
El tema doctrinal central, la justificación por la fe, S. Pablo lo
recogerá y ampliará con nuevos análisis y reflexiones en la epístola a los
Romanos (v.).
El problema suscitado en las iglesias de Galacia. Cuando S. Pablo
escribe Gal, no hace todavía mucho que ha salido de Galacia (1,6). Después
de su marcha la situación ha cambiado y se hace peligrosa; gentes venidas
de fuera han sembrado la confusión. Se trata, sin duda, de predicadores
que están difundiendo doctrinas diversas y opuestas a las de S. Pablo;
define estas doctrinas como «otro evangelio» (1,8) diverso del predicado
por él. Es seguro que estos predicadores no pertenecen a las iglesias de
Galacia; no conocemos con exactitud su identidad, S. Pablo es discreto en
extremo, su diálogo se entabla directamente con los gálatas, «ellos» (los
agitadores) aparecen siempre en tercera persona; estas alusiones son
frecuentes y, en ocasiones, muy duras (cfr. 5,10,12; 6,12.13); en una
circunstancia parece referirse a un personaje concreto, «el que os agita»
(5,10). (La hipótesis lanzada por algunos de que fuera Santiago o Pedro
este personaje es inadmisible, ya que ambos son tratados con gran respeto
en el mismo texto de Gal: 1,18.19; 2,9).
Indudablemente tales predicadores eran judaizantes. Todo el
razonamiento teológico de la carta tiende a cortar el avance de esta
corriente. El problema que aquéllos provocaron en Galacia era
sustancialmente idéntico al que se produjo en otras partes, cuando la
Iglesia naciente se abrió a los paganos. Los judíos convertidos al
cristianismo solían seguir fieles a las prácticas rituales y a las
prescripciones de la Ley mosaica. La dificultad se presentó cuando se
intentó hacer de esta praxis, una doctrina obligatoria para todos, paganos
y judíos. Esta tendencia aparece en gentes venidas del judaísmo y, en
concreto, como nos indican los Hechos, de «algunos del partido de los
fariseos que habían creído» y que enseñaban «que se debía circuncidar a
los paganos y exhortarles a que guardaran la Ley de Moisés» (Act 15,5).
Parece haberse presentado de dos formas: una extremista que exigía a todo
convertido, sin distinción, someterse a la circuncisión (v.) y a la
observancia de la Ley mosaica (v. LEY VII, 3), y otra moderada que
solamente obligaba a la práctica de la Ley a los venidos del judaísmo,
mientras la aconsejaba a los pagano-cristianos. Si bien la intervención de
los Apóstoles resolvió en principio la cuestión (cfr. Act cap. 15), en la
práctica pervivió más tiempo, pues cuando S. Pablo vuelve a Jerusalén,
después de su tercer viaje de misión, se halla todavía viva (cfr. Act
21,22-25). No es fácil precisar el tenor de la predicación de estos
judaizantes en Galacia, es probable que se aproximara a la tendencia
extremista. De hecho, cuando S. Pablo escribe, algunos gálatas están en
trance de hacerse circuncidar (5,2-12) y se han introducido ya prácticas
legales y ritos extraños al cristianismo (4,9-11).
S. Pablo se enfrenta con el problema en toda su profundidad, se
trata de una cuestión de principio y no caben equívocos. Responderá con
una exposición tajante y escueta de los principios cristianos que ha
predicado en Galacia: ni circuncisión, ni incircuncisión valen algo, lo
único que cuenta es el nuevo ser realizado en todo cristiano por la
justificación (v.) mediante la fe en Cristo. El hombre se justifica por la
fe, las obras de la Ley para nada sirven ya. El cristiano es un ser libre
de la Ley y de todas las esclavitudes, porque ha sido hecho hijo de Dios.
Aceptar la circuncisión significa volver atrás, al régimen de la Ley y de
la esclavitud. Quien se circuncida da a entender que para él la
justificación efectuada por Cristo no es suficiente.
En dos circunstancias S. Pablo se refiere a una segunda motivación
que parece impulsar a los predicadores llegados a Galacia: en 6,12 afirma
que «ellos» predican la circuncisión «para que no les persigan por la cruz
de Cristo» y en 5,11 dice que él mismo es perseguido por no predicar la
circuncisión. No es probable que los judaizantes pretendieran no
desvincularse visiblemente del judaísmo para no entrar en conflicto con la
autoridad romana. El problema de la religio licita se presentará más
tarde, pero no creemos pueda situarse ya en este momento de la naciente
Iglesia. Más bien habrá que pensar que los judaizantes pretenden evitar
una ruptura con las autoridades judías tratando de hermanar las prácticas
judías con la fe en Cristo. El poder de las autoridades judías era grande
en todo el imperio y S. Pablo tuvo ocasión de experimentarlo en sí mismo
en múltiples circunstancias.
Cómo entiende S. Pablo su apostolado. Los agitadores que llegaron a
Galacia intentaron, en primer lugar, demoler la autoridad apostólica de S.
Pablo para poder así difundir sus doctrinas como la auténtica enseñanza
cristiana. Del tenor de la respuesta de S. Pablo no es fácil colegir
cuáles fueron los puntos de ataque más importantes. Los judaizantes
sostenían que S. Pablo no era un verdadero apóstol ya que no convivió con
el Señor, ni formó parte del grupo originario de los testigos y que no
había sido enviado por las autoridades de Jerusalén. De aquí pasaban
lógicamente a afirmar que su Evangelio era un Evangelio truncado ya que
elimina toda relación y sujeción a la Ley mosaica.
La respuesta de S. Pablo es enérgica. Comienza por afirmar que él no
ha sido llamado a la fe por hombre alguno. Ha sido también Dios quien ha
intervenido directamente en su llamada al apostolado (1,1.11 ss.). Su
Evangelio, el que ha difundido en Galacia, no es un Evangelio «enseñado»
(1,12), sino recibido por la revelación de Jesucristo. Hay que entender
esta afirmación respecto a las líneas de fuerza de su Evangelio; podemos
observar cómo aludirá con frecuencia en sus escritos a enseñanzas y
tradiciones que ha recibido de los que fueron anteriores a él y que
constituyen el patrimonio universal de toda la Iglesia. Las expresiones
«mi Evangelio» (Gal 1,11; Rom 2,16,25) y «otro evangelio» (Gal l, 16),
«Evangelio de la circuncisión» y «de la incircuncisión» (Gal 2,7) indican
uno e idéntico Evangelio predicado a los judíos y a los gentiles en
relación con la diversa actitud que podían adoptar frente a las prácticas
legales judías (cfr. Act 21,18 ss.).
En los dos primeros capítulos de Gal, S. Pablo describe
cuidadosamente el tenor de sus relaciones con los de Jerusalén. Precisa
que, después de su conversión, no subió a visitar «a los Apóstoles
anteriores a él» (1,17), sino que se fue a Arabia y que, vuelto a Damasco,
predicaba el Evangelio (1,23; cfr. Act 9,22). Enteradas las autoridades de
Jerusalén de que el perseguidor anunciaba el Evangelio «daban gloria a
Dios» (1,24). Menciona una visita en la que se entretiene con Pedro
durante 15 días y en la que ve a Santiago, el hermano del Señor (1,18-19),
y otra, más detenida, al cabo de 14 años: «Subí, pues, en virtud de una
revelación, y les comuniqué el evangelio que predico entre los gentiles,
particularmente a los que eran algo, para saber si corría o había corrido
en vano» (Gal 2,1 ss.). El sentido de estos detalles es claro: intenta
demostrar cómo su apostolado no es un apostolado de segundo orden y cómo
él no es un simple enviado de los de Jerusalén. Los de Jerusalén
reconocerán la gracia que le fue dada para ir a predicar al mundo pagano,
de la misma forma que a Pedro para el mundo judío. «Santiago, Pedro y Juan
que pasan por ser las columnas, reconocieron la gracia a mí dada, y nos
dieron a mí y a Bernabé la mano en señal de comunión, para que nosotros
nos dirigiésemos a los gentiles y ellos a los circuncisos» (Gal 2,6-10).
Esta actitud de los de Jerusalén es el reconocimiento oficial de un
apostolado que dimana directamente de Dios. Gal 2,1-2 revela una
preocupación fundamental de S. Pablo: afirmar la unidad y comunión
eclesial en que se halla con la Iglesia madre de Jerusalén y con todas las
iglesias en su apostolado.
V. t.: PABLO APÓSTOL, SAN; EPÍSTOLAS (Sagrada Escritura); NUEVO
TESTAMENTO.
BIBL.: S. TOMÁS DE AQUINO, In
omnes S. Pauli epístolas comentaria, ed. Turín 1902; M. J. LAGRANGE, Saint
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MIGUEL ÁNGEL R. PATÓN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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