FILOSOFIA, II. ORIGENES E HISTORIA DE LA FILOSOFÍA.


1. Orígenes. La cuestión de los orígenes de la F. se puede plantear en dos planos distintos: el antropológico y el histórico. O sea, podemos preguntarnos de qué inquietudes o necesidades de la inteligencia puede provenir el filosofar; o igualmente, podemos inquirir dónde están sus raíces en la historia: en qué momento, en qué civilización nace esa actividad del hombre que se llama «filosofía». Cualquier posible respuesta deberá atender a ese doble nivel de interrogaciones.
      Con respecto a la primera, los filósofos han multiplicado sus opiniones. Para Platón (v.) y Aristóteles (v.) el filosofar brota del asombro (v. ADMIRACIóN). M. Merleau Ponty (v.) se aproxima a las ideas de éstos, cuando dice que «el filósofo es un ser que se despierta y habla». Max Scheler (v.) declaraba que el filosofar brota de un deseo de participar en la totalidad. M. Heidegger (v.) ha escrito que la F. nace de la pregunta: «¿Por qué hay el ser y no, en lugar suyo, la nada?»; aunque «el problema no es el que formula Heidegger... La ausencia total de ser, la nada, es aún más inexplicable. No hablamos del ser en general ni mucho menos del Ser absoluto. sino del ser de unas cosas que no tienen en sí mismas la razón por la que existen y, sin embargo, son: éste es el problema» (C. Cardona, o. c. en bibl., 66). En las presentes citas late como idea común la de afirmar que hay en el fondo de la persona humana una aguda curiosidad por considerar las cosas en su desnudez, en su verdad (v.) más radical, más allá de todo interés utilitario. Entonces aparece como una permanente sorpresa el hecho de que haya realidad (v.) y que nosotros estemos en ella, así como el que nos cueste descubrir su significación y los múltiples por qué planteados por nuestro análisis. Así la F. surge como una orientación en medio de las perplejidades, como la empresa de lograr una coherencia moral y un sentido a nuestra existencia desde una perspectiva estrictamente racional (v. 1, 2-3).
      Sobre la cuestión de dónde se sitúa el acta de nacimiento de la F. se ha venido discutiendo largamente. Todos los historiadores reconocen que la eclosión más fulgurante acontece en Grecia, no obstante algunos creen verla presente en las civilizaciones orientales. La controversia se puede zanjar con una precisión semántica. Si entendemos por F. un interés por las cuestiones clave de la existencia (la vida, la muerte, el origen, los dioses, la cosmogonía, lo escatológico, etc.), se puede decir que hay visos de filosofía en toda religión y en toda cultura, literatura o persona individual que de alguna manera pretenda aclarar el sentido del mundo o el lugar y destino del hombre dentro de él. Si, por el contrario, entendemos por F. el predominio del pensamiento lógico y, con él, del análisis y la ciencia, se puede afirmar que la F. empieza en Grecia (v. GRECIA x1, y también INDIA IX; CHINA VIII).
      Lo esencial de la F. suele definirse a veces como el tránsito del mito al logos, entendiendo por tal el tránsito de unas vivencias más o menos estructuradas pero en cualquier caso no formalizadas, a una posesión consciente y racional. Hay en ello algo de cierto, pero a la vez una grave deformación, ya que implica sostener una identificación entre mentalidad primitiva y mentalidad mítica y, sobre todo, una oposición entre vivencia y conocimiento racional, que no son aceptables (sobre todo esto v. MITO 1). Para hablar con precisión debe decirse que la F. surge cuando se pasa de un conocimiento espontáneo a un conocimiento reflejo, es decir, de una situación de la mente que verdaderamente conoce pero que no reflexiona detenidamente sobre las condiciones de su conocer, a un estado en el que se opera esa vuelta sobre el propio conocimiento para precisar sus condiciones y profundizar en él. En ese sentido la F. no es la aparición del logos -éste ha estado siempre presente en el vivir humano- sino su desarrollo. Por eso la aparición de la F. no es nunca repentina, sino gradual. Y por eso también la F. continúa siempre nutriéndose de las actitudes espontáneas humanas, de las experiencias inmediatas, de la poesía, de la religiosidad, etcétera.
      El ejemplo más destacable del tránsito mencionado tuvo lugar en las ciudades jónicas del Asia menor hacia el s. vil a. C. en el momento en que unos hombres se preguntan cuál es el arjé o principio de esa textura de fenómenos que es la physis o naturaleza; todo ello presupone pensar la realidad como un todo y el tratar de entenderla como tal en los términos de un conocimiento fijo y cierto. Todo el periodo que sigue, y que se denomina «presocrático» (v.), suele ser considerado como periodo de orígenes de la F.; en él veremos extenderse esta actitud a otros temas como el hombre, su destino, el conocimiento de lo verdadero, el orden que rige en lo real, etc. Tal empresa es a veces considerada nueva en la historia, por ello se ha hablado de «milagro griego». No obstante, se le pueden señalar influencias, que no restan en nada originalidad al genio helénico. El carácter de colonias que tenían las predichas ciudades en las que germina el filosofar, constituyendo, por consiguiente, cruces de culturas y de caminos marítimos y terrestres nos explica la asimilación por parte de los griegos de elementos culturales de Egipto, Mesopotamia, Fenicia, etc., como, p. ej., la meteorología, la medicina, la música y la matemática. Esta otra pudo verosímilmente suministrar el modelo de un conocimiento formal e ideal que bien se podía extender a todas las zonas del ser. Igualmente es fácilmente discernible el influjo de diversos elementos provenientes de religiones orientales.
      Para comprender bien los orígenes y el tono de la F., hay que considerar ese ambiente religioso en que nació. La F. no apuntaba a un depauperado saber, sino que era un modo de vida, según los casos, comunitario o solitario, que se dibujaba como un estar en la verdad salvadora. De ahí que la F. griega nace relacionada con las religiones, sobre todo con las mistéricas (v. MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS). Entre todas ellas aparece como ejerciendo una singular influencia el orfismo (v.). El orfismo es un vasto movimiento religioso, cuyos orígenes aparecen sumamente oscuros para los historiadores de la antigüedad. Puédese, sin embargo, decir que su fijación data del s. vii a. C., y que es, sobre todo, una doctrina soteriológica (v. SOTERIOLOGÍA). El impacto del orfismo en los poetas (v. PÍNDARO; ESQUILO; EURÍPIDES) y en los filósofos es fácilmente advertible (v. TALES; ANAXIMANORO; ANAXIMENES; PITÁGORAS; HERÁCLITO; PARMÉNIDES; EMPÉDOCLES; PLATÓN). Éstos delatan elementos órficos muy abundantes y más o menos profundos. En concreto las ideas transvasadas por el orfismo a la F. parecen ser las siguientes: 1) La unión de la naturaleza como ordenada a Dios, que a veces degenera en un panteísmo (v.) que tiñe a casi todas las doctrinas filosóficas primitivas. 2) La idea del retorno cíclico de todas las cosas, con sus resonancias de muerte y resurrección, y sus sentimientos de culpa fatalista. 3) Ciertas cosmogonías (v.), como la de Tales, que hacen derivar los seres del agua primitiva o del fango. 4) El sentido esotérico de la F. para ciertas sectas como los pitagóricos (v.), que exigía un periodo de iniciación al estilo de los que se realizaban en los ritos mistéricos. 5) La idea de la inmortalidad del alma, que a veces se une a la afirmación de transmigraciones (v. DUALISMO; METEMPSICOSIS); así como el planteamiento de la especulación filosófica como una purificación (v. GNOSTICISMO). 6) La teoría tan extendida de los cuatro elementos, la mención de las fuerzas que los unen o los disgregan (amor y odio). 7) Ciertos símbolos que aparecen en el lenguaje mítico y alegórico de los filósofos primitivos parecen también reflejar símbolos órficos: la encrucijada parmenídea (trasunto de la sfisis) o la personificación que hace Heráclito en las erinas o furias.
      Nacida en ese ambiente religioso, la F. se presenta como una continuación de su espíritu, pero a la vez como una crítica del mismo en cuanto que aspiración a una profundización intelectual. Hay en ello una tentación de racionalismo (v.), que se ha presentado repetidas veces a lo largo de la historia de la F.; pero a la vez algo positivo: la religiosidad que antecede a la F. griega está marcada por la imperfección y la mente humana debía más pronto o más tarde percibirlo, y sentir el deseo de purificarla, lo que podía degenerar, como de hecho sucedió, en una oposición entre F. y religión. En ese sentido puede decirse que la Revelación cristiana, liberando a la religión de los errores que la lastraban, sentaba las bases para una convivencia armónica entre religión y Filosofía (v. tv).
      2. Historia. Para una consideración del desarrollo histórico de la F., pueden verse los resúmenes generales hechos en ANTIGUA, EDAD IV; MEDIA, EDAD III; MODERNA, EDAD III; CONTEMPORÁNEA, EDAD III; AMÉRICA VIII; ASIA VIII; EUROPA Ix, así como los arts. de Filosofía de los diversos países y las voces dedicadas a las diversas escuelas y pensadores.
     
     

BIBL.: J. M. BOCHENSKI, Introducción al pensamiento filosófico, Barcelona 1971; A. BOULANGER, Orphée, París 1925; C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, Madrid 1969; E. ESTÍU, En torno a un concepto de filosofía, Buenos Aires 1944; J. GAOS y F. LARROYo, Dos ideas de la filosofía, Buenos Aires 1944; 1. D. GARCÍA BACCA, Introducción al filosofar, Buenos Aires 1940; M. HEIDEGGER, ¿Qué es eso de filosofía?, Buenos Aires 1967; D. VON HILDEBRAND, ¿Qué es filosofía?, Madrid 1965; W. JAEGER, La teología de los primeros filósofos griegos, México 1952; ÍD, Paideia: los ideales de la cultura griega, 2 ed. México 1968; K. JAS: ERS, La Filosofía, México 1952; 1. MARITAIN, Introducción a la Filosofía, Buenos Aires 1969; A. MILLÁN PUELLEs, Fundamentos de Filosofía, 7 ed. Madrid 1970, 26 ss.; L. MOULINIER, Orphée et Vorphisme á I'époque classique, París 1955. V. t. las Introducciones a la Filosofía citadas en la bibl. de I.

 

B. HERRERO AMARO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991