Los f. (hebreo pélistim, latino philisthaei) era un pueblo aparentemente
no-semítico que habitaba la costa cananea, contigua al reino de los
hebreos (v.). La Biblia griega de los Setenta les denomina los allofyloi,
extranjeros, y la Biblia casi siempre los presenta como tales: gente
alejada de Dios y de los hebreos, e incluso, a veces, como antagonistas
que Dios emplea para castigarlos. Poseían una Pentápolis: los puertos de
Gaza (v.), Ascalón, y 'Ásdbd, y las ciudades interiores de Gath y `Egrón,
mencionadas en los 13,3 como territorios sin conquistar a la muerte de
Josué (v.) y gobernados por cinco tiranos.
La primera aparición de los f. en la Biblia, se narra en Gen
26,1-15. Se trata del establecimiento de Isaac (v.) en Guerar, donde
vivían los f. y su rey Abimelec. Al comienzo hay un trato amistoso entre
éstos e Isaac, pero después se llega a una cierta tensión: Isaac y su
familia prosperan, poseen gran cantidad de ovejas, bueyes y servidumbre;
esto ocasiona la envidia de los f. que expulsan a los hebreos. No
obstante, poco tiempo después, el rey Abimelec se acerca al nuevo
territorio de Isaac y hace una alianza de paz con él; reconoce que Yahwéh
está de su parte (Gen 26,28).
También aparecen los f. en la Biblia como opresores en la época de
los jueces (v.); aquéllos ocupaban la llanura, y los israelitas la región
montañosa. Las diversas oleadas inmigratorias, probablemente de la isla de
Kaftbr, identificada como Creta (cfr. Am 9,7; Ier 47,4), les empujaron
contra el pueblo escogido en muchas ocasiones. El más grave daño infligido
a los hebreos ocurrió cuando los f. estaban en su apogeo expansionista, en
tiempos de Samuel (v.), juez de Israel. En la batalla de 'Eben há°Ézer los
., aparte de matar a gran número de hebreos, capturaron el Arca de la
Alianza. Significativamente el Arca en esta ocasión fue acompañada por los
hijos de Elí, que habían pecado delante de Yahwéh (1 Sam 2,17); así la
victoria enemiga tendría sus razones en un castigo de Dios por esa mancha
en medio de Israel (v. PECADO II). Como se dice en un capítulo posterior,
«la gloria» había sido desterrada de Silo (v.) y de Israel en general (1
Sam 4,12-22). Pero Yahwéh hizo sufrir a los f. por el robo. Su dios Dagón
«caía de bruces» en la presencia del Arca de Yahwéh en el templo de 'Á§dod
(1 Sam 5,1-5), y los hombres de esta ciudad sufrían una extraña peste de
tumores. Al ser trasladada el Arca a Gath, sucedió lo mismo, de modo que
todo el territorio f. quedó en peligro (cfr. 1 Sam 5,6-15). Los tiranos
decidieron devolver el Arca a los hebreos, dejándola en Best-Semes, junto
con unos obsequios de oro. A partir de entonces, Dios iba guiando la
suerte de los hebreos contra los f.; primero bajo la jefatura de Samuel
(v.), que erigió una piedra con ocasión de la victoria definitiva sobre
los invasores, llamando al lugar 'Eben há'Ézer, el mismo nombre que antes
los hebreos temían tanto al recordar aquella primera batalla en la cual
perdieron el Arca. Así Dios se manifiesta como protector de su pueblo
contra el enemigo, pero pone la condición de que los israelitas se
conviertan y permanezcan fieles a Él. En estos términos, Samuel advierte
al pueblo antes de su victoria (1 Sam 7,3), y ellos reconocen su pecado
(7,6).
Entre las batallas y encuentros individuales con los f. destacan las
hazañas de Sansón (v.) y David (v.). El capítulo sobre el nacimiento de
Sansón comienza con estas palabras: «Volvieron los hijos de Israel a hacer
el mal a los ojos de Yahwéh, y Yahwéh los dio en manos de los filisteos
durante cuarenta años» (Idc 13,1). La vida de Sansón aparece muy unida a
la de los f. y hebreos. Por ej., se narra cómo derrotó a mil en un día con
una quijada de asno, en retribución por un mal que le habían hecho (Idc
15,6). Luego, los f. convencieron a Dalila su mujer, para que les dijera
cuál era el secreto de su gran fuerza, lo que averiguó después de muchos
intentos (Idc 16,17), entregándole a sus enemigos que le sacaron los ojos.
Los f. atribuyeron esta hazaña al dios Dagón ([de 16,23), pero les iba a
costar caro, puesto que el ciego Sansón sacudió unas columnas el día de la
gran fiesta, muriendo él y matando a más de tres mil de ellos (Idc
16,27-31). El relato bíblico manifiesta así cómo Dios glorifica a su
pueblo y a sus héroes, a pesar de los muchos errores propios y la opresión
constante del enemigo.
La fe y audacia de David, desde muy joven, constituye otro notable
ejemplo de la protección de Yahwéh para con su pueblo. En el famoso
combate de 1 Sam 17, el joven pastor mata al gigante Goliath con una
piedra y honda. Es una victoria tanto más sonada porque David no llevaba
armadura como Goliath; de hecho, los f. fabricaban armas de hierro que
empleaban en su lucha contra los hebreos. (En Idc 1,18-19 se explica que
Judá no pudo apoderarse de las ciudades del llano, precisamente porque sus
habitantes tenían «carros de hierro»; y 1 San 13,22 aclara que en la
batalla de Michmás, sólo Saúl y su hijo Jonatán tenían espadas y lanzas).
Antes del combate David pregunta con indignación, indicativa de una
actitud heroica y confiada delante de los enemigos: «¿Quién es ese
filisteo, ese incircunciso, para insultar así al ejército del Dios vivo?»
(1 Sam 17,26).
En la historia del pueblo escogido los f. van condicionando la
respuesta de fe de todos, según los tiempos y circunstancias. Desde la
época de las primeras conquistas de Canaán (v.; v. GUERRA II) Dios utiliza
esta raza extranjera como castigo, en sentido real y espiritual a la vez.
El mal físico se interpreta como resultado de un mal moral entre los
hebreos mismos, cara a Yahwéh siempre (Idc 10,6-14). En 1 Sam 9,16 se
revela que una de las promesas detrás de la unción de Sao, el primer rey,
fue la liberación de los hebreos de la dominación filistea. La Biblia
narra una gran victoria de Maui, donde juega un papel importante la
audacia de su hijo Jonatán contra el campo enemigo más avanzado en el paso
de Michmás (1 Sam 14,1-14). Con esta batalla los f. fueron expulsados del
centro del país, cortados en la misma ruta de invasión (para un análisis
topográfico de esta derrota «sorpresa»: cfr. M. Delcor, o. c. en bibl.
1264). Sin embargo, más tarde, cuando Saúl cae del favor de Dios y
persigue a David, éste, paradójicamente, tiene que refugiarse en
territorio del f. Aquis y le sirve (1 Sam 27). Los f. conquistan a los
hijos de Israel, matan a Jonatán (1 Sam 31,3), y el desesperado Saúl se
suicida (1 Sam 31,4).
David cuando ya es rey bate a los f. en dos ocasiones: en Jerusalén
(2 Sam 5,17-21), y en el valle de Réfá'im (2 Sam 5,22-25). Parece cierto
que David logró humillar a los f., incluso tomando alguna ciudad (2 Sam
8,1), pero no logró conquistarlos del todo, ni dominarlos por mucho
tiempo, como hizo con los moabitas (v. MOAI3 1I), arameos (v.) y edomitas
(v. IDUMEA). De todas formas, se sabe que empleaba a los f. como
mercenarios en su ejército (2 Sam 15,18 ss.; I 20,23); más tarde
aparecieron los carros (kéréti), asociados racialmente a los péléti, bajo
el mando del sacerdote Joyada (2 Reg 11,4), que fueron extremadamente
fieles al rey David.
Después del reinado de Salomón empieza el declive gradual de los f.,
más o menos paralelo al hebreo. La ciudad de Gat y la región de `Egrón
serán zonas de combate durante los tres siglos posdavídicos, cambiando
frecuentemente de dueño. Así se recuerda cómo Ezequías batió a los f.
hasta Gaza y sus fronteras, hecho que iba unido a su piedad religiosa (2
Reg 18,1-7). También 'Asdód cayó en manos del rey Ozías de Judá (2 Par
26,6). En general, sin embargo, los f. seguirán la misma suerte que sus
vecinos hebreos, cayendo bajo la dominación asiria y babilónica (v.) en
los mismos siglos que Judá. En el 604 a. C. Nabucodonosor toma y destruye
la ciudad, de Ascalón. En tiempos de Nehemías y la repatriación de los
judíos, los asdoditas (que podemos identificar con los f. o por lo menos
con la antigua provincia asiria de 'Asdód) protestan y molestan a los
judíos en su restauración de las murallas de Jerusalén (444 a. C.), junto
con los ammonitas y otros pueblos de los alrededores. Finalmente vemos a
los f. apoyando a los asirios en sus batallas contra los Macabeos (1 Mach
3,41); judas y sus hermanos atacan la ciudad de Azoto, en tierra filistea,
destruyendo sus altares e incendiando las imágenes de sus dioses (1 Mach
5,68).
En la historia y literatura proféticas los f. son considerados, la
mayoría de las veces, enemigos y extranjeros. El profeta Elías muestra la
impotencia de los dioses f. en el dramático incidente de la muerte de
Ocozías rey de Israel. Éste, en vez de consultar a Yahwéh por su
enfermedad, consulta al dios de `Egrón: Baal-zebul (el texto hebreo le
llama burlescamente Baal-zebub, que significa «Baal de las moscas» en vez
de «Baal de los príncipes»). Elías solemnemente proclama su muerte
irrevocable por esta deslealtad para con Yahwéh (2 Reg 1,16). El mismo
celo de Dios para los suyos se manifiesta en otros profetas, sucesores de
Elías. De ahí que pueda apreciarse la fuerza de Amós cuando identifica un
Israel infiel con cualquier otra tribu pagana. Entre otras, nombra
directamente a los f.: «Hijos de Israel, ¿no sois para mí como hijos de
etíopes? ¿No hice yo subir a Israel del país de Egipto, como a los
filisteos de Kaftor y a los arameos de Quir?» (Am 9,7). En jeremías se
encuentra un oráculo contra los mismos f., probablemente cuando el faraón
Jofrá iba a atacar a Tiro y Sidón, aliados de aquéllos. Nombra las
ciudades de 'Asdód y Ascalón como víctimas de la cólera divina, denominada
la «espada de Yahwéh» (Ier 47,6). Am 1,6-8 amenaza a Gaza y Filistea por
sus «crímenes», probablemente la venta de esclavos judíos a otros pueblos.
Joel especificará más esta práctica, apuntando al origen del mercado:
venden «los hijos de Judá a los hijos de los griegos» (Ioel 3,4 ss.).
Sofonías habla de un desastre que va a venir sobre «la nación de los
cereteos» con una desolación de Filistea (Soph 2,5); hace un juego de
palabras con los nombres de Gaza y `Egrón, vinculándolos con su desgracia.
Sin embargo, este profeta, viviendo en tiempos del rey tosías (640-609 a.
C.), se refiere a una cierta unión entre los f. y el resto de Israel (v.),
cuando Dios les vuelva de su cautiverio (Soph 2,7). El vidente posexílico
Zacarías continúa los oráculos contra los filisteos, pero también reitera
la esperanza de un resto de f. «para nuestro Dios, que será como una
familia de Judá» (Zach 9,7). Se les compara al antiguo yebuseo que fue
incorporado a Judá.
En resumen, los f. desempeñan el papel de «extranjeros» en la
Biblia, con su correspondiente peligro de contaminación para los hebreos.
Son casi siempre los opresores o los enemigos, a veces con la permisión de
Dios, para castigar a Israel. Sus incursiones prepararon el camino para la
monarquía y unidad israelitas en el s. xii a. C. Sin embargo, a pesar de
su perfil regularmente belicoso, no dejan de ser sugerentes los pasajes de
benevolencia para con ellos: el pacto entre Isaac y Abimelec (Gen 26,31);
el servicio y casi amistad entre David y Aquis (1 Sam 27); las profecías
de unión con el Resto (Soph 2,7; Zach 9,7).
V. t.: CRETA II; FENICIA; GAZA; CANAÁN 1; PUEBLO DE DIOS.
BIBL.: A. BEA, Filistei, en
Enciclopedia Cattolica, V, Roma 1950, 1332 ss.; E. RIPOLL, Filisteos, en
Enc. Bibl. 111,557; M. NOTH, The History ol Israel, 2 ed. Londres 1963; M.
DELCOR, Philistins, en DB (Suppl.), 7,1260; ÍD, Yahwéh et Dagon, ou le
Yahwisme Pace á la religion des Philistins, d'aprés I Sam. V, dans V. T.,
París 1964, 138 ss.
MICHAEL GIESLER.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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